Follada por el perro de mamá.
Cristina se ha quedado sin vacaciones por su mal rendimiento en los estudios y no solo la toca quedarse en casa sino que también debe cuidar del perro de su madre
- ¿Cómo que yo no voy de vacaciones?- preguntó Cristina enfadada a su padre cuando este le comunicó la decisión- Si no voy contigo a la casa de la playa iré con mamá- aseguró la chica, que normalmente usaba aquella táctica para conseguir lo que quería; sus padres se habían divorciado hacía ya casi 3 años y normalmente ellos peleaban por su cariño.
- Esta vez ese truco no te va a funcionar, lo siento- dijo su padre negando con la cabeza- tanto tu madre como yo hemos decidido que te quedes sin vacaciones, en septiembre tienes que presentarte en la facultad a 5 exámenes de recuperación y ten por seguro que no vas a tener ni un lujo hasta que esté todo aprobado- le dijo el hombre firmemente.
- ¿Y crees que por tenerme aquí secuestrada voy a estudiar más?- preguntó enfadada la muchacha.
- No me cabe ni la menor duda, sin playa, mar, distracciones, fiesta… estoy seguro de que te aplicarás hasta conseguir aprobar- dijo el hombre con total seguridad.
Cristina se marchó a su cuarto enfada y descolgó el teléfono para comunicarse con su madre, pero sorprendentemente esta tenía en la cabeza el mismo discurso que su padre: ninguno de los dos le haría ninguna concesión hasta que consiguiese aprobar el curso. La muchacha, como no podía ser de otra forma, protestó durante unos minutos, hasta que su madre en el último momento le dijo que no podía seguir escuchándola porque tenía una reunión, además de informarla de que ella también se marchaba de vacaciones en la misma época que su exmarido y la dejaba como tarea el tener que cuidar a su perro” Tuni”.
Aquello enfadó todavía más a Cristina, no solo sus padres la estaban escamoteando todos los lujos que tenía, sino que además la obligaban a tener que quedarse con un perro que seguro que la incordiaría en casa.
Durante los siguientes días Cristina trató de esmerarse en los estudios con la intención de que sus padres la levantaran el castigo, pero de nada sirvió aquello, la muchacha ya había logrado librarse de más de un castigo de aquella forma, pero sus padres parecía que no iban a volver a caer en lo mismo, y ni su padre ni su madre mostraron el más mínimo asomo de compasión.
Cristina tuvo que observar con frustración como en primer lugar su padre se marchaba de vacaciones acompañado de su nueva novia Catherine, una mujer alta de piel bronceada y de un hermoso acento colombiana. Y unos pocos días después recibió la visita de su madre y sus dos hermanas de 9 y 11 años, que se mostraban encantadas de poder ir a la playa, aunque su hermana mayor no pudiese acompañarlas.
Su madre tan solo le dijo un par de cosas a cerca del cuidado del perro, le indicó la comida que debería comprar y las horas a las que debía pasear, al parecer el joven pastor alemán no precisaba de demasiados cuidados con lo que la chica no pudo echar en cara a su progenitora que la estaba agobiando con aquella tarea.
Una vez sus padres estuvieron fuera la muchacha dejó abierta la puerta al jardín trasero para que el animal no se sintiese atrapado en la casa y pudiese correr por allí, donde seguramente encontraría más distracciones que en el interior de la vivienda. Cristina se llevó un pequeño disgusto al ver que Tuni tenía un comportamiento ejemplar, no ladraba, hacía caso a lo que se le decía… la joven habría deseado que el perro hubiese sido más incontrolable para así poder llamar a su madre y reprochárselo, pero al parecer el pastor alemán no iba hacer nada malo durante su estancia en la casa.
El calor de julio era una cosa realmente sofocante para la muchacha y después de mucho intentar estudiar acabó por quitarse la ropa e ir a darse una ducha. Cristina, sabiendo que no había nadie en casa se quitó toda la ropa en la misma habitación, dejando sobre la cama su falda, top de tirantes, sujetador y braguitas para llevarlo todo al cesto de la ropa sucia.
