Follando a una MILF
Después de disfrutar de la madurita en la piscina, me la llevé a casa y nos la follamos toda la tarde.
HISTORIA PARALELA EN EL TIEMPO AL RELATO “CÓMO DISFRUTARON DE MI MADRE EN LA PISCINA”
ESTA HISTORIA CUBRE EL PERÍODO DE TIEMPO COMPRENDIDO ENTRE EL MOMENTO EN EL QUE EL JOVEN SE FOLLA A MI MADRE EN UN BANCO PRÓXIMO A LA PISCINA Y EL MOMENTO EN EL QUE ELLA VUELVE A CASA
DEBIDO A QUE EL HIJO NO ESTÁ PRESENTE, LA HISTORIA LA CUENTA EL JOVEN QUE LA ACOSO SEXUALMENTE Y QUE SE LA FOLLÓ DENTRO DE LA PISCINA Y EN LOS JARDINES PRÓXIMOS
La he dejado totalmente desnuda, tumbada despatarrada en un banco situado en un rincón apartado del jardín donde me la acabo de tirar.
Me suplicó que la ayudara para que no la vieran desnuda al salir de la piscina y yo, que fui el que la quité el sostén, que impedí que se tapara las tetas y que la arranque las bragas dentro del agua, he logrado, a cambio de ayudarla, metérsela dos veces, eyaculando dentro de ella la última vez, y tengo la intención de follármela varias veces más antes de que se marche a su casa con su familia.
Camino deprisa hacia donde ella se encuentra, no quiero que alguien se aproveche en mi ausencia y se la lleve para follársela, dejándome a mí con la polla bien tiesa y sin posibilidad de mojar de nuevo.
Llevo tanto las cosas que ella ha traído (bolsa, toalla y zapatillas) como las mías.
Allí está, cabizbaja, sentada sobre el banco donde la dejé, con las piernas dobladas y las plantas de los pies sobre el banco, cubriéndose, como puede, tetas y vulva con sus piernas a las que abraza con sus brazos.
Su mirada está fija en el suelo, resignada a ser carne de cama, a objeto sexual al que se lo follen una y otra vez.
Entre los árboles, escondido entre la vegetación, un chaval de unos quince años la observa entusiasmado con la polla bien tiesa bajo su bañador.
Confío que haya visto cómo me la follaba hace un momento, cómo se bamboleaban sus tetas de forma descontrolada ante cada una de mis embestidas, cómo mi cipote entraba y salía, una y otra vez, de su vagina, cómo chillaba de placer.
Me encanta exhibir desnudas a las mujeres con las que me relaciono y que me vean cuando me las folló.
Me sitúo frente a ella, colocando lo que llevo en el banco a su lado, y despliego su toalla para que se tape.
Es entonces, cuando levanta resignada la mirada, y, sin mirarme, se levanta del banco y se acerca a la toalla.
Aprovechó para echar una larga y placentera mirada a su hermoso y deseable cuerpo desnudo, de poco más de un metro sesenta y cinco.
Tiene un cuerpo fantástico a pesar de haberme confesado que tiene 37 años, aunque pienso que tiene menos, al menos aparenta bastante menos.
Está dotada de un culo duro, erguido, redondo, respingón, bien levantado, sin un ápice de celulitis, de color moreno uniforme, casi dorado, con la marca blanca característica de no tomar el sol desnuda.
Sus tetas enormes, redondas y erguidas, de forma redondeada, semejan melones maduros, con aureolas casi negras de las que salen pezones oscuros. Las tiene morenas, aunque también aquí se aprecia la marca blanca del exceso de ropa al tomar el sol.
Sus piernas largas, fuertes, torneadas e interminables, de muslos macizos y levemente musculados, quizá excesivos para ser una mujer. Pies pequeños y hermosos, de uñas pintadas de color rojo , a juego con el bikini que llevaba y que yo la quité.
Su vulva, apenas cubierta por una fina línea de vello púbico castaño claro y recortado, deja entrever el sexo que intenta ocultar.
El vientre liso y la espalda bellamente formada culminan un cuerpo digno de actriz porno.
Y su rostro, ¡qué decir de su rostro!, redondo y simétrico. Ojos grandes y negros, ligeramente rasgados. Labios gruesos y sensuales, con dientes blancos, pequeños y simétricos.
Su cabello es espeso, castaño claro, ligeramente dorado por el sol, cae mojado en cascada hasta los hombros redondeados.
Demoro en cubrirla con la toalla el tiempo suficiente para que el mirón pueda también disfrutar viendo sus tetas, sus curvas, su culo, su todo.
La ayudo a envolverse en la toalla y aprovecho para sobarla el culo, duro y respingón. Ella ni se inmuta, acostumbrada a que la soben, a que la meta mano y polla.
Calzada con sus chanclas y con la toalla tapándola desde poco más arriba de sus tetas hasta poco más debajo de su sexo, coge sus cosas y camina delante de mí. Sigo su culo a poca distancia, deseando volver a follármelo.
Alguna mirada se cruza en su camino, unos reconociéndola como la calentorra a la que se han tirado, y otros deseando tirársela también.
En la entrada al vestuario, la sujeto por el antebrazo antes de que desaparezca dentro de la zona de las mujeres, y la volteo hacia mí.
Me mira, sin verme, y la digo:
- No me olvido lo que me has jurado y lo vas a cumplir.
No me responde y continúo:
- Tómate el tiempo que quieras que me voy a duchar. Quedamos fuera, en la entrada al recinto. Si llegas antes me esperas.
La suelto y, dándome la espalda, se mete en los vestuarios femeninos.
Es evidente que se quiere escapar, que no quiere que me la vuelva tirar, por lo que yo, en lugar de ir a ducharme a los masculinos como la he dicho, me encamino rápido, a la carrera, fuera de las instalaciones en busca de mi deportivo.
Conduciendo me acercó a la entrada y me colocó en un sitio discreto, bajo una sombra, desde donde puedo vigilar la salida de la piscina.
Por la hora que es, las tres y media de la tarde, no hay nadie en la calle.
Tomo mi móvil y llamo a Max.
- Max, soy Boris. Tengo otra hembra para ti. Una MILF de putísima madre, en la treintena. Casada y con ganas de polla.
- OK. Confío en ti. ¿Cuándo la traes?
- Estoy en la piscina municipal, esperando que salga de las duchas. En cuanto salga te la llevo.
- OK. Te espero.
- Está de puta madre, una de las mejores que te llevo, sino la mejor. Espero una buena gratificación.
- Ya veremos. Tú tráetela.
En ese momento, salé deprisa del edificio, mirando a todas partes. No se detiene, como era de esperar. No la ha dado tiempo a ducharse, se ha puesto el vestido encima y ha salido corriendo. Quiere huir, pero no lo conseguirá.
Lleva puesto un vestido Marga ligero, con tirantes y minifalda, ajustado, marcando sus curvas. Sus tetas amenazan con reventar el vestido y desbordarlo. Es evidente que no se ha puesto ni ropa interior, la muy zorra. Lo que busca es calentar la polla al personal y conmigo lo ha conseguido con creces, no ha salido precisamente de rositas.
Piso el acelerador y, mediante una rápida maniobra, me colocó al lado de ella, cerrándola el paso, y, abriendo la puerta del copiloto, la invito a entrar.
- Sube.
Aterrada, se queda paralizada, sin saber qué hacer.
- Venga, sube, no me hagas esperar.
Corre hacia la parte de atrás del coche, pero yo, que me lo esperaba, salgo deprisa, llegando antes de que alcance el final de vehículo y escape.
La detengo y la empujo hacia la puerta del deportivo.
- ¿A dónde te crees que vas? Venga, sube.
- No, por favor, no.
Pero no importa lo que diga, la empujo para meterla en el coche y, en el forcejeo, la levanto el vestido por debajo, mostrándome su culo y su sexo.
También pierde las sandalias, quedándose descalza.
