Follada grupal en público
Experiencia real de cuatro tíos en un local gay
Comienzo reconociendo que fui un chico bastante introvertido. Los escenarios que me planteó la vida e incluso mi historia personal esculpieron mi personalidad. Haber pasado gran parte de mi infancia y adolescencia en un centro religioso acabó por mermar mi propia seguridad y autoestima. Durante años me sentí sucio por experimentar atracción por mis compañeros de clase, en parte, por la brutal imposición tradicional de los curas, a los que, por otra parte, se les imponía una falsa castidad que saciaban a base de continuas pajas. Mi nombre es Ruben y tengo 24 años, aunque por entonces, cuando sucedió lo que vengo a relatar, no había cumplido aún los 19 años.
Viví durante casi cinco años en Madrid por razones de estudio, y claro, tras salir de mi humilde y agobiante poblado, me sentí más libre que nunca. Respiraba, sin duda, un aire nuevo en la ciudad. Era la libertad. Aún recuerdo aquel sábado, lo hago con añoranza, con cierta nostalgia. Ese día la timidez me ayudó a multiplicar el placer hasta unas cotas que creía que no podría experimentar. Por entonces, no hacía mucho tiempo que había perdido la virginidad. Tony era un chico de 31 años que no había pisado el gimnasio en su vida, pero estaba tremendo, con una polla larga y delgada, era perfecta para mi entonces estrecho culito. Mi confianza personal aumentaba cuando observaba la forma en la que me miraba, me sentía deseado. Cuando hablábamos temas ajenos al sexo era una persona muy tranquila y reflexiva, y cuando follábamos se convertía en un puto cerdo cañero. Puufff, eso me vuelve loco. Me llamaba el twink blanquito, por mi apariencia física y mi comportamiento inocente.
-¡Guapoooo! Dame 30 minutos, luego te explico. ¡Y avísame cuando estés en el local! Te recompensaré –me envió Tony esa tarde en mensaje de voz mientras me terminaba de arreglar.
Resulta que quien se retrasó fui yo. Cuando entré en el local lo vi riendo con otro chico de lejos, y pensé que se había ligado alguno, pero luego me percaté que era Sergio, su compañero de piso. Mi Sergio, mi ángel, mi Apolo, mi modelo de belleza. Tony siempre decía que era un exagerado, que era un chico más común de lo que mi percepción idealizaba.
– ¿Qué hay, guapo? –me dijo Tony con una sonrisa picarona.
-Hola Rubén, soy Sergio, su compi de piso –me dijo mientras me hacía el despistado. ¡Como si yo no supiera quién era! Sabía bastantes cosas de él: su bisexualidad, sus 24 años, la empresa donde trabajaba en ese momento, e incluso conocía a su exnovia con la que coincidía en la facultad. Me atraía muchísimo su compañero y Tony lo sabía.
-Le invité a venir porque estaba solo en casa, espero que no tengas ningún problema -me dijo Tony con un tono irónico mientras sonría cómplice a Sergio.
– No, claro que no –dije algo tímido presuponiendo que mis deseos de follar con Tony se vinieran abajo.
La conversación transcurrió distendida unos minutos mientras tomábamos unas cervezas en la barra. Pasados unos minutos llegó un conocido de Sergio. Parecía que lo estaba esperando por la situación que se generó en ese momento. Sergio sonrió a Tony con complicidad y, para mi sorpresa, Tony colocó mi mano en su paquete. Dormía aún, pero notaba que empezaba a hincharse como un globo.
-¿Entramos? –dijo Sergio dirigiéndose a nosotros, mientras me quedaba atónito.
‘Entramos’ era la fórmula que utilizó Tony la primera vez que nos vimos en el local. Parecía ser una palabra clave utilizada por los que iban allí a follar. Recuerdo que el corazón se me puso a mil. No pude pronunciar palabra. Estaba nervioso. Miré a Tony que reía y me agarraba con fuerza el culo.
-¿No me decías que querías un ejército de rabos desfilando en tu culo? Te vamos a reventar, sé que estás deseando –me dijo Tony con un tono de vicio mezclado con humor, mientras me bajaba el jean ajustado que llevaba y me metía un dedo por el culo de camino a la sala.
Entramos a una sala que, aunque más discreta que la anterior, podría entrar alguien y vernos. Eso me puso algo nervioso. Me rodearon los tres, y empezaron a besarme el cuello y la boca. Tony no sacó los dedos de mi culo durante un rato, lo movía con fuerza mientras gemía de placer. Sergio se calentaba viendo mis gemidos y se bajó los pantalones. Tenía una polla enormemente gorda, oscura y con mucho pelo. No era tan larga como la de Tony, pero su grosor era enorme.
-Abre bien la boca y saca la lengua –me ordenó Sergio con tono de vicio al tiempo que me metía el pollón en la boca y mi nariz chocaba con la melena de su pelo. Su colega Víctor me ponía de rodillas y me abría las piernas y el culo con fuerza y Tony seguía con su ritmo, dilatándome el ano. La enorme polla de Sergio impedía que pudiera jugar tanto como quisiera dentro de mi boca, aunque parecía que le daba igual, pues me la follaba como quería. Cuando lo miraba a los ojos con su polla metida hasta la garganta, notaba que la polla se le ponía más dura. Me sentía el centro de todo en ese momento.
