Follando con mi doctor
Era la primera vez que me trataba así, mi psicólogo estaba bastante bueno y queria follarmelo. Pero nunca me atreví a hacer nada, hasta ese dia
Esa noche salía sola, mis amigas estaban con sus novios o de viaje y no me apetecía quedarme un sábado por la noche encerrada en casa. Necesitaba salir, beber y conocer gente nueva. Me puse un vestido azul cielo, pegado al cuerpo con unos botines negros de tacón y una chaqueta. Me pinte un poco y les dije a mi madre que no me esperara despierta, que iba a salir con las chicas. Ya en el portal, marqué un número de teléfono y al tercer pitido contestaron.
-¿Mónica?- Necesitaba escuchar su voz otra vez.-¿estas bien? ¿Qué pasa?- Era un voz de hombre, calida, la cual podría estar escuchando toda la vida, y desde hace unos meses era la única que me consolaba cuando estaba triste. Él era Damián.
-Si… Perdona que te llame así sin más… ¿Molesto? ¿Está ella por ahí?- Mi voz sonó entrecortada. Si ella estaba por allí, podría haberlo estropeado todo.
-No te preocupes, ella no esta en casa este fin de semana. Viajes de negocios ya sabes- Estaba serio, ayer discutimos y todo pareció que se iba a la mierda. Lo nuestro.-Pensaba que estabas enfadada, que no querías saber nada mas de mi. Ayer me lo dejaste muy claro, pero hoy vas y me llamas. No hay quien te entienda-
-¿Perdona? Eres tú el que esta casado con una vieja. Quise romper contigo, acabar con todo porque no puedo mas Damián, necesito que seas mío y que todo el mundo sepa que solo eres mío, no de ella- Tenia ganas de verlo, abrazarlo, como tantas veces habíamos hecho en su consulta. Él era psicólogo y desde que mi madre decidió que necesitaba terapia, desde el primer momento en que entré en esa consulta, en que lo vi, me enamoré de él.
-Mónica, tienes que entenderlo, te quiero muchísimo, pero también la quiero a ella. Os necesito tanto a las dos…-
-¡No me cuentes historias! Damián si no eres capaz de elegir… si todo lo que hemos vivido no ha servido de nada, no ha significado nada para ti… Ya te lo dije ayer. Lo dejamos. Le diré a mi madre que no quiero ir más a tu consulta, que me cambie de psicólogo y punto-
-Mónica no… No quiero que me dejes, no podría soportarlo, te quiero- Después de eso, de esas palabras, las lágrimas recorrían mi rostro. Nunca me lo había dicho.
Colgué el teléfono y me subí a un taxi. Le di una dirección y a los 20 minutos estaba delante de su casa. Mientras estaba en el taxi, él me llamó, cada dos minutos, pero no se lo cogí. Ahora delante de su puerta, mi teléfono sonaba, uno, dos, tres veces.
-Hola…-Mis lágrimas aun caían por mis mejillas.
-¡Dios Mónica! ¿Por qué cojones no cogías el puto teléfono? Me has asustado, mucho- Ahora el lloraba conmigo.
-Ábreme la puerta, estoy fuera- De nuevo finalicé la llamada.
No tardó ni dos minutos en abrir la puerta, se acercó a mi, miró al taxo que había detrás y lo pagó él. Luego volvió hacia mi, me abrazó, me besó y me miró a los ojos.
-Te quiero-
Otra vez esas palabras, las mismas que le dice a ella, sin tener que esconderse.
Hace 2 meses:
-Hola Mónica, ¿Qué tal la semana? Tu madre me ha contado que vas mejorando, ya no lloras por las noches ni te levantas con pesadillas- Sus ojos me miraban, tenía unos ojos preciosos, azules, una sonrisa perfecta.
-Bien gracias- Me intimidaba mucho ese hombre, no podía mantener una conversación normal con él, creo que debía pensar que soy tonta o algo por el estilo.
Llevábamos más de tres semanas de terapia. Después de la muerte de mi padre, hablar con ese hombre, cuando me soltaba, me venia bien. Al fin y al cabo mi madre lo estaba pasando peor y no podía desahogarme con ella. Siempre acababa llorando en los brazos de aquel hombre, que se sentaba a mi lado y me abrazaba fuerte, me acariciaba el pelo y me besaba la frente. Estaba enamorada de él y ese apoyo me era muy útil.
Aquel día, la consulta fue diferente, desde un principio él se sentó a mi lado, me dijo que hoy especialmente estaba guapísima. Y me abrazó sin estar yo llorando.
