Follado en un bar (I)

Mi amigo me lleva a un bar para ser utilizado por todos los allí presentes.

Había quedado con mi amigo Jose que el viernes iríamos a tomar algo y luego iríamos a su casa o a la mía y me sometería a sus deseos. Lo solíamos hacer a menudo, un par o tres de cervezas en algún bar, cogíamos un poco el puntillo y luego a casa a follarme sin compasión. Tenemos una relación de Amo – perro, cada vez que él quiere estoy a sus pies y a su servicio. Es amigo de la infancia y lo que en la adolescencia empezó con unas pajas, ahora que pasamos de los 30 se ha convertido en una relación en la que el tiene hasta el control de mi castidad.

Así que llegó el viernes y me dijo que hoy tenía pensado para mí algo más salvaje, que iba a disfrutar como la perra que soy y que me acordaría de este día el resto de mi vida. Me envió un mensaje, ordenándome que me pusiera un tanga y que en diez minutos lo esperara bajo mi portal, que hoy me llevaba al Barraca. Fue leer esto y ponerme a mil. El Barraca es un bar regentado por un chino, en un barrio pobre de la ciudad, por motivos de trabajo suelo pasar por allí delante muchas veces. En la terraza siempre hay indigentes, recolectores de metales y aluminio, con sus carros tomándose algo y descansado un poquito. La mayoría suelen ser negros y marroquíes, y a Jose más de una vez le he confesado que es pasar por allí delante y ponerme cachondo, fantaseando un bukkake o una orgía con todos ellos siendo yo el elemento pasivo. Así que podéis imaginaros como me puse.

Eran las nueve de la noche del mes de abril, había un clima ideal y Jose me pasó a recoger a la hora acordada. Fuimos andando hasta el bar, hablando de todo y de nada, pero sobre todo sin mencionar lo que me tenía reservado para esa noche. Llegamos al Barraca, y el perfil era el de siempre, todo hombres de más de cuarenta años, marroquíes, negros y algún latino. También había un indio con el traje de butanero y un bulto en el pantalón que no dejaba mucho a la imaginación y me puse cerdísimo. Estaba algo nervioso porqué no sabía qué esperar de aquella noche, pero el calentón empezaba a ganarle la partida a los nervios. Me encaminé hacia la barra, pero Jose me cogió del brazo y me paró, las órdenes son muy claras, te sentarás en la barra, te bajarás un poco el pantalón para que se te vea el tanga y te tomarás una cerveza. Buscarás la mirada de todos los que están dentro del bar y de los que están en la terrazacada vez que entren . Y los mirarás de esa manera que sabes mirar tú, esa manera con la que le estás diciendo que le quieres chupar la polla sin decírselo con palabras. Cuando te termines la cerveza irás al baño a mear, enseñando un poco el tanga y ladeando el culo, y si alguien te mira, le guiñas el ojo. Y si te sigue al baño, ya sabes como actuar. Te encierras con él y obedeces a todo lo que él te diga. Luego sales del baño, vuelves a la barra y te pides otra cerveza. Yo ahora me voy pero vuelvo en un rato. Pásalo bien, perro.

Su orden me dejó helado y sin saber como reaccionar por un momento, pero otra vez más, mi calentón superó a mis nervios y entré directo a la barra, pero antes de sentarme, me bajé un poco el pantalón y me subí levemente el tanga. Me senté, pedí una cerveza y esperé a que ocurriera la magia. Y poco tardó en ocurrir, ya que en cinco minutos vinieron dos marroquíes y sentaron uno a cada lado. Debían tener alrededor de cincuenta años, metro setenta y los dos bastante corpulentos. Fue el que tenía a mi derecha el que habló primero. ¿Qué haces por aquí, en este bar de pobres extranjeros? Lo mismo que hago en todos los bares, intentar pasármelo bien, respondí. ¿Y siempre vas con esto puesto? dijoahora el de mi izquierda agarrándome el tanga y tirando hacia él. Siempre que me lo quiero pasar bien, sí, le dije. Tomé otro sorbo de mi cerveza y me lo miré de forma lasciva, recordando las órdenes de Jose. Me soltó el tanga y le dijo al camarero que la siguiente cerveza iba a su cargo y el de la derecha añadió no te vayas muy legos, si lo que quieres es pasártelo bien has venido al lugar ideal. Me giñó un ojo y se levantaron los dos al unísono, se fueron directos a las mesas de afuera y vi como comentaban la jugada con sus compañeros, los cuales me miraban, reían y me saludaban. Yo les devolví el saludo y les hice un poco de morritos, todo esto me estaba empezando a gustar mucho. Seguí escudriñando el local, dentro éramos pocos, siete personas sin contar el camarero, de nacionalidad china, y el resto eran negros sentados en las mesas. El único que estaba en la barra era yo, un blanquito enseñando un tanga, y tal como estaba me lo veían los de dentro del bar y los de la terraza. Eso solo hacía que ponerme más y más caliente. Me terminé la cerveza e hice lo que se me ordenó, levantarme para ir a mear ladeando el culo. Antes de levantarme mire dónde estaba el baño, justo al lado de la puerta había una mesa en la que había dos negrazos imponentes tomando un té. Me dirigí hacia allí de la manera más sensual que supe, intentando no parecer ridículo y deseando que alguno de esos dos hombres que estaban al lado de la puerta del baño se fijara en mí. Y ocurrió, uno de ellos me miró primero, supongo que a estas alturas todos se habían fijado en el maricón en tanga de la barra. Le devolví la mirada, le aguanté y le guiñé un ojo, al pasar por su lado le indiqué con la cabeza la puerta del baño y él sonrió. Pasé por su lado y me dio un azote en el culo, yo seguí hasta el lavabo, entré y cerré la puerta con pestillo tras de mí. Meé intentando apuntar dentro, porqué con la erección que llevaba atinar me resultaba complicado. Deseaba con toda mi alma que el negro que me acaba de azotar entrara y me diese su polla, estaba ultra caliente y necesitaba una polla urgentemente. Qué digo una polla, necesitaba todas las pollas que había en ese bar, que fueran entrando uno a uno, de dos en dos o todos a la vez en ese baño, por cierto, bastante grande, y me follaran uno tras otro.  Y de repente, alguien golpeó suavemente la puerta. Abrí la puerta, era él, con la polla en la mano. Ponte de rodillas y chúpamela, perro.

Continuará…