Follando con la mujerona

La enorme madura, me terminó invitando al festín de entre sus piernas ,

Al final del pueblo vivía una señora, una de las granes propietarias de los terruños, que nos rodeaban y vivía en una rica mansión allá en lo más alejado de las miradas, casi que diría marginada de la vida social del poblamiento que nos daba amparo y cobijo.

La «marimacho» la llamaban, la verdad es que no se dejaba ver mucho por las calles del pueblo, pues pronto sus andares y ademanes era fruto de burlas insultos de los más pirabanes, la verdad es que pasado los tiempos me ha acordado de ella por la peli de Juego de Tronos, y el papel de Brienne de Tarth, pues así era la marimacho del pueblo, o sea casi 2 mts de mujer , pero un poco más abultado su culo, bueno un poco como una mesita, y unas generosas tetas, y unos andares algo cogitrancos.

Em fi una hembra para quedar solterona para toda la vida, pues además era más fea que picio, y entre eso y que no se arreglaba nada de nada, pues por más perras que tuviera, ni lo más necesitados solterones de la nobleza baturra se acercaban a ella, y alguna vez que lo hicieron creyendo que era presa fácil, más de una ensalada de ostias le cayeron.

Por lo cual era, yo creo que la única hembra del pueblo a la que nadie abordaba, o le requería ni de amores ni de lo otro. La visitaba de vez en cuando el Padre Damián , un cuya ya anciano que decían que se gastaba un buena sota de bastos bajo la sotana, y además añadían era la mujerona tenía también picha, o sea que se lo hacia con el buen cura frotando ambos los miembros.

No sé que habría entre ellos, aunque ya ejerciendo de monaguillo algo oí al pater de pepinillo de la señora marquesa, aunque no sabía yo de que hablaba con él médico que había venido a interesarse con el Sr. cura porque la marquesa en su desesperación quería cotar por lo sano.

No sabía yo muy bien a que se referían ambos caballeretes, que eran los únicos que de vez en cuando frecuentaban a la marquesa de Santiponce, que parece que había heredado atributos de los Cojonancio de Santiponce..

Lo cierto es que  yo la visitaba par llevarle los encargos que me encargaba mi madre que le llevara, pues lo cierto es que se tenían aprecio, máxime después de muerto mi padre, se refugiaron en darse compañía mutua, de mi madre puedo decir que era todo lo contrario a la mujerona, pequeña no sobrepasaba más allá de 1,60, de generosas mamas, y culo respingón, y abundante mata de pelos bajo las faldas, pues de pequeño tenía por costumbre andar tirado por el suelo y meteme bajo las faldas de mi madre para poderle ver la mata de pelo del conejo, como asi llamaban al chumino de las señoras.

Y puedo decir que era abundantillo, de carnosos labios, que bien apetecía tocarlos, pues mi madre tras las largas faldas ocultaba el secreto de no utilizar braga alguna, en algunos de sus íntimo arrumacos, aproveché como que no quiere la cosa a meterle mano, de forma suave, y desde que murió mi padre se dejaba hacer con bastante capricho y atrevimiento por mi parte, alguna noche me dormí en su cuello con el pulgar dentro de su chocho , a modo de carnoso consolador, al igual que en alguna ocasión ayudándome a bañarme en la tina de agua   me decía que yo me estaba haciendo un hombrecito y me chupaba en modo de juego la pollita, que según ella tal geranio había que cuidarlo.

De esos menesteres se encargaba ella, untándome con aceites perfumados y ejerciendo ciertos masajeos, para queque creciera libre y grandullona.

Acostumbraba a ir una vez cada 15 dias a llevarle viandas a la marquesa, y luego como a la semana siguiente me encargaba de su huerto, aunque raramente la veía salvo alguna rara vez en se sentaba conmigo a darme el almuerzo, y se sentaba allí conmigo con las inmensas piernas abiertas, dejando ver el arranque de sus piernas llena de abundante vello.

Hoy lo recuerdo con nostalgia de como aquella mujerona me hizo hombre una vez, hace ya muchos años de eso.

