Forced Casandra, Cristina y el juego continua.
Un día más en el sistema, esta vez Casandra y Cristina competirán para cumplir con sus exigencias, pase lo que pase una de las dos se divertirá, o puede que ambas pasen un rato agradable.
Según la carta había empezado una nueva fase, pero hasta ese momento todo había sido como siempre. Al entrar en la sala descubrí la primera diferencia, probablemente lo último que esperaba que cambiase a estas alturas. Se nos había dicho que tendríamos que competir, a lo mejor tenía que competir contigo, con solo darte un vistazo supe que si ese era el caso, iba a tener un problema.
Al otro lado de la sala se encontraba una mujer rubia, de melena larga y rizada, pecho abundante y caderas prominentes. Eso, junto con tu rostro juvenil, te convertía casi en un estereotipo, si teníamos que competir es probable que mi pecho pasase de ser de tamaño aceptable y bonito, a ser pequeño. Mis caderas podían estar a la altura, pero si algún hombre se implicaba en esta misión, bueno, todos sabemos lo que les pasa con las rubias.
No sabía cómo encarar aquello, nunca había estado en la sala con una mujer, es más, no veía a otra mujer desde que llegué a este lugar. Para mi sorpresa tú sí que lo sabías.
- A ver con qué nos sorprenderá ahora el sistema. ¿Quieres uno?
Me hablaste casualmente mientras te servías una copa de vino. No me gustaba pero no me extrañaba encontrar gente que se lo bebía, aunque solo llevamos una hora levantados cuando entramos a la sala. La realidad es que todo en aquella sala era de altísima calidad, algo especialmente notorio en ciertos casos, como el del vino.
- No, gracias.
Me salió la voz más débil de lo que esperaba, y para colmo me quedé titubeando, sin encontrar las palabras. Me sentía intimidada y no estaba acostumbrada. Decidí pasar a la acción, no podía tener desventaja cuando la misión no había ni empezado.
Saqué una tónica de la nevera y cogí la ginebra del mueble, metí un par de hielos en una copa ancha y preparé un gintonic en un momento, sin todas las ceremonias que hace alguna gente. Las rodajas de limón y las semillas de no sé qué al final no se notan.
Mientras lo hacía tú sujetabas tu copa de vino, sin apenas beber, por algún motivo siempre me parecía que a quienes beben vino no les gusta realmente, apenas beben. O se van al otro extremo y les entra como el agua. No sabía porque estaba pensando en todas estas tonterías, y peor aún, no me apetecía nada beber, técnicamente era por la mañana. Necesitaba controlar mis nervios.
- Lo de la nueva fase debe de haber puesto nerviosa a la gente, quiero decir, nos lo han soltado y apenas nos han dicho nada.
Lo decías sonriendo amigablemente, pero yo lo sentía como si me estuvieras acusando de algo. No sabía qué responder, evidentemente no quería parecer un manojo de nervios, pero a estas alturas fingir indiferencia sería poco creíble.
- Pronto lo sabremos, igualmente no podemos hacer nada más que esperar.
Me llevé la copa a los sabios según lo decía. Me había quedado bien, mi voz había cooperado, y la copa fría se sentía bien en mis manos, desee que el calor que sentía no se notase en mi cara. El gintonic era horrible, tenía de lejos demasiada ginebra, eso no se lo iba a beber nadie, así que de momento lo sujeté sin más.
Entonces empezó, en la pared iba apareciendo el texto de nuestras misiones, ambas dejamos la copa en la barra de la cocina y nos giramos para verlas. La mía quedaba frente a la cocina, pasada la zona del sofá, así que me quedé allí leyendo, de reojo vi como te ibas a la izquierda, a la zona de la cama, donde aparecía tu misión.
Desde que leí lo de la nueva fase daba por hecho que la "competición" se referiría a competir con otra mujer, a lo mejor demostrando más habilidad con un hombre, o cada una con un hombre propio. Se me había pasado por la cabeza competir con un hombre, aunque exactamente en qué.
Seguramente por eso me sorprendió tanto aquella misión, no iba a venir nadie más, éramos tú y yo. Volvía a leer mi misión,, decía al final que habría un objetivo adicional bajo ciertas condiciones, pero no aclaraba qué condiciones ni cuando sabríamos de qué se trataba, ¿podía revelarse el objetivo mientras no miraba la pared?
Mientras yo pasaba demasiado tiempo dándole vueltas tú te me volviste a adelantar. Noté tus pechos pegándose a mi espalda y tus manos por mi cintura abrazándome, acercaste tu boca a mi oído, tus labios me rozaban mientras decías con voz divertida, pícara.
