Follaron a mi mujer como y cuanto ella quiso (1)

1ª parte de lo que yo su marido tuve que ver y oir mientra a mi mujer le daban un supuesto masaje en el hotel de vacaciones.

La Romana

Queridos lectores. El relato que os cuento a continuación no es fruto de mi imaginación. Es algo real, como los otros relatos que he escrito. Los escribo porque es algo que llevo dentro de mí con amargura y vergüenza.

Es algo que por timidez no puedes contarle a nadie cara a cara, pero que tienes que sacarlo fuera para no reventar de rabia y la mejor forma que conozco es escribirlo y que los que lo lean puedan entender lo que uno siente cuando le sucede, pues es difícil el aceptar para un marido que su mujer no sea capaz de tener un concepto mas amplio de la fidelidad hacia su pareja y que en tu interior te sientes. Cuesta admitirlo. Como un perfecto carnudo.

Otro problema es en que categoría ponerlo. Cuando acabe de escribirlo lo decidiré pues se podría incluir en varias categorías.

Para los que no leísteis alguno de mis otros relatos os describiré a mi mujer. Es una mujer preciosa. No es alta ya que mide 1,65 es cuarentona. Tiene unas tetas mas bien pequeñas pero de esas respingonas. De las que tienen los pezones apuntando hacia arriba y que te caben perfectamente en el cuenco de la mano. Tiene también un culo y unas caderas yo diría que proporcionadas a su altura con un culito hacia fuera que hace las delicias de cualquiera al verla por detrás. Pero por encima de todo tiene unas piernas preciosas largas para su altura con un muslo fino y unas pantorrillas perfectamente torneadas. En resumen un bombón.

La historia empieza en las Navidades pasadas. Decidimos ir a disfrutarlas a la República Dominicana en uno de esos supérateles que lo tienen todo incluido y que yo esperaba disfrutarlas como siempre esperas que suceda cuando vas de vacaciones.

Llevábamos allí dos días cuando mi mujer a eso de las 10 de la mañana me dijo que quería ir a darse un masaje al spa del hotel y que la esperara en la piscina a eso de las doce para darnos un baño y luego ir a comer. Yo le dije que me parecía bien y que de acuerdo que a las doce la esperaría en la piscina pero que ya aprovechando, yo también vería que me diesen un masaje. Por lo que juntos nos acercamos al lugar.

Entramos en una sala grande con un mostrador al fondo en el que estaba sentada una recepcionista a la que dándole el número de nuestra habitación le manifestamos el deseo de tomas un masaje. Nos dijo que en ese momento solamente había libre una cabina por lo que decidimos que entrase primero mi mujer y que cuando quedase una libre entraría yo. Levantándose acompaño a mi mujer a la cabina nº.3. Me acordaré siempre de ese número. Cuando volvió y antes de sentarse en su escritorio me preguntó si me apetecía ver como le daban el masaje a mi mujer. A mi me pareció un poco rara esa pregunta pues no sabía que se pudiese ver como le daban los masajes a los clientes pero le contesté que si.

Me indicó que la acompañara pasando a través de un pasillo y abriendo una puerta entramos en una salita con unos sillones que daban a un ventanal a través del cual se veía la cabina en la que se encontraba mi mujer y una chica. Parecía nativa por su aspecto. Pero muy guapa. A mi modo de ver me pareció demasiado musculosa y alta para ser nativa pero supuse que sería debido a la profesión que tenía. En otras palabras que no le volví a prestar atención a su aspecto físico. Me preguntó si quería tomar algo. Le dije no muchas gracias y se retiró.

Como la salita estaba a oscuras en un principio no me di cuenta que dos asientos hacia mi derecha estaba sentado un caballero. Mayor. Diría que de unos sesenta años que al verme entrar me saludó y comentó que si también venia a disfrutar del espectáculo. Un poco azorado le contesté que si. Se levantó se sentó junto a mi y mirándome me dijo. Es la primera vez que viene. Si. Le conteste. Pues no se arrepentirá. Cuando le dije lo del espectáculo no exagero nada pues lo que esa masajista es capaz de hacer con las clientas que se echan en esa camilla no lo verá en ningún lugar del mundo en directo. En películas tal vez pero en directo no. Se lo aseguro.