Me había encargado la buena mujerona que fuese a trabajar al huerto, pero no me acordaba si era de miércoles o de jueves, total que me dije que más daba un dia que otro, y allí em fui, con mis manos a la huerta de la buena señora, en ello estaba , cuando me tomé unos momentos de asueto tras el esfuerzo, y lo hice  a la sombra de la fachada Norte de la casona, me estaba relajando, cuando hasta mi oídos llegaron  las susurrantes palabras de mi madre, acerca de - sí quería más..- si golfilla dame tu lengüita…¡

Quedé pasmado con aquello, aunque no mi polla que pronto se puso en posición de firmes, pues a esas alturas ya calzaba zapatos y buena tranca, me fui aproximando a la ventana para poder ver algo, pero lo que estuviera sucediendo no estaba  a la vista de mis ojos, sino en otra habitación aledaña, de la cual salían los murmullos de placer, al acercarme pude ver a la mujerona desnuda con las piernas abiertas y entre ellas  a mi madre , la reconocí por sus respingón culo, pues por encima tenía echada su larga falda , y dejaba  ver su perlado culito al que bien legaba las largos brazos de la marquesa, que le tenía clavados dos dedos en pelo culo, para deleite de mi madre que se retorcía bajo su faldamento y se abrazaba a los mulsos de la mujerona como si estos fueran un salvavidas y el oxígeno le viniese del chumino de su dueña y ama.

Las dejé amarse y contemplé como gozaban ambas amazonas que terminaron que terminaron rodando por encima de la cama, empitonándose dedos y lengua y algún e otro dildo, los llaman hechos de hueso y cera con los cuales se dieron placer a buen ritmo, me adicioné a espiarlas y hacerme intensas pajas mientras las veía correrse como buenas putas duchas en las artes del sexo y la lujuria. Que bien lo haces cabrona, chupame bien y hasta el fondo y tragate toda mi lechita ¡

No había visto yo el chumino en detalle de la mujerona, a la cual tan aficionada era mi madre, pues alguna tarde la encontré encima de ella dándole placer y pidiendo mi madre más tranca. ¡métemela bien cabrona hasta el fondo ¡

Acudí otro día que mi madre estaba enferma, y al espiar a la mujerona, yo creo que lo sabía. Estaba este sobre la cama toda espatarrada cuando por la puerta aparecieron el cura y el médico, esta se puso a cuatro patas y tras poner al cura debajo con una almohada bajo su cabeza le ordenó que la ordeñara, y mientras la medico le bajo los pantalones y tras mamarle  durante un buen trozo la tranca, hasta que se la pudo insertar a l estilo perro, mientras hora el cura tenia doble trabajo como le ordenaban chuparle el pepino  la mujerona y   el badajo  al médico.

Menudo trío, allí estaban aquellos pequeños mequetrefes como pequeñas marionetas jugando con aquel cuerpazo de tomo y lomo. Una vez se había ido, sentí que la doña me llamaba ven aquí Vicentito, conoce mi secreto y hazme feliz, ya tienes una buena tranca, de la cual me habla maravillas tu madre, que por cierto se muere de ganas por hacerse con ella.

Me ordenó deshacerme de mis ropas, y arrodillarme entre sus inmensas piernas, empujó mi cabeza hacia su entrepierna, descubrió su secreto, descorriendo un velo blanco dejando ver su pepitilla, que no era otra cosa, y no pequeña polla, que a medida que iba chupando aquel calabacín, este no solo tomaba dimensiones colosales, sino que destilaba un rico zumillo al que empezaba a sr adicto. ¡Qué buena estaba la cabrona¡

Le hice crecer la pollita hasta que me esta creyó que estaba en plena acción, en esas tiró de una campanilla y salió de una zona oscura desnudo el cura, el cual se puso entre las piernas de la jamona que lo sodomizó con dedos y pollita, hasta hacer gozar al curato mientras le ordenaba chuparme la polla para hacer crecer mi príapo hasta el tamaño adecuado.

Cuando este llego al tamaño en que la piel del prepucio me dolía horrores, la mujerona me pidió se la ensartara mientras le chupaba como podía las tetas, pues apenas si le llegaba a más arriba de sus buenas mamas, las cuales mostraba unos potentes pezones hambrientos de   una habido lengua como la mía, que había practicado en mamársela  a las cabras y ovejas de la casa, e igualmente me ensartaba en los chuminos de muchas de ellas, con lo que fui cogiendo experiencia en menar el culo para que mi príapo fuese una auténtica herramienta perforadora.

Cuando la mujerona me tenia en el estado que ella quería, y tras hacer que el cura le rebajase la tensión del priapillo, me pidió me la encalomase  y se metiera hasta el fondo , una vez hube apartado su densa mata de pelo  y su largos dedos que pusieron su chumino en plan para para ser follada hasta la extenuación.

Me puse en situación  y entre en ella como la jabalina en la mantequilla, así mi niño hazme tuya con esa pollita, que crece  en mi interior cual bellota que pasa a una buena zanahoria  de amplio tamaño.

Fue una dura tarde-noche donde ambos nos dimos cuanto pudimos hasta yacer juntos toda la noche en amor y compañía, lleno de leche y sexo.

Luego vinieron algunas tardes más en cuyos juego intervino también mi querida madre y su  culito, pero eso ya es otra historia

Gervasio de Silos