Fóllame ya!!, Me pone como una mot tu indifirencia
Dadme vidilla o acabaré poniéndole nombre a mi consolador y acabaré hablando con él.
Ya hacía años que Maribel no distinguía entre los días de la semana. Solo sabía que era fin de semana porque sus hijos y marido la devolvían a una vida “normal”…todos en casa. No dejaba de pensar en que la vida la sorprendiera con algo que les despertase del letargo familiar.
Muchas mañana antes de poner a los niños en marcha le gustaba disfrutar de su momento especial. Si su marido se había ido ya. Se levantaba; se iba a la ducha y dejaba que el agua caliente recorriese todo su cuerpo como una caricia húmeda y caliente que se colaba por cada uno de sus pliegues. Notaba el agua deslizándose por su espalda; como llegaba hasta sus nalgas; el calor suave y líquido sobre su ano. Se giraba: ahora el agua caía sobre su cara; bajaba por su torso; dibujaba sus pechos; se hacía dueña de sus pezones que con el calor aumentaban de tamaño y cambiaban de color.
A veces, si había tiempo, descolgaba la manguera de la ducha y la giraba para obtener la máxima presión: ahora sus pechos; luego su estómago: su pubis; y finalmente el chorro haciendo círculos alrededor de su vagina. Entonces era cuando untaba de aceite de argán el mango de su cepillo y lo introducía lentamente en su ano. Volvía a colgar la manguera de la ducha. Se apretaba contra la pared para que el mango entrase hasta lo más profundo de su cuerpo. El bamboleo de sus caderas le transportaba a otros tiempos cuando su marido disfrutaba y le practicaba el sexo anal. Sus dedos habían substituido al agua y untados con el aceite dibujaban círculos sobre sus labios vaginales; conforme su excitación iba en aumento, las caricias se iban centrando más en su clítoris ya grande y con una sensibilidad extrema. Finalmente, introducía sus dedos centrales en su sexo.
Y cerraba los ojos… Imaginaba como era víctima de unos desalmados que la penetraban sin contemplación por el culo y el coño. En ese momento estaba en su “cielo”. Sus movimientos de pelvis eran cada vez más violentos: ese enorme mango la poseía por detrás; estaba entrando y saliendo mientras el miembro del otro tipo se incrustaba en su sexo. Le encantaba la sensación de notar que las dos “pollas” se rozasen dentro de su cuerpo a través de su interior…Se mordió la lengua, hundió sus dedos la parte anterior del interior de su vagina y explotó mientras el cepillo estaba hundido en su otra entrada. Durante unos segundos, el mundo no existía, solo las sensaciones de extrema placer recorrían todos sus poros desde la cadera hasta la nuca.
Subió al coche a los niños, mientras colaba sus trastos en el maletero junto con su lap-top y los dossiers del trabajo que presentaba esa mañana. En cuanto llegó al trabajo notó las miradas de sus compañeros/as. Su cuerpo, tras quitarse su chaqueta de tweed y el fular, revelaron la falda de tubo y la camisa de popelín. Los tíos lo tenían claro, llevaba tanga de hilo porque no marcaba nada; y parecía relajada ya que sus pechos (pequeños y bien formados) no “apuntaban”. No los soportaba: eran una panda de babosos siempre entrando en su despacho con cualquier excusa para ver si la pillaban de espaldas o agachada. Hasta alguna becaria suspiraba por tener con 20 años el cuerpo y su clase, su sensualidad de esa “mami”. Todo el día resolviendo los marrones de los encargos; dando órdenes sin parar a su gente, a los contratistas…le gustaba; se sentía poderosa….la adrenalina le mantenía viva y alerta.
Una tarde de aquellas había una cita con la propiedad de un edificio para un proyecto nuevo. Estaba complicándose la planificación y los dead-lines y había que aclarar que asumía cada parte. Entró en la sala de reuniones con su característico aplomo y seguridad. Al fondo y de espaldas en un hombre, no un niñato, la esperaba contemplando la vista de la ciudad por la noche. Abrigo negro, largo y abierto por detrás desde la cintura; pantalón bien planchado; y zapatos negros de cordones bien abrillantados. “Otro tocapelotas y encima a última hora”. Se encaró hacia él y no pudo más que balbucear “soy Maribel, ¿qué tal?”. Él llevaba el pelo corto sin raya y con las canas a lo largo y por encima de sus orejas. Gafas de acero gris y unos ojos relativamente pequeños. “Encantado Maribel, ¿qué te parece si comentamos los puntos más críticos?”. ¡Qué voz más grave! Pensó ella mientras le sorprendió que la mirada de él no reparase en ella y solo en el portátil que llevaba, mientras se quitaba el abrigo y se sentaba. A Maribel no le quedó más remedio que sentarse cerca de él. “Pero que se cree este tío, se sienta antes que yo y además en mi propia casa”.
