Forced 2 La novata

¿Violarías a otro ser humano si eso significase evitar que te violen a ti? ¿Y si la recompensa fuese cumplir con tus más oscuras fantasías? Cada día tú y otra persona entráis en la sala y debéis cumplir con lo que se os ordena. Si fallas hoy tu castigo llegará mañana.

Entré en la sala. Recordé el terror que sentí la primera vez, nadie me obligaba a entrar, pero estaba obligado a ello. Al otro lado de la sala, atravesando la puerta estabas tú, al instante supe que eras una novata, las novatas suelen ser una molestia, no las culpo, pero yo en mi primer día no le causé problemas a quien me tocó.

Me puse en tu lugar, al igual que yo te habrías levantado en la habitación inicial, un lugar pequeño, todo blanco, con una cama y una mesita básicos. Sin haber llegado ni a preguntarte cómo habías llegado allí habrás visto la nota, es imposible no verla.

"No estás en peligro, estas a salvo.

Esta es tu situación, si haces lo que se te pide, estarás bien,

puedes recuperar tu libertad. Si desobedeces, será peor."

Asimilarlo te habrá llevado tu tiempo, la puerta de la habitación no se abre hasta que la luz verde se enciende, tienes tiempo de sobra para asimilar tu situación, incluso desesperarte, llorar si es tu forma de afrontarlo, y calmarte, solo entonces se abre la puerta.

Tu aspecto delataba que no lo habías asimilado rápidamente. La mayoría de gente llega a la sala con un aspecto decente, pero tu cara anunciaba a gritos que habías llorado, hasta hace tan solo un momento.

Una vez sales de la habitación tienes un pasadizo, al final de este la puerta que lleva a la sala en que nos encontramos ahora, y a la mitad el acceso al cuarto de baño. Cuando el sistema (así llamamos a lo que sea que controla este lugar) considera que ha llegado el momento, la luz encima de la puerta al final del pasillo se enciende, y el texto aparece en la pared.

"Entra en la sala haz lo que se te pide, los requisitos opcionales también se tendrán en cuenta"

Los que llevamos tiempo aquí ya no leemos el texto, esperamos a que la luz verde se encienda y entramos, pero tú, siendo la primera vez que lo ves, te habrás imaginado lo peor. No se qué sucede si tardas en entrar, mucho menos cómo reacciona el sistema si te niegas a entrar, desde mi punto de vista, quedarme en ese pasillo no me iba a aportar nada, y debía saber cuanto antes qué querían que hiciese.

Cuando llegué a la sala me plantee cómo debía afrontar la situación, viendo que era tu primer encuentro, las probabilidades de no cumplir lo que se nos pedía eran muy altas, pero yo no me juego nada, si alguien podía fallar, eras tú.

Te quedaste en la puerta, primero me miraste a mi, y luego observaste la sala, sin distraer mucho tu atención del extraño al otro lado de la misma. Yo aún estaba sopesando mis posibilidades, lo que yo hiciera iba a tener una gran influencia en tu primera impresión sobre todo este sistema, el camino que emprendieses en ese momento podía convertirse en tu infierno personal.

Manteniendo aún mis opciones abiertas me acerqué a la barra a mi izquierda, y busqué algo que desayunar en lo que podría llamarse zona de cocina. Tu seguias en la puerta, observandome con atención ahora que ya habías visto que en la sala no te esperaba nada extraño ni peligroso.

La sala está dividida en cuatro zonas, no hay paredes ni divisiones pero se aprecia fácilmente, a tu izquierda, una cama de matrimonio, estanterías, mesillas de noche, podría pasar por un dormitorio normal. A tu derecha dos butacas, una mesa, una estantería surtidos de libros y una alfombra. A mi lado de la sala se encontraba una cocina bien equipada y una barra con dos taburetes, en uno de los cuales me encontraba yo bebiendo un zumo de naranja. En la cuarta zona hay un sofá grande, una mesa rectangular y un televisor.

Mientras seguías parada en la puerta empecé a pensar que a lo mejor dejarte fallar la misión no era mi mejor jugada. La gente que no se adapta al sistema suele quedar a merced de quienes jugamos según sus normas, no obstante, tú seguías manteniendo la compostura ante esta situación bizarra, sin desmoronarte, llorar, gritar, o cualquiera de las formas en que un ser humano renuncia a su control de la situación en que se encuentra.