Logro meterla en el asiento del copiloto y cierro la puerta, bloqueándola con el mando a distancia para que no escape.
Deprisa, sin ver a nadie que nos pueda haber observado, pateo sus sandalias debajo de un coche aparcado para esconderlas.
Abro con el mando la puerta del piloto y entro, sentándome al volante.
Intenta ella, chillando, abrir la puerta del copiloto y salir, pero agarrándola, lo impido, cerrando las puertas a continuación.
Sin dejar que reaccione, acelero el coche y, atronando, salgo en un momento de las instalaciones, dejándolas atrás.
Chilla asustada, al chocar violentamente con la puerta y, olvidando proteger su virtud para proteger su vida, se coloca como puede el cinturón de seguridad, mientras recorremos las calles vacías a casi doscientos kilómetros por hora.
Me río a carcajadas como si fuera un loco, mientras por el rabillo del ojo la veo chillar presa de pánico, mientras se agarra fuertemente donde puede ante los giros violentos que imprimo al deportivo.
Intentando impedir que su cuerpo baile como un pelele, chocando erráticamente contra el interior del coche, pone en tensión todos los músculos de su cuerpo.
Su pecho amenaza con reventar el vestido y sus hermosas piernas desnudas muestran unos músculos en tensión al apoyar las puntas de los dedos de los pies sobre la parte delantera del coche.
Su falda se le ha plegado casi a la altura del ombligo, dejando al descubierto toda su entrepierna.
Apartando mi vista de la calzada, la fijo en su coño, deleitándome y babeando de gusto.
La oigo chillar aterrada y, de un vistazo hacia la calzada, veo un utilitario que se cruza en el camino. Doy un violento volantazo y no le golpeó de milagro, pero el vestido de ella ha reventado por el pecho, saltando varios botones, abriéndose y liberándola las tetazas.
Con la adrenalina a tope, pongo de nuevo el deportivo a cien, a doscientos.
Sus melones se bambolean violentamente por todo el coche, ante los chillidos histéricos de su dueña.
Chilla suplicándome, llorando:
- ¡Por favor, por favor, para, para, haré todo lo que quieras, todo, todo!
Aminoro la velocidad y aparco. Ya hemos llegado a la casa de Max, pero ella no lo sabe.
Hay dos chavales de unos catorce o quince años sentados en un banco fumando un porro. Su atención se concentra en mi deportivo.
Estiro mi mano derecha y la toco una teta, está caliente y suave al tacto, pero consistente debajo. Se la sobo.
Ella llorando, no se opone a mis caricias, y la digo:
- Cierra los ojos hasta que te diga que los abras y disfruta.
Y mi mano baja de su teta a su coño, empezando a acariciarlo, a sobarlo, cada vez con más insistencia. La quiero masturbar, que se corra.
Ella, quieta, se deja hacer. Llora, gruesos lagrimones fluyen por sus mejillas y caen sobre sus tetazas húmedas.
Los chavales nos miran con insistencia. Se han dado cuenta que ella tienen los pechos descubiertos y que la estoy metiendo mano.
Cojo de la guantera del coche una cinta de tela roja, que utilicé en otra ocasión con otra madurita calentorra, la tapo con ella los ojos.
- Tranquila, no quiero que me hagas trampa. Relájate y disfruta.
Mi mano vuelve a su entrepierna, acariciándola nuevamente, sobándoselo.
Mi otra mano desabrocha uno a uno los pocos botones que quedan de su vestido, abriéndoselo completamente, y la susurro al oído.
- Estás muy buena. Te voy a follar.
Para continuar, después de una breve parada, susurrándola.
- No te cortes. Quiero oír cómo te corres.
Y, mirando a los dos chavales, les digo con la mano que se acerquen.
Cautelosos al principio, se acercan.
Pongo el dedo índice de mi mano izquierda sobre mis labios, indicándoles que se callen, que no hagan ruido.
Me obedecen y, acercándose a la ventanilla del copiloto, la ven las tetas y cómo la estoy masturbando.
Poco a poco, la mujer empieza a jadear, a hacerse su respiración más profunda, a subir y bajar sus tetazas, a gemir, a moverse excitada en el asiento, mordisqueándose los labios mojados, incluso a chillar.
Exclama excitada entre gemidos entrecortados:
- ¡Fóllame, fóllame, por favor, fóllame!
A punto de correrse, dejo de masturbarla y la susurro:
- No te muevas. Salgo por mi puerta y entro por la tuya para metértela, para follarte mejor.
Abro la puerta del piloto y salgo, sin cerrarla, acercándome por la parte delantera del coche, sin dejar de observarla.
Veo al viejo Max que se aproxima a nosotros y, mediante un gesto, le digo que observe sin hacer ruido.
Los chavales, excitados y con un buen bulto en el pantalón, me dejan que abra la puerta y me incliné, bajando el respaldo del asiento del copiloto, y a ella con él.
La susurro al oído:
- Ábrete bien de piernas que te voy a follar.
Y eso hace, asustada pero completamente excitada sexualmente, se abre de piernas, respirando profundamente, dejando expuesto su coño bien abierto a nuestras babeantes miradas.
Sus manos crispadas se agarran con fuerza a los bordes del asiento.
Abro la puerta de atrás del coche para que todos podamos verla mejor.
Poniendo mi mano sobre la cabeza de uno de los chavales la empujo un poco hacia abajo para que entre en el deportivo y, moviendo mi lengua, le indico lo que espero que haga.
El chaval, asintiendo, se agacha, metiendo la mitad superior de su cuerpo dentro del coche.
La levanta la pierna derecha y se la coloca sobre su espalda, tumbándose prácticamente sobre el asiento, de forma que su boca esté a la altura del coño expuesto de la mujer.
Poniendo una de sus manos sobre los muslos de ella y la otra en sus nalgas, empieza con un lametazo en su vulva que hace que la mujer dé un respingo de placer. Un lametazo es acompañado por otro y otro y otro.
Se nota que el chaval no es la primera vez que come el coño a una mujer. Unas veces utiliza toda la lengua recorriendo toda la vulva, otros solo la punta concentrándose en el clítoris, e incluso utiliza los labios para besar y coger los labios de la vulva y el clítoris.
La veo agitarse de placer. Se muerde los labios y su lengua recorre sus labios, mojándolos, adquiriendo su rostro un color rojizo.
Caliente como está, ella enseguida se corre, chillando a pleno pulmón, mientras agarra con fuerza el pelo al muchacho que la come el sexo.
Hago levantar al chaval y el otro pasa a ocupar su lugar entre las piernas de ella, pero ahora no quiero que la coma el coño, quiero que se la tire.
Se quita en un momento el pantalón y el calzón dejándonos contemplar orgulloso una verga erecta que bien que envidiarían la mayoría de los adultos.
Entra dentro del coche y se sitúa entre las piernas de la mujer, levantándolas, para, levantándola las piernas, poco a poco, ayudado por su mano derecha, ir metiéndola su verga por el coño.
Al notar que la están penetrando, deja ella escapar un fuerte suspiro.
Poco a poco el chaval empieza a bombear, despacio al principio, aumentando cada vez más el ritmo y la profundidad del folleteo.
La escucho jadear, gemir y chillar ante el silencio del chaval que se la está tirando.
Sus tetazas se bambolean descontroladas ante las embestidas.
No pasa más de dos minutos cuando el chaval se detiene. Ya ha descargado.
La saca goteando esperma y, antes de ponerse de pies, la da un lametón en el pezón izquierdo de ella que chilla excitada.
Sin dejar de mirarla, sale del coche.
Está hermosísima, con un cuerpo precioso y deseable, con su vestido abierto de par en par por delante, enseñando todo.
El chaval se pone la ropa, pero antes de que acabe de hacerlo, todavía con la polla fuera, quito la cinta que cubre los ojos de ella y la digo que los abra.
Los abre, despacio, sin enfocar al principio, pero, conforme se va aclarando su visión, se da cuenta que no solo soy yo el que está observándola, sino que hay también otros dos chicos, uno con la polla todavía tiesa después de habérsela follado, y un hombre maduro, que la miran excitados y expectantes.
