Follando con mama

De cómo me tiro a mi madre aprovechando una salida familiar.

FOLLANDO CON MAMA

Anoche fuimos al cine toda la familia. Mis padres, mi abuela, mis dos hermanos pequeños y yo. Hacía mucho calor, por lo que todos íbamos muy ligeros de ropa, en chanclas y tal.

No conseguimos seis localidades juntas; tuvimos que conformarnos con cuatro seguidas y dos en la fila de atrás. Mi padre, mi abuela y mis hermanos ocuparon las cuatro; mi madre y yo las dos de atrás, que estaban en la última fila.

La película era un rollo. Hacia la mitad me quité las chanclas y comencé a acariciar los pies de mamá con los míos. Ella también se descalzó, comprobando así que le agradaban las caricias. Tenía los pies muy suaves. ¡Qué gustito sentía!. Acerqué mi boca a su oído para preguntarla qué le parecía. Ella volvió la cara y pegando su boca a mi oreja, muy sensualmente me dijo que la estaba encantando. Seguíamos hablándonos así al oído y, en uno de los movimientos, nuestras bocas coincidieron, quedando muy juntas. Pude sentir el fresco y fragante aliento de mamá. Nos dimos un piquito; luego otro, juntando los labios más tiempo. Yo saqué la puntita de la lengua; ella hizo lo mismo. Juntamos las puntas; las movíamos, rozándolas suavemente. Poco a poco el juego se convirtió en un morreo bestial. Estábamos muy excitados.

Tomé la mano de mi madre y la puse en mi muslo, invitándola a acariciarme. Así lo hizo. Estaba empalmadísimo. Ella casi llegaba a mi ingle, pero cuando estaba muy cerca se cortaba y la retiraba. Yo la cogí la mano acercándola a mi paquete. La apartó. Insistí; esta vez comenzó a pasarme la palma por todo el paquete, que le tenía ardiendo. Aproveché para ahuecarme el bañador y sacar mi pene, empapado.

Ya no se cortó y comenzó a acariciármelo. ¡Dios!, ¡qué gustazo!. Subía muy lentamente mi piel por todo el glande; luego bajaba; así, una y otra vez, despacito. Me tiraba de la bolsa de los testículos y me descapullaba. Derramaba tanto flujo que encharcaba su mano.

Mientras tanto le acariciaba el pecho; ligeramente, haciéndola cosquillas, consiguiendo que sus pezones se pusieran como clavos. También le acariciaba los muslos; luego la entrepierna, por encima de la braga. Subí mi mano hacia su tripilla para meter los dedos por debajo del elástico de su braguita, alcanzando el vello púbico, rizado y abundante. Dibujé su rajita con mis dedos, hallándola muy húmeda.

¡Qué vicio más grande!; meternos mano delante de toda la familia sin casi poder gemir.

La película acababa y nosotros no. Tuvimos que parar al encenderse la luz. Le dije a mi madre que me había quedado con un calentón de muerte; ella contestó que había que continuar.

Subimos al auto para regresar a casa. Mi padre al volante; la abuela de copiloto; mis hermanillos ocupaban los asientos central e izquierdo de la parte de atrás; yo el derecho, llevando a mi madre subida en mi regazo. Mis hermanos se quedaron dormidos con el traqueteo del coche. Aproveché para acariciar a mamá la tripilla, el pecho; la besaba la nuca; la susurraba cariños al oído amparado por la música que había puesto mi padre.

Mi madre volvió el rostro y me dijo muy bajito: ¡sácatela!, a la vez que se levantaba un poco facilitando la maniobra. Corrí un poco mi bañador y dejé mi verga completamente al aire, superdura y lubricada, palpitante. Al volverse a sentar mamá tuvo la habilidad de engullir mi polla con su vagina; había corrido un poco su braga.

¡Qué maravilla estar dentro de ella!; ¡qué delirio!. No podíamos movernos mucho, por lo que agradecíamos los pasos de cebra elevados, ya que con el vaivén la penetración era total.

¡Cómo me gustaba follarme a mi madre!; hubiera deseado tener que recorrer 1.000 kilómetros así. A falta de poder moverme a pleno rendimiento, me empleé con el pezón derecho de mamá. Le cogí con el pulgar y el índice; se le retorcía, se le estiraba, se le hundía, se le apreté muy fuerte sabiendo que no podía chillar. Debió gustarla, ya que comencé a notar unos espasmos vaginales salvajes; sus paredes se aferraban a mi rabo y luego se distendían, rítmicamente, una y otra vez; se estaba pegando un corridón de lujo.

Llegando a casa mi polla comenzó a escupir semen vigorosamente. Sentía copiosos chorros inundando el coñito de mamá, que empujaba el culo hacía abajo como si quisiera engullirme entero.

Desde ahora vamos a follar diariamente. ¡Ojalá encontremos situaciones tan morbosas como la de anoche!.