Merecías la oportunidad de valerte por ti misma, a lo mejor llegabas a ser alguien recurrente en mi vida, alguien que signifique algo, como Casandra, haría lo que pudiese para que encarases lo que se nos iba a pedir en el mejor estado mental posible, si fallabas, iba a ser por tu propia debilidad.

  • Deberías sentarte, aún falta para que esto empiece.

Te respondí en un tono normal y despreocupado.Me miraste, sabías que tu única jugada pasaba por mi, pero aún no podías estar segura de si estabas allí por mi culpa, primero debías evaluarme.

  • ¿Dónde estamos?

Se que nadie en esta situación esperaba una respuesta que lo solucionase todo, pero decirte que estábamos en "la sala" no iba a ser un buen comienzo.

  • Aquí es donde cumplimos con lo que se pide de nosotros, tanto si lo haces como si no, una vez acabe podremos volver a nuestras habitaciones.

Ya tenias tu respuesta preparada.

  • ¿Ya sabes lo que va a ocurrir?

Mientras lo decías entraste en la zona de butacas, seguro que en una situación normal estarías ojeando las estanterías llenas de libros, ahora me mirabas, esperando que algo en mi te dijera si mis palabras eran verdad o mentira.

  • Mi situación es la misma que la tuya, pero llevo tiempo aquí y siempre transcurre igual.

Mi respuesta te decepcionó, no estabas logrando nada y tu frágil calma iba camino de romperse, con más intensidad de la que querrías.

  • ¿Entonces que se supone que debo hacer? ¿Tengo que esperar y hacer lo que me digas?

Sabía que intentar convencerte de algo me haría parecer cómplice del sistema, no eras mi primera novata, me levanté y me fui a sentar al sofá, dándote la espalda, tratando de transmitir cierta apatía.

  • Yo no te voy a decir nada, yo recibiré mis instrucciones y tú las tuyas, si haces lo que te digan o no, es asunto tuyo.

Empezabas a ponerte nerviosa y eso no jugaba a tu favor, pero no podía hacerte de guía, cada uno debe pasar por esto por sí mismo. Te sentaste en el respaldo de una de las butacas, y te quedaste en silencio, pensando, tras unos minutos decidiste a seguir preguntando.

  • Tú ya has pasado por eso ¿Qué clase de instrucciones nos van a dar?

Volvias a hablar con cierta entereza. Que te centrases en lo que iba a suceder a continuación me convenía, respondí a tu pregunta:

  • He visto órdenes de todo tipo, desde ver una película juntos hasta practicar sexo en una postura específica.

Practicar sexo, intente decirlo de la forma más suave posible, la verdad era que el sexo era una de las cosas más habituales en esa sala, y no cualquier sexo, pero decírtelo todo solo te iba a asustar, había que ir paso a paso.

  • ¿Y si me niego? Has dicho que negarme era cosa mía.

Te temblaba la voz, estoy seguro de que tendrías los ojos llorosos, imagino que al ver que te habían sacado de tu hogar y metido en un cuarto, ya se te pasó esto por la cabeza, tus esperanzas de que lo que te estaba pasando no incluyese ser violada estaban muriendo.

  • Si te niegas mañana te pedirán algo peor, y tu vida fuera de esta sala también irá a peor, en cambio si lo haces mañana te pedirán algo fácil. En cualquier caso, siendo tu primera vez, seguramente no te pidan nada impensable.

Me estaba cansando, la misión estaba tardando en aparecer, me levanté y me dirigí hacía ti para que pudieses verme bien, un chico normal, que pasaría por universitario, nada en mi indicaba que me dedicase a secuestrar gente ni a hacer daño a nadie.

  • ¿Si hago lo que me piden, podré volver a casa?

Mientras me acercaba vi que se escapaban las lágrimas de tus ojos, no hacías ruido, no sollozabas, las lagrimas simplemente escapaban.

  • Lo siento, no lo sé, yo cumplo con lo que me piden, y creo que es lo mejor.

Cuando acabé de decirlo la pared se iluminó, iban a aparecer nuestras instrucciones, tú te secaste las lagrimas y trataste de entender lo que estaba escrito. En la pared más cercana a ti aparecía tu misión principal y los objetivos secundarios, yo no podía verlo aunque mirase. En mi lado estaban los míos, no podíamos revelarlos a la otra persona hasta haberlos finalizado.

