Fornicando en la tormenta

Todo era perfecto y entonces apareció ella, caminando por la orilla, iba con un pareo y la parte superior del bikini, llevaba las sandalias en la mano y el viento revolvía sus cabellos.

Fornicando en la tormenta

La playa estaba vacía. Completamente vacía. Tan vacía que hubiese podido estar toda la noche bailando desnudo de arriba a abajo y nadie se habría dado cuenta. Pero no iba a hacerlo, en primer lugar porque habían anunciado tormentas (uno de los motivos de que la playa estuviese vacía) y en segundo lugar porque era de noche (el principal motivo por el que la playa estaba completamente vacía). Le había dicho a Forni que estuviese a medianoche junto al merendero. Bueno, no se lo había dicho, se lo había ordenado. Forni era mi sumisa. Bueno, en realidad todavía no lo era. Iba a serlo esa misma noche. Miré mi reloj, faltaba una hora todavía. Cogi los troncos que había guardado en el maletero del coche y los dispuse en forma de circulo en la arena, cerca del merendero. Después dispuse unas pastillitas de fuego de esas que se utilizan en las barbacoas y volví a mi coche. Volví a mirar mi reloj. Faltaba media hora todavía. Me senté en el suelo, en la arena de la playa y encendí un puro que había estado guardando desde hacia mucho. Desde el día que la conocí. Forni era mi sumisa pero nunca había ejercido de tal. Observé como las volutas de humo ascendían a la luz de la luna, después miré la playa bañada por la luz de la luna, el olor a sal y a yodo del mar. El sonido de las olas rompiendo suavemente, como si no quisieran molestar. Todo era perfecto y entonces apareció ella, caminando por la orilla, iba con un pareo y la parte superior del bikini, llevaba las sandalias en la mano y el viento revolvía sus cabellos. Volví a aspirar el sabor de mi habano. Nunca hubiese imaginado un escenario mejor. Me levanté y me dirigí a ella.

-Hola amo Cando.

-Hola sumisa.

Nos besamos en las mejillas quizás movidos por un estúpido sentimiento de timidez. O no tan estúpido. Era la primera vez que nos veíamos en persona. Volví al coche e introduje un CD que comenzó a sonar suavemente. La voz de Jeff Buckley invadió la playa. Ambos sonreímos, después nos cogimos de la mano y caminamos hacia la hoguera, simplemente tuve que lanzar un fósforo al interior y el los troncos comenzaron a arder ayudados de las pastillas. Entonces comprendí que siempre se necesita ayuda para comenzar algo. Y a fe mía que iba a ayudarla.

Nos sentamos en la arena y nos miramos a los ojos, lo siguiente que recuerdo es que estábamos rodando por la arena y ella me mordía el labio inferior. La aparte de mi empujándola con los pies y ella rodó de nuevo para acabar a cuatro patas. Mirándome, como una gata callejera. Me levante y me acerque a ella lentamente. Forni no se movió, simplemente me miraba de reojo mientras yo caminaba a su alrededor. Presa y cazador. O quizás al revés. ¿Qué importaba? Me saque el cinturón y la ate las manos a la espalda con el. Su cara fue a parar a la arena y eso la enfureció. Pero ya era demasiado tarde. Me aparté y la volví a mirar. Estaba en el suelo, el pareo se le había caído y el minúsculo bikini apenas tapaba más que lo imprescindible para no ser detenida por exhibición. Puse mi pie desnudo en su espalda y la apreté contra la arena.

-Cuéntame Forni… ¿a quien perteneces?

Forni no contestó, su boca estaba contra la arena. Volví a ejercer más presión con mi pie. Entonces unas gotas comenzaron a caer sobre nosotros. A los pocos segundos mi camisa, mis pantalones, su pareo, todo estaba completamente empapado, la levante y me puse frente a ella. De no haber tenido las manos atadas a la espalda estoy seguro que me habría abofeteado. O no. ¿Qué importaba? La tela de su bikini se pego a sus pezones erectos, su piel perfectamente bronceada estaba ahora perlada de sudor y de gotas de lluvia, también había arena. Ambos olíamos a sexo. Nos quedamos mirándonos mientras las primeras notas del "Hallelujah" de Jeff Buckley sonaban en la noche. Volvimos a sonreír. Después la cogi del pelo y la arrastré hasta el merendero que no era mas que unos cuatro troncos y un techamen de paja.

-Cuéntame Forni… ¿a quien perteneces?

-¿Por qué no me lo demuestras amo?

Le di la vuelta y le quité el cinturón que inmovilizaba sus muñecas, después cogi las cuerdas que había escondido tras unos matorrales y las pase por encima de uno de los troncos que sujetaba el techo, finalmente le ate una mano a cada extremo de la cuerda. Me separé y la observé de nuevo. Estaba con ambas manos sobre su cabeza, observe su estomago, tan plano y perfecto como había imaginado. Sus pechos, del tamaño justo con un pezón totalmente erecto que amenazaba con romper la tela mojada del bikini. Sus piernas largas y torneadas. Su mirada y su pelo mojado. Me acerque a ella, extendí una mano y deje que la lluvia me empapase, después metí mis dedos mojados en su boca. Ella los chupo con autentica pasión.

-Es agua de lluvia –dije.

-Es agua de lluvia amo.

Retiré los dedos de su boca y los volví a mojar con la lluvia, entonces los metí dentro de su bikini y se los introduje de golpe en la vagina. Ella se retorció pero no lanzo una sola queja.

-Es agua de lluvia amo –repitió.

Mis ropas estaban empapadas y me las quité. Después le arranque a ella la parte inferior del bikini y volví a mojar mis dedos en la lluvia. Cada vez llovía mas fuerte, el fuego de la hoguera se había apagado y el cobertizo apenas nos protegía.

Metí dos dedos en su culo.

-Agua de lluvia amo… siempre agua de lluvia.

-Cuéntame Forni –dije moviendo mis dedos dentro de su culo- ¿A quien perteneces?

-A ti.

Retiré mis dedos y puse la punta de mi pene erecto en la entrada de su culo, después empuje suavemente. Forni se retorció pero apenas opuso resistencia. Mi pene entró en su culo y apreté hasta el fondo mientras su grito se deslizó por toda la playa. Nadie podía vernos, nadie podía oírnos. De todas formas… ¿Qué importaba?

Comencé a sodomizarla lentamente mientras mis dedos retorcían sus pezones a través de la tela del bikini. Nuestros cuerpos mojados eran uno solo, resbalaban mojados y unidos tan solo por una parte que estaba dentro de ella. Saliendo y entrado, La embestía y al tiempo ella me embestía a mi, como pretendiendo que la partiese en dos y a cada embestida sus gemidos quedaban ahogados por la lluvia. Olíamos a sudor, a sexo, a agua de lluvia, a cenizas, a sal. Por unos instantes olimos la felicidad, saboreándola, tocándola. Todos nuestros sentidos eran uno solo, su dolor y mi placer. Su placer y mi dolor.

Mientras Jeff Buckley seguía sonando en el aire. Forni y Cando. Sumisa y amo. Simplemente.

(Dedicado con todo el cariño del mundo –y algún que otro azote- a Escorpiona)

--

amo_ricard@hotmail.com