La reunión se alargó….pero cada vez la impresión inicial de ella estaba dando paso a una sensación extraña…”me estoy poniendo a mil, ¿por qué?”. “María nosotros ya nos vamos, cerrad cuando acabéis” dijeron sus compañeros. Al cabo de un rato, ya no podía atender a las palabras del caballero. La reunión se alargaba y comentó al invitado de pedir algo de cenar (los niños los había recogido su marido); el asintió y acto seguido se aflojo la corbata de Hermes y abrió uno de los botones de la camisa. Su poco vello alguno ya con canas le puso aún más “tensa”. La reunión acabó.
Llegó a casa y todos ya dormían. No se lo pensó: sé que quito la falda (la tiro sobre la tabla de plancha del office) se fue hacia al sofá del comedor en bragas y con los pezones gritando su calentura y los zapatos de tacón puestos. No encendió la luz. Abrió la puerta de la terraza y apoyada en la barandilla, acarició levemente sus pezones por dentro de sus sostenes. Su tanga me mojó completamente mientras su cabeza caía hacia atrás mientras la ciudad dormida la contemplaba sin verla. No podía dejar de pensar en el “capullo” que le había estado tocando los cojones toda la reunión…pero le había puesto como una moto. Su cabeza no entendía la contradicción: cachonda por un tío que me ha puteado. Si al menos me hubiera acompañado a casa; no, el tío se despidió y se fue al parking a buscar su coche “y yo sin coche” musitó cabreada (su marido se lo había llevado al mediodía)…al puto metro. Levantó las copas de los sostenes para acariciarse más fácilmente sus pechos. Su mano derecha se escapó hacia su coño. No lo dudo, hundió dos dedos en su sexo y frotó en redondo por dentro de su vagina. Ya eran las dos de la madrugada y la ciudad dormía. Le sorprendió su propia humedad...”mierda de cabrón me ha puesto a cien y no entiendo por qué”. Segundos más tarde, el tanga se le clavaba en la raja de su culo: con la mano izquierda lo estiraba mientras la derecha seguía hundida en su coño…le gustaba ver el reflejo de sus labios vaginales rosados, hinchados y brillantes. Se mordió los labios, apretó sus muslos y su gemido silencioso recorrió el aire de la ciudad.
“Maribel, Jaime de la propiedad ha dejado recado que te espera en el restaurante Hort de les Monges a las dos del mediodía” le dijo la recepcionista al llegar a la empresa. Hoy le había tocado llevar al pequeño al médico por su persistente catarro y había llegado a las once. Maribel pensó “qué querrá éste ahora….bueno allí siempre se come bien y como mucho me ahorro comer con los pesados/babosos de la empresa”. Llegó al restaurante, tuvo que esperar. Mientras se tomó una tónica perfumada a cítricos….”sin alcohol que esto es trabajo”. Cuando ya estaba pensando en el gimnasio a última hora para desfogar tensión, oyó “mis disculpas, lamentó haberte hecho esperar”. Asertivo y poco más. No justifico más allá su tardanza. Estuvieron comiendo y charlando sobre temas que no tenían que ver con el trabajo. Maribel no lo podía creer “con el follón que tenemos y esto tío tan tranquilo y sereno hablándome de si se va de finde y si va ir a tal o cual restaurante con la familia; donde se va a tomar los vinos; que si Marcelo el barman del Rincón del Viajero tenía una bodega de destilados de lujo”. “¡Ostia fóllame, jódeme, reviéntame el culo, muérdeme los pezones, sométeme a tus caprichos CABRON y deja de hablar!”. En un momento de pasión, se fue al baño se quitó el tanga negro y lo tiró a la basura) y comprobó que su pequeño cuerpo estaba sudando deseo. Sus pezones negros y sus labios del coño hinchados y relucientes. Volvió ansiosa a la mesa y allí no quedaba nadie. El camarero se acercó a ella le comentó que la cuenta ya estaba liquidada y le pasó una tarjeta de su cliente que ya no estaba “C/Los Cuentos, número 52. No tardes, tenemos cosas que aclarar”. Se enfrió de golpe: como si le hubieran metido una barra de hielo en su sexo sin miramientos. Su cabeza ya solo pensaba que cinco minutos antes quería abrir bien sus piernas, dejar caer algo para que él se agachara y le viese el pubis brillante y depilado.