Aun estaba ese cretino alabando las maravillas de la masajista cuando esta colocó a mi mujer de pie delante de nosotros. Estaba claro que lo que para nosotros era un cristal desde la cabina era un espejo y que la razón de ponerla delante era para que los de nuestro lado pudiésemos verla y disfrutar del espectáculo. Según dijo mi vecino.

Como digo la colocó delante del espejo y le quito la batita que llevaba puesta de esas que te colocan cuando vas a un sitio de esos, quedando totalmente desnuda justo delante de nosotros. Digo justo delante porque entre mi mujer y nosotros habría como un metro y medio mas no. Los ojos de mi compañero casi se le salen de las órbitas al ver a mi mujer totalmente desnuda. Reconozco que no era para menos. Pegando la nariz al cristal dijo. Virgen Santa. Que preciosidad. Que mujer. Tiene las tetas pequeñas pero que bien puestas son preciosas y con pitones. Como a mi me gustan. Fíjese en sus piernas. Preciosas. Esta para matarla a polvos. Para empezar a follar en ella y no parar.

En ese momento, la masajista con delicadeza separó las piernas de mi mujer y pudimos verle perfectamente el coño. Pues al tener los muslos finos quedaba totalmente expuesto y como colgando entre ellos. Se le veía perfectamente porque aunque mi mujer no se depila el vello. Por naturaleza, tiene solamente unos pelitos finos que no tapan absolutamente nada, por lo que cuando esta de pie, toda su entrepierna queda al aire. Lo tenía abierto y a través de los labios mayores le salían los pliegues de sus labios menores. Mi mujer no tiene unos pliegues carnosos ni largos de esos que quedan colgando sino que simplemente salen un poco hacia fuera recorriendo el canal entre el ano y el clítoris.

Mi compañero al ver a mi mujer de esa manera ya no era dueño de sus actos. Continuó diciéndome de mi mujer verdaderas obscenidades a las que no era capaz de replicarle por no reconocer lo que estaba yo haciendo ahí.

En ese momento se quedó como parado y me preguntó. Perdone. ? Pero no será su mujer verdad? En ese momento sentía una enorme vergüenza y también rabia y celos y de todo lo que un marido puede sentir ante una situación como la que estoy describiendo. Ver a mi mujer así totalmente expuesta y escuchando los mas soeces comentarios que ese individuo decía sobre ella me impidieron decirle. Si cretino es mi mujer. Pero como digo la vergüenza me impidió decírselo en cambio dije. No. No lo es. Pero ya me gustaría que fuese. El mirándome ya mas tranquilo dijo. Sabe. Esa putita. Le llamo putita porque verá usted como acaba comportándose como una verdadera puta. Esta casada. Sino fíjese en el anillo. Seguro que el carnudo de su marido no tiene ni idea de lo que le van a hacer a su mujercita. Si fura mi mujer le aseguro que no la dejaría pisar este sitio pues en este hotel todo el mundo sabe para que vienen las señoras aquí.

Mientras mi compañero decía esto. a través de un altavoz que había en la salita escuchamos la voz de la masajista que le decía a mi mujer. Señora pero que linda es usted. Tiene un cuerpo precioso. Voy hacer que sea usted feliz con el masaje que le voy a dar. Y que piel más suave y delicada. Mientras le hablaba le acariciaba la espalda desde el cuello hasta el culo y luego pasando sus brazos por debajo de los de mi mujer le agarró las tetas y empezó a apretarlas. Luego con los dedos pulgar e índice comenzó a apretar y tirar de los pezones de mi mujer que ya empezaban a estar duros y tiesos. Mi mujer estaba con los ojos cerrados y parecía disfrutar con lo que le estaban haciendo.

Al verla así mi vecino empezó a decir. Mire. Mire. La zorrita ya esta empezando a ponerse caliente dentro de nada empezará a chorrearle el coño. Ya me gustaría a mí estar ahí. Yo por mi parte estaba pasándolo mal pues no soportaba los comentarios de ese individuo.