Chilla avergonzada, intentando taparse con sus manos sus tetas y su sexo húmedo, mientras se gira, dándonos la espalda, y enseñándonos ahora sus nalgas redondas, respingonas y macizas.
El chaval que la ha comido el coño, me pregunta ansioso, mientas empieza a desabrocharse el pantalón:
- ¿Me la puedo follar por el culo?
Exclama ella con voz aguda, como si fuera el maullido de una gata en celo:
- ¡Nooooooo!
Es entonces cuando el viejo Max, que había estado todo el tiempo callado observando, dice:
- Ya has oído a la señorita. No le parece correcto que la des por culo.
Y se dirige a ella, diciéndola con voz melosa:
- ¿Por qué es una señorita?, ¿no?
Como ella no responde, la interroga nuevamente:
- ¿Cómo has dicho que te llamas?
Al no responder, soy yo, Boris, el que responde en su lugar:
- Marga. Es mi novia.
Max, como todos, no deja de mirarla el culo, mientras su polla crece y crece dentro del pantalón pirata que lleva, y la dice:
- Mi amigo Boris tiene muy buen gusto.
Como no responde, la sugiere más que pregunta:
- ¿La importaría acompañarme a mi casa y así se puede lavar y arreglar antes de volver a la suya?
Como no responde, la doy un fuerte azote en el culo, al que contesta con un chillido de dolor, y la exijo qué responda.
- Es mucho mejor que respondas a mi amigo Max si quieres que volvamos pronto y sin problemas a casa.
La escucho que suplica, ahogando sus sollozos.
- Por favor, déjenme marcharme. No diré nada.
Max la responde zalamero:
- No te preocupes, hijita, que no te va a pasar nada, pero no puedes ir así por ahí. En ese estado y prácticamente desnuda te tomarán por una prostituta y te violaran en cualquier callejón. En mi casa puedes asearte y arreglarte, ducharte si quieres, y luego tu novio te llevara a casa.
Pero ella, terca, replica suplicando:
- Por favor, déjenme marchar. No diré nada.
Max intenta convencerla:
- No podemos dejarte ir así, con el vestido totalmente abierto por delante, enseñando las tetas y el chichi. No llegarías nunca a tu casa, te violarían por todos tus agujeros, te secuestrarían para utilizarte como puta en cualquier antro de carretera e incluso te torturarían y asesinarían. ¿No lo entiendes?
La escucho ahogar un sollozo, no responde, se lo piensa y nos responde con voz entrecortada:
- Me juráis que no me haréis nada, que me dejareis que me arregle en tu casa y luego me dejareis marchar.
Sonriendo, Max la responde:
- Por supuesto, que sí, mi niñita, no te preocupes, pero no solo eso, sino que te acercaremos a tu casa para que no te ocurras nada malo.
- ¿Vives aquí cerca?
Pregunta ella más tranquila y Max la responde beatíficamente:
- Aquí mismo, en esta casa que tienes al lado tuyo, pero tienes que salir del coche y acompañarnos.
Sin volverse hacia nosotros, echa ella el brazo hacia atrás, intentando coger el vestido que descansa sobre el asiento.
Al no echar la mirada hacia atrás, no lo coge, por lo que Max se lo da en la mano, cogiéndolo ella y tapándose el culo, aunque no logra impedir que el viejo de pasada la acaricie las nalgas.
Poco a poco se va girando, intentando taparse como puede, dejándonos a nuestra vista sus tetazas y su entrepierna para cubrírselo a continuación.
Sin mirarnos, se sienta en el asiento, cogiendo con sus manos su vestido abierto, y se mueve hacia delante, arrastrando su culo y su vulva por el asiento hacia la puerta, dejando el vestido atrás, y descubriendo otra vez sus tetazas y su entrepierna.
Su vestido se engancha en un saliente del coche y se rasga varios centímetros por detrás.
Se detiene aterrada al escucharlo, mirando hacia atrás, y, estira la mano que sujetaba la parte frontal de su vestido, dejando al descubierto una de sus tetas, para soltar la parte enganchada del vestido.
Continúa arrastrándose hasta que llega al borde del asiento, colgando sus piernas, y, al no poder cubrirse con el vestido, lo hace con una mano que coloca sobre su sexo, mientras que la otra mano toma su bolso de playa y se lo coloca en el regazo cubriéndose sexo y tetas.
Va a descender descalza del coche, y Max, al verlo, la pregunta:
- ¿Dónde tienes los zapatos? ¿No has traído nada?
Soy yo el que responde irónico:
- Llevaba sandalias, pero las ha perdido antes de venir aquí, lo mismo que sus bragas, su sostén y su virginidad.
Los dos chavales se ríen pero Max, sonriendo solamente, la dice:
- No importa. Te llevo yo.
Y se agacha, pasando uno de sus brazos por debajo de las piernas de ella y el otro por debajo del vestido, por su espalda desnuda, y la levanta del asiento, sacándola del coche.
Ella no opone resistencia pero su bolso se cae al suelo, y ella chilla asustada:
- ¡Mi bolso, mi bolso!
- No te preocupes que Boris te lo coge y te lleva con nosotros a casa.
La tranquiliza Max.
- No va a ser lo único que pierdas hoy.
La amenazo yo.
Antes de coger el bolso del suelo, yo, desde detrás de ella, agarro lo que queda de su vestido y, a tirones, lo desgarro de arriba abajo, dividiéndolo casi en dos partes, y se lo arranco, dejándola totalmente desnuda en los brazos de Max.
La oigo chillar desconsolada:
- ¡Noooooooo!
Pero reacciona tarde y cuando lo hace ya está completamente desnuda ante el regocijo y placer de todos los presentes.
Las vergas de nosotros cuatro pugnan por reventar los pantalones que todavía los soportan.
- No te preocupes. Estaba roto y no podías presentarte así en tu casa. Te daré otro y unas sandalias nuevas.
La intenta tranquilizar Max, echando a andar con su preciosa carga hacia la puerta de su casa, y yo, colocándome a su lado, no dejo de mirar el coño, el culo y los muslos de una Marga, que se agarra al cuello del viejo. Me encanta mirar así a las mujeres desnudas, cuando las llevan en brazos y, si pudiera, a esta me la follaba ahora mismo, en los brazos del viejo.
Llegamos a la puerta y yo, adelantándome, abro la puerta y paso el primero, seguido de Max, que ordena a los dos chavales:
- Vosotros dos, os quedáis aquí para cuando os necesite.
Le obedecen, desilusionados de no poder volver a follarse a Marga, al menos de momento.
Voy por el pasillo detrás de Max y de su erótica carga.
Pasamos un salón y entramos en un dormitorio.
La escucho gemir, suplicando en voz baja:
- ¡No, por favor, no!
Me río en voz baja, con la polla bien tiesa, imaginándome lo que la va a pasar
El dormitorio es cuadrado de unos 5 metros de lado, pintado de blanco y tiene una decoración con varios cuadros y adornos en las paredes, una enorme cama de unos dos por dos metros y una silla.
Una puerta abierta nos permite ver el cuarto de baño y otra lleva a un jardín.
Max la coloca de pie en el suelo frente a la puerta del baño y la dice:
- Aquí está el cuarto de baño. Tiene agua caliente, gel y champú. Puedes ir ahora a ducharte y a arreglarte. La toalla es limpia y recién puesta para que te seques después de ducharte.
Ella, titubeante, sin saber exactamente qué hacer, obedece lo que la han dicho y se encamina hacia el baño, lo que aprovecha Max para acariciarla el culo y darla un pequeño azotito.
No sé si lo hizo sin querer pero el balanceo que da a sus caderas y a sus glúteos hizo que nos fijáramos los dos en su culo macizo.
Antes de cerrar la puerta se gira, mirándonos a lo que Max la dijo tranquilizador:
- Entra, mi niñita, no tengas miedo. Tómate el tiempo que quieras, que no hay nada de prisa.