Durante varios minutos leíste cuidadosamente el texto que te ordenaba actuar en contra de tu sentido común te indicaba. Este último probablemente te pedía que salieses de este lugar, que abrieses puertas y escapases, o que gritases hasta que alguien acudiese a rescatarte, pero sabías que eso no iba a servir de nada. Las puertas eran gruesas, y se cerraban automáticamente, además no llegaba ningún ruido del exterior, claramente estábamos bajo tierra.

Yo ya había leído mi misión pero esperé a que tu mirada dejase de estar fija en la tuya para acercarme a ti. Decidí seguir con mi estrategia, ponértelo lo más fácil posible, así que antes de empezar con mis objetivos te hablé:

  • ¿Seguirás adelante con la misión? Si decides seguir adelante cumpliré con mis objetivos haciéndote el mínimo daño posible.

Me miraste, no me pareciste tan asustada como antes de leer tus objetivos, lo que no acabó de cuadrar con lo que había leído en los míos. Lo que iba a hacer a continuación contigo era motivo de sobra para que tuvieses miedo, no obstante, asentiste sin mayor preocupación, ¿a lo mejor no entendías como funcionaba esto?

  • ¿Solo tengo que hacer lo que dice ese texto y estaré bien? Y no puedo saber que tienes que hacer tú, ¿eso es todo no?

Parecía que si lo habías entendido, empezó a preocuparme que tú misión fuese algo extraño, los objetivos de una misión nunca contradicen a los de la otra, ambos cumpliríamos con nuestra misión sin entorpecer al otro y mi misión claramente debería preocuparte.

  • Eso es todo.

Seguiste mirándome a los ojos sin decir ni hacer nada, así que fuí a buscar lo que necesitaba para mi misión. Siempre que hacía falta material de algún tipo estaba en el mismo armario, lo abrí y cogí lo que había dentro.

Me dirigí al centro de la sala donde había preparadas dos ranuras casi imperceptibles, me mirabas sin saber lo que hacía. Cuando fui a la segunda ranura, tú pudiste ver lo que sucedía, y yo pude ver como te temblaban las piernas. Te arrodillaste y abrazaste tus piernas, claramente no te esperabas lo que acababas de ver.

Cuando estuvo todo preparado me aseguré de que estaba bien fijado, me levanté y me puse a tu lado, lo normal sería que tu misma te pusieras en posición, pero no te movías.

  • Ponte ahí, no tiene sentido retrasarlo.

Parecía que no me hubieses escuchado pero hiciste que no con la cabeza varias veces, tu determinación, o tu miedo a lo que pasaría mañana, era suficiente para que no te rindieras, pero no para que colaborases hasta este punto.

En el pasado me parecería un punto muerto, si no querías hacer tu parte no podría hacer nada al respecto, pero ahora era diferente, una chica delgada de metro sesenta aproximadamente, no necesitaba tu colaboración.

Seguías abrazándote las piernas así que te agarré por la blusa y tire de ti, apenas tuviste tiempo de reaccionar y empezar a resistirte cuando te solté entre las dos piezas de madera. Llevaste tus manos hacia mi para defenderte pero eso era justo lo que necesitaba, cogí tus muñecas y me arrodille para inmovilizar uno de tus brazos en una de las ranuras, cogiendo a continuación el segundo para finalmente cerrar el cepo. No tenía agujero para la cabeza como el típico cepo medieval y todo indicaba que debía cerrarse a la altura de las muñecas.

Pataleabas y te movías pero apenas suponía una dificultad, no podías levantar mi peso apoyado sobre la pierna que bloqueaba tus brazos, cerré el cepo, no tenía candado, solo un pestillo como lo tendría una puerta.

Mientras lo hacía no parabas de decir que no, hasta que finalmente empezaste a articular una frase, pero tuve que interrumpirte a la mitad tapándote la boca con fuerza.

  • No tienes porque hacer esto, en la pared no decía nada de...

Revelar nuestras misiones estaba prohibido, lo decía siempre junto al texto de los objetivos, tardaste un instante pero entendiste porque te había bloqueado la boca.

  • Si sigues hablando no solo tendrás que preocuparte de lo que haré ahora, mañana será como si hubieses fallado.

Quité la mano de tu boca, seguías pataleando y retorciéndote pero con tu ánimo cada vez más bajo y tus brazos bloqueados iba a ser cuestión de segundos hacer lo mismo con tus piernas. Me hice con uno de tus tobillos cuando lanzaste una de las patadas a ciegas con las que llevabas un rato tratando de detenerme, lo levanté y tu otra pierna quedó colgando, te habías cansado ya sin lograr nada.

