Forocoches
Me atrevía a ir a una de las quedadas del foro de coches más numeroso del mundo. Fui por compartir mi afición por las cuatro ruedas, pero al final conseguí compartir otras cosas.
Mi pasión por los coches desde niño encontró un gran aliado en Internet. Los numerosos foros de la red permitían hacer lo que siempre había soñado: hablar de coches hasta hartarme. Aunque estoy registrado en varios, sin duda Forocoches captaba la mayor parte del tiempo que dedicaba a compartir mi afición. Es cierto que últimamente no es lo que era hace unos años, pero aun así, sigo entrando a diario.
Muchas veces envidiaba el buen rollo que había entre algunos foreros y maldecía mi timidez cada vez que veía fotos de las quedadas que organizaban. Siempre me decía que me hubiera gustado asistir a alguna, pero nunca me atrevía a hacerlo. Sin embargo, a finales del verano pasado decidí acudir a una que se organizaba en Madrid. Me costó mucho, pero no sé muy bien por qué me armé de valor y me presenté aquella mañana de sábado.
Había ya mucha gente y me agobié nada más llegar. No conocía a nadie, mi coche no llamaba especialmente la atención y los grupitos ya se habían formado. Eché un vistazo y vi a uno que hacía círculo alrededor de un coche tuneado, y pasé, pues no me gustan. En otro grupo se veían parejas, gente mayor, y hasta niños. Tampoco me atrajo, así que la vergüenza pudo conmigo y me marché a mi casa.
Durante el pasado Salón del Automóvil de Madrid volví a tener otra oportunidad. Engañé a un amigo para que se viniera conmigo a la quedada. Al margen de eso, tener un coche nuevo bastante pintón ayudó a tener seguridad en mí mismo y no acudir con un auto del montón. El hermano de mi amigo estaba metido en Rutas 4x4 que promocionaban allí, y a través de él llegamos a la zona donde los forococheros se reunían.
Carlos era más extrovertido, así que sirvió de enlace para con los demás. Nos introdujimos en un grupo que alababa a un BMW M3 y la cosa comenzó a fluir. Llegó un chaval con el mismo coche que yo y todo parecía encaminarse a la total integración. Este tío me fue presentando a algún que otro forero que ya conocía de otras veces. La verdad es que eran muy dispares entre sí: canis de coches tuneados, frikis con aspiraciones a ingenieros, horteras varios y algún que otro tío medio normal.
Entre ellos destacaba Víctor por su look muy fashion en comparación y por su discreción frente al resto en lo que a charla se refería. Mi amigo se perdió con su hermano y no me quedó otra que refugiarme en Víctor para no salir despavorido como el año anterior. La típica pregunta de “¿tú qué coche tienes?” sirvió para romper el hielo y al ver que yo tampoco era un charlatán echao palante como la mayoría, Víctor y yo nos fuimos alejando del grupo creando nuestra propia mini quedada. Me enseñó su coche, yo a él el mío y con esa excusa nos fuimos a dar una vuelta.
Carlos me llamó por teléfono mientras conducía, y el manos libres de mi coche difundió por los altavoces el comentario que temía que dijese, que me sonrojaría, pero que al final sería de gran ayuda.
-Anda cabrón, que ya has ligado –se atrevió a decir.
Imaginad mi cara y lo ridículo que resulté al tratar de justificarle cuando colgué. Víctor sonrió.
-Así que vienes a las quedadas para ligar, ¿eh?
-Qué va, no hagas caso a mi amigo. De hecho es la primera vez que vengo a una como te dije antes.
-Tranquilo, que yo venía por lo mismo –se sinceró.
Me eché a reír algo confuso y sorprendido.
-¿Y funcionó? –le pregunté.
-Bueno, alguna vez –se limitó a decir sin dar más explicaciones.
Al volver a por su coche el resto de foreros me importaban bastante poco. Víctor propuso ir a tomar una cerveza y acepté sin dudar. Aparcamos mi coche en su barrio y nos movimos con el suyo –un Audi A3 color blanco-. Nos tomamos un par de cañas y volvió a llevar la iniciativa. Esta vez la idea era perdernos en una zona de cruising que él conocía cerca de Faunia. No negaré que me sentí nervioso durante el trayecto y le dejé constancia de ello. Él me dijo que me relajara y que no haríamos nada que no nos apeteciese.
En realidad me apetecía, pero mis inseguridades me juegan siempre malas pasadas. Al aparcar y acercarse a besarme yo temblaba. Sonrió y conseguí relajarme algo, así que me dejé llevar. Echó los pestillos del coche y nos cambiamos al asiento trasero cual contorsionistas entre las banquetas delanteras pues se trataba de un tres puertas. Víctor conservaba aún su pelo de punta, su sonrisa mitad pícara mitad lasciva y toda su ropa, de la que se fue desprendiendo desde el fular hasta las deportivas de bailarín de Fama.