Al cabo de un momento la masajista agarrando a mi mujer de una mano la invitó a acostarse en la camilla. La colocó boca abajo y empujó la camilla hacia nuestro mirador quedando prácticamente pegada al espejo con lo que teníamos a mi mujer a un metro de nuestros ojos. Se coloco al otro lado de la camilla y frotándose las manos con una especie de gel comenzó a acariciarle con delicadeza el cuerpo. Empezó por los pies luego fue subiendo hasta que empezó a dedicarle más atención a los muslos. Los acariciaba por dentro, por fuera subía hasta las nalgas volvía a bajar a los pies. Siempre despacio y diciéndole a mi mujer cosas como. Mi señora relájese, déjese llevar cierre los ojos y disfrute. Ya verá como las cositas que yo le haga le van a encantar, etc.

A todas estas mi mujer, debido a lo que le estaba haciendo la masajista se estaba poniéndose a mil y mi colega viéndolo también. No paraba de hablar diciendo cosas como. Fíjese en ese culito levantadito. Con ganas se la metería hasta rompérselo. Y cosas de ese tipo. Yo no sabía si podría seguir aguantando más los comentarios que hacía de mi mujer pero decidí aguantarme y ver hasta donde llegaban los acontecimientos pues la respiración de ella ya empezaba a ser más fuerte, se mordía los labios y su cabeza se movía de un lado para el otro. Pero sobre todo empezábamos a oír como gemiditos cada vez más fuertes. Todo ello evidenciaba la considerable calentura que tenía.

Estaba yo con esos pensamientos cuando la masajista se colocó a los pies de mi mujer que todavía seguía acostada boca abajo y agarrándola por los tobillos le separó las piernas. Se las separó tanto que de la rodilla para abajo las tenía fuera de la camilla. De esa manera y dada nuestra situación teníamos una visión perfecta del coño de mi mujer, desde el agujero del culo hasta el clítoris. El coño lo tenía empapado y como el cretino de mi lado dijo. Dios mío pero si el coño le esta chorreando. Se veía perfectamente el flujo blanquecino que le salía de dentro y llegaba incluso a mojar la sabanita que cubría la camilla. La masajista volvió a colocarse a un lado de mi mujer y comenzó a acariciar el interior de sus muslos subiendo y bajando las manos. Cada vez que lo hacía y como por descuido acariciaba el coñito de mi mujer y cada vez que lo acariciaba, mi mujer daba como un suspiro, un gemidito y subía sus caderas como para que el contacto fuese mayor. Se veía claramente que los dedos de la masajista cada vez estaban más mojados de los flujos de mi mujer. Flujos que se esparcían por sus piernas. Llegó un momento en que sus gemidos de ya eran mas que evidentes. Con el movimiento de su culito de arriba abajo, trataba de aumentar el ritmo de las caricias de la masajista, que acompasaba sus caricias al movimiento de las caderas de mi mujer.

Pasados unos minutos, la masajista se colocó a los pies de mi mujer y empezó a acariciar su entrepierna rozando mas descaradamente sus labios vaginales hasta que ya sin disimulo ninguno comenzó a pasar la palma de la mano y su dedos por el coño. Mi mujer abrió los ojos, levantó la cabeza y durante un segundo me pareció ver en su cara una expresión de sorpresa pero fue solo eso pues al segundo siguiente volvió a bajar la cabeza y dejo a la masajista seguir acariciándole.

Desde nuestra posición podíamos ver perfectamente los dedos de la masajista abriendo los labios del coño de mi mujer. Separando sus paredes haciendo que mi mujer notase sus dedos en cada pliegue de su vulva. Iban recorriendo toda su raja desde el culo hasta el botoncito. Subiendo y bajando. Cada vez que llegaba al clítoris se paraba unos segundos aprisionándolo y acariciándolo entre sus dedos. Se notaba perfectamente que cada vez lo tenía mas hinchado y endurecido y cuando llegaba a su ano también se detenía unos segundos frotándolo e intentando penetrarlo. Llegados a este punto los jadeos de mi mujer eran más que evidentes. Levantaba su culo poniéndolo en pompa para que los dedos de la masajista hicieran su trabajo mejor. Con la cara hundida en la sabanita y la manos apretadas estaba como intentando retrasar lo que estaba a punto de venir.