A partir de ahí era un juego de niños poner tus piernas en el segundo cepo igual que hice con tus brazos. Con tanto movimiento tu falda se había subido y empecé a darme cuenta de que eras más que una chiquilla bajita y delgada, tenias buenas caderas, buen trasero y unos muslos que me dieron una idea y una erección.

Ya estabas inmovilizada así que cogí los dos últimos regalos que había encontrado en el armario, una venda y una mordaza. No habías dicho nada desde que te tapé la boca, pero te amordacé igual, no parabas de mirarme a los ojos, con una expresión que solo podía definir como rabia, no obstante decidí que me gustaba, no sé si fue tu mirada o tus ojos.

Me quité la camisa y los pantalones, seguías mirándome con los ojos muy abiertos, por un momento pensé que te gustaba lo que veías, al fin y al cabo era un chico normal, alto, de complexión media que había pasado los últimos seis meses cuidando su aspecto físico, no podía hacer mucho más en ese lugar, entrenar, leer y cocinar.

Pero ese pensamiento se desvaneció rápidamente cuando volví a mirar a la chica indefensa, con la blusa rota y la falda subida que esperaba que la violase en cualquier momento, yo también miraría.

El cepo no solo te mantenía inmovilizada, también obligaba a tus piernas a entrar de dentro hacia fuera y de arriba hacia abajo, impidiéndote juntar las rodillas, y obligándote a situar las piernas hacia arriba, lo que significaba que tu trasero apenas tocaba el suelo.

Seguías mirándome fijamente, pese a la mordaza te movías el labio, supongo que para no sollozar, y te movías de forma extraña, no sé si por la incomodidad de tu posición o era tu forma de resistirte a lo que venía.

Pero ya no eras una novata llorona, podía hacer cualquier cosa contigo, tu ropa había revelado una chica atractiva, de 20 años como máximo. Me asaltó un pensamiento habitual, tú no sabes cual es mi misión, nadie me va a parar aunque haga cosas innecesarias, mi misión no se verá afectada mientras no te deje marcas en exceso.

Me situé entre tus piernas, diste varios respingos cada vez que mis brazos o mi torso tocaban tus muslos, seguías mirándome a los ojos y eso me estaba calentando muchísimo, definitivamente tenías algo especial.

Agarré fuerte tu trasero y la forma en tu voz escapó a la mordaza me pareció más seductora que cualquier conjunto de lencería, decidí que quería volver a verte, haría lo posible por conseguirlo.

  • Haré lo justo y necesario para cumplir con mi misión, deja de sufrir.

Retiré mi ropa interior e introduje mi pene entre tus muslos, mi misión indicaba claramente que eyaculase entre tus piernas, una forma extraña de decirlo que claramente dejaba a mi criterio si había penetración o no.

Junté tus piernas con mis brazos, abrazando tus muslos casi a la altura de tus rodillas, empecé a estimularme utilizando el interior de tus muslos. Se que podías sentir mi erección pero me sorprendió cuando te vi desviar la mirada y cerrar los ojos, por si fuera poco, una lágrima cayó por tu mejilla.

Entonces me di cuenta de que te había juzgado mal, detuve mi movimiento y dejé que tus piernas cayesen a los lados. Introduje mi mano bajo tu ropa interior y mis dedos en ti, estabas empapada. Cuando retiré mi mano vi que me mirabas, tus ojos habían recuperado la misma intensidad, pero ahora los entendía, pedían acción, pedían dureza.

No pude evitar sonreír mientras arrancaba lo que quedaba de tu blusa y te quitaba el sujetador de un tirón, tu falda y tus bragas le siguieron. Volví a introducir mi mano en tu entrepierna, esta vez utilizando dos dedos que apenas salían antes de volver a entrar. Me incliné sobre ti para morderte los labios, alterne besos y mordiscos por tu cuello, tu clavícula y finalmente llegue a tu pecho. Te movías considerablemente desde que había empezado a masturbarte y yo no aflojaba en absoluto, sabía cuánto llevabas esperándolo, así que te puse una mano en el cuello, sentía tu respiración entrecortarse cuanto te lamí un pezón muy lentamente.

