Follando antes del partido

En las horas previas a un importante partido, Lucas se coge a Alejandra para estar más animado.

Sabía perfectamente que mi no novio tenía un partido muy importante mañana (partido de semis de Champions, para ser más exactos) por lo que con el dolor de mi corazón decidí no molestarlo. Son las once y media de la noche y la única forma de entretenimiento que encuentro es un aburrido programa de… no sé, algo de ventas y esas cosas. Rendida, opto por apagar todo y dirigirme a mi cuarto en el segundo piso para tomar una ducha y acostarme a dormir.

Cuando estoy saliendo del baño que hay en mi habitación escucho ruido y pasos en el piso de abajo. Me reclino contra los azulejos y sostengo mi toalla con fuerza, no se oye nada más así que procedo a sentarme en la cama para secarme el cuerpo.

Es cuando estoy inclinada con el culo apoyado en el borde cuando la puerta se abre de golpe. Me doy la vuelta, alarmada, y descubro a Lucas agitado y jadeando apoyado en el marco de la entrada. Se quita la camiseta y me deja ver sus abdominales brillantes por el sudor, lo que causa en mí una reacción de humedad inmediata.

—¿Qué haces aquí? —le pregunto confundida. Es obvio que las horas previas a un encuentro los jugadores están encerrados o entrenando.

—Descubrí algo del entrenador, lo chantajeé y me dejó venir —me contesta riendo ligeramente pero de inmediato recupera su seriedad. Avanza hasta quedar frente a mí y me percato del enorme bulto que sobresale de la delantera de su pantalón de chándal—. Necesito de ti, Ale.

No tuvo que decir más. Tiro del elástico de sus pantalones hasta que está cerca de mí y luego los bajo junto con su bóxer. Su polla me apunta, larga y gruesa, y no tardo en sujetarla y meterla a mi boca. Muevo mi mano a lo largo de su falo sin dejar de chupar y llevo la otra a mi coño, empezando a acariciar mi clítoris hinchado y húmedo.

Enreda los dedos en mi cabello y tira suavemente. Mueve la cadera empujando más adentro su polla y lamo como si se tratara de una golosina, una muy deliciosa.

—Espera… Hmm… —gime ronco y me aparta. Lo miro desde abajo mientras me muerdo el labio. Lucas tiene las mejillas encendidas, su respiración es errática y jadea más que cuando llegó. Y esos, son los efectos de una mamada mía.

Me tumbo sobre la cama y abro las piernas todo lo que puedo. Mi mano va a mi coño y empiezo a frotar con los dedos hasta introducirlos. La mirada de Lucas se ancla en mi mojada concha siento atacada por mis propios dedos y pasa la lengua por sus labios, como cuando miras deseoso algo que deseas devorar. Sin perder el tiempo, se echa sobre mí y me empieza a besar con desesperación. Su lengua se abre paso a mi boca y se roza con la mía varias veces en lo que él se coloca un condón.

Gimoteo decepcionada. —No quería que te forraras —logro decir.

Lucas apoya las manos en las partes traseras de mis rodillas, con lo que separa más mis piernas y mi concha queda a su merced, la cual es rozada tentadoramente por su deliciosa polla.

—Yo tampoco pero creo que… tengo que hacerlo hasta que compres la… —balbucea y no termina la oración cuando, de golpe, me hunde su verga entera. Grito excitada, mis dedos se hunden en el colchón y hago puños con la sábana. Empieza a bombear rápido y duro, mis tetas se mueven por las fuertes acometidas y por un momento me ciego, solo pensando en su pija invadiendo mi coño. Gimo más alto cuando lleva su dedo a mi clítoris y soba con rapidez, aumentando la ráfaga de placer que me invade. Siento el orgasmo cerca y finalizo con un escandaloso gemido mientras Lucas llena el condón. Lo hacemos de nuevo, me corro unas cuatro veces más. Lucas gime cuando se descarga en el cordón por tercera vez, sale de mi interior y se agacha para comerme las tetas. Las manosea, chupa mis pezones y los toca con los pulgares.

Se deshace de los condones usados y se acuesta a mi lado, abrazándome. Besa mi frente y me parece gracioso como se pone luego de hacer guarradas.

—¿Estas bien? —me pregunta y tardo en contestar.

—Sí… estoy bien.

—¿Segura? No lo parece.

Dudo mucho si decírselo. Bajo su mirada expectante decido hacerlo.

—Es que yo… no he terminado —confieso algo apenada. Y es cierto, la quinta vez me quedé a medias.

—¿Cómo?

—Joder, que vergüenza —Río intentando levantarme de la cama. Fallo. Lucas se coloca en la cama delante de mí, entre mis piernas abiertas y sujeta mis muslos.

—Perdóname, nena —susurra antes de bajar la cabeza y atacar mi coño. Me recorre con su lengua de abajo arriba y no tardo en empezar a gemir como hembra en celo. Succiona mi clítoris y me mete un dedo sin dejar de chupar. Muevo las caderas desesperada, buscando su lengua y él me responde separando mis labios vaginales y lamiendo entre ellos. Mis manos van a su cabeza y tiro de su cabello mientras mi cuerpo se sacude y por fin obtengo mi tan deseado clímax, derramando mi nata en su boca.

Sube hasta mi rostro para besarme y compartirme mi salado sabor.

—¿Ya está, nena?

—Ya esta —contesto.

—No sabes los ánimos que me has dado para el partido de mañana.

Río. Lo sé perfectamente.