Follada en el probador

Si te gustó follada en el metro y follada por la web cam, no te pierdas la tercera parte. Dominación, exhibicionismo, lésbico,...

Cuando el timbre de casa sonó y abrí la puerta, me quedé extrañada de ver un repartidor en ella.

Me extendió un paquete y solo dijo:

-Es de su amo. -Me quedé en shock. Mi marido estaba en casa así que asentí y cerré la puerta precipitadamente. Excitada y temerosa al mismo tiempo.

-¿Quién era cariño?

-Nadie -respondí con la voz temblorosa-. Un vestido que pedí por internet.

Me adentré en mi habitación deseosa de ver el contenido del paquete.

Cuando lo abrí descubrí un montón de accesorios y un conjunto de ropa. Era una faldita blanca de gasa, corta y una blusa a juego. Había una nota de mi amo dentro.

Hola zorra,

Como verás te he mandado muchos regalos, entre ellos un pequeño audífono imperceptible, en unos pendientes adaptados al lateral de la oreja, así podrás oírme cada vez que yo lo desee.

También hay un colgante, es una microcámara por donde controlaré que seas una buena perra. Colócatelos ahora.

Lo hice y rápidamente oí su voz al otro lado.

-Hola perra.

-Hola amo -murmuré excitada.

-Veo que ya has recibido mi regalo, ¿te gusta?

-Lo estaba abriendo, sí, me gusta mucho.

-Me alegro, a través del colgante puedo oírte, así que estaremos comunicados en todo momento.

Me gustaba ese tipo de control.

-Dentro del paquete encontrarás un plug anal con una joya en el extremo. Desnúdate ponte delante de un espejo, mételo en tu vagina que ya debe estar mojada  e insértalo en tu ano para que yo lo vea a través del cristal.

No perdí tiempo, ya me sentía chorreante. Acaté las órdenes de mi amo ungiendo el plug en mis flujos para después insertarlo.

-Muy bien buena perra, me encantan tus tetas, tan grandes y jugosas.

-Gracias amo.

-Ahora ponte los aros constrictores de los pezones, tira de ellos excítalos y coloca las joyas en tus pechos.

Fui a por los pequeños aros en forma de sol. Apreté y tiré de mis pequeños brotes hasta que no pude más, estaban muy tiesos, aproveché su erección para fijar las piezas.

-Precioso. Buena perrita. Ahora vístete, pero no te pongas ropa interior.

-Pero es blanca, se me transparentará todo.

-¿Y eso que importa? Debes complacerme perrita y yo te complaceré a ti. Vístete, anuda la blusa sobre tu abdomen para que se te marquen las tetas, quiero que todos vean esas aureolas grandes y excitadas.

Sus palabras me mojaban y solo podía pensar en obedecer.

Una vez vestida me ordenó que saliera de casa, tomara el autobús y me sentara detrás del conductor. No podía cerrar las piernas y el hombre debía poder ver mi sexo si miraba por el espejo, así como los pasajeros que subieran.

Me sentí muy acalorada, pues obviamente, el hombre no dejaba de mirar por el espejo, y más de un hombre se detuvo fijándose en mi entrepierna chorreante. Uno incluso se apoyó al lado de mi asiendo empujando su abultada bragueta contra mi rostro.

-Mira como quieren forrarte –susurró la voz de mi amo en el oído-. Pero solo yo puedo decirte con quién, baja en la siguiente parada perra y busca una tienda de lencería que queda justo enfrente.

Me levanté, el tipo que tenía pegado me repasó de arriba abajo. Los pezones me dolían por los aretes, y la humedad de mi entrepierna resbalaba entre mis muslos. Tuve que rozarme con él para poder salir y aguantar un gemido al rozar los pechos contra su cuerpo. Apreté el botón para parar y no me libré de que el hombre apretara mi trasero cuanto traté de salir.

Bajé del autobús y fui a la única tienda que vi.

Era mediana, con un montón de piezas de corsetería.

-Pídele a la dependienta que quieres un corsé, pero que no cubra tus pechos, cuando te lo de, ve al probador, desnúdate por completo sin echar la cortina y póntelo. –No había nadie en la tienda solo yo. Ahora no podía contestar o la mujer creería que estaba loca. Cuando me vio me miró admirativamente, como si le gustara lo que veía. To estaba sonrojada, pues sabía que nada quedaba libre a su imaginación.

-Buenos días me saludó.

-Buenos días.

-Puedo ayudarte.

-Ehm sí, estoy buscando un corsé, pero uno que no me cubra los pechos. —Ella me miró suspicaz.

-Ya veo, te gusta mostrarlos ¿no es cierto? —dijo apuntando sus ojos oscuros contra mis aureolas predispuestas.

—Dile que sí —murmuró mi amo.

-Sí, me gusta mucho.

-A mí también me gustaría si tuviera tu físico. —La mujer era guapa, aunque le sobraban algunos quilos-. Creo que tengo justo lo que buscas.

Se dio la vuelta y me tendió una pieza, ni la miré.

-¿Los probadores?

-Ahí, -señaló en el lateral frente a una pared repleta de espejos que se contemplaba desde el mostrador.

-Gracias.

Caminé hacia allí entré y comencé a desvestirme como si no me diera cuenta de que no había cerrado la puerta, la pieza no era difícil de colocar pero se abrochaba por la espalda, haciendo imposible que pudiera colocármela.

-¿Te ayudo? –Su voz retumbó en mis espaldas.