Muy digna ella, salió del restaurante y se subió al taxi que le esperaba. Le dio la dirección de la tarjeta y cabreada pensó “pedazo de cabrón, ahora no solo me toca las pelotas sino que hace ir a su casa para hablar de lo que no ha hablado en la comida”. Picó al timbre y se abrió la puerta sin una sola pregunta. Subió las escaleras y cuando llegó al salón lo vio a él. Estaba sentado en el lounge. “Desnúdate Maribel y no te quites los zapatos, ni las medias”. El bolso cayó al suelo, la rebeca de Chanel siguió el mismo camino, se sacó el jersey fino de cuello alto por la cabeza, le dio la vuelta a sus sostenes y los desabrochó…allí estaba solo con sus zapatos rojo de tacón de aguja y las medias. Tumbó la cabeza y se arregló el cabello. Fue hacia él. “Párate y date la vuelta quiero verte”. Obedeció. “Cruza las manos por detrás de tu cabeza”. Lo hizo. Sintió su presencia cerca por el olor de su colonia y notó como le ataban las manos con un pañuelo a la barra de las cortinas. Cuando notó su aliento en el cuello, todo el vello de su cuerpo se erizó. Los labios del hombre mojaban su nuca; iban suavemente hacia sus orejas; se las chupó, mientras sus pezones eran objeto de caricias suaves. “Fóllame” le suplico ella. La hizo callar. “Tu placer llegará cuando te arda el cuerpo y ya no puedas más; me vas a desear dentro de ti como si te fuera la vida en ello…con mi polla o lengua; pero aún no estás todo lo caliente que puedes estar”…Más, si ya me deslizaba el flujo caliente por mis muslos. Noté su miembro caliente en mi culo, apretándose contra la raja de mi culo. Sus manos jugueteaban con mis pechos. Sus dedos apretaban mis pezones: hacían círculos sobre mis aureolas en espiral, acabando en la punta de mis botones negros. Fue bajando su lengua mojada y cálida por mi espalda mientras sus manos seguían torturando mis pechos.
No contento con ello, veo que aparece una chica asiática, alta casi sin tetas pero con sexo perfectamente dibujado, desde el fondo del salón. Se morrearon delante de mí a lengüetazos. De una forma descarada para que yo lo viese. Ella puso su pierna alrededor de la cintura de él. Jaime se mojó un dedo y sin decir nada se lo introdujo en su coño. La masturbó y cuando ya pensaba que habían traído de mera mirona para excitarse, giró a la chica y la empujó hacia mí. Hacía tiempo que no sentía como a una mujer le gusta ser lamida; joder con la chinita me estaba comiendo el coño como nadie. Deseé tener mi manos libre para apretar pelo, negro y espeso contra mi pubis. ”Hijo de puta, mirón de mierda, ahora qué te vas a hacer una paja mientras me corro en la boca de tu amiga”. Vino hacia mí. Me abrió los muslos mientras su amiguita me seguía haciendo la mejor comida de coño de mi vida, y noté la punta de su polla rozando mi culo. “Ahora ya estás lista”. Sentí su pene entrando en mi ano. La lengua de ella chupaba ahora su polla para lubricarla. “Nooooooooooooooo cerdo”. No hubo compasión me hundió su polla hasta el fondo de mi entrada trasera. “Dios, que hijo de puta eres”, le soltó Maribel. Segundos más tarde la lengua de la amiguita en su sexo, entrando y saliendo; lamiendo por dentro su vagina y la polla de Jaime en el culo, le recordaron el primer día que aquel novio de la Uni le untó el coño con coca. Estaba como loca: no sabía si culear para hundirse aún más la polla de Jaime o abrir su coño para que la lengua entrase hasta sus ovarios…Explotó: su culo se comprimió, su vagina se contraía, su boca gritaba de placer, sus muñecas le dolían. Desde el coño hasta la nuca notó una potente y sensual descarga eléctrica que le pareció durar una eternidad. Jaime se acercó a su oreja y susurró: “Y ahora vete a casa…ya te llamaré.”