Tan solo llevando unas chanclas la joven caminó por la casa totalmente desnuda. Cristina contaba con un cuerpo bastante apetecible. La muchacha era bastante más alta que la media con casi 1,80 de altura, tenía una larga melena de pelo teñido en color caoba, una piel clarita y era de complexión delgada. Lo que a la joven más le gustaba era su piel, ya que hasta el último centímetro de su piel estaba bien cuidado y gozaba de una suavidad producto de muchas horas de cuidado. Lo único con lo que Cristina no se mostraba del todo a gusto era con sus pechos, que eran de unas dimensiones pequeñas. Siempre había sentido envidia de algunas de sus amigas, las cuales tenían unos pechos que a poco que se moviese botaban, logrando captar la atención de más chicos que ella.
Cristina tuvo que salir corriendo de la ducha cuando escuchó como el teléfono comenzaba a sonar, poniéndose tan solo su toalla rosa alrededor de su empapado cuerpo para llegar al salón, donde el aparato no paraba de sonar. La chica puso los ojos en blanco, exasperada, cuando al otro lado del hilo telefónico escuchó la voz de su amiga Sara invitándola a ir a una fiesta aquella misma noche. La chica después de unos minutos de charla tuvo que rechazar la propuesta de su amiga ya que sabía que tanto su madre como su padre la telefonearían a casa para asegurarse de que no había salido.
La muchacha tuvo que cortar la comunicación con Sara cuando notó como las patas traseras de Tuni se clavaban sobre la toalla que llevaba, haciendo que la chica tuviera que soltarla para no caer al suelo. Cristina observó al perro totalmente desnuda, viendo como este jadeaba con la lengua fuera, con lo que dedujo que el animal estaba sediento.
Sin preocuparse por cubrirse, la joven caminó por la casa desnuda hasta la cocina donde sacó de una bolsa los dos boles de la mascota de su madre, que su dueña había llevado. Cristina, imaginando que Tuni podía tener hambre también sacó un bote de comida de perros y lo vertió en el bol rojo, mientras que llenó el azul de agua hasta la mitad, ya que sabía que llenarlo en exceso podía hacer que en animal vertiese el líquido, tacándola después a ella limpiarlo todo.
Cristina se inclinó para dejar el bol de comida en el suelo, cuando de repente sintió la larga y húmeda lengua del pastor alemán lamiendo su expuesta vagina de pequeños y rosados labios. La chica quedó paralizada al sentir como la lengua del perro se movía sobre su vagina, permaneciendo en estado de shock durante unos segundos hasta que finalmente analizó racionalmente lo que estaba pasando y decidió darse la vuelta para reprender al animal. La mascota alzó la mirada para clavarla en los ojos castaños de Cristina.
- ¡No hagas eso, perro pervertido!- le ordenó la chica alzando la voz y señalándole con el dedo para después abandonar la habitación en dirección a su habitación para tratar de centrarse en los estudios.
El animal agachó la cabeza arrepentido y se dirigió al bol de agua para comenzar a beber y refrescarse, mientras que Cristina, bastante turbada por lo que acababa de suceder se marchó a su habitación para seguir estudiando, pero tal y como había pensado aquello no le sirvió de nada, ya que no pudo centrarse en su tarea.
Cristina optó por echarse a dormir un rato ya que quizás estaba descentrada en los estudios por aquello, pero cuando se despertó aún estaba más turbada que cuando se fue a descansar. A juzgar por el estado de su sexo había tenido alguna clase de sueño erótico y eso era porque el perro había lamido su sexo de manera inesperada habiéndola dado una sensación que jamás con ninguna otra lengua había sentido.
La chica salió de la habitación con la intención de prepararse la cena y dar de comer al perro, pero en esta ocasión se tapó mucho más que la vez anterior, llevando unos pantalones cortos, una camiseta de tirantes y ropa interior. A la chica le dio un poco de temor pensar que la mascota de su madre pudiese ponerse violenta al no darle lo que quería y no mostrarse su sexo de nuevo, pero Tuni no hizo nada de eso, en su lugar lamió la mano y después la cara de Cristina cuando esta le puso la comida en su bol.
Como era normal por la noche tampoco pudo centrarse en los estudios, acabando finalmente navegando por internet en busca de información acerca de lo que le había sucedido aquella misma tarde. La muchacha quedó sorprendida cuando vio que no era la única a la que su perro le había hecho aquello y no tardó en encontrar relatos acerca relaciones sexuales con perros en los que se contaban experiencias que si bien no podía confirmar que fueran reales sí que parecían muy excitantes.