Sin decir nada, la mujer entra, cerrando la puerta a sus espaldas.
Max se acerca a un aparato de música y lo pone en marcha, llenando la habitación de una ligera música de fondo. Su objetivo es que ella no nos oiga lo que hablamos y para que nadie pueda escuchar desde fuera lo que ocurre dentro de la casa.
Me toma el bolso de ella que he traído y me indica en voz baja con voz autoritaria:
- Vigila por si sale.
Entra al salón y vacía el contenido del bolso sobre el sofá.
Le interesan la cartera y las llaves de la mujer.
Yo me fijo además en las bragas y sostén de la mujer, que no le ha dado tiempo a ponerse en el vestuario.
No lleva en la cartera ninguna tarjeta, solo unos 20 euros y el Documento de Identidad que lo observa y me dice sin mirarme:
- 37 años como te dijo.
Y saca con su móvil una foto al documento. Quiere conocer donde vive para entrar a robar y para follársela cada vez que lo desee.
Me da las llaves y me dice:
- Dáselo a los chicos para que me hagan una copia ya. Cuando la tengan que esperen fuera a que les llame.
Las cojo y voy rápido hasta la puerta de la calle, donde los dos chavales se acercan y las cogen, volando con ellas siguiendo las instrucciones del jefe.
Ha vuelto a colocar todo dentro del bolso y me espera apoyado en el marco de la puerta, preguntándome al verme:
- Dices que estuviste con ella en la piscina municipal, ¿verdad? Y que te vieron con ella y que os reconocerían, ¿no?
- Si, así es. No pude evitarlo.
Un gesto de reprobación se marca en su rostro.
Uno de los negocios oscuros a los que se dedica Max es a proporcionar mujeres a prostíbulos, en muchos casos secuestrándolas y metiéndolas a putas por la fuerza.
Si me han visto con ella, pueden llegar a él, por lo que el negocio no ha sido tan redondo como quiere, como queremos todos, todos menos la mujer que se libra por los pelos del coño de no ejercer de puta, al menos en un prostíbulo a jornada completa.
Me indica autoritario:
- Prepárate que tú eres el primero y lo quiero suave, que coopere, que podamos utilizar la grabación por haber puesto los cuernos al marido.
Otro de los negocios del viejo es el de la pornografía, graba a mujeres follando, luego vende el material y, si es posible, también chantajea a la víctima e incluso a la familia. Normalmente las graba sin el consentimiento de ellas y muchas veces se las folla también sin su consentimiento.
Tiene cámaras camufladas por todas las habitaciones de la casa. Ahora debe estar grabando a la mujer mientras se ducha desnuda y en el dormitorio tiene varias cámaras para no perderse ningún detalle.
Se mete en una habitación próxima al dormitorio y cierra la puerta por dentro, posiblemente sea el centro de mando donde controla y ve todas las cámaras.
Antes de que salga la mujer vuelvo al bolso de ella y saco las bragas y el sostén, pero los 20 euros han volado. El muy cabrón se ha adelantado.
Siempre que puedo me quedo con la ropa interior de las mujeres a las que me tiro, y esta no es ninguna excepción. Lástima que haga calor y no lleve medias y liguero, que también me ponen un mogollón y me las suelo quedar.
En su cartera veo una foto. Es de su familia y es bastante reciente. Ahí está la mamá calientapollas, el cornudo de su marido y el hijo que seguramente también desea volver meterse en el coño de su madre pero con la polla por delante.
Al hijo lo he visto antes, pero ¡coño, pero si es el chaval que pillé con la polla tiesa viendo a Marga desnuda! ¡el que seguramente nos pilló follando! ¡el muy hijo puta disfrutó viendo cómo me tiraba a su madre! Seguro que vio todo desde el principio, desde que la metí mano en la toalla hasta que la rapté a la salida de la piscina. Me aprovecharé que desea ver cómo se follan a su madre para que me ayude en mis propósitos de tirármela cada vez que quiera y de ganar dinero cada vez que se la tiren.
Miro también su Documento de Identidad memorizando su nombre y dirección. Me gusta conocer detalles de las mujeres a las que me tiro y que merece la pena volverse a follar.
El agua de la ducha ha parado de salir, por lo que me quito rápido toda la ropa y la dejo sobre una silla del salón esperando a que salga.
Cojo su bolso y lo dejo sobre la silla del dormitorio.
Esperó unos pocos minutos a que abra la puerta. Como la puerta se abre hacia afuera, tengo la intención de esconderme detrás de ella.
Cuando Marga abre la puerta, se queda quieta, en silencio, sin atreverse a salir, pero al ver su bolso, sale tímidamente del baño, echando una ojeada para ver si hay alguien más en la habitación, pero al no ver a nadie, se encamina hacia el bolso, dándome la espalda.
Está envuelta con la toalla rosa del baño que la cubre desde poco más arriba de las tetas hasta poco más debajo de la entrepierna.
Mi polla se vuelve a disparar hacia arriba, anhelando volver a tirármela.
Me acerco sigiloso, dudando si meterla mano por debajo de la toalla, o directamente a las tetas por encima de ella, o simplemente quitársela para verla desnuda.
Me decanto por la última opción para que disfruten todos mis sentidos y observo donde se sujeta la toalla: casi debajo de su axila izquierda.
En rápido movimiento la suelto la toalla y se la quito, dejándola nuevamente completamente desnuda.
Chilla sorprendida como una gatita a la que has pillado comiéndose un dulce y se vuelve rápido hacia mí, sin dejar que disfrute de su culo macizo pero exhibiendo sus apetitosos melones y su jugoso sexo.
Se abalanza hacia mí intentando coger la toalla que tengo en mi mano, pero la mantengo alejada de ella, estirando el brazo, sin dejar de mirarla las tetas y de sujetarla fuertemente los duros glúteos, atrayéndola hacia mí.
Saltando ansiosa para cogerla, golpea con sus senos en mi pecho una y otra vez y mi verga tiesa se restriega por su vientre.
La aprieto fuertemente contra mi cuerpo y mi cipote tieso y duro contra su vientre, haciendo que deje de saltar.
Arrojo la toalla a la cabecera de la cama y Marga, siguiendo su trayectoria con la cabeza, amaga girarse pero mis manos, ahora libres, la sujetan fuertemente contra sus macizas nalgas, incrustando mi polla inhiesta contra su vientre.
Sorprendida me mira a los ojos y me ronronea como una gatita en celo, mientras mi mano se introduce por detrás entre sus piernas, sobándola el sexo húmedo:
- Por favor, nos van a pillar.
Noto por todos los poros de mi piel su excitación sexual y la susurro al oído:
- Le he dicho que eres mi novia y que vamos a follar. Nadie nos va a molestar.
La escucho jadear de excitación y, sujetándola por los glúteos, la levanto del suelo.
Se abre de piernas y las cruza sobre mi cintura.
Con la ayuda de mi mano, dirijo mi cipote duro y erecto a su sexo y se lo introduzco, escuchándola ahogar un gritito de placer.
- No te reprimas, nadie nos escucha, nadie nos detiene.
La susurro al oído.
Se desata, gime y jadea, chillando entre suspiros.
- ¡Ay, dios, dios mío! ¡Aaaaaaah!
Se agarra a mi cuello, juntando nuestras cabezas, mientras yo, ayudado por mis brazos, voy poco a poco metiendo y sacando mi verga, metiendo y sacando, metiendo y sacando.
Me besa en la boca apasionadamente, lo mantengo comiéndome su boca, nuestras lenguas y nuestros fluidos corporales se cruzan.
Tiene un hambre devoradora de hombres, de pollas bien duras, que se la metan, que se la follen bien follada, y esta es su ocasión para que la sacien, para que enfríen su fuego interior, para que rebosen su chocho de esperma.