La forma en que tu espalda se arqueó me confirmaba que tenias una buena sensibilidad y sin pensarlo dos veces te mordí. Los espasmos que te recorrieron eran la confirmación de que te había compensado por mi estupidez anterior, al fin y al cabo, me había estado divirtiendo sin incluirte.

Había llegado el momento, tu mirada me pedía que te penetrara y por un momento me plantee quien mandaba realmente aquí. Me posicioné frente a ti y pasé mis manos por tu espalda hacia abajo hasta agarrar una de tus nalgas, mi pecho estaba completamente pegado al tuyo y con mi mano libre dirigí mi erección, que llevaba tiempo pidiéndolo, entera dentro de ti. Ambos dejamos escapar un gemido de satisfacción, creo que pocas veces me había tanto antes de penetrar a una mujer que me atrajese tanto desde que llegué a este lugar.

Seguí penetrándote mientras pegaba mi cuerpo al tuyo, y mi mejilla tocaba la tuya, sintiendo tus apagados gemidos tras la mordaza decidí quitártela pero en vez de decir nada te giraste y me besaste intensamente, tanto que me cogió por sorpresa.

Seguí agarrando tu culo, penetrándote con toda la fuerza y profundidad que podía mientras me besabas con una intensidad que no había sentido en nadie antes. Yo sentía que me acercaba a mi límite, la excitación de tus gemidos escapando prácticamente en mi boca mientras me besabas era más de lo que podía soportar. Entonces retiraste tu lengua y en un instante sentí tus labios en mi cuello, y a continuación tus dientes, no me hiciste sangre pero me mordiste con una fuerza inusual, no diré que me disgustase, tampoco me hubieses creído ya que en ese instante me corrí sin poder controlarlo dentro de ti.

Me quedé en esa posición un momento, algo aturdido, tu retiraste tus dientes y sentí como el dolor crecía en mi cuello. Me moví un poco y abrí el cierre del cepo que bloqueaba tus manos, me levanté para abrirlo, no creo que hubieses podido levantar su peso en tu posición, y menos en el estado en que te encontrabas, retiraste tus brazos y los dejaste caer a tus lados. Luego abrí el que inmovilizaba tus piernas y las quitaste, pero no te moviste de allí.

Me quedé quieto un momento observando tu cuerpo desnudo, como es normal después de lo ocurrido respirabas rápidamente, tu cabello estaba despeinado y ya no tenías cara de haber llorado, no podía verte ninguno de los defectos que te había encontrado antes, y eso que hasta donde yo sé, me gustan las chicas de mi edad o mayores, y a ti debía sacarte unos cinco años.

Entonces me di cuenta de que también me mirabas, volví a pensar en que a lo mejor si te gustaba mi aspecto, no se porque pensaba en eso, no solía importarme, ni siquiera con Casandra. Ella había dicho alguna vez que le gustaban mis abdominales cuando empecé a marcarlos hace meses, yo siempre respondía que estando delgado no tenía demasiado mérito.

Salí de mis pensamientos para verte sonriendo desde el suelo, por algún motivo me agache y te cogí en brazos, fueron solo dos pasos hasta dejarte en la cama pero se me hizo eterno, normalmente en la sala cada uno cuidaba de sí mismo, ¿me había metido demasiado en el rol de cuidar de ti? tenía que espabilar.

Abrí uno de los cajones de los armarios que hay a cada lado de la cama y saqué la ropa interior de recambio que siempre contenían, me la puse y señalé al del otro otro lado

  • Tienes ropa de recambio en los cajones, si tienes hambre hay de todo en la cocina.

Mientras lo decía tú disfrutabas de la cama, dejando que las sábanas frescas de esa cama de hotel de cinco estrellas te acariciasen, te veías infantil, pensé que en cualquier momento empezarías a hacer ángeles como si estuvieses tumbada en la nieve, evidentemente eso no ocurrió así que me giré y fui hacia la cocina.

  • ¿Vas a prepararme el desayuno?

No podía creerme lo que acababas de decir. Me gire y vi tu cabeza colgando de la cama, tu mirada y tu sonrisa estaban del revés, ¿te reías de mi? Mi mirada se fue a tu cuerpo y tus pechos que sobresalían sobre tu cuerpo tumbado boca arriba, no quise que me vieras mirarlos fijamente.

