Follando con la masajista

Una fisioterapeuta dispuesta a aliviar mis dolores acaba follando en su propia consulta

Me llamo Fran.

Hace unos meses tuve una contractura en la espalda y me recomendaron una fisioterapeuta con consulta en Barcelona, en el barrio de Sants, en un local a pie de calle. Llamé para pedir cita y me atendió ella misma, dándome cuenta por su voz que era una chica bastante joven.

Al día siguiente, llegué a la consulta un poco antes de las 7pm y me dijo que yo era su última visita. Me percaté que, efectivamente, tendría veintipocos años. Parecía incluso más joven, casi adolescente. Pelo castaño claro, casi rubio, recogido en una coleta, iba vestida con el típico atuendo blanco de pantalón, chaquetilla de manga corta abotonada y zuecos también blancos. Medía más o menos como yo, metro setenta y pico y no destacaba ninguna parte de su cuerpo porque el atuendo era bastante holgado. Parecía, en todo caso, que estaba muy delgada.

Primero estuvimos unos diez minutos sentados en su despacho, dándole mis datos personales y me preguntó dónde tenía la molestia, si sabía cómo me la había hecho y desde cuándo la tenía. Le dije que me dolía en la espalda baja, que creía que podía ser un principio de ciática y que no sabía ni qué ni dónde ni cuándo podía haberlo causado. Me indicó dónde estaba la cabina  para tratarme y me dijo que me quitase la ropa de la parte de arriba, tumbase boca abajo y la avisase cuando estuviera listo. Así lo hice, y a los segundos entró dejando la puerta abierta porque ya no quedaba nadie más en la consulta.

Escuché que se ponía aceite en las manos y  a continuación sus manos comenzaron a masajear la zona de la espalda que me causaba dolor. Empezó suavemente y poco a poco fue incrementando la presión y, según ella, deshaciendo el cúmulo de nudos que me causaban dolor. Así estuve al menos 30 minutos durante los cuales tuve una sensación de dolor constante.

Cuando terminó con la espalda me preguntó si había notado molestias en alguno de los glúteos. Le dije que sí, justo debajo de la zona  de la espalda en la que comenzó el dolor, el glúteo izquierdo. Entonces me dijo que sería conveniente destensar los glúteos también. Me pidió que, por favor, me desabrochase los pantalones y que los bajase junto con la ropa interior un poco para poder tener acceso a los glúteos. Así, lo hice y me volví a colocar en la misma postura.

Se puso de nuevo aceite en la manos y comenzó a masajear primero el glúteo izquierdo y luego también el derecho. Recorría con sus manos de forma metódica todo el culo desde la cintura hasta justo donde acaba dicha zona, una y otra vez. Así estuvo 10-15  minutos durante los cuales comencé a dejar de sentir ese dolor intenso que había tenido durante toda la sesión de espalda. De hecho, me empezaba a gustar y notaba como de forma más o menos involuntaria mis brazos entraban en contacto con sus piernas de vez en cuando. El sobeteo constante en el culo hizo que mi polla tomase vida y acabé teniendo que moverme para poder dar acomodo a la erección. Me preguntó si me encontraba bien y, obviamente, le dije que sí.

Creo que ella debió de darse cuenta de la situación porque me decía insistentemente, relájate, déjate llevar, deja que tu cuerpo flote sobre la camilla, ... Como me lo decía con voz suave y sensual el efecto fue el contrario. Mis movimientos eran más frecuentes y en una de la ocasiones mi polla, que ya estaba en  todo su esplendor, se puso de tal forma que sobresalía  por el lado izquierdo. En uno de los recorridos, sus manos se encontraron con mi glande y en ese momento sentí un escalofrío que atravesó todo mi cuerpo. Paró el masaje y me preguntó de nuevo si me encontraba bien. Entonces saqué la cabeza del hueco de la camilla, me giré para hablar con ella y observé que se había quitado la chaquetilla abotonada y quedado en camiseta blanca de tirantes. Entendí que una sesión que dura casi una hora y en la que está ejerciendo una presión constante por una amplia zona, require de una vestimenta lo más fresca y liviana posible.

