Forced
¿Violarías a otro ser humano si eso significase evitar que te violen a ti? ¿Y si la recompensa fuese cumplir con tus más oscuras fantasías? Cada día tú y otra persona entráis en la sala y debéis cumplir con lo que se os ordena. Si fallas hoy tu castigo llegará mañana.
Hoy era el día en que me elegías a mi, siempre dejábamos pasar una semana, no lo habíamos acordado pero nuestro equilibrio funcionaba, yo no iba a cambiar eso. Entraste en la sala, y lo noté, era imposible no darse cuenta de que tenías algún motivo para estar especialmente feliz, en nuestra situación eso solo podía significar una cosa, habías subido de rango.
Viniste hacia mi y me abrazaste, querías que te hiciera dar vueltas a mi alrededor, y así lo hice, a lo mejor lo estabas forzando o exagerando, pero me parecía bien, tú mantienes que lo que hagamos antes de recibir nuestra misión incluye en esta, yo no lo creo pero no tengo motivos para fastidiarlo.
- ¡Ojala pudieras verla, es preciosa!
Hablabas de tu nuevo habitáculo, todos empezábamos con una habitación sencilla, ese era el nivel uno, una cama, una mesita y un baño. Cumpliendo objetivos adicionales ascendíamos de nivel y lo mejorábamos, yo hace dos meses que llegué a nivel tres y la mejora había sido sustancial. Ahora que estabas a nivel cuatro imaginé que vivirías en el equivalente de un ático de lujo, sin las vistas claro.
- Espero conseguirlo en un par de meses, de momento me conformo con que me cuentes todo sobre ello.
Querías convertir el día en una celebración y yo me iba a esforzar por que lo fuera, me contaste todo, desde los suelos de parqué hasta la nueva cocina, todo te parecía perfecto, si lo que hacíamos antes de recibir los objetivos realmente los afectaba, hoy tendríamos que abrir una botella de champagne y emborracharnos, no iba a ser así.
Como siempre el objetivo apareció en la pared, tu miraste el tuyo y yo el mío, miré tu expresión de reojo, te mordías el labio, eso solo podía ser bueno. Cuando te conocí tu físico me pareció muy normal, pero con el tiempo habían llegado a gustarme ciertos detalles, tu piel bien cuidada y unos labios bonitos, pero sobretodo tu actitud, yo tenía 22 y tu debías rondar los 28, aunque nunca sacamos el tema, es evidente que eso te puso más fácil hacer lo que quisieras, eso y nuestra extraña situación.
Habíamos llegado a un punto en el que cumplíamos lo que dijera el objetivo sin las molestias de dudar o cuestionar lo que hacía el otro. No tenía forma de comprobar cuál era tu objetivo así que te dejaba hacer sin más, la verdad es que te hubiese dejado hacer lo que quisieras con o sin objetivo, para los que siempre cumplíamos con lo ordenado los objetivos solían ser algo positivo.
Esta vez me tocaba estar a tu merced, seguramente se debía a que ahora tu nivel era superior al mío, así que hice lo que el texto en la pared me ordenaba y te deje hacer.
Te pusiste detrás de mí, pasaste tus brazos por debajo de los míos y empezaste a desabotonarme la camisa, hoy querías celebrar así que no solo cumplirías el objetivo, te deleitarías en ello.
Supuse que tu objetivo implicaba que hoy tenías el control, ya que no te extrañó nada que me dejase hacer, seguiste presionando tu cuerpo contra el mío, recorriendo el torso que había moldeado estos últimos seis meses, hasta que mi camisa cayó al suelo. Pasaste a desabrocharme el cinturón y accediste a mi entrepierna, sentiste mi erección, la expectación era demasiado para mi, me agarraste sin delicadeza haciéndome estremecer.
Te apartaste y me ordenaste acabar de desnudarme, mientras lo hacía fuiste a buscar algo al armario en el que nos dejan lo que podamos necesitar para cumplir los objetivos que se nos asignan.
No me importaba estar desnudo frente a ti, ya lo había estado muchas veces, aunque normalmente tú también lo estabas, mi sensación de indefensión empezó a crecer cuando te vi volver con lo que parecía una fusta en una mano, y algo que seguramente iba a servir para inmovilizarme en la otra.