Se deja llevar y, sin sacársela, la tumbo bocarriba sobre la cama y yo sobre ella, apoyado en mis brazos, continúo moviendo mis glúteos y caderas, metiendo y sacando mi verga en su coño, una y otra vez.
Pero deseo ver cómo se mueven sus tetas en cada embestida, que cara de vicio pone, así que me levanto de la cama, sacándosela, y, sujetándola por los tobillos, tiro de ella y coloco su culo al borde de la cama, así como sus piernas sobre mi pecho.
Ahí está su vulva, húmeda, con los labios abiertos de par en par, mostrándome el acceso a su vagina lubricada, y, apoyando mi pierna derecha doblada sobre la cama, cojo mi pene erguido y se lo meto en la vagina jugosa, entrando fácilmente.
Noto su calor húmedo, abrasador, y, sujetando sus piernas apuntando hacia el techo sobre mi pecho, comienzo nuevamente a balancearme adelante y atrás, adelante y atrás, ayudado por mis piernas, por el balanceo de mis glúteos y caderas.
Con los brazos extendidos sobre la cama por encima de su cabeza se resaltan todavía más sus enormes tetazas, que se bambolean incontroladas por mis embestidas.
Su rostro denota vicio, el placer sensual que la embarga.
Mantienen los ojos semicerrados, entornados, mientras mordisquea sus labios húmedos y brillantes y la punta de su lengua sonrosada los recorre.
Jadea y gime en cada embestida, cada vez que mi polla erecta se desliza dentro y resbala juguetona, recorriendo la entrada palpitante a su vagina.
Ante ese baile de tetas me corro sin poder evitarlo, a pesar de que reduzco el ritmo del folleteo.
Me mira expectante mientras disfruto del momento y, una vez la desmonto, la veo insatisfecha, no se ha corrido, por lo que me agacho, metiendo mi cabeza entre sus piernas y comienzo a comerla el coño.
A base de lengüetazos noto como palpita su sexo, su vientre, sus piernas, y la escucho chillar de placer mientras se corre lanzando con fuerza explosiva un chorro de fluidos desde su vagina a mi rostro, haciendo que trague a mi pesar una parte.
Un intenso sabor a pescado invade la habitación y un regusto a salado queda en mi boca.
Escupiendo lo que puedo me incorporo y me dejo caer en la cama al lado de ella, besándola en la boca y acariciándola las tetas.
- ¿Te ha gustado?
La interrogo, deseando que se confiese para chantajearla mejor.
Al no responder, vuelvo a preguntarla.
- ¿Has disfrutado del polvo que te he echado?
Sigue sin responder, por lo que la amenazo.
- Si no has gozado, haré que entren los chavales para darte placer.
- No, por favor, que no entren.
Responde asustada, y continúa:
- He disfrutado mucho.
- ¿Más que en la piscina o que en el jardín o que en el coche?
- He disfrutado todas las veces.
Para el que escuche la conversación ha quedado evidente que han sido cuatro los lugares donde ha follado.
- ¿Es la primera vez que pones los cuernos a tu marido?
No responde, y hace pucheros para no llorar.
- No te hagas la virgen violada, que se notaba que buscabas polla en la piscina.
Continúo más agresivo:
- ¿No llevabas un bikini minúsculo que apenas cubría tus pezones y tu coño? ¿No se trasparentaba al mojarse mostrando todo, como si fuera un escaparate para que todos pudieran ver y comprar? Era evidente para todos que buscabas que te metieran la polla hasta el fondo.
- No me compré el bañador este año. Quizá engordé y me estuviera pequeño. Pero solo buscaba alguien con quien hablar. No estar sola.
- ¿Solo con quién hablar? No me das ninguna pena, pues no pusiste muchos inconvenientes cuando te sobé el culo y las tetas, cuando te comí los pezones, cuando te metí mano entre las piernas, cuando te dejé desnuda en el agua y te folle delante de todos. Eres una hipócrita que se cree una víctima del deseo de los hombres, cuando realmente eres una exhibicionista, una calientapollas, y lo que buscas es que cualquiera te la meta por todos tus agujeros, eres una cualquiera, una puta calentorra deseosa de sexo.
Se queda callada y yo continuo:
- Si estás sola es porque quieres. Siempre habrá alguien que quiera estar entre tus piernas, follándote, haciéndote, como tú dices, compañía.
Me río durante unos segundos para, más sosegado, volverla a preguntar:
- No me creo que nunca hayas puesto los cuernos a tu marido. Dime, además de tu maridito, ¿nunca te han follado, nunca te han metido mano?
Se queda callada, y yo la presiono para que me responda.
- Tanto si no me respondes como si me mientes, no seré yo el único que te folle. Y no voy a esperar toda la tarde tu respuesta.
Ahora si me responde, en voz baja.
- Sí. Sí que lo han hecho, pero nunca he sido infiel a mi marido, ya que siempre ha sido en contra de mi voluntad.
¡Coño, aquí hay algo interesante!
Se calla y la apremio para que continúe, para que me proporcione más detalles.
- Entonces ¿te violaron? ¿lo sabe tu marido?
- Nunca he contado nada de esto a mi marido y, si se ha enterado, nunca lo hemos hablado.
- Dime, ¿Cómo fue? ¿Dónde? ¿Quién?
- Ha sido más de una vez y no siempre el mismo hombre. Incluso alguna mujer se ha sobrepasado conmigo.
- No querías hablar, pues cuéntame cómo fueron.
- Una vez fue en la calle, iba con mi hijo de pocos años y una ráfaga de viento levantó mi falda. Un hombre, con la excusa de querer ayudarme, me metió mano entre las piernas y me sobó los pechos. Quiso arrastrarme hacia un portal para violarme pero el portero de la finca lo impidió.
Hizo una pausa y continuó contándome.
- Otra vez fui a ver a una amiga mayor que yo. Su hijo que no debía tener ni veinte años, aprovechando un descuido de su madre, me bajó las bragas y me masturbó. Luego cuando fui a coger mi abrigo para marcharme me tiró sobre la cama de sus padres y, si no me violó, fue porque su madre llegó antes. La pobre mujer no se dio cuenta de nada y yo, por no hacerla daño, me callé lo de su hijo.
Se calla y yo aprovecho para decirla:
- No me has contado ninguna historia en la que te la metieran hasta el fondo, que te follaran.
Se lo piensa un momento y continúa:
- Era verano y volvía con mi hijo que era muy pequeño de visitar a una conocida que vivía no muy lejos del apartamento donde vivíamos. Pasamos por una zona de copas, y en una calle estrecha llena de gente, noté como me levantaban la falda y me tocaban el culo. Los tocamientos fueron a más y me arrancaron toda la ropa, sin dejar de sobarme todo el cuerpo. Me pusieron sobre los hombros de un hombre y me llevaron en volandas hasta una playa próxima donde me violaron muchas veces. Perdí la conciencia y me desperté en el hospital.
- Aquí tu marido sí que se enteró que te habían violado.
- Sí, por supuesto. La policía cogió a dos o tres de los que me habían violado, pero fueron más los que lo hicieron.
En ese momento se abre la puerta y aparecen, totalmente desnudos, los dos chavales que la disfrutaron en el coche.
Marga chilla atónita y se cruza, vergonzosa, de piernas, cubriéndose la entrepierna a los ojos de ellos.
Se acercan cautelosos y espectacularmente empalmados, sonriéndome cómplices, y uno de ellos me dice:
- Venimos a follarnos a tu novia.
Es cosa del viejo, que necesita más material para vender.
Me levanto y, apartándome de la cama, les digo también sonriendo:
- OK. Todo vuestra.
Ella me mira atónita, y exclama asustada:
- ¿Cómo? ¡No, no! ¡Eso sí que no!
Y rápidamente se gira y gatea a cuatro patas por la cama hacia la toalla que está en la cabecera.
Mis ojos se disparan hacia sus glúteos, como los mueve gateando, y hacia su vulva, jugosa como un higo maduro.