Era un chico guapo de cara, aunque demasiado delgado para mi gusto. Esto último lo intuí al rozarle más que con la vista, pues era una zona muy oscura. Cuando él me desnudó a mí corroboró los michelines que se intuían bajo mi camisa, pero no pareció importarle. Me recostó sobre el asiento y se lanzó a tragarse mi polla. Sentí un intenso cosquilleo recorrer mi piel y no pude evitar lanzar un leve sollozo que demostraba que lo que Víctor me estaba haciendo me gustaba.
Agarraba una parte de mi cipote con la mano mientras jugueteaba con el resto con su lengua. Lamía el glande, esbozaba círculos o la hacía descender por el tronco hasta rozar sus propios dedos. Después liberó su mano y se la tragaba entera succionando con firmeza y decisión mostrando un envidiable aguante que mi polla parecía dispuesta a soportar. Quise probar la suya, pero Víctor estaba demasiado centrado, sin apenas decir palabra o cambiar una postura que ya de por sí debía resultarle incómoda.
Sin embargo, más que desear que se la comiera yo a él, su movimiento me dejó su culo en mi cara. Sentí un olor y sabores intensos cuando accedí a su ano intentando apartar como pude sus nalgas. Ahora era él quien gemía, mascullando entre medias algún vocablo que evidenciaba el placer que mi lengua le otorgaba. Hacía movimientos con su pelvis que seguro ya controlaba para notarla en lo más profundo de su agujero hasta apartarse y clavarse sobre mi verga sin mayor dilación.
Yo mantenía mi postura reclinado sobre el duro banco trasero y él se las ingeniaba para que el trance resultara lo más cómodo posible. Se notaba que no era la primera vez que usaba su coche para tales fines, pues sabía muy bien dónde colocarse y me corregía si yo trataba de moverme. Con todo, ambos pudimos disfrutar de la follada. Su dilatado culo recibía mi ansiosa polla con facilidad y el mete y saca triunfaba como en la mejor de las camas. Ni un dolorido cuello ni la libertad de movimientos por mi parte nos evadían del placer de que Víctor se hincara mi polla con avidez.
No había margen para probar más posiciones, y hasta tenía su punto la idea de permanecer así hasta que llegáramos a corrernos. Él a priori lo tenía más complicado, pues su polla no recibía ningún otro estímulo porque el tío ni se preocupaba en machacársela, simplemente cabalgaba sobre la mía pareciendo tener más que suficiente. Su lujuriosa cara daba muestra de ello cada vez que yo levantaba la vista y le encontraba mirando a su alrededor a través de las lunas para tenerlo todo bajo control. Imagino que sabía que aquella zona era relativamente segura, pues de otra manera no hubiera sido capaz de disimular la preocupación por si alguien se acercaba.
Sollocé de una forma más sonora y le avisé que estaba a punto de correrme. Víctor se apartó deprisa y acercó de nuevo su boca hasta mi verga para darle un par de lengüetazos. No hicieron falta más ya que descargué con furia sobre mi vientre esparciendo algunas gotas sobre el respaldo que él atrapó con los dedos y después se llevó a la boca haciendo lo propio con los restos que descendían desde mi glande provocándome una sobrecogedora contracción.
Víctor se arrodilló dejándome ver por fin su verga en todo su esplendor. No estaba mal y me arrepentí de no haber insistido en chupársela antes. Hice un amago de acercarme pero él parecía querer simplemente pajeársela. Incorporarme yo supondría que se moviera y le cortara el rollo, y aunque algo desfallecido después de la corrida, me quedaban las ganas suficientes como para querer comerme ese atrayente cipote.
-¿Quieres que te la chupe? –le pregunté.
-¿Sí?
Asentí y volvió a ponerse a horcajadas sobre mí hasta que su polla accedió a mi boca. Me relamí con su fuerte olor y disfruté de su sabor nada más rozarla con la lengua. A pesar de las ganas tampoco quería entretenerme demasiado así que se la chupé entera sin detenerme antes mucho más. Él se ayudó de pequeños impulsos que hacían que entrara y saliera de mis tragaderas como si me estuviera follando la boca. Me encantaba aquello a pesar de estar casi sin aliento y de que mi espalda empezara a resentirse. Víctor gemía cada vez más fuerte hasta que extendió un sollozo que auguraba la inminente corrida.
Se apartó y expulsó el caliente y espeso líquido sobre mi barriga, mezclándose así con los restos ya secos de mi propia leche. Sus espasmos traquetearon ligeramente el coche y avisaron de que aquello estaba llegando a su fin. De la bolsa del respaldo sacó un paquete de toallitas que evidenciaba que todo estaba bien acondicionado para follar en su coche. Nos limpiamos, volvimos al asiento de adelante y le pedí que saliéramos a fumar.
La verdad es que ese momento fue algo incómodo, pues no hablamos mucho. Tampoco durante el trayecto hacia mi coche, ni en el momento de la despedida. Imagino que lo que me había dicho de que iba a las quedadas de Forocoches para ligar era cierto, y que en aquella me tocó a mí. Yo no he vuelto a ir a ninguna, pero a pesar de que estuve un par de días comiéndome la olla por si al tío no le había gustado, mi pasión por los coches y los foreros siguen latentes, aunque de momento no haya tenido contacto con ningún otro.