Hablamos de muchas cosas, yo ya sabía que el tenía novia, una novia bastante mayor que él. Se sacaban 14 años y él tenía 25. Nos reímos bastante y nos pasamos la consulta tonteando. Yo ya no era una niña, había estado con otros chicos antes y tonteado con muchos otros. Damián me gustaba y parecía que el me seguía el rollo, así que aproveche un abrazo que el me estaba dando para ir bajando mi manos que estaban en su cuello, bajaban por la camisa, recorrían los botones poco a poco, llegaban a su cinturón y el respiraba profundamente en mi oreja, se dejaba llevar. Cuando toqué su pantalón vaquero, él pareció despertar y me apartó.
-¿Qué haces? Esto no esta bien Mónica…- Se había sonrojado y su respiración era entrecortada, al igual que la mía. Había sido muy valiente al lanzarme.
-Shhh- puse mis dedos sobre sus labios y me senté encima de el, en aquel sofá donde tantas veces había llorado y el me había consolado. Ahora mi dedo recorría sus labios, mi cara se acercaba a la suya y besaba su frente, sus ojos, su nariz, sus mejillas… su boca.
Sentir su lengua dentro de mi boca fue una sensación muy extraña, el me besaba cada vez mas rápido, nuestras lenguas se unían y nuestros labios se apretaban con fuerza, sus manos ahora estaba sobre mi culo, y hacía que moviera las caderas encima de el, que me apretara bien contra su pantalón y poco a poco iba notando su polla que se veía bien grande debajo de mi, esos movimientos me pusieron muy cachonda así que agarre de sus manos he ice que me quitara la camiseta. Mis pechos quedaron libres al fin, ese día decidí no ponerme sujetador. Tenia unos pechos enormes blanquitos con un pezón enorme rosado, los tenia duros y el aprovechaba para comerme las tetas, para chuparlos bien y morderlos con fuerza, eso me arrancó un gemido, no estábamos solos en aquel lugar. Detrás de la puerta estaba su secretaria. Me tapó la boca con las manos y yo me reía.
-Shhhh Mónica, nos van a pillar- Su mano seguía en mi boca, decidí sacar mi lengua y jugar con sus dedos, el vio mis intenciones y posó un dedo en mis labios, yo me lo metí en la boca y empecé a jugar con el.
-Mmmm que bien lo haces cariño, ¿quieres probar con algo mas grande y gordo?- Sus palabras me ponían muy cachonda, yo misma bajé de sus piernas y empecé a dar mordisquitos a su pantalón, a su bragueta, se la desabroché y saqué su polla. Era enorme, depilada, su capullo ya estaba fuera y sin pensármelo dos veces le comí la polla, me la metí en la boca y empecé a jugar con mi lengua. Le miraba a los ojos y el me miraba a mi, me acariciaba el pelo mientras me follaba la boca.
Se corrió en mi cara, me dijo que no lo había hecho nunca así, que le había puesto muy cachondo pero que era peligroso que continuáramos haciéndolo.
Pero yo no me di por vencida, estaba muy cachonda y quería mas. Me acerqué a su oreja y le susurraba.
-Sabes, tengo ganas de sentir tu polla dentro de mi, me tienes muy cachonda doctor y no me pienso ir de aquí sin que hagas que me corra como una perra.- Su cara lo decía todo, esas palabras habían hecho efecto en él.- Pero doctor, quiero que me folles despacio.-
El me besó suave, me encantaban sus besos como lo hacia, delicados. Me tumbó en el sofá y se puso encima de mi. Sus manos apretaban mis pezones y después recorrían mi abdomen, bajando hasta mi falda. Se colaban por debajo de ella y apartando mis bragas, sus dedos se introducían dentro de mi, me follaban y hacían que me sintiera bien, lo hacia muy bien y me iba a correr en su mano.
-Me corro Damián- Después de decir eso, el paró.
-No quiero que te corras aun, princesa- me levantó, me hizo ponerme de rodillas mirando hacia la ventana en el sofá, a cuatro patas he introdujo su polla dentro de mi, despacito. La tenia muy grande y no quería que me doliera. Fue metiéndola, pero yo no aguantaba más y con un movimiento de caderas, me la metí entera. Los dos emitimos un gemido silencioso. Le había gustado y no se lo esperaba, me follo mientras me tapaba la boca, no nos podían oír. Su otra mano apretaba mis tetas y las agarraba bien. Follamos primero despacio y luego fuerte. Nos íbamos a correr yo ya no podía mas, pero él me pidió que le esperara. Nos corrimos juntos, y no puede aguantarme las ganas de chillar como una perra. En ese momento su secretaria tocaba a la puerta.
Corriendo nos vestimos como pudimos, pero ella no entró hasta que el doctor no le dio la orden. Por poco nos pilla.
Después de ese día, no falté a ninguna sesión con el. Follabamos en silencio en su consulta.
CONTINUARÁ