Follando en la pensión
Hector necesita un sitio donde dormir en Paris. Encuentra a una atractiva mujer que alquila habitaciones y acaba follandosela.
Paris es la ciudad del amor. También lo es del sexo y de lujuria, pero sobre todo del erotismo. Por alguna razón, lo que en cualquier otro ambiente resultaría ordinario o vulgar, en Paris resulta artistico y elegante.
Hector lo sabía, y por eso, siempre que le era posible, organizaba alguna pequeña escapada a esa gran ciudad. Gracias a sus 20 años, la ciudad siempre le ofrecía alguna interesante aventura. Por alguna razón, la juventud suple muy a menudo a la belleza. Además, el discreto encanto y savoir-faire de Hector, encantaba a quien la descubría.
A pesar de tener amigos en la ciudad, en este viaje en concreto, Hector no puedo aprovecharse de la hospitalidad de sus amistades. Debido a su presupuesto limitado, Hector no podía permitirse un hotel, pero necesitaba las comodidades mínimas de uno. Por ello, cuando un alma caritativa le tendió una discreta trajeta color crema, no se lo penso dos veces.
Llámale, alquila habitaciones en el 16º arrondissement, uno de los barrios más pijos de Paris - Le dijo su amiga Sylvie-. Dile que te manda mi familia y te hará un precio especial.
Mientras ella daba un sorbo al café, estudió la tarjeta:
Madame de Gourmont
Avenue de Lowendal
Logement de chambres
Sin perder un momento llamó. Le atendió una mujer con un ese tono de condescendencia que usan las mujeres francesas de clase alta. Le informó de que el desayuno corria a cuenta de la casa, debido a la mención de la familia de su amiga, y que, si no había hora limite de llegada a la noche, no se admitían invitados. Era un ligero contratiempo, pero el precio y el sitio resultaban tan tentadores que cogió una habitación.
Una semana más tarde llegó a la Gare de Montparnasse. Compró un bollo y se puso en marcha. Conocía el barrio y no tuvo problemas para encontrar la casa. Le abrió una mujer. Tendría entre 40 y 50 años, pero muy bien llevados. Una preciosa melena rubia le caia hasta poco antes de los hombros. Vestía un falda verde de Tweed, una rebeca a juego que dibujaban unos generosos pechos, y unos zapatos de alto tacón que realzaban una piernas que, como observó mientras la seguía por el pasillo, estaban perfectamente moldeadas. Se trataba de una señora, pero ¡Qué señora!
El salón podía ser usado a voluntad, pero no la cocina. El dormitorio era clásico, con grandes muebles, hechos para durar generaciones. Después de pagar por adelantado (A pesar de sus referencias, prefiero no correr riesgos, como comprenderá), le hizo entrega de un llavero con dos llaves.
Le agradeceré que, en caso de llegar más tarde de las 2 de la mañana, utilice la entrada del servicio. No quisiera molestar a mis vecinos.
Le dió las gracias y tras cambiarse de ropa salio de casa. Estuvo con amigos, visitó sus sitios preferidos de la ciudad y quedó para cenar con una encantadora francesita que conoció aquel mismo día. Por desgracia, volvió a casa acompañado solamente por una cierta borrachera causada por el Chardonnay de la cena.
Como se le había indicado entró por la puerta de servicio, inherente a las casas de ese barrio. Por miedo a molestar no encendió ninguna luz. Sin embargo, su sentido de la orientación no era excesivamente bueno en ese momento y se confundió de habitación.
Freud decía que no existían las coincidencias, que todo era causado por el subcosciente. Puede que esta fuera una de esas falsas coincidencias.
Se trataba de la habitación de Madame. Ahí estaba ella, envuelta en una bata de saten beige, delante de un tocador, observando detenidamente su reflejo. Lo correcto hubiera sido excusarse y salir lo más rápido posible. Pero no podía. Era como observar un ciervo en el bosque, temía que si movía un solo musculo, el ciervo huyera.
Tras lo que pareció una eternidad, Madame pareció darse cuenta de la presencia de Hector. Este reaccionó y se disculpó, haciendo un amago de irse.
No, espera por favor-. Dijo la mujer-. ¿Podría abrirme el seguro del collar? Nunca consigo hacerlo sin romperme una uña.
Como hipnotizado, Hector se acercó hasta el tocador y tomó el collar entre sus manos y al hacerlo, no pudo evitar rozar la tersa piel de su cuello. Se quedó sin aire y cuando lo volvió a tomar, notó que una embriagadora fragancia de flores lo abrazaba.
Coco Chanel decía que las buenas joyas son para usarlas en casa-. Comentó en voz alta, sin dirigirse a nadie en concreto.
Hector abrió al fin el collar y lo depositó sobre el mármol del tocador. Al hacerlo vio un sencillo frasco rectangular de perfume. Magnolia de Chanel. Asi que ese era el olor que lo había envuelto. La mayoría de las mujeres usan el Chanel Nº5, por ser el más famoso, o el 31 Rue Cambon, que resulta más sensual. Pero ella no. Madame prefería el sencillo floral embriagador.
¿Qué hora es?- preguntó Madame cogiendo la mano de Hector para mirar en el reloj.
Pero no la soltó. Se la llevó a la cara y cerrando lo ojos se la pasó por la mejilla. Con la mano libre Hector cogió su otra mejilla y la levanto de la silla. Madame era ligeramente mas baja que él. Y con suavidad la besó. Al ver que no ponía resistencia la volvió a besar. Y mientras lo hacia, la bata de saten cayó dejando solamente un coqueto conjunto de ropa interior.