Pero no soy el único, los dos chavales permanecen sin moverse contemplando fascinados ese par de maravillosas nalgas en movimiento.
Al llegar a la cabecera de la cama toma la toalla y, girándose hacia los chicos, se sienta y se tapa con ella las tetas y el sexo.
- ¡Guau, tía, vaya culo! ¡Me lo pido!
Exclama excitado el chaval de la polla más gorda.
Nos reímos los tres, pero ella permanece en silencio con la cara colorada y expresión asustada.
El chico de la polla gorda es el que se la folló antes en el coche.
- ¿Cuál quieres que te folle el primero?
La pregunta el otro chaval.
Ante el silencio de ella, la vuelve a preguntar:
- ¿Quieres que sea yo el primero?
- Venga, chavales, sed amables y educados. Lo primero que tenéis que hacer es presentaos a la señorita. ¿Cómo os llamáis?
Les digo yo, animado.
- Yo me llamo Nino y éste es Iván.
Se presenta el de la polla gorda.
- Ahora que nos hemos presentado, dinos ¿quién quieres que te la meta el primero? ¿Nino o Iván?
La vuelve a interrogar.
Ella sale de su silencio, suplicando:
- Por favor, dejadme. Tengo edad para ser vuestra madre. ¿Os gustaría follaros a vuestras madres?
- Si fueras nuestra madre, ya estarías más que follada y requetefollada.
La responde Nino, continuando:
- Como no respondes, yo voy a follarte el primero.
Y se sube a la cama, caminando despacio a cuatro patas hacia ella, que emite asustada chillidos y levanta la pierna derecha, colocando su pie sobre la cabeza del chico, haciendo que se detenga en su avance.
- Por favor, no.
Ruega nuevamente ella, tan poco convincente, que parece un sí.
Se nota que está sexualmente excitada y desea ser nuevamente follada.
Nino, moviendo la cabeza, la da un largo lametón en la planta del pie, produciéndola cosquillas y que suelte una risita, haciendo además que lo retire un poco, por lo que el chaval aprovecha para meterse rápido entre sus piernas y comience a lamerla los muslos por dentro, subiendo poco a poco hacia su entrepierna, ante la agitación de Marga que, chillando, intenta, sin conseguirlo, cerrarse de piernas y aprieta la toalla sobre su sexo para intentar impedir que se lo coma.
Pero los lametazos la dan tanto placer que, le sujeta con una mano la cabeza para que se detenga, pero al no conseguirlo, suelta la toalla y pone también su otra mano sobre la cabeza del chaval, lo que aprovecha Nino para retirarla la toalla y lamerla directamente la vulva.
Chilla completamente excitada, intentando recular huyendo, pero su espalda tropieza con la cabecera de la cama, deslizándose hasta quedar totalmente tumbada bocarriba con el chaval encima.
El muchacho deja de comerla el coño y sube su boca a las tetas de Marga, y comienza a lamerlas, especialmente los pezones, enormes, que se hinchan todavía más y se ponen pétreos, adquiriendo un color rojo casi negro.
Una de las manos de Nino va a la vulva de la mujer, sobándola y metiéndola mano, mientras que la otro la soba las tetas y la sujeta para que no se mueva y poder magrearla a gusto.
Ella se agita, chillando enardecida, agitando sus manos, pero no hace nada por impedir que se la beneficie.
Nino poco a poco, sobando y lamiendo, se coloca entre las piernas de ella con la polla tiesa empujando para entrar dentro de la vagina.
No le cuesta entrar, lo hace fácilmente, y ella, al sentirse nuevamente penetrada, resopla, jadea y chilla con la cara roja como un tomate.
Sujetándola por las muñecas, la inmoviliza y, moviendo el culo y las caderas, empieza a follársela con fuerza.
La cama se mueve frenéticamente, chocando contra la pared, una y otra vez, y encima el muchacho cabalgando a la sobreexcitada calentorra.
En medio de tanto traqueteo y meneo, se voltean, quedando ella arriba y él abajo, pero, la sujeta para que no escape, atrayéndola, y ella, en lugar de intentar marcharse, se vuelve a introducir con su mano la verga en su vagina, y es ahora la que cabalga furiosamente encima del muchacho, que la sujeta por la cadera y por las nalgas mientras follan jadeando, resoplando y chillando.
Los glúteos de ella se agitan y contraen en cada salto, dejándonos ver cómo aparece y desaparece el enorme cipote dentro de su coño.
Un azote tras otro fustiga sus glúteos, poniéndolos cada vez más colorados, y excitando cada vez más a todos.
Sus nalgas abiertas y separadas permiten que veamos hipnotizados su otro agujero, sonrosado e inmaculado, haciéndonos desear meter en tan cálido receptáculo nuestro rabo tieso.
Pero es Iván, el otro muchacho, el que se me adelanta y, subiéndose en la cama, se coloca en cuclillas detrás de ella, empujando su espalda hacia delante con una mano y con la otra, dirigir su verga hacia el ano de ella.
Empujando lo va metiendo poco a poco, y cuando ella lo siento dentro, desgarrando algo su ya de por sí dilatado ano, ya no puede hacer nada más que disfrutar.
En el fragor de la batalla no siente dolor, ya vendrá después cuando se enfríen los ánimos encendidos, solo lujuria y desenfreno.
Ahora son tres los que forcejean, jadean, resoplan, chillan y sudan encima de una cama que amenaza con romperse por todas partes.
No sé quién es el primero en alcanzar el clímax, quizá el último en entrar, pero en escasos segundos, están todos tumbados sobre la cama después de lograr un precioso orgasmo.
Marga, situada en medio de los dos, bocarriba y despatarrada, con el pecho subiendo y bajando por el esfuerzo realizado, me muestra impúdica su sexo abierto, chorreando esperma, mientras las manos de los dos muchachos descansan sobre el culo y las tetas de ella, todavía sobándola.
Demasiado excitada, demasiado agotada, demasiado follada, para darse cuenta, para darle importancia.
A mi izquierda es Max el que aparece ahora por la puerta, envuelto en una bata escocesa que le llega casi hasta las rodillas.
Se acerca a la cama y los muchachos, al verle, se levantan y salen del dormitorio sin decir ni una sola palabra.
Marga, tumbada bocarriba en la cama y sin decir nada, observa la escena y se dirige a él, balbuceando cansada:
- Ahora quieres tú también follarme, ¿verdad?
- ¡Chúpamela, zorra!
Ordena despectivo el viejo, mientras se abre la bata, enseñándola el pene erecto, para quitarse a continuación la prenda y dejarla a los pies de la cama.
Se sube a la cama y se tumba bocarriba al lado de ella.
Obediente, Marga se incorpora, sentándose en la cama, y bajando la cabeza, comienza a lamerle la verga.
Poco a poco se va animando, introduciéndosela en la boca, y ayudado por sus manos, acaricia cada vez más enérgicamente el pesado miembro, colocándose bocabajo entre las piernas del hombre.
Los glúteos y las piernas de Marga se contraen con la mamada que le está haciendo y deseo ser yo también el que se la folle por el culo, pero la presencia de Max me intimida.
La operación dura más de diez minutos y, cuando el hombre da muestras de estar a punto de eyacular, la ordena, sujetándola la cabeza:
- ¡Basta, déjalo!
Ella, sorprendida, deja de hacerlo al instante, retirando su boca y sus manos del crecido pene.
- Date la vuelta, Ponte al borde la cama, bocabajo, de rodillas con el culo hacia arriba.
Vuelve a ordenar el viejo, que se incorpora de la cama, y, al ver como Marga le obedece, se acerca a ella, y, agachándose, mete su cara en el culo de ella, chupándola y lamiéndola por detrás ano y sexo.
La escucho jadear de placer, pero la acción dura pocos segundos, ya que enseguida Max, levantando la cabeza, pone un pie sobre la cama y, sujetándola por las nalgas con una mano y cogiendo con la otra su verga, se la introduce por el culo.
