Fornicando con el Enemigo
El la noche más oscura la habitación se desmorona al contemplar la unión de nuestros cuerpos. "Léelo prometiendo guardad mi secreto".
-¡Demonios!- creo que me he salpicado los zapatos, esto de orinar en la oscuridad y con bastantes bebidas encima se debería promover como deporté extremo.
Victorio me ha invitado a festejar su cumpleaños, ha sido una fiesta increíble, la mejor música, los mejores compañeros de fiesta, no se limitaron a la hora de comprar alcohol ni al decorar la casa. Muchos de nuestros amigos de la infancia asistieron.
Ustedes imaginarán la magnitud de la diversión que se vivió ese día.
Lucho por mantener el equilibrio mientras orino, el mantener mis zapatos limpios ahora ya no es mi prioridad, los he de traer llenos de salpicaduras.
-¡COF COF!- se escucha al final del pasillo junto a un pequeño árbol. Por inercia volteó mientras término de cerrar la cremallera del pantalón, no logro ver quien es, la oscuridad es mucha.
-Que se te perdió, pendejo- dice mientras se acerca hacia mi -¿Te mandó mi hermano para saber que hago?.
Los ojos se abren como platos de la impresión al darme cuenta de lo que hacia, no sé como no me pude dar cuenta antes con ese olor tan peculiar. Martín, el hermano mayor de mi amigo estaba consumiendo drogas, entre los dedos de la mano derecha tenía sujeto un pequeño cigarrillo de marihuana. Nunca le he caído bien, me da la impresión por que sospecha sobre mi preferencia sexual, y él no es más que un imbécil homofóbico golpeador de mujeres. Se rumora que golpea a su novia.
-No, yo sólo he venido a ...
-¡Cállate, maldito maricón!- dice mientras me empuja contra la pared.
Me ha dejado confundido su conducta, con temor prefiero quedarme callado, tiene fama de ser violento en su vida cotidiana, ahora con cervezas y droga en su organismo no me quisiera arriesgar.
Su mano, con el cigarrillo entre sus dedos se extiende hacia mi dirección en señal de invitación. El corazón se me detiene como sí de un infarto espontáneo se tratase, el nerviosismo regresa entrando en cuenta, ya no seré sólo él espectador, era mi turno de "viajar", como decían mis compañeros.
Me quedo quieto, no muevo ni un pelo. Estoy estupefacto.
Dentro de mi se lleva a cabo una gran guerra de pensamientos, no sé que hacer, me pongo rígido mientras él sólo sonríe esperando que acceda a su invitación. Debo estar loco. Tomo el cigarrillo llevándolo entre mis labios. Está húmedo. La saliva que dejo sirve para humectar mis labios que en ese momento estaban tan secos como la arena de algún desierto.
El fósforo se enciende, esta vez para mi. Hago como sí encendiera un tabaco.
-Traga el humo, intenta contenerlo dentro lo más que puedas- dice mientras él fuma de nuevo.
No puedo respirar, la sensación del humo es asquerosa, comienzo a toser, lo hago varias veces mientras siento que me falta el aire, siento que me asfixio, toso nuevamente tratando de sacar un "no sé que" que se ha quedado en los pulmones y de pronto todo pasa, me tranquilizo.
A mi alrededor todo es distinto, algo a cambiado en un abrir y crear de ojos, parece que estoy en otro lugar.
-Ven sígueme- dice mientras se mete a la casa por la puerta trasera.
Sobre la cama está él, viéndome, se iré a carcajadas como sí de un gran comediante se deleitara. De una manera extraña me causa gracia la situación, me uno a la locura, no paró de reír. Me ofrece una cerveza y comienza un extraño episodio.
El sonido del DJ entra por la ventana, envuelve la habitación, los cristales vibran como sí de un terremoto se tratara, la música es tan enérgica que me siento en un club nocturno de esos en donde que la gente no conoce pasos de baile, donde sólo gritan, saltan como pacientes epilépticos. Nosotros actuábamos exactamente iguales, danzábamos como locos desenfrenados por toda la habitación, sobre la cama, el sofá, los objetos caían al chocar contras nuestros desenfrenados movimientos, no nos importaba hacer desorden. De pronto estamos frente a frente, cara a cara.
No paro de reír.
-Te dije que no estaría mal, no te preocupes yo te cuidaré- lo dice mientras me toma de la cadera y nuestros cuerpos se acercan.
Su actitud me parece extraña, pero es más extraño aún que no me importa, hay algo que me impide pensar con claridad, algo que me impide rechazar su acción.
-Leo, quiero que estemos juntos, quiero estar en ti, quiero que seas mío- murmura mientras sus dedos me despojan de la camisa. No para de verme. Acaricia cada parte de piel que deja al descubierto.
Me limito a sonreír, no se me ocurre otra manera de actuar, debo parecer un idiota ahí parado.
La energía al máximo que poseía hace unos minutos se había esfumado, de pronto me siento cansado, quisiera dormir, quisiera no saber nada del mundo. Parpadear se hace difícil, es un esfuerzo tremendo hacer esa simple acción.
Me cuesta trabajo mantener los ojos abiertos.
