Follando el día de mi cumpleaños
La noche de cumpleaños más excitante con la mujer soñada.
Se apareció justo como siempre la había estado esperando, con una diminuta y ajustada blusa de color rojo que su escote dejaba mostrar los más deliciosos pechos que podría tener una mujer; unos pechos hermosos que con esa blusa tan delgada a su vez dejaban notar la ausencia de sostenedor. Su pantalón de color blanco tan ajustado al cuerpo que al ver la redondez, sus grandes y perfectas nalgas hacia notar la tanga de hilo dental que portaba.
Como siempre su cabello largo y rizado que se perdía entre los rayos del sol. Sus ojos grandes, llenos de vida. Ese color único en sus hermosos ojos que podían facilmente transmitir un mensaje de seducción o bien de amor. Su perfil totalmente esbelto, y con una estatura de 1.75m. En ese momento era la mujer perfecta, la que todo hombre puede soñar. Unos senos maravillosos, con pezones ya erectos y que se mostraban a través de la blusa, pues ella también deseaba que llegara ese día; un culo impresionante, una cara de ángel, y sobre todo esa frescura única en ella.
Esa fue la primera impresión que tuve al verla llegar.
Se acercó para darme el abrazo.
De inmediato sentí como sus pezones estaban erectos, pude respirar en ese instante sus olores a mujer, sus ganas de coger. No resistí la tentación de oler la mezcla maravillosa de su olor femenino con su perfume, todo era tan penetrante en ese momento que mi erección se hizo notar. El olor era dulce, pero a la vez sensual, era agresión, pero a la vez ternura.
Sentí su respiración sobre mis labios que poco a poco comenzaba a ser más rápida. Comenzó el primer beso, y al pellizcar sobre su blusa su ya enorme pezón erecto, sentí su respiración que era todavía más rápida. Mi desesperación comenzó a crecer, y también su respiración aumentaba. Jugué con la yema de mi dedo índice sobre su pezón, hacía pequeños círculos y de vez en cuando pellizcaba con dulzura y exitación. Percibí su olor al besarnos, era un aire caliente entre mezcla de frescura y sabor al delicioso y fino sabor de su vagina.
Comencé a sentir como mi pene estaba lubricado y listo para entrar en su preciosa y hermosa cuevita. Entonces no resistí las ganas de abrazarla por la espalda y comenzar a sobarle esas deliciosas tetas. Lo hacía con ternura y delicadeza para que ella fuera preparando también su vagina. Seguí jugando con movimientos circulares mientras besaba su nuca, cuello y le susurraba lo hermosa que estaba ese día y las ganas que tenía de follar con ella.
Sentía como me pegaba las nalgas sobre mi pene que estaba lo más erecto que podía imaginar. Nunca la había visto tan exitada como ese día. Mi verga se acomodaba entre sus nalgas y ella restregaba su enorme y hermoso culo sobre mi. Comenzamos un pequeño vaivén y mientras le seguía besando su nuca puse una mano sobre su cuello y sentía su excitación crecer. Mis manos se deslizaron sobre su pantalón y fueron bajando poco a poco hasta llegar a su conchita. Comencé a acariciar un poco sobre el pantalón, en verdad que tenía ganas de masturbarla.
Me pidió que la abrazara, me acerqué a ella y así lo hice. Esta vez mi lengua sintió la suya y ese sabor a deseo combinado con ternura despertó en mí el deseo de acercarla hacia mi verga. Entonces mis brazos la rodearon hasta llegar mis manos a sus hermosas nalgas y mientras sobaba con mi mano izquierda sus nalgas, con la derecha buscaba el calor de su vagina. La junté todavía más a mi, para que sintiera mi falo erecto y las ganas de estar con ella.
No dejaba de besarla y de mordisquear su lóbulo mientras le decía una vez más lo excitado que me tenía. Me decía entre gemidos y quejidos que era el día más esperado del mes.
Era necesario en ese momento comenzar a sentir su piel sobre la mía. No tardé en meter mi mano entre su pantalón y así me di cuenta de la diminuta tanguita que traía puesta, por lo que sentía que el corazón se me iba a salir. Ella disfrutaba a lo grande la forma en que tocaba sus nalgas y la forma en que sentía mi pene cuando se pegaba a mi.