- Parece que vamos a ser buenas amigas.
Con una pequeña risa me mordiste el lóbulo de la oreja, tus manos recorrían mi torso sobre la fina tela. Yo no sabía que hacer, mi misión implicaba dejarte hacer ciertas cosas, pero no exactamente estas, a lo mejor tu misión era distinta. Yo seguía sin saber que hacer y tus manos empezaban a abrir botones, poniéndome aún más nerviosa.
Tan concentrada estaba en que pronto pondrías mis pechos al descubierto, en la sensación de los tuyos en mi espalda, en tu boca que descendía de mi oreja a mi cuello, que no me di cuenta de que también habías estado abriendo otros botones más abajo.
Mis nervios se dispararon, y mi temperatura los siguió, cuando note que habías dejado mi tanga al descubierto, antes y todo que mis pechos, y tu mano se dirigía a mi entrepierna. Puse la mía encima como un acto reflejo, pero tú seguiste, la misión implicaba dejarte hacer así que apenas ofrecía resistencia, solo agarraba tu mano.
Tu otra mano había abierto tres o cuatro botones, los justos para colarse y meterse bajo mi sujetador, donde agarraba, apretaba, frotaba y pellizcaba con intensidad, esto último casi llevándome a dejar salir mi voz. Sentí como me mordías el cuello con una sonrisa en los labios, tu mano en mi entrepierna había empezado a frotar y girar, algo más suave que la otra.
Si la cosa seguía así no iba a lograr completar mis misiones, pero no lograba pensar en nada, era la primera vez que una mujer me tocaba y estaba abrumada, cuando pensé que lograba calmarme, apartaste mi tanga y seguiste masturbándome, con mayor intensidad.
En el instante en que me di cuenta que habías dejado de manosear mis pechos lo noté. Mis piernas estaban firmemente cerradas pero eso no te detuvo, mientras me lamías el cuello y no dejabas de dar vueltas sobre mi clítoris, introdujiste tus dedos en mi. Sin retirarlos de mi interior seguiste frotando y penetrando con fuerza hasta que finalmente no pude más, sentí como el placer tomaba el control, lo resistí tanto como pude pero finalmente mis rodillas cedieron y caí al suelo.
Llevaba demasiado tiempo dejándote gobernar sobre mí, necesitaba recuperar el control. Cuando la sensación menguó me levanté y miré a mi alrededor, según decía mi misión tenía que haber algo que me ayudase.
Vi que tu estabas sentada en la cama, pero no había nada fuera de lo habitual en la sala, entonces lo pensé, el armario donde nos dejaban aquello que pudiéramos necesitar para las misiones. Lo abrí y encontré un par de esposas, la mordaza y todo lo habitual, pero me faltaba algo para inmovilizarte las piernas, eso iba a ser molesto.
Cogí las esposas y me dirigí a ti dispuesta a ponértelas como fuera, pero sin más complicación levantaste una mano como dejándome hacer. Me sentía extraña esposando a la mujer que acababa de forzarme a llegar al orgasmo, más aún siendo la primera vez que hacía algo así con una mujer, no obstante empecé a ponértelas. Cuando tenías una mano esposada levantaste la otra y me dispuse a hacerle lo mismo, entonces me di cuenta.
Mientras yo juntaba mis manos alrededor de la tuya, utilizando ambas manos para algo tan simple como esposarte, tu otra mano había conseguido cerrar el otro par de esposas sobre mis dos muñecas.
- Espero que no te haya molestado, es que no me apetece que me domine una novata.
Me lo dijiste con la misma alegría que parecías hacerlo todo, la diferencia de nivel entre nosotras era demasiado grande. Ni siquiera sabía cuando habías cogido las esposas, y yo pensando en que faltaba algo para tus pies, que estúpida.
Cuando viste que no salía de mi respuesta alguna te dirigiste al armario y sacaste todo su contenido. Sin resistirme dejé que me pusieras las otras esposas en los tobillos, que encadenases unas esposas a las otras limitando mis movimientos, y que me vendases los ojos.
Mientras estaba tirada sobre la cama escuche como te desvestías, pensaba en lo que iba a suceder a continuación, imaginaba que me harías más lo menos lo que hubiese hecho yo de haberte esposado, no tenía ni idea.
Te acercaste a mí y me besaste, en los labios, lentamente, los lamiste, penetraste mi boca con tu lengua, no puedo decir que me disgustase. Tus labios eran carnosos y tu lengua jugando con la mía era lo único en que podía concentrarme, no podía ver nada, no había nada que oír, tu dulce olor y la suavidad de las sábanas sobre mi cuerpo desnudo eran la única distracción.