-No tienes idea las veces que soñé con tenerte de esta manera- murmura de nuevo mientras me lanza sobre la cama.
Martín deja caer sus pantalones hasta los tobillos dejando al descubierto el maravilloso trabajo de la naturaleza que ha hecho en él, tal cual macho orgulloso se pavonea de orgullo mostrando su majestuoso cuerpo, todo en él es grande, ahora veo en todo su esplendor de donde viene ese enorme paquete que le marca la ropa en la entrepierna.
Como un animal de casería, sé lanza sobre mi.
Los pezones ya no me pertenecen, su lengua los empapa de saliva, lame como un cachorro hambriento, su boca los succiona con fuerza mientras sus dientes sirven de arma infringiendo dolor. Terminaba con uno, siguió con el otro, no hacia pausa, ni siquiera para darme tiempo para procesar en mi mente de lo que estaba ocurriendo, mi cuerpo se retuerce ante tal dolorosa sensación.
Me siento en el limbo, como si estuviera prisionero en algún agujero negro espacial.
No debí aceptar fumar ese cigarrillo, la desesperación me invade, los párpados se cierran en contra de mi voluntad, el techo de la habitación se distorsiona ante mis ojos.
-Ayúdame, por favor- suplico con los ojos cerrados evitando ver como la habitación se desmorona, me siento en peligro, me siento asustado.
Quiero salir corriendo.
-Tranquilo, aquí estoy contigo, no te preocupes, todo va a estar bien- escucho entre sombras que dice mientras noto como soy despojado de las prendas inferiores.
Nuestras pieles se rozan, se comunican, intercambian calidez, sus pocos pero gruesos vellos corporales acarician mi cuerpo. Nuevamente se adueña de mis pezones haciéndoles gran daño, sus dientes son como cuchillas lacerando terrible y constantemente, se me dificulta mover los brazos, los siento tan pesados pero aún así logro quitarme a Martín, los pezones me duelen.
Eso a él no le importa.
Trato de volver en sí, abro los ojos con dificultad, lo observo a él, esta ahí, sobre mi, las piernas descansan sobre sus hombros mientras nuestros rostros están uno frente al otro, su mirada ausente me causa escalofríos, más me asusta cuando se unta saliva desde la punta hasta la base de su miembro, lo hace una y otra vez con tal ímpetu que parece extraño. No soy tonto, entro en cuenta de lo que está sucediendo y de lo que sucederá si no lo evito.
-¿Qué estás haciendo?, por favor déjame ir- balbuceo tratando de sonar fuerte y claro luchando contra el sonido de la radio, no logró escucharme ni yo mismo de lo alto que está la música.
El dedo índice lo lleva hasta mis labios en señal de silencio.
Estoy lubricado, él lo ha hecho, ahora ese no es el problema. Martín está tratando de entrar en mi, la punta de su miembro está contra esa parte de mi recién lubricada. Abro de nuevo los ojos regresando a la realidad, siento que me arde, empujo con mis manos el cuerpo de él lejos de mi evitando sentirlo cerca, fracaso, definitivamente es más fuerte, no logró apartarlo de mi. Es impaciente, no quiere perder tiempo, sigue presionando su miembro dentro de mi. Un insoportable dolor me recorre desde el esfínter al resto del cuerpo, trato de sacarme pero fallo nuevamente en el intento.
-No te muevas "mijo" por que te estás lastimando- susurra mientras se introduce en mi. Sus labios se separan dejando escapar una expresión de satisfacción.
Gimo de dolor.
Es realmente insoportable, me hace daño, me está lastimando.
Su cuerpo cae contra el mío, su miento se encaja como sí de una daga se tratase.
-¡Ay! Para por favor!- le grito. Me ha introducido de un sólo tajo su gran miembro viril. Abro los ojos, a Bernardino se le dibuja una cínica sonrisa en el rostro.
El sufriendo que siento me hace sentir desvanecer.
Lentamente se retira de mi, mientras lo hace puedo sentir como mi esfínter lo abraza mientras lo recorre. Sonríe de nuevo mientras se humedece los labios.
Nuevamente pero ahora con más fuerza se clava en mi, sus testículos se estrellan contra mis nalgas con furia, él me enviste con coraje, no le importa el daño que me hace.
El dolor se convierte en placer, no me quejó de dolor sino ahora por satisfacción, Martín lo nota, parece que le molesta que disfrute del momento, me enviste con más ganas, con más fuerza, la habitación se empapa de nuestros gemidos, ambos lo hacemos, nuestras voces se unen por un mismo placer.
Él bombea sin parar dentro de mi, lo retira y lo introduce con saña, como si quisiera partirme en dos. Nuestras respiraciones van a la par, el corazón nos palpita con fuerza.
-Ah, Ah. ¡Me corro, me corro!- dice mientras me toma de los cabellos mientras me lanza una última pero sagaz y descomunal penetración. Noto como el culo se me inunda de sustancia viril, mientras Martín no para de follar. Abro de nuevo los ojos, él tiene los ojos en blanco mientras veo como no deja de penetrar, como si quiera no parar nunca.
Ha terminado, se retira de mi dejando la huella viril como prueba de que estuvo ahí.
Tu Amigo Mexicano Leopoldo Diga.