Mi compañero viendo el estado en que se encontraba mi mujer dijo casi gritándome al oído. Está a punto de correrse. Va a tener un orgasmo que los gritos se van a escuchar en la piscina. Y además a la muy puta le gusta el magreo que le están haciendo. Os repito. Para mi era horrible esta allí escuchando lo que este hombre decía de mi mujer. Lo que yo sentía dentro de mi no se expresarlo con palabras. Era algo humillante. Aun no había mi compañero acabado de escupir palabras sobre mi mujer cuando ella ya no pudo aguantar más la llegada del orgasmo. Levantando la cabeza, y aferrando la sabanita entre sus dedos casi hasta romperla empezó a gritar. Siiii. Siii. Me viene. Me viene. No pare. Por favor. No pare. No pare. Abrió la boca, arqueó la espalda y empezó a llorar de placer. Temblaba, gritaba sin parar diciendo. Me corro. Me corroooo. Dios sigue. Sigue. Sigue.

Mientras mi mujer estaba teniendo ese formidable orgasmo la masajista no paraba de frotar y manosear el clítoris de mi mujer y le decía. Muy bien mi señora. Muy bien. Déjelo correr. Disfrútelo hasta el final que yo no pararé hasta que usted termine de venirse.

Mientras mi mujer se estaba corriendo como una auténtica puta delante de nosotros. El cretino de mi colega ya no pudo aguantar más. Sacándose la poya empezó a masturbarse y al momento empezó a soltar chorros de semen que fueron a parar al cristal que teníamos delante. Mientras se corría mirando a mi mujer decía. Va por ti. Puta. Esto va por ti.

Lo que estaba viendo ya era demasiado para mi. Ver a un tipo corriéndose viendo a mi mujer en esa situación y diciendo. Va por ti. Puta. Va por ti. Era algo inimaginable. La sensación de vergüenza, celos, rabia eran inaguantables y todo por no tener la valentía de reconocer que esa mujer era mía.

Cuando mi mujer termino de correrse la masajista la ayudó a darse la vuelta. La coloco de espaldas y agarrándola por los tobillos le levantó las piernas y doblándoselas le puso las plantas de los pies sobre la camilla. A continuación le separó las rodillas y la dejó con las rodillas levantadas y las piernas abiertas en un ángulo de más de cuarenta y cinco grados con lo que la visión que teníamos de su chorreante chocho era perfecta. La masajista sacó de debajo de la camilla un pequeño taburete se sentó y agarrándo a mi mujer por las caderas la acercó al borde. A continuación acercó la cara a su coño y empezó a chuparlo, lamerlo, succionando hacia el interior de su boca los pliegues de los labios vaginales de mi mujer. Estaba haciéndole a una comida de coño espectacular.

Mi mujer ya no pudo aguantar más y tuvo otro orgasmo largo e intenso. Arqueaba la espalda se agarraba las tetas. Hacía que sus caderas subieran y bajaran. Se tapaba la cara con sus manos y no paraba de gritar y gemir. Dios mío me estoy corriendo otra vez. Estas haciendo que me corra otra vez. Dame otro. No pares. Sigue con tu boca. Por favor. Dame otro.

Al ver a mi mujer pidiéndole a la masajista otro orgasmo mi compañero me agarró de un brazo y como en confidencia me soltó a la cara. Mire es una pena que tenga que marcharme hoy después de comer. Pues he terminado mis vacaciones. Se lo digo porque si me pudiese quedar dos o tres días mas a esta puta por muy casada que este, tenga por seguro que me la follaba y mas de una vez. Le aseguro que no se volvía a España si haberle echado más de un polvo. A mi edad conozco bien a las mujeres y esta es de las que se las folla cualquiera. Va siempre caliente, bien mojadita. Pobre marido seguro que cree que tiene una fiel y abnegada esposa cuando en realidad esta casado con una puta de mucho cuidado.