Tiraste las ataduras encima de la cama y me dijiste que me arrodillara, lo hice inmediatamente, si dejaba de obedecer aunque fuera una de tus órdenes fallaría la misión, y yo nunca había fallado ni una de las cerca de 200 en que había estado ya. Te pusiste delante de mí, me agarraste del cabello y tiraste hacia atrás para hacerme mirar hacia arriba, acariciaste mi mejilla con la fusta, sabía lo que venía a continuación.
Note como tu postura cambiaba, levantaste la fusta por encima de tu cabeza y sentí el dolor en el hombro izquierdo, estoy seguro de que no te contuviste en absoluto, aunque golpearme en el hombro era, en cierto modo, contenerse considerablemente. Mi pulso se aceleró y mi erección creció considerablemente, tu sonreías y me mirabas, esperando alguna reacción, pero no la hubo, por lo menos hasta donde yo podía controlar, no era tan malo como fracasar en mi objetivo principal, pero no mostrar dolor era uno de mis objetivos secundarios, y pensaba conseguirlo.
Caminaste a mi alrededor, creando la expectación, mi cuerpo se tensaba con el contacto ocasional de la fusta que finalmente golpeó en mi brazo derecho. Mi erección ya no podía ser mayor y decidiste pasar a la siguiente fase, me ordenaste tumbarme en la cama.
Mientras me tumbaba vi las ataduras, cuatro esposas de color negro, seguramente no me dejarían marca, en cuanto estuve tumbado me las pusiste, cada una de mis extremidades esposada a una esquina de la cama, pero también algo más que no había visto, me amordazaste sin dejar de mirarme a los ojos. Me sentía completamente expuesto, todo mi cuerpo en tensión esperando el golpe, no llegó. En vez de eso vi como tu vestido se deslizaba hasta el suelo, dejando ver tu ropa interior, blanca, sencilla sin dejar de ser provocativa, claramente elegida acorde a mis gustos.
Te sentaste encima de mi, tus muslos a los lados de mi torso, podía ver tu espalda y tu culo, te sentía encima de mi pecho, presionando contra ti con cada respiración. Agarraste mi erección con una mano, sin darme placer, y golpeaste mi muslo con la fusta que había vuelto a tu mano derecha, haciéndome estremecer y provocando las palpitaciones que sentías en tu zurda.
Entonces te giraste lo justo para mirarme a los ojos y, mientras movías tus caderas estimulandote con mi torso, me dijiste:
- Ahora vas a comerme, si noto que aflojas aunque sea un instante te golpearé, ¿me has entendido?
Pude ver un asomo de sonrisa, asentí con la cabeza, sabía que no necesitabas amenazarme, no era la primera vez que te practicaría sexo oral, y siempre ponía todo mi espíritu en ello, la diferencia es que esta vez no iba a contar con mis manos.
Te moviste para ponerte en posición y apartaste la ropa interior, empecé a lamer la zona de tu clítoris, normalmente agarraría tu culo con fuerza, seguramente acariciaría la entrada de tu vagina o de tu ano, pero esta vez solo tenía mi lengua.
En cuanto tome un instante para tragar saliva golpeaste en mis abdominales con la fusta, ya no agarrabas mi pene y yo lo sentía a punto de explotar, hubiese hecho lo que sea por que me masturbases como de costumbre.
Pero no, seguí lamiéndote durante unos minutos, siendo golpeado de forma cada vez más habitual, si un motivo en especial, en una pierna, en la cadera, en un costado. Cuando lo consideré oportuno deje de lamerte e introduje mi lengua en tu vagina, normalmente mi mano haría una de las dos cosas, pero esta vez empezaste a masturbarte para suplir esa falta.
Entonces sentí como te quitabas el sujetador, aunque desde mi posición como mucho podía ver tu espalda desnuda, te inclinaste hacia delante, presionando tus pechos contra la parte baja de mi abdomen, la excitación me estaba matando pero lo único que podía hacer era devorarte, y seguí haciéndolo sin pensar en nada más. Entonces para mi sorpresa, noté tus dientes en mi polla, me mordiste, no tan fuerte como para hacerme daño, pero sí como para hacerme gemir, supe que ibas a azotarme por ello.