El calor dentro del cuerpo de Cristina se fue multiplicando, hasta que finalmente acabó en ropa interior, metiendo su mano derecha en sus braguitas para acariciar su depilado y empapado sexo, mientras que con la otra iba pasando de pecho a pecho sintiendo como sus pezones pequeños se ponía duros como piedras. La chica en aquel momento deseó sentir sobre su vagina de nuevo la lengua del can, y como si alguien le hubiese concedido ese deseo escuchó como el perro arañaba la puerta de su dormitorio.
Cristina jadeó dudosa sobre si abrirle o mantener la puerta cerrada, ante lo que la opinión de su sexo acabó por imponerse, obligando a la muchacha a levantarse y abrir. El perro al ver a la chica se acercó hasta pegar su mojada nariz sobre las braguitas de la chica olisqueando y pasando la lengua con rapidez por encima de la tela; parecía que aquel animal estaba acostumbrado a aquella clase de situaciones.
Sin ser capaz de pensar con claridad la muchacha caminó hasta su cama y se dejó caer sobre ella, para quitarse rápidamente las braguitas y mostrar sin pudor alguno su sexo. El perro al verlo se acercó lentamente sin saber muy bien si tenía permiso para lamer aquella vagina, ya que la última vez que lo había hecho se había llevado una reprimenda por la ahora dueña de la casa.
Cristina animó al cánido para que se acercara y cuando estuvo lo suficientemente cerca le acarició la cabeza empujándole suavemente, llegando a pegar la nariz oscura y mojada del pastor alemán sobre su sexo, señal que este interpretó como Cristina quería que lamiera, y sacó su lengua para volver a lamer el sexo que escasas horas antes se le había prohibido.
El animal lamió con rapidez con su larga y fina lengua sobre el empapado y dulce sexo de la joven, produciendo en la joven unas sensaciones que hasta aquel momento nadie había logrado darle haciéndole sexo oral. La rapidez y habilidad de Tuni quedaron fuera de cualquier duda cuando en menos de cinco minutos logró que su eventual dueña llegase al orgasmo, soltando una gran cantidad de fluidos mientras que se convulsionaba sobre la cama.
Pero Cristina no cerró las piernas al ver como la fiel mascota de su madre se seguía lamiendo ansioso el sexo de la joven. Cristina sonrió un poco al recordar como cuando algún novio suyo le hacía sexo oral este siempre quería que le devolviese el favor en cuanto ella eyaculaba y pensó lo bueno que sería que estos se comportaran como lo estaba haciendo Tuni en aquel momento, mostrándose encantado de su posición lamiendo si cabe aún con mayor intensidad a su cuidadora.
Deseosa de sentir la lengua del animal también en su trasero la chica se sentó en el borde de la cama y se tiró sobre el colchón agarrándose las piernas de tal modo que tanto su ano como su sexo quedaban a disposición de su peludo amante, que en cuanto vio el nuevo agujero disponible se acercó a él hasta pegar su húmeda nariz sobre este para después pasarle la lengua con intensidad. Cristina creyó derretirse con aquel tratamiento oral y gimió como loca cuando la rápida lengua de Tuni pasaba desde su ano hasta su clítoris con una velocidad que nunca en su vida había imaginado que pudiese darle ningún amante.
Pero la chica salió de aquel estado cuando dejó de sentir la experta lengua del can y sintió las patas de este sobre la parte posterior de sus muslos. Cuando la muchacha abrió los ojos se encontró a Tuni, jadeando como loco, con sus patas traseras sobre sus muslos y su verga rojiza, fina y erecta muy cerca de su sexo; estaba pensando montarla.
- No, no, no- dijo Cristina con rapidez moviéndose para que Tuni volviese a apoyar sus cuatro patas sobre el suelo.
El animal la miró jadeante, y con su verga aún excitada, con lo que la chica se sentó en el suelo con él para acariciarle y tratar de convencerle para que siguiese lamiendo. El animal trató de mostrarse igual de enérgico que al inicio, pero era evidente que cada vez la lamía con menos deseo y pese que la sensación de tener su húmeda y final lengua sobre sus nalgas, ano, vagina, pechos… era realmente placentera la muchacha comenzó a desear que Tuni se aplicase con el mismo vigor que al inicio.