Yo estaba rojo de rabia por lo que estaba escuchando aunque en mi fuero interno tenía que reconocer que tenía razón en todo lo que estaba diciendo de mi mujer. No quería reconocerlo ni admitirlo pero el tenía razón. Estaba casado con una mujer a la que se la follaba cualquiera.

Cuando mi mujer terminó de correrse levantó la cabeza y llorando y con una voz cargada de lujuria le suplicó a la masajista. Por favor no puedo más. Necesito sentir algo dentro de mí. Méteme lo que quieras. Pero por favor méteme algo. Necesito correrme con algo dentro de mi coño.

Al oír esa súplica la masajista le contestó. Así me gusta mi señora. Que me pida usted lo que quiere. Que me pida lo que su cuerpo le pide. Yo estoy aquí para servirla y hacerla feliz. Y darle lo que usted quiera. Entonces abriendo un cajoncito de debajo de la camilla caco una especie de consolador. Era un cilindro de unos veinticinco cm. de largo y tendría como cuatro de diámetro. Hacia la mitad tenía en su interior como unas bolitas. Dándole al interruptor el aparato se puso a vibrar y la punta se movía haciendo unos giros circulares. Con el aparto así funcionando empezó a restregarlo a lo largo de la raja de mi mujer lubricándolo con los flujos que empapaban su mas que enrojecido coño. Una vez que lo tuvo bien lubrificado se lo empezó a introducir lentamente hasta que solo quedaba fuera la empuñadura. Se lo metía y se lo sacaba con lentitud logrando que mi mujer sintiese en su interior las sensaciones que el aparato le debía estar dando. Cuando lo tenía todo dentro lo mantenía unos segundos sin sacarlo haciendo que las vibraciones y la punta giraran dentro de mi mujer. Cuando lo sacaba lo mantenía fuera unos segundos dejando solamente dentro de mi mujer la punta que giraba en la entrada del coño. Mientras, con la mano libre seguía frotando, apretando, acariciando y acariciando el clítoris de mi mujer o la subía y se dedicaba a apretar y pinzar los pezones de las tetitas haciendo que mi mujer se retorciese de gusto. Una de las cosas que le encantan es que le tiren de los pezones apretándolos.

Mi mujer estaba al borde del delirio. Aquella cosa entrando y saliendo del coño. Vibrando y girando dentro de ella la llevó a tener el orgasmo más formidable que se pueda ver y que una mujer pueda sentir. Gritaba. Lloraba. Resoplaba. Se retorcía. Eran verdaderas convulsiones nerviosas que hacían que su cuerpo temblase desde los pies hasta la cabeza. Cerraba las piernas para sentir con mayor fuerza el consolador dentro de su cuerpo. Las volvía a abrir y con sus manos sujetaba las de la masajista empujando hacia su interior el vibrador haciendo que prácticamente desapareciese dentro de ella sin parar de gritar. Esto es lo que yo quería. Esto es lo que necesitaba. Esto es lo que me gusta. Sigue follándome mi coño. Muévelo dentro de mí. Muévelo. Siii. Siiiiii. Sigue moviéndolo por favor sigue moviéndolo. No pares. No pares.

Mi mujer estuvo corriéndose sin parar como medio minuto. Cuando termino su orgasmo la masajista veía al igual que nosotros que mi mujer necesitaba más. Que estaba tan caliente que con lo que le había dado aún no había quedado saciada de sexo. Seguía metiendo y sacando el consolador de dentro de mi mujer y empezó a decirle. Ya veo que a la señora le gusta tener llena su cuevita. Si quiere y me lo pide yo podría conseguir llenar su cuevita con una poya de verdad. Eso es lo que mi señora necesita. Yo lo se. Mi señora necesita sentir dentro una poya de verdad. Mi mujer levantó la cabeza y mirándola fijamente le dijo. Siii. Necesito que me folle una poya de verdad. Necesito sentir una poya viva follándome.

Continuara.

Fin de la 1ª parte