Follada por mi novio y su hermano
Hicimos realidad mi fantasía, la de mi novio y la de mi cuñado.
Se acercaba el cumpleaños de mi novio, Carlos. Mi mente funcionaba a pleno rendimiento buscando el regalo perfecto, ese que le dejara asombrado y lo recordará por siempre. No quería un detalle corriente, quería encontrar algo especial y tras mucho pensar, me decidí por hacer realidad una de sus fantasías: un trío.
Desde que nos conocimos, ese sueño, se había convertido en una conversación recurrente en nuestros momentos de pasión. Nos lo imaginábamos tanto con otra chica como con otro chico, incluso le había comentado que fantaseaba con hacerlo con alguno de sus hermanos pero siempre se había quedado en eso, en una ilusión.
Llegó el día de su cumpleaños. Teníamos mesa reservada, a las diez, en un restaurante elegante de la ciudad. Para la ocasión elegí un LBD, sujetador y tanguita de encaje y como calzado unos tacones negros de aguja. Mi deseo era que al verme no tuviera en mente otra cosa que hacerme suya y que no se le bajara la erección en toda la velada. Quería provocarle, excitarle, jugar con él, quería sentir cómo me desnudaba con la mirada y me follaba con la mente. Pero el objeto de mis provocaciones no sólo sería Carlos sino también su hermano el mayor, Luis.
Luisito desde siempre me había mirado con ojos de deseo. En más de una ocasión le había descubierto mirándome el culo y mi instinto de mujer me decía que si no hubiera sido la novia de su hermano, hubiera hecho todo lo posible por llevarme a la cama. Así que pensé, que era la persona idónea para el trío porque por un lado, cumplíamos la fantasía de Carlos, por otro, la de Luis de catarme y por último, la mía, de follarme a los dos hermanos.
A las ocho y media exactas, sonaba el claxon del Mercedes Clase C rojo de Luis que previamente había recogido a Carlos.
Ya estaba lista. Un poco de perfume de Carolina Herrera y una última mirada el espejo.
- Estoy perfecta, pensé
Al salir por la puerta, me regocije al ver cómo tanto mi novio como mi cuñado no paraban de mirarme recorriendo todas las partes de mi cuerpo con gran descaro. Esa sensación y el bulto de sus pantalones, no hizo otra cosa más que excitarme y desear con más fuerza ser penetrada por esos dos sementales.
- Felicidades, mi amor. Dije antes de besarle apasionadamente
- Hola, cuñadito. Le salude mientras le daba dos besos cerca de la comisura de la boca notando su polla dura.
Tras los saludos protocolarios, nos subimos al coche dirección al restaurante. Carlos y yo íbamos en la parte de atrás del vehículo, Luis conducía. Mi novio no paraba de acariciarme las piernas, de decirme lo guapa que estaba y yo no podía dejar de mirar su polla de 16 centímetros que amenazaba con salirse de su sitio.
Al ver que Luis no me quitaba ojo por el espejo retrovisor y que Carlos deseaba con todas sus fuerzas hacerme suya, abrí mis extremidades dejando al descubierto mi tanga empapado por la excitación. Posteriormente, lo retiré con mis dedos para que pudieran apreciar mi sexo perfectamente depilado. Me sentía el objeto de deseo de esos dos machos que amenazaban con follarme y eso me volvía loca. Con gran habilidad, Carlos introdujo un dedo en mi húmedo coño y comenzó un mete saca frenético mientras le manoseaba el capullo. Empecé a gemir y a removerme de placer en el asiento. Pero quería más, necesitaba polla. Me desabroché el cinturón, le bajé la cremallera y el bóxer y tras liberar su miembro lo introduje en mi boca. Estaba muy dura y grande como a mí me gusta así que me coloqué a cuatro patas y la chupe con verdadera devoción, metiéndomela hasta la garganta. Poco me importaba que estuviéramos en medio de un atasco, con muchos ojos pendientes de mis movimientos. Sólo quería sexo. Me sentía como una puta, eso sí, de lujo aunque pareciera de calle.
Mi novio sabía lo que quería, Luis también. Estaba tan centrada en mi propio placer, que no me había percatado que mi cuñado había aparcado el coche. En ese momento, se abrió la puerta de atrás del auto y al levantar la cabeza para ver quién era, Carlos me sujetó con firmeza para que siguiera mamándosela.
- Hermanito, ya te había dicho que era muy zorra. Mira qué coño tiene. Follatela . Dijo Carlos.
- Esta puta lleva provocándome desde que la conocí. Si antes le tenía ganas, después de lo de hoy quiero reventarla y descargar mi leche en todos sus agujeros. Añadió Luis mientras se quitaba la ropa.
Al escuchar sus palabras sentí una mezcla de sensaciones. Por un lado, tenía miedo porque iba a ser mi primer trío y no sabía si estaría a la altura. Pero por otro lado, estaba tan excitada y cachonda que no solo quería, si no que deseaba ser penetrada sin compasión.
- Usarme como un objeto. Llevo mucho tiempo deseando esto. Dije acalorada.
Dicho y hecho, Luis me arrancó el tanga con furia y sin quitarme el vestido introdujo su polla en mi coño perfectamente lubricado. Sus embestidas eran fuertes, duras, sin piedad. Tenía un miembro grande que sabia utilizar muy bien y me estaba llevando al séptimo cielo. Yo movía el pompis para recibir sus envites mientras entre gemidos no paraba de chuparle la polla a mi novio.
- Cariño, ahora quiero que me folléis los dos. Luis, túmbate en el asiento. Tu cuñada te va a follar mientras tu hermano se la mete por el culo.
No hizo falta repetirlo dos veces. Me desprendí del vestido y el sujetador quedándome solo con los stilettos. Besé fugazmente a mis sementales, me coloqué sobre Luis y empecé a cabalgarle mientras Carlos por detrás me tocaba el pecho y frotaba su sexo contra mi culo. Sabía que el final estaba cerca pero no quería terminar sin ser penetrada a la vez por mis dos agujeros.
- Carlos , reviéntame el culo
Sin muchos preliminares, mi novio, me enculo mientras un grito desgarrador salía de mi garganta. Dolía, si, pero solo al principio. Después de las primeras envestidas, mi culo se fue acostumbrando y el placer superaba al dolor. Estaba siendo follada por dos hombres a la vez, como animales, pero esa sensación me encantaba y tras unos empujones más, nos corrimos en un inmenso orgasmo, Carlos en mi culo y Luis en mi coño.
- Muchas gracias, cariño. Eres perfecta. No lo voy a olvidar nunca. Me dijo mimoso Carlos.
Nos vestimos rápidamente, me arreglé el maquillaje y llegamos puntuales al restaurante donde nos esperaban el resto de invitados. La velada trascurrió tranquila, con miraditas entre nosotros que nadie entendía pero que sabíamos perfectamente lo que significaban. En un momento dado, Carlos y Luis se levantaron para ir al baño y con una sonrisilla maliciosa me preguntaron:
- ¿Vienes?
Con una mirada llena de deseo, entendieron mi respuesta.