Te levantaste y agarraste una cinta que cuidadosamente ataste alrededor de la base mi pene, no obstante seguiste sin darme placer, en vez de eso me golpeaste repetidas veces. No es que no me doliese en absoluto, pero no lo suficiente como para molestarme, en cambio seguía estremeciéndome y excitándome, más aún ahora que podía ver tu cuerpo, prácticamente desnudo. En ese momento un encuentro semanal me pareció claramente insuficiente.
Te quitaste la ropa interior que te quedaba y volviste a ponerte encima de mí, pensé que por fin ibas a follarme pero me equivocaba, con mi pene prácticamente tocándote empezaste a besarme y a recorrer tu cuerpo con tus manos, agarrando con fuerza aquí y allá, destrozando aún más la paciencia que me quedase. Podías ver en mi cara y sentirlo en mis besos, estaba desesperado y la cinta que me habías atado lo hacía aún peor.
Tu cuerpo se pegó aún más al mío, me arañaste los muslos, el culo, el pecho, la espalda, y rozabas tu entrepierna contra mis abdominales sin darme nada, sin ceder en absoluto, solo tus besos.
Entonces empezaste a mover tus caderas hacia atrás, bajando por mi vientre hasta que tus labios empezaron a acariciar mi pene, no podía dejar de mirarte con los ojos muy abiertos, la expectación era demasiado para mi. Tu me mirabas y sonreías, sabiendo que podías jugar conmigo las veces que quisieras, yo no iba a perder la fe en que la próxima vez acabarías con mi sufrimiento.
Entonces noté como tu torso se separaba del mío, y tu cadera se levantaba, estaba seguro de que te ibas a levantar de nuevo, no obstante, agarraste mi erección y lentamente descendiste sobre ella. sentí tal placer que todo mi cuerpo se estremeció, mis músculos se tensaban y, creo que por primera vez en mi vida, mi espalda se arqueó sin que pudiera evitarlo, sentí que podía correrme en ese mismo instante, pero no fue así.
Pusiste tus manos sobre mi pecho para apoyar tu peso y empezaste a subir y bajar tus caderas lentamente, mientras yo me sentía a punto de explotar, mis brazos seguían tensados, queriendo sin poder agarrarte con fuerza y penetrarte sin reparos.
Durante varios minutos seguiste follándome, mirándome a la cara que no podía esconder el placer que sentía, habías ido acelerando pero entonces bajaste muy lentamente, te mire y me sonreíste, justo antes de aumentar el ritmo al máximo del que eras capaz, te mire con una expresión que ya conocías, una que te decía que de seguir así iba a correrme pronto, volviste a sonreírme e hiciste que si con la cabeza, dándome tu aprobación para acabar dentro de ti.
Entonces, desataste la cinta que oprimía mi erección y el placer me invadió, mi espalda volvió a arquearse y la musculatura de mis brazos y piernas se tenso, agarre el colchón con fuerza deseando poder agarrarte a ti y dejé ir hasta la última gota de mi semen en tu interior.
Con satisfacción miraste a la pared en que aparecía el texto de nuestros objetivos, por tu expresión supuse que los habías logrado. Yo estaba exhausto, y aunque me liberaste rápidamente no me moví en absoluto para ir a ver mis objetivos, no importaba, lo único que quería era poner mis brazos a tu alrededor cuando te tumbaste junto a mi, y decirte que había sido increíble.
Nos quedamos allí un buen rato, una vez finalizados los objetivos ya podíamos hablar de ellos, me contaste que tu objetivo principal era que eyaculase estando atado a la cama, y tus objetivos adicionales golpearme 30 veces con la fusta y conseguir que me corriese en los 15 minutos siguientes a empezar a estimularme directamente, lo que explicaba todo lo que había ocurrido. Por otro lado, sabía que te había gustado todo aquello, las misiones para quienes siguen las normas del sistema suelen llevarles a hacer cosas que les gustan, a veces te dan una excusa para hacer algo que deseas pero está en el límite de lo que te atreves a hacer, otras veces te obligan a sobrepasar tus límites.