Cristina se planteó el permitir a su amante que la montase allí mismo, había leído algunas experiencias y no la importaba que aquel perro que tanto la había hecho disfrutar la usase para saciar también sus deseos, pero sentía un poco de miedo ya que no sabía si eso le haría daño. En general había leído experiencias de mujeres que gozaban como locas, aunque dudaba de su veracidad, pero de nuevo su sexo volvió a hacerse con el control de su cuerpo, obligándose a sí misma a adoptar una postura a cuatro patadas, con la intención de que la mascota de su madre se diese cuenta de que estaba receptiva.
El perro, al haber sido rechazado anteriormente, se acercó para lamer el culo y sexo de la joven, provocando los gemidos de Cristina, que clavó sus dedos sobre la alfombrita roja que había a los pies de su cama, apretándola con más intensidad cuando notó que se iba a correr de nuevo, pero en aquel momento Tuni se detuvo y posó sus patas delanteras sobre los riñones de su cuidadora.
Pese a que las uñas del animal se clavaban un poco en su piel la muchacha no dijo nada, y se mostró aún un poco más receptiva separando sus piernas para que el animal tuviese un mejor ángulo de penetración. Cristina gimió de placer al notar el cosquilleo que le daba el pelo del pecho del animal sobre tu trasero y sexo mientras este trataba de acomodarse para alcanzar un lugar donde penetrar a gusto.
Cristina trató de ser una buena hembra para su amante canino y fue bajando y levantando el culito para dejar su sexo a una altura apetecible para el perro. La chica sintió la fina y mojada verga del animal en un par de ocasiones, parando Cristina a la espera de ser penetrada, pero aquello no era tan fácil como había pensado y al perro le costaba introducir su verga en el cuerpo de la joven.
Después de una decena de intentos Tuni logró introducir la punta de tu largo y fino pene en la vagina de su propietaria eventual, introduciendo el pene completamente en tan solo un par de embestidas, mientras que clavaba con un poco más de intensidad las uñas sobre la espalda de Cristina, que soltó un gritito de dolor al notarlo, pero que no dijo nada ya que estaba centrada en buscar el placer de aquella penetración.
La joven quedó muy disgustada con la sensación, el pene del animal era largo pero demasiado fino y pese a que a la velocidad a la que se movía era intensa las sensaciones de placer estaban muy alejadas de ella, por ese motivo el gemido de dolor fue mayor cuando notó como algo más grueso, en la base de la verga de su peludo amante, se clavaba en su vagina después de varios minutos de intensa penetración.
Cristina no pudo evitar soltar un largo e intenso gemido de dolor al notar como aquella verga se adentraba en los más profundo de su ser, cosa que sorprendió a la propia muchacha ya que hasta aquel momento la polla de su canino amante la había parecido demasiado fina como para hacerla sentir dolor, pero aquella enorme bola se había acoplado en su sexo haciéndolo más ancho de lo que realmente estaba capacitada para soportar sin soltar quejidos de dolor.
La muchacha trató de adelantarse con la intención de sacar aquella gruesa bola de su sexo, pero el animal estaba enganchado a ella, además intentar moverse con las uñas de las pezuñas de Tuni clavadas era aún más doloroso, con lo que después de intentarlo un par de veces la muchacha se dejó caer hacia delante, apoyando sus pechos y mejilla derecha contra la alfombra sobre la que estaba colocada, para estirar su mano derecha hasta su vagina con la intención de autocomplacerse y tratar de que aquel dolor se tornase en placer.
Pese a que el animal seguía bien pegado a Irene el dolor se fue mitigando gracias a su habilidosa mano derecha que conocía perfectamente donde y como debía tocar para que se estremeciese de placer. Así estuvo durante unos segundos hasta que se dio cuenta de que la hinchada bola del animal que estaba en su interior no le producía daño alguno.
Cristina se dio cuenta de que ya no le hacían falta sus manos para darse placer, ya que aquella bola que tanto daño le estaba haciendo en la primera penetración estaba comenzando a darla placer, seguramente debido a que su sexo ya se había acostumbrado a aquel nuevo diámetro.
