Follando como animales

Como mi primo pastor me enseñó que las cabras pueden dar más que leche, y que no sólo ellas dan leche.

Soy un chico andaluz de 32 años y la historia que voy a contar a continuación ocurrió cuando yo tenía 14. Por aquel entonces yo ya había descubierto mi cuerpo y tenía claras mis inclinaciones sexuales hacia los hombres.

Yo pasé mi infancia en una casa de campo ya que mi familia se dedicaba a la agricultura y la ganadería. Así que se puede decir que me crié al aire libre, un poco asalvajado, si se puede decir. Junto a nosotros vivía mi primo Andrés, dos años mayor que yo y que ayudaba a su padre en el cuidado del ganado que consistía en un rebaño de ovejas y cabras. Así, a veces mi primo se encargaba de llevar el rebaño al monte y se quedaba cuidando de él. En aquella situación yo no tenía muchos compañeros de juegos, y pese a la diferencia de edad solía jugar a menudo con él.

Aquella tarde era verano y no teníamos colegio, así que yo estaba aburrido y decidí acompañarlo a cuidar el ganado. A él no le importaba porque así le ayudaba y a la vez jugábamos y no se aburría tanto.

Así que a media tarde sacamos las ovejas y cabras del establo y emprendimos camino al monte donde solían pastar en verano, que se encuentra a unos dos kilómetros del cortijo.

Por el camino pudimos comprobar que los dos machos cabríos se encontraban en celo y no paraban de intentar montar a las cabras, comprobando previamente el estado de calentura de las mismas colocando la nariz con el labio de arriba levantado debajo de la vagina de éstas mientras orinaban para "catar" su orina y ver por ella el estado de sus hormonas, en palabras de mi primo, ver si ellas "estaban calientes".

Mi primo no paraba de hacer comentarios sobre lo putas que eran las cabras que no paraban de follar, alternativamente con uno y otro macho. A mi me llamaba la atención la polla de los machos cabríos tan larga y tan delgada cuando estaba empalmada y cómo ellos eran capaces de acertar a metérsela a las cabras "a ciegas", sin ver el agujero. Mi primo me dijo que era como si tuvieran un imán, y que rara vez se equivocaban, y que pese a estar tan cerca el chocho del culo, siempre se la metían por el chocho.

Con lo morboso de la situación y la calentura del verano yo ya me había empalmado y no paraba de cogerme los, por entonces 16cm de polla, desde el bolsillo de los pantalones. Lo mismo le pasaba a mi primo según pude intuir, porque tampoco sacaba la mano derecha del bolsillo del pantalón, acariciando su polla, que según pude comprobar más adelante era ya un poco más grande que la mía.

Cuando llegamos al monte nos sentamos a la sombra de un árbol mientras las cabras y las ovejas hacían de las suyas. Seguimos hablando del tema porque ambos estábamos salidísimos. Era una situación nueva para ambos, porque por nuestra educación y nuestra natural timidez nunca tratábamos temas sexuales, pero al parecer Andrés había decidido que aquella tarde las cosas iban a cambiar. Así, como quien no hace la cosa, de repente me dice que si a mí no me gustaría probar lo que se siente al penetrar un coño. Yo me quedé parado sin saber que decir (en realidad a mí me llamaban más la atención las pollas) a lo que él me siguió picando diciendo: "Seguro que estás harto de hacerte pajas y te encantaría meterla". Yo me puse colorado pero le dije que claro que me gustaría, a lo que él me respondió que ya lo había probado. Diciendo esto se levantó y cogió una de las cabras que se acababa de follar uno de los machos y antes el otro y se vino hacia mí. Yo estaba con los ojos muy abiertos y me sentía bastante nervioso. Entonces se me acerca y me dice que la sujete que me va a enseñar como se hace. Yo, obediente, la cogí por el cuello mientras él se abría la bragueta y metiendo la mano dentro se sacaba la polla que a mí me pareció enorme (él es no muy alto y delgado, y yo la veía casi desproporcionada), y acercándose a ella la cogió con ambas manos por el lomo y de un solo empujón se la metió hasta el fondo, con lo cual ella no pudo por menos que abrir la boca y empezar a graznar, yo no sé si de dolor o de placer, porque tampoco hacía por escaparse. Él empezó a moverse dentro entrando y saliendo, de forma que provocó que la leche de los dos machos cabríos saliera chorreándole por la polla y los huevos.

Tardó poco en correrse porque estaba muy caliente según he dicho, y dando el último pollazo se quedó extasiado y se vació dentro, mientras la cabra ponía los ojos en blanco. Hecho esto sacó su polla chorreante y haciendo un gesto con la mano mientras se limpiaba me dijo: "Te toca", y sujetándola él la puso en posición. Yo me coloqué detrás pues no era cosa de hacerse el remilgado y abriéndome la bragueta me la saqué, a lo cual él, muy atento, me dijo que tenía una buena polla. Aquello me animó, y sin dudarlo me acerqué a la cabra y la penetré otra vez sin ningún problema, ya que estaba bastante abierta y lubricada por el semen de los tres machos que la habían follado antes que yo.

Fue un placer extraño pero muy intenso, pues yo me imaginaba que quien estaba a cuatro patas era mi primo, que me estaba animando y ayudando en la tarea. Así tardé poco en correrme yo también, acabando por llenar el coño de la cabra, que rebosaba de leche. Andrés me felicitó por ello y me dijo: "¿A que es mejor que una paja?" a lo cual yo asentí mientras sacaba mi polla completamente chorreante. Yo hice ademán de limpiarme, pero mi primo me dijo que no lo hiciera, yo le dije que por qué, y él, sin responderme se agachó y tomando mi polla aún tiesa con la mano se la llevó a la boca y me hizo una mamada que aún recuerdo entre las mejores de la historia, mi iniciación no había podido ser más morbosa. Mi polla no tardó en recuperarse y me corrí pronto en su boca. Entonces él, relamiéndose, se levantó y cogiendo de nuevo su polla que estaba dura como una piedra me dijo: "Sólo quedas tú por mamar, ¿que prefieres: la teta de la cabra o mi polla?", a lo cual yo sin dudar respondí mamando su polla con fruición.

Pero él tenía otros planes para mí, y no me dio su leche en la boca, sino que yéndose hacia atrás me dijo: "Choto, si te gusta mamar también te gustará que te monte un macho", y tomando su polla lubricada por mi saliva me abrió el culo y me penetró como había hecho con la cabra. El dolor fue intenso pero al poco ya me encontraba disfrutando y no pude por menos que cogerme la polla y meneármela mientras él me follaba hasta que me ambos nos corrimos, yo por tercera y él por segunda vez.

Desde entonces no hemos parado de hacerlo, aunque últimamente con menos frecuencia, pues pese a que a él también le gusta sentir una polla en su culo, como pude comprobar después, optó por casarse, pero de vez en cuando yo le ayudo con las cabras y recordamos viejos tiempos.