Forma de sentir

Exposición sobre la forma de sentir y vivir de un esclavo.

Esta exposición no pretende ser la guía o una proclama sobre lo que debe ser un esclavo, es solo mi forma de sentir y ver este tipo de relaciones, no pretendeo sentar catedrá de nada y sobre nadie.

Sin saberlo toda mi vida, he sido esclavo. Soy socio mayoritario de una empresa que funde con 30 años, tengo 20 personas a mi cargo, puedo decidir a quién contratar, despedir, subir o bajar el sueldo, soy serio, distante, duro y exigente. Pero ante los tacones de mí Dueña soy el más servil de los esclavos. ¿Por qué? No lo sé. ¿Qué me mueve a estar subyugado a una mujer? No lo sé. ¿Por qué siento así? No lo sé. He tenido novias que como mujeres son excepcionales, que físicamente son de bandera, sin embargo, no sentía con ellas el deseo, la pasión la excitación, que siento caminando un paso por detrás de mí Señora, o siento cuando la visto o acicaló para una cita con otro hombre. A veces me pregunto si estoy bien de la cabeza. Otras veces simplemente me dejo llevar.

Ser esclavo para mí es pasar a otro estadio, es como flotar, por muy dura que a veces sean las condiciones. Dentro de mi esclavitud: servir, vivir humillado, vivir por y para hacer la vida de mí Dueña más agradable, sencilla o cómoda, es lo habitual, habitual de hábito, de necesidad fisiológica para mí persona.

No entiendo la esclavitud como una sesión donde un Ama suelta una ostia a un sumiso, entiendo la esclavitud como la entrega voluntaria por mí parte a mí Dueña para realizar su voluntad.

Personalmente, no aguanto el dolor físico,  es algo que detesto, pero entiendo que forma parte de la educación de un esclavo. Aunque el dolor físico nunca me hizo tanto daño como el dolor psicológico. Una simple palabra dicha en el momento justo, me puede hacer infinitamente más daño que la peor de las palizas.

No creo en el 24/7 como estar todo el día desnudo a los pies de mí Dueña vestida de latex y con tacones, pero sí lo entiendo como: servirle a mi Dueña el desayuno antes de ir a trabajar, en preparar su ropa, ayudarle a calzar sus botas, abrirle la puerta del coche, tener la casa ordenada y recogida para cuando llegue del trabajo, tomar un café con ella cuando ella así lo disponga ambos vestidos normalmente. O estar a ciento de kilómetros de distancia y saber ella que no voy a mirar a otra mujer, que no me voy a masturbar si no es su deseo, eso es para mí la esclavitud.

Evidentemente en todo esto hay una carga sexual importante, pero no busco mi placer sexual como cualquier hombre en el hecho de eyacular. Mi máxima satisfacción o goce puede ser: ver la sonrisa de mí Dueña o un gesto de aprobación suyo, ante la mayor de las humillaciones.

Finalmente no creo en la esclavitud, si no hay admiración, sentimientos hacia mi Dueña, entrega hacia ella. Y como dijo el poeta: “Esto es amor, quién lo probó lo sabe”.