Te separaste de mí y me obligaste a ponerme boca abajo, estaba indefensa y sentía vergüenza al notar tus ojos clavados en mí, ni siquiera sabía si realmente me mirabas. Te sentaste a mi lado y empezaste a tocar mis nalgas.
- Te voy a meter solo una, pero si me desobedeces meteré otra, si no quieres pasarlo mal cuando te las saque será mejor que no me hagas enfadar.
Apenas tuve tiempo de procesarlo cuando lo noté, no había tanteado apenas el sexo anal pero sabía perfectamente de qué se trataba, introdujiste la esfera en mi recto y dejaste caer el resto entre mis piernas, mientras me retorcía pensé en cuantas habría, y cuantas acabarían dentro de mi. Dejé de moverme y noté tu mano de nuevo en mi entrepierna, mientras me acariciabas introdujiste algo en mi otro agujero.
Por un momento pensé que se trataba de más bolas, pero eso no tenía sentido, era más pequeño, lo entendí cuando lo noté vibrar, lo encendiste un instante y lo apagaste.
Tardé un momento en recomponerme, durante ese tiempo te subiste a la cama y me agarraste del pelo, no necesitaba ver, ni que me dijeras nada, sabía de qué se trataba, bajé la cabeza y empecé a recorrer tus labios con la lengua. Noté lo caliente que estabas y cuanto estabas disfrutando de todo aquello, entonces, encendiste el aparatito de nuevo.
- Lo subiré más cuanto mejor lo hagas, y si lo apago, entonces te castigaré con otra bola.
Pude notar que te divertía la idea, pero me daba igual. Con la vibración me había dado cuenta de cuántas ganas tenía de más, la verdad es que me moría de ganas de sentir una polla llenándome una y otra vez. Hubiese dado lo que sea por una buena follada, pero me conformaría con que el vibrador me diese consuelo.
Empecé a comerte con fuerza, asediaba tu clítoris y solo paraba para morder tus labios o para introducirte la lengua. Hubiese sido más fácil usando también mis manos, pero tú parecías complacida, podía notar tus respingos, tus temblores, y como la intensidad de la vibración aumentaba, quería más.
Agarrabas con fuerza mi cabeza contra ti y jugaba con tu vagina, incluso la penetraba con mi lengua esperando que la vibración que sentía dentro de mi creciese más y más. Cerraste tus piernas, presionando tus muslos contra mis mejillas, mientras tus dedos recorrían mi melena y soltaste un gemido tras otro, un orgasmo realmente intenso recuerdo que pensé, pero yo aún no había tenido el mío.
No obstante, cuando acabaste de correrte en mi boca sentí como bajabas la potencia del juguete hasta apagarlo, entre dientes se me escapó un no, no había salido del todo, pero lo habías oído. Mi cuerpo empezó a tensarse, tu te levantaste de la cama y fuiste hasta los pies, entre mis piernas.
Uno de mis agujeros pedía que lo penetrasen mientras justo a su lado, el otro se tensaba por el miedo a lo que ibas a hacer, agarraste la segunda bola y la pusiste sobre mi ano, mi respiración se agitaba con el contacto, finalmente la presionaste hasta que entró, mientras dejaba escapar un sollozo me di cuenta de que el dolor no me importaba, no tanto como el miedo a que me dejases sin follar.
Pusiste tus dedos entre mis labios y me acariciaste, no era suficiente, pero calmaba mi necesidad, me aferraba a ello como alguien sediento a unas gotas de agua, entonces te levantaste y te alejaste de mi. Yo me frotaba con la cama, lo poco que podía dadas mis circunstancias, hasta que volviste y me diste un fuerte cachete en el culo, no hacían falta palabras, estaba prohibido jugar yo sola.
Te pusiste entre mis piernas de nuevo, me agarraste por la cadera y me acercaste a ti, noté que mi pierna tocaba algún otro juguete. Rápidamente me di cuenta de que se trataba de un consolador, cuando noté que me agarrabas con ambas manos supe que lo llevabas en un cinturón.
Te ayudaste con una mano para introducirlo dentro de mí, me daba igual que no fuese real, tras la espera cualquier estímulo era bienvenido. Empezaste a meterla y sacarla por completo, agarrando fuerte mis caderas, yo no podía hacer nada. No podía moverme, solo podía sentirlo, entrando y saliendo, y tus uñas clavándose en mi carne. también debías estar disfrutándolo.