Le dije que me disculpase que no sabía lo que me había pasado y me contestó que no me preocupase, que era una reacción normal. Al estar con el pantalón y los calzoncillos bajados por debajo del culo y girarme, hubo momento en que mi polla se escapó y se puso amenazante apuntándola. Me volví a disculpar avergonzando hasta que observé que su mirada estaba clavada en mi tranca y sus ojos llenos de deseo. En ese momento, me incorporé y ya no hice nada por ocultar mi erección, comencé a palparme la polla de arriba abajo y le extendí mi brazo izquierdo para que se acercase. Así lo hizo y, cogiendo unas de sus manos, le hice sujetar mi polla. Empezó a masturbarme de forma casi tímida incrementando su ritmo paulatinamente.

Comenzamos a besarnos con mucha sonoridad, comiéndonos las bocas, entrelazando las lenguas mientras continuaba tocándome la polla. En un momento dado, le dije que me la chupase y se inclinó apoyando sus manos en la camilla a ambos lados, lanzó un salivazo y comenzó a meterse toda la verga una y otra vez. Alternaba su mamada con lametones desde los huevos hasta el glande, recorriendo con su lengua toda la superficie venosa y lilácea de mi pollón palpitante. Mientras tanto yo iba echando la cabeza hacia atrás, con constantes gemidos y poniendo mis manos en su cabeza obligándola a tragársela entera.

En un momento dado, se incorporó y comenzó a quitarse los pantalones y la camiseta. Es ahí cuando pude comprobar que estaba realmente delgada y muy fibrada. Su cuerpo era de atleta. Incluso marcaba los abdominales. Me quedé bastante impresionado. Cuando acabamos me comentó que era competidora de “fitness”.

Tenía el coño totalmente depilado  y completamente encharcado. Comencé a meterle los dedos. Era muy excitante tocar un cuerpo tan sumamente firme. No parecía tener ni un gramo de grasa.

Le dije que se sentase sobre la camilla y besándola en el cuello y boca continué masajeándole bien el coño hasta que comenzó a jadear como si fuera a correrse. Paré y me pidió que continuase, que estaba punto de tener un orgasmo. Comencé a meterle los dedos de la mano de derecha con bastante rapidez mientras ella se frotaba el clítoris y, en pocos minutos, tuvo una corrida brutal.

Yo seguía tieso como un palo y necesitaba meter la polla en ese coño lleno de flujos, así que le separé bien las piernas sujetándoselas con las manos y de un sólo golpe se la clavé entera hasta el fondo. Lanzo un gemido y me dijo, “ venga fóllame cabrón, dame duro y no pares hasta que te hayas corrido ”. Sus palabras sirvieron para, aún más si cabe, embestirla con más fuerza. No paraba de taladrarle el coño mientras se escuchaba un sonido de chapoteo que me ponía cachondísimo, y ella gritaba como si estuviera poseída y pedía que le diera más duro mientras se agarraba las piernas para facilitar mi penetración y levantaba la cabeza para ver abrirse paso a mi pollón en su babeante coño.

Me encantaba cómo estábamos follando y, en ese momento, no tenía dolor alguno.

Cuando llevábamos un buen rato follando en la misma postura, comenzó a frotarse el clítoris con su mano derecha y a emitir unos gemidos que se debían de escuchar en la calle. Dijo que quería correrse otra vez y que no se me ocurriese parar. Verla con las piernas totalmente abiertas, jadeando, machacándose el clítoris y con los ojos llenos de vicio me llevó a aumentar el ritmo de la follada con el objetivo de tratar de correrme con ella. Al poco tiempo comenzó a decir: “ me corro, me corro,.... me estoy corriendo... ah, ah, ah, ah, ... ”. Seguí bombeándola mientras se moría de placer y como a los dos minutos de su orgasmo tuve la sensación de que me iba  a correr dentro y me dio el tiempo justo para sacársela y llenarle todo el torso con una lechada abundante y espesa. Buf, había sido uno de los mejores polvos en muchos años.

Nos limpiamos bien con toallitas húmedas y comentamos lo bien que había estado y que quizás sería conveniente tener alguna sesión adicional.

Podéis mandarme vuestros comentarios y sugerencias a fnirel@yahoo.com