Follo con los dos pero todavía por separado.
No sé hasta donde voy a llegar. En algún momento tendré que acabar con esto y, sin embargo, se me ha metido en la cabeza que ahora tengo que follar con los dos .. al mismo tiempo.
Mi familia veraneaba en aquella playa valenciana desde hacía bastantes años; teníamos allí muchos amigos y, de chavales, los chicos y chicas salíamos en grupo. En particular tuve un noviete, Andy, con el que hice algunas tontadas sin pasar a más como cosas de treceañeros.
Pedro y yo nos habíamos casado en Madrid y ya con dos años nuestro primer hijo, diez años después, mis padres nos invitaron a pasar allí el mes de agosto junto con mi hermano todavía soltero y algo menor que yo.
Mi marido no tenía vacaciones hasta el día quince y decidimos que yo con el niño marchara el día 1 con mis padres aunque él no era partidario de ello y tuvimos una pequeña discusión.
Los días en la playa ocupándome del niño pasaban aburridos para mí mientras veía que mi hermano se divertía saliendo todas las noches. Hasta que a mis padres les di algo de pena y se ofrecieron a quedarse con el niño una noche para que yo saliera con mi hermano.
Sentí una gran alegría al encontrar a muchos de mis antiguos amigos en la discoteca del cercano pueblo y sobre todo ver a Andy que estaba guapísimo y enseguida se ofreció para bailar conmigo.
Las bebidas y la situación me llevaron, bailando, a echarle los brazos al cuello bailando entrelazados de forma que yo creo que él me malinterpretó al principio. Le noté cada vez más pegado a mí y, a través de mi liviano vestido veraniego, noté enseguida su dureza en mi vientre y su mirada enfebrecida en mis ojos. Un par de horas después, cansados pero muy alegres, Andy se ofreció a llevarme a casa ya que mi hermano quería quedarse un rato más.
En el coche, ya de vuelta, me dejé llevar cuando él puso su mano sobre mis rodillas mientras conducía y las separó con delicadeza. Yo estaba muy calentita y necesitaba un poquito más de sensación de sexo aunque no me parecía bien lo que estábamos haciendo. Su mano se deslizó entre mis muslos y llegaron, sin casi resistencia por mi parte, a acariciar mi clítoris por encima del tanga. Mi excitación iba en aumento y Andy, parando el coche en un sitio tranquilo, aprovechó para llevar mi mano hasta su bragueta y conseguir que le acariciara por encima del pantalón. Inclinado sobre mí comenzamos un lánguido y excitante beso, recuerdo de otros tiempos, que se fue convirtiendo en un beso salvaje. No sé como encontré mi mano subiendo y bajando por su polla que me pareció enorme y mucho mayor que la de mi marido. Sintiendo encharcado mi coñito no pude evitar bajar mi cabeza y comerme su polla con entusiasmo.
Yo estaba en la gloria, cada vez quería más y sabiendo a mi marido a kilómetros de distancia pensaba estar haciéndole pagar nuestra pequeña discusión y que no hubiera venido a la playa con nosotros desde el primer momento.
No estábamos allí a gusto y cuando Andy me sugirió ir al chalet de sus tíos que estaban ausentes y del que tenía la llave, fueron mis jadeos los que dieron la conformidad. Una vez allí nuestras ropas salieron disparadas y, trás una ducha rápida, hicimos sin ninguna vergüenza lo que jamás habíamos hecho y ni siquiera yo con mi marido; puesta en la cama a cuatro patas le ofrecí mi depilada grupa y gemí cuando sentí su lengua acariciando mi vuelva y mi ano paseándose entre ellos en una sensación dulcísima. Yo estaba totalmente entregada y sólo quería que aquello no acabara nunca porque me estaba comiendo los bajos de una forma única. Hubo un momento que creí que me estaba haciendo pis pero Angel, sujetándome cariñosamente por las caderas, no dejó que cambiara de posición y colocó su glande sobre mi sexo en una caricia maravillosa. Poco a poco sentí como me penetraba y, durante unos minutos, me cabalgó como una perra. Cansada, agradecí que me diera la vuelta y pusiera su polla en mi boca sentándose ligeramente sobre mis pechos. Yo quería devolverle, chupándole, el éxtasis a que me había llevado pero Andy fue bajando lentamente su cuerpo hasta, abriéndome las piernas, entró en mí de una forma que nunca había sentido. Le sentía tan dentro y tan grande cuando me poseía y sus testículos golpeaban mi ano en tan maravillosas sensaciones que estreché su cuerpo con mis piernas durante unos minutos interminables.
Eyaculó dentro de mí. No pudimos evitarlo ni estábamos pensando en ello y permanecimos una largo rato abrazados tiernamente y hablándonos cariñosamente al oído. Antes de irnos, otra vez excitados, nos pegamos otro maravilloso polvo pero ya con algo de prisa porque casi amanecía.