El bajó sus manos por sus grandes y redondos pechos hasta la cintura, asiéndola con fuerza. La llevó hasta la cama y se tumbaron los dos. Ella metió sus manos para quitarle la camiseta al tiempo que jugueteaba con el vello de su pecho. Sus anillos estaban frios y se estremeció. Pero ella no era una de esas mujeres que se dedican a hacer, sino que se dejan hacer.
Al tiempo que besaba su cuello, se desabrochó el pantalón. Sin perder el tiempo, empezó a acariciar su coño. Al ver los movimientos de su espalda, supo que lo estaba haciendo bien. Bajó su cabeza y con la lengua, le lamió los labios de la vagina. Despacio al principio,y con ansia después. Las manos de ella se agarraban a su cabeza, como piendo que no parara. Los olores que de ahí surgían le embriagaban aún más que el olor de su perfume.
Hector le lamía el coño como quien lame un helado; movimiento normales y rodeándolo después para que no gotee.
Aunque hubiera podido seguir horas lamiendole el coño, la erección que llevaba ya un rato luchando por salir de sus pantalones, lo obligo a parar. Se retiró un poco y en menos de un momento se quitó los pantalones, los calzoncillos y los calcetines. Al verlo de rodillas en la cama, erguido en toda su masculinidad, madame le miró con ojos de deseó. Un joven y fibrado chico deseando follarla. Se aproximó y cogiendo sus manos, las llevó hacia sus pechos para que los sobara. Hector los agarró con firmeza pero los besó con suavidad. El encaje granate del sujetador le hizo cosquillas en el labio, asi que, sin molestarse en soltárselo, se lo saco por la cabeza. Los pezones ya estaban duros, coronando esas suaves tetas. Acercó su cara y se restregó los pezones por ella, excitándolo aún más de lo que estaba.
Sin que nadie se lo pidiera, madame buscó con su mano la polla de Hector y sin ninguna prisa empezó a masturbarle. Pero eso no le bastó. Bajó la cabeza y se metió la polla en la boca.
Recorrió con su lengua el borde del capullo, por todo el contorno,tirando juguetonamente de la piel que lo rodeaba. Se acercó a la cabeza de la polla como si fuese un gran chupa chups y metió todo el capullo en su boca caliente. Hector gimió en voz baja. Madame metió tanta polla como pudo caber en su boca.
La sacó un poco, y con el glande aún dentro, le dió pequeños golpecitos con la lengua. Hector tuvo un muy agradable hormigueo y quiso profundizar más en su garganta. Pero Madame no le dejó imponerse. Madame era una mujer a la que le gustaba hacer lo que quería, no lo que otros querían que hiciese.
Como si su boca fuera un aspirador, chupó, chupó y chupó, mientras que con su mano, acariciaba las peludas bolas de Hector. Sus caricias funcionaban tan bien que Hector tuvo que retirarla para no correrse en su boca. Se dió media vuelta y buscó su pantalones. Sacó la cartera y buscó hasta encontrar un condón. Las manos le temblaban mientras lo abría, pero no tardó nada en ponérselo.
A pesar de que su polla ya había alcanzado un tamaño considerable, no tuvo ningún problema para introducirla. Su coño ya estaba totalmente húmedo. Puso los pies de ella bajo sus axilas y empezó a metersela. No esperó a que ella se acostumbrara, no fue incrementando el ritmo, sino que desde el principio se la metió todo lo más profundo y rápido que pudo. Sin parar. Supo que lo hacía bien cuando vio la espalda de la mujer encorvarse, pequeñas perlas de sudor deslizarse entre sus pechos.
Estaba a punto de correrse, lo sentía. Esta vez era la definitiva. El roce de sus piernas y sus ojos cerrados adelantaban el momento. Y entonces, vio como ella entreabria su boca de una manera que el conocía bien. Estaba al borde de un orgasmo. Madame no pudo evitarlo y solto un grito al tiempo que se medio erguía y clavaba sus rojas uñas en las moldeadas nalgas de Hector.
Al sentir ese placentero dolor, Hector puso la mano justo al final del coño de Madame y dejó que sus dedos se mojaran con los fluidos. Se llevó los dedos a la nariz y aspiró la mezcla de jugos y perfume. Como un detonante, ese olor hizo salir de su polla un largo chorro de semen que lleno el condón. Como con los buenos polvos, Hector se estremeció de placer hasta la planta de los pies. La misma sensación de un chapuzón de agua helada: el choque dura poco pero te hace sacudirte completamente.
Con un suspiro se separaron y él se quitó el condón. Hector se tumbó en la cama, pero ella ya se había levantado. Ya podía despedirse de la conversación post-coito. Mientras recogía sus cosas ligeramente de mal humor, debido a la brusquedad del final, pudo ver en el reflejo del espejo del tocador que Madame se mordía el labio en una sonrisa pícara.
Podía aparentar ser un mujer fría y altiva, pero el sabía que le había dado un orgasmo, y eso le puso de buen humor.
A la mañana siguiente actuaron como si nada hubiera pasado, y por el momento, Hector no ha vuelto a tener necesidad de alquilar una habitación en Paris, pero en caso de verse en la situación, no tendría ningún problema en hacerlo.
Como siempre, se agradecen los comentarios.