Otra vez ella jadea y Max, poco a poco, se la va follando despacio, disfrutando de cada instante, mientras observa por el espejo lateral como su pene entra y sale, entra y sale, del chumino de la mujer que ha doblado los brazos, apoyando su cabeza en el colchón y tiene el culo en pompa.
Max, a pesar de tener casi sesenta años y medir algo menos de un metro setenta, tiene una forma física envidiable, con unos brazos y piernas macizos y enormes, surcados de abultadas venas, y un pecho, espalda y glúteos peludos y fuertemente musculados.
Varias cicatrices cruzan su cuerpo. Dicen que fue boxeador, militar, marino, proxeneta y ahora se dedica a negocios turbios y desconocidos. Una pieza de cuidado.
¿A cuántas mujeres se las habrá pasado por la piedra? ¿A cuántos hombres? ¿A cuántos habrá aplastado y arrancado la vida? Solamente de pensarlo se me pone la carne de gallina. Nunca me atrevería a enfrentarme a él, nunca.
Lentamente va aumentando el ritmo, embistiendo el culo de Marga, que jadea y chilla de placer, escuchándose cómo los cojones del viejo chocan una y otra contra el perineo de la mujer que se está follando.
De repente frena el ritmo y goza del orgasmo que está teniendo durante un par de minutos.
La desmonta y, mirándola el culo, la da un par de buenos y sonoros azotes, ordenándola a continuación:
- Vete a lavar, que tu novio te lleva a casa.
Coge su bata y sale desnudo de la habitación.
Con el culo en pompa, la mujer reacciona lentamente, dejándose caer de lado sobre la cama.
Me acerco a ella, y sobándola el culo, la digo:
- Venga, vete a lavar que te llevo a casa.
Agotada, se levanta, coge la toalla y se dirige al baño, cerrando la puerta al entrar.
Escucho otra vez el agua de la ducha caer, y me visto esperando que salga.
Se acerca Max, ahora vestido, y me da un par de billetes de cien euros, ordenándome:
- Llévala a su casa y cómprala un vestido y unas chanclas. Es muy importante que su familia la vea vestida.
Y marchándose me dice:
- Antes de dejarla en su casa échala un buen polvo, que se corra, que no llegue a casa insatisfecha para que nos busque. Pero no se lo eches aquí en mi casa, hazlo en el coche.
Al rato sale desnuda, secándose, y se acerca a su bolsa, buscando en su interior.
- ¿Qué buscas? ¿Tus bragas? No las necesitas, estás mejor así, sin ellas, enseñando todo el potorro, desnuda.
Se gira, mirándome, y me dice:
- ¿Me daréis algo para que me ponga? No puedo llegar así al portal de casa y que me vean los vecinos y mi familia.
- Más quisieran los vecinos verte así, seguro que te echan varios polvos. Pero no te preocupes, que algo te daremos para cubrir esas tetazas y ese coño que tienes.
Aparece nuevamente Max, ahora vestido, y nos urge a que nos marchemos:
- ¡Venga, fuera, que ya han follado bastante los dos tortolitos!
Y, acercándose a ella, la levanta nuevamente en brazos.
- ¡Mi bolso, mi bolso, cogedme mi bolso!
Dice ella, agarrándose al cuello del viejo.
Cojo el bolso y sigo al viejo con su carga.
Salimos a la calle y allí están los dos chavales, Nino e Iván, que se acercan para ver cómo se llevan desnuda a la mujer, aprovechando para sobarla por debajo culo, coño y muslos.
Max la mete en el coche en el asiento del copiloto.
Yo, abriendo la otra puerta del deportivo, dejo el bolso en la parte de atrás detrás del asiento del piloto, y me siento al volante.
Arranco, viendo por el espejo retrovisor cómo Max imparte órdenes a los dos chavales.
- No corras, por favor, me lo has prometido.
Escucho a Marga rogándome al lado.
- OK.
La respondo, mirándola las piernas y la vulva, y bajando totalmente los dos cristales de las ventanas de delante.
Abriendo la guantera me pongo mis gafas de sol y doy otro par a la calentorra, que cierra los ojos molesta por el aire.
- ¡Vaya gafas de sol tan chulas que llevas, hacen juego con tus tetas! ¡Tienen el mismo color que tus pezones!
La digo riéndome. Verla con ese par de tetazas y esas gafas de The Police me la pone bien dura.
La vuelvo a indicar sin dejar de reír.
- Ahora no dirás que vas desnuda, te está montando todo un grupo legendario, The Police. Seguro que lo disfrutas.
Allí está una tienda de ropa y tres chavales de unos doce o trece años sentados fuera, apoyados en la pared, hablando entre ellos. Aparco el coche delante de ellos y salto del coche, sin subir los cristales.
Escucho a Marga chillarme angustiada, pero me meto en la tienda, viendo cómo los chicos se levantan mirando hacia las tetas que se asoman por la ventanilla del coche.
Elijo un vestido ligero de falda corta y unas chanclas que supongo que son de su talla. Tengo buen ojo para las tallas de las mujeres a las que me tiro.
Salgo de la tienda y allí están los chavales pegados al coche, mirando por la ventanilla.
Al verme se alejan disimuladamente, y veo a Marga, echada hacia delante, con la cabeza entre sus piernas.
Abro la puerta del piloto, tiro la bolsa con la ropa al asiento de atrás y me siento, preguntándola, mientras arranco:
- ¿Te pasa algo?
Se incorpora con la cara como un tomate y me mira furiosa:
- ¿Tú qué crees?
- Te das cuenta que si te dejo todos te violarían. Llego a tardar un poco más y veo a más de uno entre tus piernas, gozando de tu conejito.
Me rió contemplando que incluso sus tetazas se han puesto de color rojo.
- ¿Dónde vives?
La pregunto, quizá para llevarla a su casa, quizá para tranquilizarla y no haga ninguna tontería.
Me indica un descampado próximo a su vivienda. No quiere que los vecinos y el portero la vean conmigo. Tampoco quiere que sepa donde vive, pero conozco su dirección al haberlo leído en su Documento de Identidad. Ya nos pasaremos varias veces para allí para calentarla el coño a base de polvazos.
Conduzco varias calles casi desiertas y, al ver un parque con varios adolescentes, aparco a pocos metros, y la digo:
- Si quieres la ropa, tienes que ganártela.
- ¿Qué?
Me mira asustada, interrogándome.
Echo para atrás los respaldos de su asiento y del mío, y la digo, quitándome la ropa:
- Venga, el último para que llegues a tu casa.
Coloco el espejo retrovisor para poder verla el culo cuando me la tire, enciendo la radio, poniendo música y me tumbo desnudo y empalmado sobre respaldo.
Me mira asombrada, sobre todo la verga que apunta como una estaca hacia el techo del coche.
- Venga, ¿a qué esperas? Móntate en mi polla y cabalga, vaquera, que me quiero volver a correr dentro de tu coñito sabrosón.
Mira, preocupada, hacia el parque y me dice:
- Nos van a ver. Mejor vamos a otro lugar más apartado.
- No seas tímida. Cuanto antes empieces antes estarás en tu casita.
Se abre de piernas, colocando cada una a un lado de mi cadera, y, tomando mi cipote, se lo mete en su vagina, comenzando a cabalgar sobre ella, despacio al principio, mientras coloca sus manos sobre mi pecho.
Mis manos van a sus nalgas, duras como piedras, y me deleito observando a través del espejo retrovisor el bamboleo que imprime a sus glúteos.
Los dedos de mis pies van al tablero del coche, haciendo que las luces delanteras parpadeen. Luego con el pie hago sonar el claxon varias veces para alertar a los chavales del parque.
Marga, asustada, deja de moverse, y mira hacia atrás, hacia el parque.
- Continúa. He hecho sonarlo por accidente, pero nadie se ha dado cuenta.
Se gira hacia mí y continúa cabalgando sobre mí, más deprisa ahora.
- No tan deprisa. No vayamos a hacernos daño, que aquí nadie nos ve.