La noche y nuestro momento fue cayendo. El viento y la brisa del mar hacían de esa noche la atmósfera perfecta para unir nuestras almas en un grito de pasión. Me pedía que no dejara de tocar sus nalgas, y yo ya no podía esperar para probar ese nectar que emanaba su piel.
Nos recostamos en la fina, blanca y fresca arena. Comencé de nuevo a jugar con los más hermosos y perfectos senos que a penas y cabían en mi manos. Y fue así como poco a poco entre caricias, llegué hasta su ombligo, mientras sentía la respiración que ya no la podía contener en su abdomen. Subí un poco su blusa para jugar con sus senos con mi lengua. Me pediste que te quitara la blusa. Me quitaste la camisa y por primera vez sentí su piel contra la mía. Jugué con sus pezones, y en cada chupada trataba de sacar algo de ellos. Lo único que obtenía era una mayor excitación y ella estaba igual pues me abrazaba hacia ella.
No me cansé ni dudaba de jugar con uno de sus senos, mientras saboreaba el otro pezón. Le quité las sandalias que llevaba y bajé su pantalón. La luna llena me permitió volver a contemplar su figura de modelo, el brillo de sus ojos y la lubricación que sobresalía de su pequeña tanga.
Me acosté sobre ella, con la poca ropa que todavía nos quedaba. Sentía como mi pene estaba a punto de salir del boxer buscando la entrada al paraíso. Y así besándonos, yo tocando sus hermosas piernas duras y bien bronceadas y ella abranzándome, comenzamos a realizar una simulación de una hermosa y armoniosa penetración. Metí mi mano adentro de su tanga y entonces sentí entre mis dedos toda su lubricación. Comencé a masturbarla acariciando en forma circular su clítoris que ya comenzaba también a ponerse erecto.
Sentía su lengua caliente sobre la mía, el sudor la iba mojando su plano y hermoso abdomen de mujer, su respiración y excitación hacían que yo perdiera mi respiración. Entonces supe que era el momento de perder las últimas prendas que quedaban puestas. Así me deshice de su pequeña tanga. La luz de la luna nos dejó ver nuestros cuerpos desnudos y ahora llenos de arena juntarse en la mar.
Mi pene entró con toda la facilidad del mundo y en ese momento sólo quería recordar esa sensación de estar dentro de ella. Imploró a los cuatro vientos que nunca saliera de ella. Y le gritó al universo que detuviera el tiempo para nunca olvidar esa sensación de mi pene llenando a su ser.
El movimiento cadencioso cada vez fue tomando más y más ritmo. Su voz, el sonido del moviemiento de las olas del mar y el movimiento de las nubes nos marcaban el ritmo de la penetración. Era estar unidos como la primera vez, era sentir que el mundo y el universo giraban a nuestro compás y por nuestra unión. Sus ojos se llenaban de lágrimas del placer y a penas y podía pronunciar que se iba a venir.
Me dijo, amor no pares que me estoy viniendo.
Yo sólo podía sentir que el viento oceánico nos cobijaba y nos abrazaba en una oleada de orgasmos. Comencé a moverme intuitivamente cada vez más y más rápido mientras sentía cómo estaba comenzado a convulsionarse de nueva cuenta, un segundo orgasmo.
Yo comenzaba a sentir mayor placer al estar su vagina más llena del líquido de la vida, y en eso le volví a expresar lo rico que era estar con ella y lo maravilloso que era sentir su cuerpo junto al mío. Mi prepucio cubría y descubría a mi glande. La increíble lubricación que teníamos provocaba las sensaciones más placenteras que yo conocía.
Sentirla más tranquila después de sus primeros dos orgasmos, yo llegué al máximo punto de placer y se lo hice saber, le dije, preciosa me estoy viniendo. Comencé a llenar su preciosa vagina de mi semen, fueron varios segundos en los que yo sentía como mi liquido la iba llenando en varias descargas que tenía. Y así fue como llegó a su tercer orgasmo. Puso sus piernas sobre mis nalgas y me rasguñaba la espalda mientras expresaba un fuerte grito de placer.
Este tercer orgasmo definitivamente el más largo e intenso para relajarnos en besos y muestras de cariño. Las lágrimas nos corrieron y nada más me besaste para decirme, felicidades por tus veinticinco.
Sin lugar a dudas el mejor cumpleaños que jamás haya existido.