Aquellos que son incapaces de hacerlo y fallan en sus objetivos principales reciben misiones aún peores como castigo, es una espiral de la que resulta difícil salir, incluso aquellos que llevamos mucho tiempo haciendo todo lo que se nos pide pasaremos un mal rato si un día fallamos y podríamos llegar a caer.
Cómo estas sesiones siempre se llevan a cabo con otro individuo es normal encontrarte con alguien que va a tener un objetivo pensado para castigarlo por un fallo previo, tu objetivo en esas sesiones se convierte en aplicar ese castigo.
Te conté que mi objetivo principal era obedecer todas tus órdenes, y que mis objetivos secundarios eran no hacer nada que no me hubieses ordenado tu y eyacular dentro de ti. Me levanté un momento para comprobar que todos mis objetivos aparecían como completados, mi misiones aparecían en la pared más a nuestra derecha. Todos habían sido completados.
Tú también te levantaste y fuiste hacia la zona de cocina, lamenté no poder volver a la cama a tumbarme contigo, pero es verdad que tenía hambre. Solíamos comer dos platos, así cada uno de nosotros preparaba uno. Al principio esto era un decir, ambos preparábamos algo de comer pero yo solía conseguir un resultado muy inferior al tuyo, y acabamos por comer ambos lo que tu habías preparado. Mientras tu criticabas mi comida y te reías de mi sin maldad, yo me defendía argumentando que me echaron de la cocina cuando no había tenido tiempo de aprender, todo por un pequeño accidente en que nadie resultó herido.
Pero eso ya no era así, desde que alcancé el tercer nivel y conseguí el habitaje con una cocina considerable me aficioné a preparar comida, aunque sin ayuda, ni siquiera de un libro de recetas, fue un proceso muy experimental.
Hoy seguías metiéndote con mi comida, por lo extraño de la misma, seguíamos riendo y hablando con normalidad, pese a estar atrapados en un lugar del que no sabemos nada, pese a que nos arrebataron nuestras vidas y cada día debemos ponernos en manos de quién sabe qué, el rato que pasábamos juntos era nuestro.
No teníamos ninguna prisa, no podíamos salir de la sala hasta que la luz encima de las puertas de entrada se encendiera, así que habiendo comido cogimos el postre, helado, siempre había algo, tu cogiste el de nata y el de fresa, yo cogí el de naranja y el de coco. Me contaste que el baño de tu nuevo habitaje tenía un montón de tecnología y una bañera de madera como las que utilizan en Asia, estuvimos de acuerdo en que eso era probablemente lo mejor del cambio.
- ¡Bueno, eso y el chorrito de agua en el inodoro!
Dijiste riéndote, sabías que me parecía algo completamente fuera de lugar, creo que fue en una de nuestras primeras conversaciones, decidí defender que el bidé cumplía esa función muchísimo mejor, no es que el tema realmente importase, pero no es como si aquí dentro hubiese muchos temas de conversación, ni siquiera hay ventanas para quejarse del tiempo.
Cuando acabamos cogimos un libro y nos fuimos al sofá, en la zona de libros había dos butacas, pero nos gustaba leer más juntos. Tu leías una novela medieval, espadas, traiciones y sexo, por lo que me habías contado no paraba de morir gente, no entendía muy bien una historia en que los protagonistas no paran de morir y los reemplazan por otros. Yo leía la historia de un hombre inmortal que vivió la historia de una ciudad, desde la edad media hasta nuestros días, se trataba de la ciudad en la que yo vivía antes de llegar a este lugar, así que me ayudaba un poco con la nostalgia.
Estuvimos así un rato, me pediste que preparase café, a mi no me gustaba pero por circunstancias de la vida había aprendido a prepararlo decentemente, además, me gustaba poder hacer algo por ti, cuando mi nivel en la cocina era deplorable me hacía sentir capaz de devolverte el favor.
Pasamos leyendo juntos un par de horas en el sofá en ropa interior, cerraste tu libro y pensé que habían vuelto a matar a tu personaje favorito, pero entonces me abrazaste desde atrás y empezaste a besar donde había quedado la marca de la fusta en mi hombro, mi clavícula, mi pecho.
