Follando con Matías (III: Entrada trasera)

A Matías le gustan los tríos. Y los tíos musculosos y bien dotados...

FOLLANDO CON MATÍAS (III): ENTRADA TRASERA

Joder, aquello más que una follada era un infierno, en vez de una polla por el culo parecía que aquél mastodonte me estaba metiendo un puño. Pero no, aquella era una polla, enorme, casi monstruosa, pero una polla al fin y al cabo. Se habían pasado su buen rato tratando de relajarme el ano con el fin de poder penetrarme bien profundamente, pero aún así y a pesar de la lubricación, mi colon estaba en llamas, aunque cada vez que el cabezón que tenía por glande me rozaba la próstata, una oleada de placer sacudía todo mi cuerpo.

Todo había empezado una sábado por la mañana. Estaba volviendo a casa en la moto de Matías después de habernos pasado toda la noche de fiesta por ahí. Como estábamos delante del resto del grupo no pudimos hacer nada, aunque yo tenía la esperanza de que en la vuelta a casa podríamos liarnos un poco y podría disfrutar de su polla. Él tenía lo mismo en mente, pero con una pequeña diferencia, como la otra vez, no estaríamos solos, si no que nos volvería a acompañar un colega suyo, en cuya casa íbamos a tener más intimidad que en nuestros encuentros anteriores. Llegamos al portal del tío y Matías le llamó al móvil.

Cuando entramos a su casa el tío nos recibió sólo con un pantalón corto y el pelo todo revuelto, recién levantado de la cama. La verdad es que el pavo era todo un espectáculo. Tenía unos músculos gigantescos, una cara muy masculina, mandíbula cuadrada, nariz rota y unos ojos verdes que te atravesaban cuando te miraba. Pero lo más impresionante era el paquete que se adivinaba dentro del pantaloncito. Algo me había comentado Matías de que Rober, su amigo, estaba muy potente, pero aquello superaba todas las expectativas. El tío parecía un cruce entre un culturista y un actor porno.

-Buenos días- dijo con voz somnolienta. -Voy a preparan un café ¿quereis?

-Si, claro,- respondí incapaz de esconder mi excitación ante semejante ejemplar de hombre. Esa era la palabra que le definía. Era el hombre. El olor a café inundó la cocina mientras el pavo estiraba sus enormes músculos.

-Matías, quítate la camisa, quiero ver como vas construyendo ese cuerpo.- Matías no necesitaba más órdenes, así que se despojó de la chupa y de la camisa, que olía a sudor, tabaco y colonia barata. El pavo le miró apreciativamente. -Joder niño, te estas poniendo tremendo. A ver, enséñame esos brazos.- Matías flexionó su brazo. Se veía poderoso y duro. -No esta nada mal- sonrió. -Pero mira esto.- Él flexionó sus brazos mostrando unos bíceps grandes y duros, cruzados por una maraña de venas a punto de reventar la piel, casi tan grandes como mi cabeza. Entonces me miró. -¿Te gusta esto? Pues no has visto nada aún -me dijo mirando directamente, con cierto tono de arrogancia en su voz. Matías me miró sonriente y me dijo al oído

-Prepárate porque no te vas a poder sentar en una semana.

Rober puso el café sobre la mesa. Nos lo tomamos tranquilamente mientras Matías y yo nos fumábamos un porro a medias. La verdad es que después de una noche de fiesta, el café y el porro sentaban de maravilla.

-Bueno- dijo Rober de pronto. -Supongo que no halláis venido sólo a tomar café, ¿no?

Yo no esperé más y directamente me abalancé sobre él para empezar a comerle los morros. El tío besaba de puta madre. Su lengua entraba en mi boca y rebuscaba hasta el fondo de mi garganta. Mientras, Matías empezó a acariciarme el culo por encima de los vaqueros. Yo reculaba, encantado de la atención que le estaban prestando a mi trasero. Creo que le entendía algo así como "qué ganas tenía", pero la verdad es que yo estaba centrado en el semental que me estaba comiendo la boca, acariciando su fuerte cuello, sus grandes hombros, sus prominentes pectorales, coronados por unos pezones que ya estaban completamente erectos, así que aproveché para empezar a pellizcarlos suavemente y cada vez con mas fuerza, de tal modo que Rober cada vez gemía más suavemente. Matías se deshizo de mis pantalones y de mi ropa interior y de pronto un escalofrío recorrió mi espalda, cuando me empezó a lamer el ano con verdadera fruicción.

-Veo que te enseñé bien- dijo Rober al verme gozar con el trabajo que me estaba haciendo Matías allí donde la espalda pierde su casto nombre. -Tal vez algún día serás lo suficientemente grande como para hacérmelo a mí.- Se le escapó un sonoro gemido cuando mordí su pezón un poco más fuerte de la cuenta. Me cogió la cabeza y me obligó a seguir bajando por sus abdominales hasta llegar a su enorme polla. Aquello era más grande que cualquier pene que hubiera visto yo en mi vida, y eso que ya había gozado con unos cuantos, pero éste superaba a todos los demás.

Tanto en longitud como en grosor. Aquello debía de estar entre las piernas de un animal, no la de un hombre. Pero no me arredré. Mientras Matías seguía trabajándome el culo yo me dediqué con pasión al pollón (no puede recibir otro nombre) de Rober, el cual, cada vez más caliente, empezó a follarme la boca sin ninguna clase de piedad. Noté entonces el primer dedo de Matías entrándome bien profundamente. Tranquilamente, pero sin parar, empezó a follarme el culo con uno de sus dedos, a lo que siguió otro más. Y luego un tercero. Entonces el vacío, cuando se inclinó sobre la mesilla a recoger un condón y lubricante. Ya sabía lo que venía.

-Ahora te voy a petar el culo- me informó amenazadoramente, mientras Rober seguía disfrutando de mi boca.

-Eso, eso, prepárale el trasero...

Matías no tuvo ningún reparo en entrar en mi ano a saco, casi destrozándomelo. De una sola clavada más de la mitad de su pollón se inmiscuyó en mis entrañas. Si no hubiera tenido la boca ocupada con el pedazo de tarugo de Rober habría gemido en medio del placer y del dolor. Siguió apretando hasta que noté sus huevazos chocando con mi culo.

-Joder- dijo en medio de un gemido -qué bien se está aquí dentro so puta. Empezó el metesaca casi con furia, como un auténtico animal en celo. En cada una de sus embestida, su pene golpeaba mi próstata, haciendo que un escalofrío recorriera mi espalda. -Mira como mueve el culo el guarro este. Cómo le está gustando.

-Matías- dijo de pronto Rober -tu calla y trabajale bien el culo para cuando yo quiera clavársela.- Aquella afirmación casi me dio pánico. Las dimensiones de aquella polla eran demasiado grandes para mí. Bastante que me la estuviera clavando Matías como una auténtico burro, pero la polla de Rober me partiría en dos. Pero no tenía mucha opción, sobre todo cuando se incorporó, sacándose el tarugo de mi boca ansiosa y de un empujón hizo descabalgarme a Matías.

Sentía una vacío y el ano en llamas, pero aquello no duró mucho, ya que con un solo movimiento, se pudo un condón y, con la misma, me metió la verga hasta el fondo. Se quedó quieto unos momentos, yo intentaba ajustarme a sus colosales dimensiones. Y entonces empezó. Joder, aquello más que una follada era un infierno, en vez de una polla por el culo parecía que aquél mastodonte me estaba metiendo un puño.