Follado en los baños del trabajo

Una paja fantaseando con unos compañeros de trabajo se convierte en una violación más o menos consentida en los servicios.

Habían estado jugando al padel durante la hora de comer. Manu los había convencido para ir a una pista cerca del curro y fueron hace una semana. Eran Guillem, un becario de ventipocos, pelo rizado, revuelto y un poco mod que venía desde Barcelona, Martin, treinta años, uno noventa, musculado y Óscar, menudo, con media melena y barba de tres días. Eran todos compañeros, compartíamos mesa de trabajo, cafés y menús del día. En el tema deportivo en cambio no me había terminado involucrando por una sencilla razón, siempre se me habían dado mal todos los deportes. Las veces que había ido a jugar al squash con algún amigo se me había dado mucho mejor examinar las pollas y los culos de los vestuarios. La de Alberto por ejemplo, un antiguo compañero de piso, con un rabo de casi veinte centímentros y unas pelotas con mogollón de vello… La de pajas que me hice recordando su polla, oliendo los gayumbos que le pillaba del cubo de la ropa sucia… ya lo contaré en otro relato. En este me quiero centrar en los cuatro compañeros de trabajo de los que he hablado. Esa tarde vinieron comentando las mejores jugadas, gastándose bromas, recién duchados. Al verlos los imaginé en a lo vestuarios a los cuatro. Todos desnudos, compartiendo las duchas, enjabonándose las vergas, el culo, tocándose las pelotas con las manos llenas de jabón, rozándose sin querer unos con otros… mi polla, evidentemente, no tardó en reaccionar y al poco tiempo tenía el pantalón marcando rabo. Con bastante trabajo conseguí colocármela un poco y sin llamar excesivamente la atención me levanté y me encaminé como un rayo a los baños donde me disponía a hacerme un pedazo de paja a la salud de Guillem, Martín, Oscar y Manu.

Entré en el primer cubículo que vi y una vez dentro empecé a desabrocharme el pantalón como un poseso. Estaba súper cachondo y quería descargar lefa cuánto antes. No era la primera vez que me pajeaba en el curro. Lo he hecho decenas de veces. Me meto con el móvil y pongo la cam y me pajeo con alguien o solo leyendo algún relato, pero esta vez estaba cachondo de verdad, con ganas de rabo, de modo que me con los pantalones por los tobillos, me bajé los calzoncillos y liberé mi polla que ya estaba inundada de liquido preseminal. Comencé a pajearme con ganas, de pie, contra la pared. Con una mano me agarraba con fuerza de los huevos y con la otra me meneaba la polla pensando los culos y las vergas de mis compañeros. Como me daban con sus rabos en mi cara, metiéndomelas en la boca, hasta el fondo, hasta sentir los pelos de las pelotas en mi barbilla. Me imaginaba a Martín pasando su polla por la raja de mi culo, buscando mi agujero, mientras Guillem me tapaba la boca con su verga y Manu y Óscar se pajeaban con fuerza, soltando su lefa en mi cara. El ritmo de mi paja aumentaba, aguantándome como podía los jadeos y susurrando cosas como Martín, fóllame, fóllame, reviéntame el culo Martín… La mano con la que estaba masajeándome las pelotas me la llevé el culo, empezando a jugar con mi agujero y metiéndome un dedo. Nunca había hecho eso antes en los servicios del curro, llegar a meterme un dedo, pero estaba muy cachondo a esas alturas. De modo que ahí estaba yo, salido perdido, follándome el culo con un dedo, abierto de piernas, pajeándome a saco la polla y susurrando Martín fóllame cuando de repente, la puerta del baño se abrió y vi en frente de mí a Guillem, el becario, con una cara de asombro de la hostia.

Guillem cerró al cabo de un segundo la puerta diciendo un rápido:

-         Lo siento, tío.

Me quedé súper descolocado, con la polla dura todavía y un par de dedos en el culo. En ese momento pasarón por mi cabeza las caras de todos mis compañeros y mis jefes cuando se enteraran. En el curro nadie sabe que me gustan los rabos. Tengo novia desde hace cinco años y nos vamos a casar en un año de modo que toda esta situación, amenazaba con volar por los aires toda mi vida. Todo ese tiempo pensando, paralizado, que a mí se me antojó una eternidad, fueron en realidad treinta segundos, los que tardó Guillem en volver a abrir la puerta del baño, meterse dentro y… cerrar con pestillo.

-         Vaya, vaya… así que es por esto por lo que tardas tanto tiempo en el baño. Ahí fuera pensábamos que estabas jodido del estómago, pero estabas machacándotela, pensando en… Martín…

El muy cretino me estaba chuleando, con una media sonrisa en la cara.

-         Joder Guillem, no seas cabrón.

Había conseguido sacarme los dedos del culo y aunque había soltado mi polla, ésta seguía apuntando al techo.

-         Yo seré un cabrón, pero tú eres un pedazo de marica… ¿Qué te estabas imaginando?... ¿Piensas que Martín o Manu o yo… (acercándose a mí) te vamos a comer la polla?..

-         Tío, no me jodas, Guillem… No sé de que hostias me estás hablando.

Guillem se había acercado hasta quedar delante de mí, echándome casi el aliento.

-         Estoy hablando de que eres maricón, aunque nos has hecho creer a todos que te molan las tías. Tu novia no tiene que estar muy contenta si a su prometido le mola más que le llenen el culo de polla.

-         Te estás pasando – le dije, empezando a cabrearme y sin tener nada claro hasta donde quería llegar Guillem con sus insinuaciones. Sal fuera y hablamos todo lo que quieras.

-         De eso nada nen –y cogiéndome la polla con la mano- aquí todavía no hemos terminado – y entonces se empezó a pasar mi polla por su paquete, sintiéndolo morcillón y caliente.