Entonces sin dejar de mover tus caderas te inclinaste sobre mi, me quitaste la venda y me besaste. Cuando volviste a erguirte pude ver tu impresionante cuerpo, tus grandes pechos moviéndose con el vaivén de tus caderas. Pude ver cómo disfrutabas cada vez que me penetrabas, el cinturón claramente no me estimulaba solo a mi. Entonces agarraste la cadena de bolas, me miraste sonriendo como ya habías hecho algunas veces y tiraste hasta que una de ellas salió.
Ese orgasmo llegó de mucho más deprisa de lo que había sentido jamás, antes de que se acabase sacaste la otra. Trataba de estabilizar mi respiración cuando noté la segunda bola, la sensación fue demasiado, mi respiración se detuvo y sentía que mi cerebro no podía seguir el ritmo de lo que sucedía en mi entrepierna.
Tú prácticamente te masturbabas con ese cinturón, follándome a mi en el camino. Tu movimiento, tu ritmo, cambiaban para darte placer a ti, indiferentes a que yo me corriese, indiferente a mi, al placer de estar indefensa, de no tener voz ni voto, ni siquiera poder intentar defenderme de tu violación, se unía el placer que empecé a sentir al ver que te daba igual, solo querías seguir disfrutando tú.
Mi cuerpo se tensaba con cada orgasmo, y aunque no me movía empezaba a agotarme, entonces paraste. Sin prestarme atención retiraste el consolador y te alejaste. Escuché el consolador caer el suelo mientras seguía en la cama tratando de calmar mi respiración pesada, deseando poder volver a moverme tras tanto tiempo en una posición que no era especialmente cómoda.
Mientras me daba cuenta de cuanto había sudado y me invadian las ganas de llegar a la ducha noté que te acercabas, te miré mientras abrías una de las esposas que inmovilizaba mi mano derecha. Pensaba que seguirías con la izquierda pero en vez de eso dejaste la llave en mi mano y te volviste a alejar.
Fui abriendo el resto de las esposas que me inmovilizaban, con cuidado de que no se me cayese la llave, era una tarea difícil pero no quería tener que pedirte ayuda. Vi cómo te ibas vistiendo, y me dispuse a hacer lo mismo. Entonces me acordé de la misión, miré hacía la pared en que aparecía la mía y lo vi, fracaso.
Mi misión principal, esposarte a la cama y follarte, con las letras rojas indicándolo claramente, misión fracasada. En la primera misión secundaría, obedecerte si me esposabas tú a la cama, estaba completada con éxito, el segundo objetivo adicional, conseguir que eyaculases el máximo número de veces posible aparecía con un número siete.
El objetivo adicional indicaba que se habían cumplido las condiciones para revelarlo, pero aún no daba más información. Estaba segura de que tu habías completado tú misión, habías ganado y yo perdido, pronto sabría las consecuencias de aquello.
Me vestí con ropa limpia pero eso no hacía que dejase de necesitar una ducha. Vi como cogías la botella de vino que habías abierto antes y te la llevabas junto con la copa. Mientras me preguntaba dónde ibas con eso vi que la luz de tu puerta estaba encendida, podías salir, miré a la mía rápidamente y vi que también lo estaba, era muy pronto, a lo mejor se debía a todo eso de la nueva fase.
Cuando llegaste hasta donde estaba yo te paraste frente a mi, y con actitud relajada y un tono normal, más bien jovial, te dirigiste a mi como si en vez de acabar de follarme duro hubiésemos estado tomando algo tranquilamente y fuese momento de volver a casa.
- Ha estado bien, espero que podamos repetir pronto.
Nada de aquello parecía haberte afectado en absoluto, aunque claramente estabas en posición de disfrutarlo, y no era tu primera vez con una mujer. Me pregunté cómo funcionaba el sistema, nunca me había emparejado antes con una mujer, tampoco cuando me tocaba elegir había mujeres entre mis opciones.
- Me llamo Casandra.
Presentarme. Ni lo pensé, tenía otras cosas en la cabeza supongo, y tu forma normal de tratarme me llevó a hacer la cosa más normal supongo. Hoy había dudado mucho de mis palabras, tú en cambio parecías verlo todo muy normal.
- Yo me llamo Cristina, hay quien me llama Cris pero a mi me suena a nombre de chico la verdad, espero que nos volvamos a ver pronto Casandra. Adiós.
Seguiste hablando como si todo fuese normal y tras despediste te marchaste por tu puerta, yo solo quería llegar a la ducha así que me fui sin darle más vueltas a todo aquello. El objetivo que no se había revelado me preocupaba, pero ese era un problema para otro momento.
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