- ¿Te duele?
Preguntaste, creo que más por curiosidad que preocupación, sabias que hacía falta más que eso para que me afectase.
- Pica un poco, pero si lo rascas estoy seguro de que será peor.
Dije riéndome, me preocupaba que te sintieses culpable, al final eras la clase de persona que se responsabiliza de que las cosas salgan bien.
- Y si te beso, ¿ayuda?
Sonreíste pero no reíste, tus intenciones eran otras, seguían besándome aquí y allá, así que cerré mi libro y te acaricié la mejilla para que me mirases.
- Algo hace, pero lo que necesitamos de verdad es equilibrar la balanza.
Sonreí con malicia y vi como la duda recorría tu mirada, pero lo entendiste rápidamente, te pusiste encima de mi y me miraste a los ojos con falsa inocencia.
- ¿No me harías nada malo no? Yo solo quiero hacer que te sientas bien.
Mientras lo decías pusiste tus manos en mis abdominales y empezaste a restregarte contra mi, a estas alturas ya sabía que el intento de convencerme buscaba fracasar, tenías tantas ganas de lo que iba a suceder a continuación como yo. Me levante llevándote conmigo y te deje caer encima de la cama.
- Nunca te haría nada malo.
Dije mientras me inclinaba sobre ti, pero no lo hacía para susurrarte al oído, te había puesto las esposas, pero en vez de atarte a la cama te puse las esposas de forma convencional en las muñecas. Te sorprendiste cuando te puse otro par de esposas uniendo tus tobillos. Te arrodillaste y me miraste, otra vez jugando con pretendida inocencia e indefensión.
- ¿Por qué querrías inmovilizar a una chica indefensa como yo?
Casi me reí, no lo hice por no romper el ambiente, pero de chica indefensa no tenías nada y eso era lo mejor, tenías carácter de sobra para intimidar a cualquiera y eso era lo que más me gustaba de ponerte a mi merced.
- La verdad es que aún no he acabado Casandra.
No solemos usar nuestros nombres, pero se que te gusta cuando lo hago. Teníamos cuatro esposas, y solo había utilizado dos, puse las terceras alrededor de las que llevabas en las manos y las que llevabas en los pies, de modo que apenas podías moverte.
- Así no voy a ser capaz de complacerte adecuadamente Erwin.
También me gustaba cuando usabas mi nombre. Era cierto que tu postura permitía muy poco movimiento por tu parte, si alejabas tus pies de tu culo tiraban de tus manos, y a su vez no podrías alejar tus manos o deberías abusar de la flexibilidad de tus piernas.
Me senté al borde de la cama y te senté encima de mi, pasando la mano por detrás de tu cintura para que no cayeras hacia atrás. Sabía que depender de mí de esta forma te excitaba. Pasamos un rato besándonos en esa posición, cuando sentiste el bulto en mi ropa interior crecer empezamos a frotarnos el uno contra el otro, yo había dejado de agarrarte por la cintura y ahora cogía con fuerza tu culo, me quedé con las ganas de hacerlo antes, así que te apretaba especialmente fuerte.
Finalmente dejé de besarte y te levante para ponerte boca abajo en la cama. Me puse detrás de ti y te quité la ropa interior, te di una fuerte palmada en el culo, no iba a ser la última y tú lo sabías, pero antes de ponerme enserio con eso te abracé desde atrás y me puse me puse a apretar tus pechos, con fuerza, con las ganas que tenía guardadas de antes.
- No tan fuerte, me harás daño.
Lo dijiste pero sabía que no iba en serio, nunca te había gustado la delicadeza, si realmente te dolía algo solo necesitabas hacerlo notar, si me lo decías era para provocarme. Baje una de mis manos hasta tu entrepierna, estaba seguro de que estabas sobradamente excitada, así te empecé a masturbarte, dos dedos entraban y salían de ti presionando la entrada de tu vagina mientras mi mano y muñeca estimulaban tu clítoris con cada movimiento.