Me dejó en casa y entré hasta mi cuarto silenciosamente sin que mis padres ni mi hermano, que ya había vuelto, se dieran cuenta de ello. Ni siquiera mi pequeño hijo se despertó.
Me desperté feliz y nada arrepentida.
Pasé la mañana en la playa cuando, con los ojos cerrados recordando la noche anterior y sintiendo por ello ya encharcado mi sexo, oí la voz de Andy saludándonos. Mis padres, que siempre le habían apreciado, acabaron invitándole a comer en casa.
La comida fué excitante porque, sentado a mi lado, no perdió oportunidad de, bajo la mesa, tocar fugazmente mis piernas.
Y Pedro se presentó en ese momento un poco arrepentido, alegando que finalmente había podido anticipar sus vacaciones y que estaba loco por verme. Tras el café Andy se despidió un poco precipitadamente y todos fuimos a echarnos una siestecita en la que Pedro se mostró tan ansioso que la verdad es que echamos un polvo increíble. Tuvo que taparme la boca con las manos porque expresivos gritos de placer se me escapaban. Le acaricié, besé y le hice el amor de tal manera que se quedó totalmente convencido que estaba deseando que viniera hasta mí.
Pasamos unos días muy unidos en todos los sentidos y no perdíamos oportunidad, siesta o noche, de follar como locos. En la playa notaba su erección mirando mis tanguitas y había tardes que buscábamos un pretexto cualquiera para subir al apartamento y follar como monos. Su excitación continua me halagaba y me hacía sentirme orgullosa de mí misma. Me confesó que en Madrid se masturbaba con mis braguitas.
Todo ello no evitó que una tarde que con una amiga fui al mercadillo, cosa que Pedro no podía soportar y se negaba siempre a acompañarme, mi mirada se cruzó con los esmeraldas ojos de Andy que, haciéndome una discreta señal, me hicieron despedir a mi amiga.
Es increíble y no sé como puedo haber llegado a eso pero veinte minutos después estaba entregándome otra vez a ese chico que me estaba volviendo loca. En nuestro reservado nido, el chalet desocupado de sus tíos, recorrió todo mi cuerpo con su boca, me susurró lo que necesitaba mi piel y mi pelo y mi boca y mi sexo. Me penetró o me hizo el amor o me folló con tanta dulzura y con tanta fuerza y dedicación que me hizo sentir en otro mundo; volví a hacerme pis abundantemente aunque él me explicó que no era tal sino squirting y que la mujer puede alcanzarlo cuando el orgasmo es tan intenso.
Volví al apartamento casi llorando porque sentía una encrucijada importante en mi vida. Por un lado aquella maravillosa máquina de follar en un hombre todo perfecto, por otra mi seguridad en la vida con mi marido al que no dejaba de amar, mi hijo y toda mi familia en Madrid.
Por la noche no quise follar con Pedro pero con la imprudencia de no cerrar la puerta, me sorprendió en la ducha acariciándome y masturbándome. No supe darle una explicación.
Durante casi todos los días que nos quedaban allí de vacaciones estuve follando con Pedro y muchos días también con Andy. Estaba desatada y no podía comprender mi estado de excitación continua y mi necesidad de sexo. Mi mente volaba continuamente e imaginaba nuevas experiencias. Me gustaba cuando Pedro me penetraba por el culito y me volvía loca cuando lo hacía Andy al que mentía prometiendo reservarle esa entradita. Gritaba insatisfecha cuando, boca abajo, Andy metía su polla en mi coño y sus dedos en mi culito y mi cuerpo se enervaba curvando mi espalda y solicitando a desvergonzadas caderadas penetraciones más fuertes y más profundas.
Pedro me encontraba desconocida y se asombraba cuando me masturbaba a su lado con el mango del cepillo del pelo como consolador. Mis abundantes eyaculaciones le maravillaban y me rogó que no cambiara cuando volviéramos a Madrid. No sabía lo que le esperaba.
No podía renunciar a nada y tuve que contarle todo aprovechando que le hacía una paja metiéndole un dedo por el culito. Se corrió abundantemente pero se quedó mudo cuando le confesé que no eran fantasías sino que era una situación real y que no pensaba renunciar a ninguno de los dos.
Ya en Madrid follo regularmente con ambos. Andy me mira orgullosamente y Pedro, algunas veces, baja la mirada avergonzado aunque me susurra al oído que no podría vivir sin mí.
No sé hasta donde voy a llegar. En algún momento tendré que acabar con esto y, sin embargo, se me ha metido en la cabeza que ahora tengo que follar con los dos…….. al mismo tiempo.