Guillem me soltó el rabo y se bajó la cremallera de sus vaqueros, se desabrochó el cinturón y el botón del pantalón y se sacó la polla fuera de los gayumbos. Me quedé paralizado y sin saber muy bien como demonios reaccionar. Mi polla, dura como una roca, seguía babeante, mis pelotas duras y ante mí el cabrón de Guillem, se había sacado un carajo de unos buenos dieciochos centímetros, medio morcillón, con abundante pelo rizado negro.

-         ¿A qué cojones esperas, nen?, vamos, cómeme la polla ahora mismo.

-         ¿Se puede saber que estás haciendo tío?. Si salimos fuera podemos hablarlo y te lo explico todo, pero no te voy a comer la polla – una vez más mi polla me delataba. La excitación del momento, encerrado en un baño del curro, con el buenorro de Guillem, dándome rabo, me ponía a mil, pero algo en mí me decía que no podía permitir que un becario me estuviera humillando de esa manera.

-         Te vas a tragar toda mi polla ahora mismo. No soy Martín, pero tengo un buen rabo. Se lo acabo de ver en los vestuarios y si a él se lo comerías, yo te voy a llenar de lefa la garganta. Vamos de una puta vez… - y empujándome desde los hombres me dejé caer de rodillas encontrándome con su polla ante mi cara.

Guillem se la agarró y empezó a pasármela por la cara; por la naríz, los labios hasta que al final…

-         Abre la boca de una puta vez – y empujando el capullo contra mis labios, los abrí y me la metió, empezando a follarme con fuerza la boca

La polla fue creciendo hasta ponerse bien dura, atragantándome entonces por su tamaño final, diecinueve centímetros. Como se había duchado hace menos de una hora estaba muy limpia y olía a champú. Empecé a comérsela con ganas poco a poco, completamente dominado por la mano de Guillem que había empezado a cogerme de la nunca y me obligaba a tragar más y más rápido. Le pasaba bien la lengua por el capullo, por el tronco, mientras le tocaba las pelotas, duras y llenas de lefa y el perineo hasta la raja del culo. A Guillem le debía molar bastante porque empezó a jadear, cada vez con menos disimulo, olvidándose que podía entrar alguien en el resto de servicios, metiéndomela cada vez más fuerza, hasta golpear con sus huevos en mi barbilla y hundiendo mi cabeza en su mata de vello público.

Justo cuando creía que iba soltar toda la lefa en mi boca, me la sacó y haciéndome levantar me dijo:

-         Ponte de espaldas marica, que te voy a romper bien ese culo.

Me quedé acojonado. El Guillem estaba bien salido y aunque yo también estaba súper cachondo, me acojonaba todo lo que estaba pasando. Durante la mamada había entrada gente en los otros urinarios y aunque toda la situación me daba mogollón de morbo, no quería alargarla demasiado. Además, me la habían metido muy pocas veces y estaba seguro de que Guillem no había nunca follado a un tío por lo que se me antojaba doloroso, pero el cabrón estaba desconocido y no me dio tregua.

-         Guillem, tio, para, te la termino de comer y me trago tu leche si quieres, pero nos van a descubrir y…

-         Date la vuelta de una vez y pon el puto culo… - y acto seguido me dio la vuelta, se echó un escupitajo en la mano y me lo pasó por el agujero. Tengo que reconocer que sentir su mano llena de saliva tocándome en esa zona hizo que mi polla se pusiera todavía más dura, llevándome al borde del orgasmo.

Guillem no se lo pensó demasiado y poco tiempo después, acercó su capullo a mi entrada y sin esperar más, me la metió de golpe. Me partió el culo en dos. Yo estaba de espaldas a él, apoyando con las dos manos contra la pared y con el culo en pompa y me había metido la mitad de la polla de una sola vez. La volvió a sacar casi entera y me volvió a ensartar con su rabo, hasta que a la tercera o la cuarta vez, sentí su pelotas contra las mimas, su cintura pegada a la mía y su respiración y sus jadeos en mi oído. Me la había metido entera y había empezado a follarme a saco. Aunque el dolor seguía, me agarré la polla con una mano, mientras seguía apoyado contra la pared con la otra y empecé a pajearme con fuerza, conteniendo los jadeos y con ganas de soltar toda la leche contra los azulejos de la pared.

-         No sabía que eras tan buen tragapollas… Te voy a preñar bien el culo… - me iba diciendo cuando me la sacaba entera y me la volvía a clavar haciéndome ver las estrellas, pero también rozándome con todo su capullo la próstata y haciendo casi me corriera.

-         La próxima vez te vamos a romper el culo Martín y yo, metiéndote las dos pollas a la vez, te vamos a partir en dos…

Eso fue demasiado y empecé a correrme como un poseso, apretando más el culo contra la polla de Guillem que comenzó igualmente a soltar toda su leche dentro de mi culo mientras jadeaba como un cabrón.

No se cuanta leche soltó en mi culo pero cuando me sacó la polla, empezó a resbalar pierna abajo desde el boquete que me había dejado.

-         Venga, límpiame bien la polla que me la has llenado de mierda y no quiero tocar eso – obligándome de nuevo a caer de rodillas y limpiarle el rabo con los restos de lefa con los que no me había preñado. Una vez limpia, se subió los pantalones y me dijo - … Ya hablaremos.

Luego salió.

Lo primero que hice fue cerrar con pestillo. Lo último que necesitaba era que otra persona entrara y me viera lleno de lefa y con la polla al aire. Me limpié como pude, gastando un rollo de papel de higiénico y me quedó unos minutos pensando en todo lo que había pasado y las consecuencias que podría tener. Malas… o buenas.