Miento, pero ella aminora el ritmo, subiendo y bajando más despacio, brincando sus tetazas arriba y abajo, arriba y abajo.
Mis manos van a sus enormes y erguidas tetas, sobándolas a placer, haciendo que sus pezones se hinchen y adquieran un color cada vez más oscuro, mientras observo por el espejo como su culo sube y baja, sube y baja, y mi cipote aparece y desaparece dentro de su coño.
Pero no soy el único que observa como menea su culo. Varios chicos se acercan al coche sin hacer ruido, lentamente, viendo como la mujer está copulando.
Los cuento y son cinco los muchachos, de edades comprendidas entre los diez y los quince años.
Se apoyan ansiosos en el coche, observando detenidamente cómo me la follo, y, poco a poco, se desplazan hacia la parte posterior del coche para ver también cómo botan sus tetazas.
De pronto, ella se da cuenta de la presencia de los muchachos, que la observan mientras me la follo, y detiene sus botecitos, chillando como una gatita a la que han pisado la cola.
La sujeto por las caderas para que no se desmonte y soy yo ahora el que se mueve arriba y abajo, arriba y abajo, follándomela.
- ¡Sigue, sigue! ¡No pares, no pares!
Forcejea para sacarse la polla, pero, al no poder, vuelve nuevamente a brincar sobre mi polla, ahora más rápido, desesperada, frenética.
La sujeto por las caderas para que no me destroce la polla y reduzca nuevamente el ritmo.
Se le caen las gafas encima de mi pecho, permitiendo que todos puedan ver también su rostro y lo recuerden en próximos encuentros.
Está angustiada, pero completamente excitada sexualmente al ver todos cómo se la follan en público, cómo pone los cuernos a su maridito.
Sus tetazas, al no estar ahora sujetas por mis manos, chocan una y otra vez con su cara, con el techo.
Siento que ya no puedo dar marcha atrás, que me corro, pero los chillidos de ella casi rompen mis tímpanos. También ella se corre, con un orgasmo descomunal, chilla como una loca, lanzando salivajos por todo el interior del vehículo.
Nos quedamos quietos, disfrutando de la tremenda corrida, mientras manos de adolescentes recorren las tetas y el culo de Marga, tímidas al principio, sobando, disfrutando también ellos del momento.
Me mira expectante y yo, sonriendo, la digo:
- ¿Quieres también que te follen ellos?
- ¡No!
Me contesta asustada.
Y yo, sonriendo, la respondo, soltándola las caderas.
- ¡Qué pena! Entonces, nos vamos.
Me desmonta y me incorporo, levantando los respaldos de los asientos. Arranco el coche y salimos totalmente desnudos de allí, dejando frustrados y empalmados a todos los asistentes.
La miro el coño y lo tiene chorreando, riéndome alegre y excitado por lo sucedido.
Pongo mis dedos sobre su vulva, y me empapo toda la mano, sintiendo el clítoris hinchado y la entrada a la vagina totalmente abierta, dilatada, comenzando nuevamente a acariciar, a amasarlo.
Aprecio cómo nuevamente se excita, cómo me vuelvo a excitar, y la digo:
- Cierra los ojos y disfruta.
Lo hace, y yo continúo masturbándola, sintiendo cómo palpita su clítoris y su respiración se hace cada vez más honda, más intensa.
Hay un utilitario blanco parado en un semáforo en rojo, con dos jóvenes dentro.
Me paro a su lado, esperando a que el semáforo cambie de color.
Tienen más o menos mi edad, unos veinte años.
Aburridos, se giran levemente hacia la música que emite mi deportivo y su cara cambia totalmente al ver en el asiento más próximo a ellos, el del copiloto, a una hermosa y tetona mujer desnuda corriéndose, que jadea y gime cada vez más.
Mi mano derecha coge mi cipote erecto y duro y empiezo a pajearme con energía, sin dejar de masturbarla y de mirar a los tíos.
Los gemidos de ella dejan paso a chillidos. ¡Se corre, se corre la calentorra otra vez más!
Dejo de masturbarla y ella, sonriendo de satisfacción, abre poco a poco los ojos, mirándome.
Sonriendo, hago un gesto con mi cabeza hacia la ventanilla que tiene a su lado.
Gira perezosamente la cabeza y, al ver la cara ansiosa de los dos jóvenes, chilla avergonzada, tapándose las tetas como puede.
Arranco, el semáforo lleva ya tiempo en verde, dejando al otro coche atrás.
Muevo el espejo retrovisor y veo como también el coche arranca y nos sigue.
Giro por varias calles y dejo de verlos, aproximándome al descampado donde ella quiere que la deje, próximo a su vivienda, donde hay varios coches aparcados y ninguna persona.
Cojo la bolsa con la ropa que he comprado para ella y se la doy para que se vista.
Se pone deprisa el vestido dentro del coche, cerrándolo con dificultades por sus enormes tetazas, colocándose a continuación las sandalias.
Por el espejo retrovisor veo el coche que nos estaba siguiendo. Está aparcado unos cincuenta metros detrás nuestro. Nos ha visto y espera ver lo que vamos a hacer.
La doy su bolso y abre la puerta para marcharse. La sujeto por el brazo y la amenazo:
- No digas nada a nadie. Es lo mejor para todos.
Sin decir nada sale del coche, cerrando de un portazo la puerta.
Veo cómo se aleja caminando deprisa, mirando hacia todos lados.
El coche blanco comienza a moverse lentamente, siguiendo a Marga.
Me quedo quieto mirando y veo cómo se baja del asiento del copiloto uno de los jóvenes. Se acerca a paso ligero hacia la mujer. Debe medir un metro setenta y cinco, delgado con el cabello rubio muy corto.
Se cruza con ella en su camino y la pregunta algo, deteniendo su paso. Ella intenta esquivarlo, pero la sujeta. Asustada, forcejea con él, pero el coche blanco se detiene, frenando ruidosamente, detrás de ella y el otro joven sale corriendo del coche, cogiéndola por detrás y levantándola del suelo.
Entre ambos la llevan en volandas al coche, mientras ella forcejea, chillando, moviendo frenética brazos y piernas, perdiendo las sandalias.
En el forcejeo, cae el bolso al suelo y se la levanta el vestido hasta casi el ombligo, exhibiendo su sexo desnudo.
Abren una de las puertas posteriores del coche y la tumban bocarriba en el asiento de atrás, sujetándola uno el cuerpo, mientras el otro las piernas que no paran de patear.
¡Los cabrones se la van a follar allí mismo!
Poco a poco la resistencia es cada vez más débil, aunque se reanima por impulsos varias veces, pero Marga lleva las de perder.
¡Se la van a follar!
El que la sujeta el cuerpo, se suelta el cinturón, bajándose el pantalón y el calzoncillo, colocándose entre las piernas de la mujer, que vuelve a luchar y a chillar.
Se la mete, tumbándose bocabajo sobre ella y comienza a moverse adelante y atrás, a mover el culo arriba y abajo, arriba y abajo.
Se la está follando, mientras el otro que ya no la sujeta las piernas, se pone de rodillas sobre el asiento del copiloto para ver cómo la viola su compañero.
Yo, sin perder de vista el coche y cómo se la están tirando, me visto sin prisas.
Cuando finaliza uno, se coloca el otro, el de cabello rubio corto, en su lugar, entre las piernas de la mujer, que ya no opone ninguna resistencia y empieza también a beneficiársela.
No tarda más de un par de minutos cuando finalizan, y la dejan que salga tambaleante del coche, con la falda subida hasta el ombligo y el vestido abierto por arriba, mostrando sus melonazos.
Una vez ha salido, se montan en el coche y se alejan rápido de allí.
Se coloca el vestido, se pone las sandalias y coge su bolso, encaminándose hacia su casa vacilante.
No pasará mucho tiempo sin que la eche otros buenos polvos, pero por esta vez tiene suficiente, se va bien caliente, muy caliente, la calentorra calientapollas.