Seguí así, mordiéndote el cuello, utilizando tres dedos, tus gemidos me estaban endureciendo cada vez más, te di otra palmada en el culo, fuerte, dejándolo rojo, pude ver el placer tensando tus músculos pese a que apenas podías moverte. Otra palmada, otra más, tu culo se encendía y tu orgasmo mientras te retorcías entre mis brazos.
- Ahora empieza la diversión de verdad.
Te dije mientras te dejaba otra vez sobre la cama. Me quité los calzoncillos y te levante la cabeza agarrándote por el pelo, al instante supiste lo que iba a hacer y abriste la boca. Metí mi polla completamente erecta en tu boca, sabía que iba a ir demasiado lejos, te la metí prácticamente entera, quería verte resistirlo y atragantarte un poco, pero luego la retiré, te deje recuperarte un poco y te la metí lo suficiente para que la chupases. Lo hacías muy bien y sabias que me encantaba así que por un momento te confiaste, fue en ese momento que lo sentiste, el dolor agudo de la fusta en tu espalda. Me miraste queriendo decir algo pero no te permití sacar mi polla de tu boca.
- Si aflojas aunque sea un momento, ya sabes lo que te espera.
Apenas te azote dos o tres veces en los minutos que pasaste chupándome y lamiéndome, pero fue suficiente para satisfacerme. Aparte mi polla de tu cara y te puse boca arriba, podía notar que estabas agotada, realmente te habías tomado en serio el darme placer, a lo mejor la fusta te afectaba más de lo que pensaba.
Decidí ponerte la mordaza para lo que venía a continuación, me miraste extrañada, pero no importaba, me posicione entre tus muslos y te levanté hasta que tu cabeza descansó sobre mi hombro, entonces, lentamente, introduje toda mi erección en ti, quería que notases cada centímetro.
Seguí penetrándote, mientras te sujetada contra mi, podías notar todos los músculos de mi de mi cuerpo tensarse con cada penetración, mientras tu no tenias poder sobre ello, completamente incapaz de modificar el ritmo o de afectar el movimiento que realizaba imnmobilizada como lo estabas, sin poder siquiera expresar tu deseo de que fuese más deprisa o más despacio debido a la mordaza. El placer de no poder detener ni alterar la las embestidas que seguías recibiendo, sintiendo como todo mi cuerpo te sostenía y te follaba, parecía que nunca fuese a parar, continuaba indiferente a lo que estabas sintiendo, indiferente a la rojez de tus nalgas y los azotes de tu espalda.
Finalmente no pude soportar más el placer y mientras te agarraba con fuerza volví a acabar. Te liberé de las esposas y te dejé caer sobre la cama lentamente, mientras te quitabas la mordaza caí rendido a tu lado.
Descansamos un rato uno al lado del otro sin decir nada, habrían pasado unas siete horas desde que entramos en la sala hacia media mañana, era difícil medir el tiempo con exactitud en ese lugar.
Fue entonces cuando pasó lo que me temía, como un fin de semana perfecto que se acaba cuando no estás preparado para dejarlo ir, las luces sobre las puertas a cada lado de la sala se encendieron.
Yo me incorporé, tu seguías tumbada, no te dije nada porque sabía que las habías visto, pero nunca te alteraban. A mi en cambio me preocupaban, no sabía cuánto tiempo teníamos para salir de la sala, al fin y al cabo las luces nos permitían salir, y así las veía al principio, eran una liberación, ahora en cambio me obligaban a marcharme.
Me estiré, en gran parte para convencerme, y a lo mejor a ti también, de que me apetecía ponerme en marcha, pasar el día entero en la cama no podía ser perfecto, aunque lo parezca. Sin darme cuenta ya me había levantado y me disponía a irme.
La verdad es que no somos pareja, no nos despedimos con un beso ni nos decimos que nos echaremos de menos, no quiero acabar el día pareciendo necesitado, llamando tu atención para decirte que me voy, pero irme sin decir nada es muy frío.