Me giré, no me salía la voz para responderte, me habías cogido por sorpresa, nada más. Fui hasta la cocina y como de costumbre cogí un zumo de la nevera, esta vez eran de mandarina, y una bandeja ya preparada con comida de desayuno. Por supuesto sabía que era un desayuno continental, pero hasta a nivel interno me negaba a otorgar un título tan pomposo a lo que básicamente es una bandeja con toda la comida que uno pueda considerar desayuno.

Me dirigí a la cama y te vi jugando con la ropa de los cajones, por supuesto no solo había ropa interior, tenias toda clase de ropa que ahora adornaba el suelo alrededor de la cama.

Cuando llegué y deje la bandeja a los pies de la cama volviste a mirarme, empezó a parecerme notable que siempre tuvieras la mirada clavada en la mía. Te habías puesto un tanga y un sujetador negros que contrastaban con la ropa, mucho más juvenil, con la que habías entrado en la sala.

  • ¿Nos ha secuestrado un millonario voyeur?

Tu actitud se había vuelto amigable, tanto que empezó a parecerme sospechoso. Por otro lado, parecías dispuesta a mantener una conversación y a escuchar lo que sabía sobre este lugar, sería mejor contártelo todo de un tirón que responder miles preguntas.

  • No hemos visto nunca a nadie aparte de las personas que entran a la sala como hemos hecho tu y yo, por eso al posible millonario voyeur le llamamos "el sistema".

Mientras desayunabas te hablé sobre la sala en la que estábamos y en la que entrabamos una vez al día, sobre el sistema para elegir con quien entras, una vez eliges, una vez te eligen, y el séptimo día, en que nos emparejan sin más.

Te hablé sobre el sistema de rangos, completar una misión evita que bajes y que te castiguen, y los objetivos adicionales te hacen subir en el ranking poco a poco, en unas dos semanas llegarías al nivel dos. Lo que sabemos seguro es que eso mejora el lugar en el que vives, pero pensamos que se relaciona también con las opciones que tienes al elegir con quien entras a la sala, y que tus misiones son más fáciles, agradables incluso, si completas muchos objetivos opcionales.También compartí contigo todos los consejos que pude, como tomarte los objetivos literalmente.

  • Mi objetivo principal de hoy era eyacular entre tus piernas, normalmente diría exactamente en tu vagina, por ello no era necesaria la penetración. Mis objetivos adicionales eran dos, ponerte en el cepo y no sacarte hasta finalizar el principal.

Tu cara dejaba claro que ahora todo el tema de la misión tenía mucho más sentido.

  • Por eso mi objetivo era dejar que me pusieras donde quisieras. Una vez estuviera en el cepo ya daba igual lo que hiciera o dejara de hacer.

Mientras te acercabas el zumo a los labios te reías del tema y eso me hizo sonreír, hasta que vi que habías cogido mi zumo. Los del desayuno continental eran zumos raros de frutas tropicales que en mi opinión no saben a nada, se me rompió el ánimo poco a poco mientras te bebías el que yo había cogido para mi.

Por suerte la bandeja ya estaba prácticamente vacía y pude levantarme para llevarla a la cocina, lo que me daba una excusa para coger otro zumo de los que había en la nevera, no es que fuese tan importante, pero nunca tenía hambre para desayunar así que lo del zumo se había convertido en una costumbre.

Cuando volví estabas tumbada, parecías pensar en algo, seguramente en el tema que no había sacado a lo largo de ninguna de mis explicaciones, me senté en la cama y esperé la pregunta.

  • ¿Cuando se acaba este juego? Habrá un número de misiones que hay que completar o algo así.

No era la primera vez que lo explicaba, pero aún no sabía cuál era la mejor forma de decir algo así, esta vez decidí decirlo como a mi me gustaba pensar en ello.

  • Se acaba en algún momento, no he conocido a nadie que llevé aquí más de un año.

Te quedaste callada, y supuse que tenías mucho que asimilar. Entonces noté mi propio cansancio, tú habías recorrido un largo camino, pero yo te había llevado de la mano por él, y en ese momento era mucho más consciente de mi propia situación de lo habitual.

Me levanté y me fui a la zona de las butacas llevándome conmigo unos pantalones y una camisa del cajón. En esa zona estaban las estanterías con los libros, y eso significaba que habría una copia del que estaba leyendo, la cogí y me puse a leer.

Llegué a concentrarme, pero duró hasta que pasaste a mi lado, te habías puesto una camiseta amarilla tan larga que no podría ver si llevabas algo más, a veces no entendía la ropa femenina.

