Folladas en la cárcel.
Las entraron en una habitación, donde solo había un hombre fuerte, grande, con uniforme policial, y que imponía respeto, mucho respeto. Su gran espalda, sus brazos, y su gesto rudo indicaban que aquel hombre hacia pocos amigos. Más bien enemigos. Las chicas temblaban de miedo.
Folladas en la cárcel.
Aquel día había 'carne fresca' en la prisión de mujeres. Ese es el nombre que reciben las presas novatas cuando entran en prisión. Las dos chicas estaban asustadas, se les notaba en la cara. Se habían metido en un buen lio por transportar el dudoso paquete de un desconocido. Resulta que el susodicho era demasiado guapo y las dos cayeron en la trampa, cómo dos novatas. Rondaban los 20 añitos, y a esa edad no se suele pensar demasiado. En la aduana las detuvieron, y ahora Sue y Lisa eran carne fresca en la prisión de Alburquerque.
Las entraron en una habitación, donde solo había un hombre fuerte, grande, con uniforme policial, y que imponía respeto, mucho respeto. Su gran espalda, sus brazos, y su gesto rudo indicaban que aquel hombre hacia pocos amigos. Más bien enemigos. Las chicas temblaban de miedo.
Autoritario y con ojos de viciosillo, mandó a las chicas acercarse a la pared.
- "Os voy a inspeccionar. Quitaros la ropa y dejarla en esa caja".
Su voz sonaba fuerte, contundente, parecía un hombre violento. Ruborizadas avergonzadas las chicas empezaron a quitarse la ropa entre sollozos. Él les grito: "Silencio ¡¡".
Las chicas callaron de golpe. Aquella bestia les explicó que era el jefe de guardias de esa prisión y que si querían sobrevivir bien allí, deberían ser buenas chicas y cumplir con sus obligaciones y reglas. Deberían 'complacerle'.
Desnudas y asustadas, ellas intentaban cubrir su cuerpo con sus manos, tapando las partes intimas. Tras observarlas minuciosamente, con ojos de vicioso, de arriba a abajo, el guardián las hizo girarse, apoyar las manos en la pared y abrir las piernas.
Él se puso unos guantes y empezó a inspeccionar el cuerpo de la primera, palpando sus pechos, su culo, sus piernas... En seguida pasó a inspeccionar todos sus orificios, con la escusa de buscar objetos prohibidos. No dejo ningún espacio por hurgar. Luego se puso con la otra, igual que la primera. Las chicas sollozaban, mientras aguantaban sintiendo los dedos del guardián entrando por su coño, su ano, su boca, etc...
Una vez inspeccionadas y humilladas para el placer de su guardián, las volvió a mirar de arriba a abajo, y les ordenó que se voltearan para verles la cara otra vez.
- "Si sois buenas conmigo, yo os proporcionare buenos lugares en el trabajo, y todo lo que necesitéis para el día a día. Si sois malas conmigo, pasareis los peores meses que os podáis imaginar en esta prisión. Aquí hay autenticas asesinas depravadas que están esperando a que llegue la carne fresca cada día".
Las chicas avergonzadas no sabían que decir.
"Si vosotras queréis, puedo protegeros y cuidaros, pero necesito que seáis buenas niñas conmigo. ¿Obedeceréis y seréis cariñosas conmigo?" - pregunto él.
"Si señor." - contestaron con miedo.
"Bien, pues vamos a jugar un ratito." -les río sarcásticamente- "Tumbaros en el suelo, y comenzad a pellizcaros los pechitos la una a la otra, con ganas..."
Las chicas se miraron entre ellas, y tras dudar un poquito, comenzaron a pellizcarse los pezones la una a la otra, con ganas, mientras el guardia disfrutaba viendo la escena. A cada pellizco se escuchaba un leve gemido, que poco a poco daba la impresión que dejaban de ser de dolor para pasar a ser de placer.
A la orden de aquel hombre, pasaron a chuparse los pechitos la una a la otra, como si se los estuvieran chupando a ellas. Aquello estaba degenerando, y lo que inicialmente parecía un castigo comenzaba a convertirse en un acto consentido. De las tetas pasaron a los chochitos, siguiendo sus peticiones, y ahí pasaron un buen rato, pasando cada una de ellas su lengua por el chochito de su amiga, y estimulando su clítoris.
- "Ahora arrodillados delante de mí, zorritas, y ya podéis empezar a chupar mi polla."
El guardia estaba en el centro de la sala, sin pantalones, con su gordo y duro miembro al aire. Sin dejar de gemir ni sollozar, pues ya estaban cachondas perdidas, las dos chicas empezaron a chupar juntas aquel pene erecto. La lengua de Sue recorría los huevos del guardia mientras la boca de Lisa se esmeraba en sacar brillo a su sable.
Poco a poco, el ambiente se calentó y aquella bestia no dudó en penetrar a las chicas. Mientras Sue debía satisfacer a su amiga comiéndole el coñito, el guardia la embestía a ella follándola por detrás.
Y así continuó la 'inspección', obligando a las chicas a que se dieran placer la una a la otra mientras él continuaba a lo suyo. Las chicas se comían las tetas y el coñito entre ella y el guardia iba alternando el culito de Sue con el de Lisa. Metía su polla en sus anos sin contemplaciones ni miramientos, de manera brusca y violenta. Los llantos de las chicas se mezclaban con los jadeos del guardia y los suspiros tímidos de ellas dos.
Después de un rato de perversión y placer, el jefe, súper caliente de tanto folleteo, y a punto de correrse, las mandó arrodillarse otra vez delante suyo.
- "Ha llegado la hora de tomarse el vasito de leche, mis niñas".
Las dos mocitas, ya cachondas y tras un orgasmo, se apresuraron a acercar sus bocas al glande de aquel hombre, en busca de su leche. No tardó mucho en brotar de aquel pene un chorro de semen que fue a parar a las caras de Sue y Lisa. Las dos se espabilaron a tomar ese néctar, recogiendo las gotitas que habían quedado en sus caras, e introduciéndolas en su boca otra vez.
Con cara de satisfacción, su guardián les dio un paquete de tabaco a cada una y les prometió cuidarlas mientras estuvieran en aquel lugar. A cambio, ya sabían lo que debían hacer. Él sería su nuevo 'papito' en la cárcel.