Fornicando con el Pastor

Mi historia de despertar sexual con el Pastor de mi Iglesia. Primera parte.

1998, yo tenía 18 años. Mientras me miraba, él tenía sus dos manos en la cabeza de la pastora, su esposa, ella le estaba comiendo la verga.

De familia bautista de nacimiento, mi papá murió en 1996, cuando yo tenía 12 años, mi mamá se acogió a la iglesia más que nunca. Yo era mejor amiga de la hija del pastor, Catalina. Ella era simpática pero para mí no era lo que yo para ella, era muy infantil y yo a los 18 años ya estaba interesada en otras cosas, en la secundaria solo buscaba la oportunidad de rosarme con mis compañeros, que me abrazaran y sentir la punta de esos pubertos que siempre estaba dura.

Era tradición que en invierno catalina me invitara a su casa de descanso, una cabaña muy agradable, creo que solo por eso la soportaba, porque me gustaba su hermano Jorge, universitario muy sexi al que había pillado masturbarse varias veces en la casa de la piscina y porque su cabaña tenía un aire muy misterioso, en medio de un bosque que de seguro debe tener muchos condones entre los matorrales. Fantaseaba mucho por ese entonces.

El pastor era muy joven, era todo lo contrario al estereotipo de un hombre de Dios. Tenía unos 30 años, medía al menos 1.90 cm. y estaba en muy buena forma, era idéntico a Joseph Fiennes de Shakespeare in Love.

Eran 2 semanas junto a ellos. En las noches nos dedicábamos a los juegos de mesa, y nos acostábamos a las 10 pm. Para dormir, ya que era muy temprano, me tocaba pensando en Jorge masturbándose y antes de venirme, paraba para que el juego no terminara, me gustaba mucho tocarme y lo alargaba, más la adrenalina de que catalina estaba ahí en la misma habitación durmiendo, me excitaba mucho más.

Un día después de tocarme, me levanté para tomar agua, ya que estaba muy caliente, me moví sin hacer ruido, y cuando voy pasando por la sala de juegos, estaban ellos, mis pastores. El pastor estaba sin camiseta, pantalón desabotonado y la pastora, que tenía un muy lindo cuerpo, tetas pequeñas pero un culo tremendo, estaba arrodillada, frente al pastor, él sentado en el sofá blanco, tanían la chimenea casi apagada por lo que no había mucha luz. Yo me quedé tras el bar, que era pequeño, pero entre tantas copas que colgaban, me podía esconder bien. Fue uno de los momentos más delicioso de mi vida, la pastora con los dientes le baja la ropa interior y empieza a morder suave (yo no veía, pero eso quiero imaginar). A la pastora la veía por detrás, veía algo colgando en su ano, ahora sé que era un plug anal. Yo estaba casi babeando, porque era la escena más caliente que había visto en mi puta vida, 1998, yo no tenía acceso a revistas ni a videos, todo pasaba en mi mente. Yo estaba mirando cómo la pastora chupaba esa verga roja, tan roja que pensé que estallaría, estaba tan concentrada que no pude notar que el pastor me estaba mirando.

Quedé paralizada, me asusté pero no hice ningún ruido. Solo lo miré asustada.

Él me miraba diferente, no como lo hacía en la iglesia, lo hacía con lascivia, una mirada profunda, entendí en ese momento exacto que quería que me quedara mirando, porque agarró la cabeza de la pastora y la empujó hacia su verga para metérsela más profundo. Empezó a moverse muy rápido y MIRÁNDOME dijo: me la pones muy dura, tócate. La pastora mientras se tragaba esa verga se empezó a tocar, pero sabía que me lo decía a mí. En el bar había un tapón de botellas de vino, largo de acero, a los lados tenía unos círculos de goma y se lo mostré en silencio y lo empecé a meter, estaba helado, pero estaba taaan caliente que se sentía hasta un alivio, rico, mientras me lo metía seguía mirando al pastor y me sonreía. La gomita del tapón producía un roce muy rico, estaba caliente, todo era muy estimulante. La pastora dejó de chupársela, se iba a parar y él rápidamente dijo, espera, espera ¿me puedo ir en tu boquita?, ella accedió, por lo que se empezó a mover como loco, se paró y le seguía presionando la cabeza para que se la tragara más profundo hasta que se fue. Con los ojos en blanco aún, me dio una señal con la cabeza para que me fuera. Fue muy incómodo pararme ya que nunca había estado tan mojada.

Al otro día en en la cena, tapó lo que quedó del vino con el tapón que yo había usado para masturbarme, lo destapo de nuevo y mirándome chupó lentamente la gota de vino que corría.

Esa imagen quedó grabada como material para todas las noches restantes.

No tocamos el tema nunca más, pero...

Continúa en la parte II