Estuviste un buen rato mirando las estanterías sin decidirte por ningún libro, y no me extrañaba, en el tiempo que llevaba aquí había llegado a la conclusión de que contenían los mejores libros de las últimas décadas, incluidos muchos tesoros ocultos que nunca habían pisado las listas de los más vendidos.

Finalmente elegiste un libro que, solo con ver la portada, ya pude decir que no era del tipo divertido, no es que yo estuviera leyendo algo gracioso, pero al final era una historia simplemente interesante, mientras que tu libro estoy seguro de que me hubiese removido por dentro dejándome sin hambre a la hora de la cena.

  • Hasta cuando podemos estar aquí?

Preguntaste pasado un buen rato. Me di cuenta de que había perdido la noción del tiempo completamente, no sabía si habíamos entrado en la sala hace 3 horas o 7, a juzgar por todo lo que había avanzado mi libro, no podía quedar mucho.

  • La sala se abre pasadas entre 6 y 8 horas, no faltará mucho.

Podía entender que no te emocionase volver a tu habitación, solo habías pasado un momento en ella pero no era nada comparada con la sala. Pero la verdad es que la cama de la habitación inicial no era incomoda, solo sencilla, y el resto de la habitación seguía la misma línea.

  • ¿Y cuando volveré a venir?

Si bien te había explicado el funcionamiento del sistema, los detalles más concretos no los había mencionado.

  • Mañana a las 7 te despertarás, y tendrás que elegir con quien entrar en la sala antes de las 8.

Te quedaste en silencio, no habías enterrado la nariz en tu libro así que la conversación no se había acabado, algo te rondaba por la cabeza, estabas escogiendo las palabras.

  • Si mañana me toca decidir ¿Te podré elegir a ti?

Me hubiese gustado decir que si, en parte porque quería seguir estando en esta sala contigo, en parte porque no quería estar en ella con otra persona, lo hacía cada día, pero ahora me parecía algo tedioso, como una oportunidad malgastada.

  • No siempre puede elegir a quien tu quieres, creemos que quien tiene más nivel tiene prioridad para elegir.

De nuevo una pausa, puedo imaginar lo que sentías, yo siempre intentaba que Casandra no viese cuánto me importaba, o que me gustaría escogerla siempre que me fuese posible, y nosotros nos acabábamos de conocer.

  • ¿Quien es ese nosotros?

Entendí tu pregunta, pero a la vez no la entendí, o preferí no entenderla, había metido la pata.

  • ¿Perdona?

Me hice el tonto, a lo mejor no preguntabas lo que yo me temía.

  • Siempre hablas de lo que sabéis, de lo que pensáis, en plural, ¿a quien te refieres?

Era la pregunta que me temía, no quería responder la verdad, no se porque, no tenía nada que ocultar, no había hecho nada malo.

  • Hay más gente que lleva aquí tiempo, intentamos escogernos regularmente, y hablamos del sistema y de cosas así.

Casandra, esa era la respuesta de verdad, nosotros éramos yo y Casandra.

  • Entiendo.

Te dí una respuesta vacía y obtuve una reacción a la par, acabar la conversación así me dejaba con mal sabor de boca, pero no podía hacer nada. Leímos durante algunos minutos más y se encendieron las luces que marcaban el final de nuestra estada en la sala.

Me levanté y fui a dejar el libro, tenía el mismo en mi habitación esperándome. Tu fuiste a hacer lo mismo pero detuve tu mano con la mía.

  • En tu habitación no hay libros, puedes llevarte los de aquí, el sistema lo permite.

Te sonreí porque estaba seguro de que eso te iba a gustar, y así fue, no dijiste nada, solo asentiste, pero pude ver tu mirada cambiar. Rápidamente localizaste dos libros más, los habrías visto antes, y te los llevaste.

Yo me fui hacia el centro de la sala para irme por mi puerta que quedaba al otro lado, tu fuiste a tu puerta y la abriste, antes de que me girase para irme te diste la vuelta.

  • ¡Mi nombre es Marina!

Con las manos llenas de libros y sujetando la puerta con la cadera esperaste mi respuesta..

  • El mío Erwin.

Me sonreíste, no hacían falta más palabras, me fui hacía mi puerta y me di cuenta de que también yo, estaba sonriendo, al final había conseguido mi objetivo de hoy, faltaba ver si realmente volveríamos a vernos.

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