-Dile que sí, que te encantaría.

-Sí, por favor me encantaría. –Sus ojos devoraban mi cuerpo desnudo, los ágiles dedos volaron por mi espalda para atar la pieza, hizo que me diera la vuelta poniéndose detrás para que me contemplara. Aguanté la respiración.

-Te ves hermosa, tus pechos se ven suaves y deliciosos, la pieza los ensalza.

-Están ligeramente caídos. —Observé, ya no tenía veinte años y mi talla era grande.

—Para nada, son exquisitos.

-Pídele que te los toque –ordenó mi amo. Me mordí el labio inferior.

-¿Me-me los quieres tocar? –Ella sonrió y pasó sus manos con naturalidad sobre ellos. Gemí.

-Lo que yo decía, hermosos —Pasó las afiladas uñas por los pezones arrancándome un grito de placer, me dolían y estaban muy sensibles-. Te gusta.

-S-sí –murmuré.

-Separa las piernas puta, dile lo mojada que estás.

-Estoy muy mojada- advertí separando los muslos. Ella recorrió con una mano mi espalda para internarla entre mis cachetes.

-Vaya si llevas una joya, me encantan estas cosas. –Prosiguió su viaje hasta meterme dos dedos dentro.

-Ohhhhhh –su mano se movía sin dificultad.

—Estás muy mojada, es cierto. —Sacó los dedos y me los tendió para que los chupara.

—Separa los labios y mama –ordenó mi amo, eso hice, completamente ida.- Muy bien perra, pon la cachonda, pídele que te deje comerle el coño y hazlo hasta que se corra.

No podía responder que jamás había estado con una mujer, aunque tampoco podía obviar que la orden me calentaba.

-¿Me dejaría comerla por favor? –Le pregunté nerviosa. Ella sonrió.

-Claro perrita. –Se levantó la falda, se bajó las bragas se sentó en una silla y se abrió de piernas frente al espejo. Tenía un coño grande y velludo, estaba hinchado y mojado-. Me has puesto muy cachonda, así que empieza.

Me arrodillé entre sus pliegues, pasando al principio la lengua con timidez, la voz de mi amo retumbó.

-Cómeselo bien perra, fóllala con la lengua.

Así lo hice, la rebañe, penetrando sus labios, bebiendo sus jugos, tirando de ellos aunque eso me supusiera alguna que otra arcada al tragar pelo. La mujer me agarró de la cabeza empujándola contra mi sexo.

Tenía el rostro enterrado en ella, oliendo su deseo, mojándome en su lujuria, empapándome en ella.

Estalló en mi boca, sus gritos retumbaron en la tienda y yo tragué y limpié hasta que no quedó nada.

Hizo que me incorporara para besarme y probar su sabor en mi lengua.

-Ha sido delicioso cariño, gracias por el regalo, acepta el mío y llévate la pieza.

-Dale las gracias perrita.

-Mu muchas gracias.

-Y ahora ofrécele tu culo, sin mediar palabra pon las manos pegadas al suelo y quítate el tapón.

Sin darle tiempo a la mujer a que se incorporara hice lo que mi amo me pidió.

-Vaya, se ve delicioso, ¿me estás invitando a que me dé un festín?

-Contesta que sí, perra.

-Sí –afirmé. Sus manos no tardaron en abrirme las nalgas ni la lengua en ahondar en mi esfínter. Me gustaba la sensación. Además introdujo los dedos entre mis pliegues y se puso a acariciar mi clítoris. Grité del gusto-. Sí o sí, por favor no te detengas –supliqué.

Su lengua ahondaba rebañándome, los dedos se colaron en mi vagina para penetrarme hasta que estuveron lo suficiente mojados para sacarlos y penetrarme con ellos mi ano.

Lo hizo sin delicadeza, empujando en mi interior con rudeza.

-Estás muy dilatada, te he metido tres sin problemas, me encanta ves como tus tetas chocan cada vez que empujo mis dedos en tu interior. –Los pezones me dolían arañando el suelo en cada envite.

-Pídele que te meta toda la mano en el culo perra. –La orden me sobrecogió, pero aun así la ejecuté.

-Por favor méteme el puño, no pares hasta tenerlo dentro.

-Mmmmm. Me gusta, tienes un culo muy goloso.

Ella fue enterrando los dedos, rotando la mano, traspasando el anillo de músculos que rodeaban mi esfínter hasta que su muñeca desapareció en mi culo.

-Mírate preciosa-. Levanté la cabeza contemplando la imagen. Mi excitación era tal que al tercer empujón de su puño me corrí-. Eso es, precioso. Ella sacó la mano y me hizo una señal para que me acercara.

-De rodillas perra –la voz de mi amo era la que me ordenaba y yo moría por acatar. Me postré ante ella que me tendió la mano que había usado para darme placer.

-Límpiala. –Al principio estaba reticente pero mi amo me azuzó para que cumpliera saboreando mi esencia trasera. Cundo la tuvo inmaculada se la besé-. Buena chica —me felicitó-, dile a tu amo que me encanta su nueva perra.

La miré sorprendida.

-Ahora vístete, te daré una bolsa que me ha encargado para ti.

Me metí en el vestidor escuchando la risa de mi amo.

-¿Sorprendida? No dejo nada al azar perrita, ahora vístete como antes y vuelve a tomar el autobús para volver a casa. Ponte el plug de nuevo y siéntate con las piernas abiertas en la última fila.

Continuará…

Espero vuestros comentarios.