Del rudo pollón de Sergio pasé a las afiladas pollas de Tony y Víctor. Me pude relajar y detenerme en saborear bien las dos. Me turnaba los rabos para mí, mientras Sergio me metía su hermoso careto en mi culo. Recuerdo con cierto vicio la rapidez con la que movía la lengua.
-Uff, me encanta –dije mientras me lo comía con más fuerza.
-¿Te gusta? – me dijo mientras reía y me metía un dedo por mi estrecho culo.
Recuerdo el momento en el que Tony se colocaba el condón. Me puse bastante nervioso y cachondo a la vez, y me salió la risa tonta. Me sentí más nervioso que en mi primera vez.
-Cómeme el ojete –me dijo Sergio mientras se inclinaba y se lo abría para que se lo comiera.
Era la primera vez que probaba el beso negro. Sergio tenía mucho pelo tanto en la polla como en el culo. Siempre me había atraído esa naturaleza salvaje. Surgía en ese momento un amor al arte de lamer el culo que nunca he abandonado. Le restregué la lengua por el culo durante un buen rato. Víctor, en cambio, optó por tragarse el rabo de Sergio.
-Al blanquito le gusta el beso negro –dijo Tony mientras me la clavaba con bastante saliva.
-Ahhhhhhh, despacio tío –le dije mientras volvió a intentar meterla con más sutileza y hasta el fondo.
La imagen era perfecta. Yo en el centro recibiendo embestidas profundas de Tony, mientras le pude comer el culo a lamidas a mi adorado Sergio, a quien a su vez Víctor le mamaba el rabo con cierta dulzura. Recuerdo que luego fue el turno de que Víctor me ametrallara con su rabo mientras Tony me abría los glúteos para tensar mi culo. Sergio saco de su mochila un plug negro y se lo introdujo en su propio culo, como quien está acostumbrado a hacerlo. Se enfundó un condón y escupió en mi ano, y siguiendo el ritmo de la follada de boca que me daban Víctor y Tony, me folló con fuerza mientras me agarraba de los hombros. Sergio gemía mucho. Pensé que follar con un plug metido por el culo tenía ser una pasada.
-¿Te gusta? ¿Quieres más? Qué culito más estrecho tienes –decía mientras me lo azotaba. No hizo falta preguntarme si quería que me lo azotara, mis gemidos afirmaban que continuara.
Notaba bastante la presión de su enorme pollón, tenía el culo reventado. Me la sacó y vi como Tony le hacía un gesto de afirmación a su compañero de piso. No me lo podía creer, Tony le quitó el plug y se la metió a Sergio. Se la clavó sin condón. ¡A pelo! Me quedé perplejo en ese momento. Tony era muy cuidadoso con su sexualidad. La relación con su compañero de piso no se quedaba ahí, también eran pareja liberal desde hacía un tiempo. Lo puso contra la pared y lo embistió con fuerza.
-Dame caña, cabrón –gritaba Sergio mientras Tony le daba más y más duro. Me encantaba ver al machote de Sergio pidiendo más y más rabo.
Me arrodillé y me metí la polla casi flácida de Sergio en la boca. Ahora si me entraba entera en la boca, pero no tardó mucho en crecer dentro de mí. Tony se cebó con su culo. Le folló con dureza durante un buen rato mientras le daba unos azotes en sus duros glúteos. Víctor se tumbó boca arriba con el rabo tieso, de tal modo que me permitió seguir mamando a Sergio y cabalgándole su fino rabo. Estuvimos un buen rato así. Un par de chicos se pajeaban mientras nos miraban con lascivia, mientras otra pareja se animaba a mamarse el rabo y los huevos al tiempo que no nos perdían de vista. En una esquina se hallaba un chico joven con el que me cruzaba miradas de deseo. Sonrío mientras escribo estas palabras pues lo tengo a mi lado. Es mi chico, mi apoyo en esta cuarentena que no parece tener fin. Mi novio, mi todo, el sentido de mi vida estos años. Bueno, continúo…
-Me corro, me corro –dijo Tony mientras incrementaba la velocidad de sus embestidas contra el culo de Sergio.
-No pares Tony –le dijo Sergio, mientras se corría en mi boca.
Estaba densa y calentita, y al poco me corrí sobre el pecho de Víctor, que se levantó con rapidez, se quitó el condón y me llenó el careto con su leche. No podía abrir los ojos, me picaban de la cantidad de semen que me echó Víctor. Me intenté aclarar la cara con la mano y vi a Tony reír y besarme con cariño en la mejilla. Sergio me comió la boca, aunque tenía toda la cara pringada de lefa.
Álvaro, mi chico, observaba cómo me lavaba la cara en los baños. Observo esa mirada detenida en el tiempo cada mañana, como la de aquella noche. Aquella follada me había dado un chute de autoestima que no había logrado recordar después. Salí del local nuevo.