No recuerdo qué es lo que dije al final, un cuídate, a lo mejor un hasta pronto, tú no querías darle importancia, ambos sabíamos que podía ser que la semana que viene la imagen del otro no estuviese en la lista, que no apareciese nunca más y nunca nos volviésemos a ver. Daba por hecho que ese era el motivo de que no quisieras darle importancia o ponerte sentimental, cumplíamos nuestro objetivo con facilidad, nos divertíamos, y seguíamos a lo nuestro, un día más.
Salí de la sala y llegue al corredor, a mi derecha estaba la puerta al baño, al final la entrada a mi habitáculo, entré en el baño para ducharme. Por motivos evidentes la ducha era completamente necesaria tras una sesión como esta, además, el agua fría hacía maravillas con las marcas de la fusta.
Cuidar de nuestro aspecto era una de las normas de ese lugar, podíamos perder lo ganado cumpliendo objetivos adicionales si entrabamos a la sala con aspecto descuidado. Eso incluía tratar las heridas y marcas que tuviésemos debido a las sesiones, por suerte en el baño había todo lo necesario para ello.
Cuando acabé me dirigí a mi zona personal, desde que llegué a nivel tres tenía una cocina bien equipada y comida variada con la que me gustaba experimentar, eso había elevado preparar la cena a hobby. Hoy no pensaba hacer ejercicio, había hecho más que de sobra, así que le dedicaría todo el tiempo a cocinar y a no pensar en cosas complicadas ni en lo que estaría haciendo Casandra.
Cené algo que solo podría describir como el fracaso de mi incursión en la cocina francesa, no es que fuese una mala cena, pero tras una hora y media de experimentar, lo más francés que había en mi plato eran las patatas fritas que acompañaban a la hamburguesa, y probablemente las inventaron en Bélgica.
Siempre cenaba leyendo un libro, pero esa noche leí una docena de veces la misma página, había conseguido no pensar en el día de hoy, pero acabé pensando en el de mañana. Cada día entramos en la sala, un día eliges eliges una persona de la lista, otro día te eligen, pero el séptimo día nadie podía elegir. En principio eso no tendría mayor importancia, los emparejamientos los lleva a cabo el sistema, nosotros tenemos que cumplir nuestro objetivo y ya está, pero no era tan simple.
El séptimo día, decidimos que sería el domingo aunque no tenemos idea de qué día es realmente, era el único día en que podías encontrarte a alguien que entraba por primera vez en la sala. El problema con los novatos es que aún no habían entendido, y mucho menos aceptado, lo que sucedía, la primera persona que encontraban tras llegar a este lugar eras tú, y no confiaban, la mayoría de ellos fallaban su primera misión.
Lo llamo problema, pero en realidad no es como si yo pudiera fallar mi misión por su culpa, si la otra persona en la sala se negaba a llevar a cabo el objetivo asignado el encuentro acababa, y se te asignaba una persona diferente.
Además, la gente que falla sus misiones pierde puntos frente al sistema, al igual que completar los objetivos adicionales te hace subir niveles, vivir en un lugar mejor y recibir misiones más agradables, incluso te facilita elegir a quien tu quieras, fallar tiene un efecto nefasto en tu vida. Cuando fallas una misión la próxima es lo que llamamos una misión de castigo, de forma ineludible recibirás una misión desagradable al día siguiente cuando entres en la sala.
Más de una vez había tenido yo un encuentro en la sala con otra persona que iba a ser castigada, para algunos era un problema, hacerle daño a alguien, los castigos eran muy variados, dependen de la persona que los recibe. Yo encontraba castigar a alguien de lo más refrescante, al fin y al cabo, si no tienes elección, es mejor disfrutar de ello.
Otro aspecto agradable de los castigos era que, como en todos los encuentros, cada participante solo conoce sus propios objetivos, y el del castigado normalmente es simplemente aguantar lo que le hagas, pero no saben qué les haces porque debes, y que haces porque quieres.
Estaba claro que no iba a leer así que me preparé para ir a dormir. Mientras me cepillaba los dientes calculaba cuánto me podía quedar para el nivel cuatro. Yo había estado seis meses en el sistema, cumpliendo prácticamente todos mis objetivos adicionales, Casandra llevaba unos ocho meses, pero sabía que había fallado más, incluso me contó que había fallado algunas misiones principales, no podía faltarme mucho para alcanzar su nivel.
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