El animal soltó un suave gruñido cuando Cristina comenzó a mover suavemente sus caderas, la muchacha necesitaba algo de fricción para llegar al orgasmo y con el deseo de que el cánido no clavase sus uñas más fuerte sobre su espalda procuró hacerlo lentamente.
Los largos y placenteros gemidos de Cristina llenaron la habitación cuando la muchacha comenzó a sentir el líquido caliente que estaba regando poco a poco su interior. Era una sensación diferente a la que había tenido cuando alguna de sus parejas había eyaculado en su interior, la cantidad de semen que salía era inferior, pero mucho más duradera ya que cada vez iba sintiendo más y se preguntaba cuanto más aguantaría Tuni descargando su esperma dentro de ella.
Gracias a los suaves movimientos de cadera de Cristina consiguió alcanzar otros dos orgasmos más cuando aún sentía la bola clavada en su interior, lo que la motivó a seguir moviéndose suavemente mientras usaba sus manos para estimular sus pechos y su sexo con la intención de conseguir un último orgasmo.
El perro por su parte seguía con sus patas clavadas sobre la espalda de Cristina, gozando de los movimientos que hacía la hembra a la que había podido montar aquella noche, mientras notaba como su esperma iba saliendo y mezclándose con los fluidos de la chica.
Cristina gimió disgustada cuando sintió como el can iba retirando su verga de su sexo, cuando la bola ya se desenganchó, pero aquel gemido de protesta se tornó en placer cuando el animal comenzó a lamer la vaginal de Cristina, manteniéndose la chica, agotada, tumbada sobre la alfombra con las piernas bien separadas para que el Tuni tuviese acceso a su zona íntima, la cual lamió sin descanso, desde el ano de Cristina hasta su sexo de forma ininterrumpida hasta que la joven tuvo el cuarto orgasmo de la noche, cosa que no había conseguido con anterioridad ninguno de sus amantes.
La muchacha se incorporó cuando recuperó un poco las fuerzas acariciando el pelaje oscuro del animal, recibiendo de este una serie de lamidas en el rostro que a Cristina le hicieron muchas cosquillas, pero en aquel momento el teléfono móvil de la muchacha comenzó a sonar sobre la mesa; era su madre.
- Hola mamá- saludó la chica.
- ¿Qué sucede Cristina? Te he llamado a casa, ¿No habrás salido?
- No, estoy aquí, en casa- dijo la muchacha acariciando al perro- solo es que salía al jardín a jugar un poco con el perro- inventó la muchacha, puesto que no iba a decir a su madre lo que había estado haciendo de verdad. Oportunamente el perro ladró.- ¿Lo oyes?- preguntó la chica.
- ¿Ya le estás cogiendo cariño?- preguntó la mujer al otro lado del hilo telefónico- es un muy buen perro.
- Sí- coincidió la chica- es superobediente.
- Ya lo creo, le tengo muy bien educado- aseguró la mujer- con lo que debes tener cuidado es con las uñas, se me olvidó cortárselas y las tiene un poco largas, si se te hecha encima te puede hacer daño.
- No te preocupes mamá, no le dejaré que se me eche encima- dijo mientras daba un respingo al sentir la lengua del perro lamiendo su espalda, la zona en la que había clavado sus uñas con anterioridad.
- Si cuando regrese tienes ganas de tener un perro, Tuni ha tenido cachorros con una perra, y tengo uno en casa- le dijo la mujer- seguro que será una estupenda compañía si has disfrutado con Tuni.
- Sí, aunque no sé qué le parecerá a papá- dijo la muchacha- nada me asegura que vaya a ser tan obediente como Tuni.
- Yo te enseñaré a educarlo, no te preocupes- dijo la mujer soltando una risita- Ahora dime la verdad, Cris, ¿Tuni te ha enseñado alguno de sus trucos?- preguntó la mujer provocando el sonrojo de la muchacha. ¿Cómo podía su madre saberlo?
- Sí, alguno- dijo la chica parca en palabras.
- Disfruta con él todo lo que quieras, pero no lo comentes con nadie- dijo la mujer sonriendo- sabía que Tuni te podría animar las vacaciones.
- Ya lo creo- dijo la chica aún con el rostro sonrojado pero con bastante alivio al saber que su madre tenía aquella clase de prácticas con su mascota.
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