Flores verdes en invierno
Toda historia no es otra cosa que una infinita catástrofe de la cual intentamos salir lo mejor posible. Italo Calvino (1923-1985)
Toda historia no es otra cosa que una infinita catástrofe de la cual intentamos salir lo mejor posible.
Italo Calvino(1923-1985)
Éxodo 1:1
Mi historia comenzó en 1979, era el mes de Septiembre, habíamos llegado al pueblo huyendo de la miseria de Polonia, eran tiempos difíciles, de los cuales solo puedes elegir entre mal y peor, mi padre de cuarenta y cinco años estaba enfermo de neumonía y mi madre ya no podía trabajar más horas, Varsovia se había vuelto insegura, no disponíamos más que de una habitación en la que dormíamos cuatro personas, mis padres, mi hermana y yo, dormíamos en dos camas que se extendían al llegar la noche y se recogían al volver la mañana para poder poner la mesa, mi padre salía cada día a buscar trabajo, pero siempre regresaba sin él pero con un fuerte olor a vodka,mi madre a sus treinta y ocho años de una forma que jamás pude comprender siempre conseguía llevar comida a la mesa, gracias a ella conseguíamos pasar el día, porque allí sólo se contaba por días, salvaban un día y a esperar al siguiente.
Todo cambió cuando mi padre enfermó, recuerdo a mi madre poner velas a Juan Apóstol patrón de Varsovia, a parte de la enfermedad era que se pasaba todas las noches tosiendo cosa que molestaba al resto de la comunidad, al pensar después de los años se me hace difícil el pensar cómo podíamos vivir en aquellas condiciones, en un piso de sesenta metros vivíamos tres familias, había una cocina y un lavabo para catorce personas, pero eso hay que vivirlo para poder creerlo.
Al principio no dijeron nada sobre los ruidos producidos por mi padre pero eso cambió un día, se notaba como se hacían silencio cuando entrábamos en la cocina y las mujeres se callaban de golpe, normalmente los hombres salían de casa al hacerse de día, las mujeres después de arreglar su cuarto salían a hacer interminables colas en los economatos, el gobierno proporcionaba una cantidad de cupones mensuales para cambiarlo por comida; arroz, harina, leche en polvo, tabaco, etc...pero era muy poco para poder pasar un mes, con lo cual se intercambiaban productos entre la gente, luego si tenías algo de dinero "casi nunca" podías comprar en el mercado negro.
Los días pasaban y cada vez nuestros vecinos de piso se molestaban más, mi madre intentaba darle a mi padre infusiones de hierbas que le calmaban un poco al principio, pero al poco las toses de mi padre volvían a gobernar la habitación, comenzaron los golpes en la pared de los vecinos, una noche me levante para ir a buscar un vaso de agua para mi padre, serían las cinco de la mañana faltaba poco para amanecer, al entrar en la cocina me encontré con Kaspar un hombre de unos cincuenta años, alto y fuerte, había servido en la guerra perdiendo un ojo por una bala perdida, lo intentaba disimular con un parche, de origen ruso, se había quedado en Polonia después de la Segunda Guerra Mundial, las malas lenguas decían que tenía mujer e hijos en Petersburgo, pero su mujer lo había dejado por otro, era el único habitante del piso que disponía de un cuarto para el, también disponía del doble de cupones que los demás, favores por haber combatido en la guerra y sobre todo por ser de origen ruso.
-Buenos días señor Kaspar.-Lo salude con cierto miedo, su parche lo hacía tenebroso.
-Buenos días Ewa-Dijo respondiendo al saludo, su camiseta blanca sin mangas dejaba ver los estragos de una guerra, unas cicatrices en su brazo izquierdo debidas a la metralla de alguna bomba en un campo perdido al norte de Alemania.
Al abrir el grifo sentí su presencia, se había pegado a mi haciendo que notase su olor a tabaco.
-¿Cuántos años tienes Ewa?-Su rostro se había pegado a mi cabeza, podía sentir como aspiraba mi olor.
-Diecisiete señor.-Se tensó mi cuerpo esperando que se alejara de mi.
-¿Ya tienes algún pretendiente?.-Su mano acariciaba mi melena rubia, como si quisiera peinarme.
-No señor.
-No me digas que eres virgen.-Sus manos recorrían mi espalda.
-¡Kaspar!.-Oí a mi madre, entrando en la cocina.
-Chss, no vayas a despertar a los demás, que para eso ya está tu marido.
-Es mi hija Kaspar.-Dijo apartándome.
-Si, estoy cansado de vosotros y no soy el único, pero todo se puede arreglar¿no crees ?.-Ahora era mi madre la que recibía las caricias de Kaspar.
-No sé qué quieres, pero olvídate de nosotras.-Mi madre había sujetado la mano de Kaspar.
-Tu misma, pero os van a denunciar, y ya sabes lo que pasará, tu marido acabará en un hospital de Varsovia y vosotras durmiendo en cualquier sitio, si no hay hombre no hay cupones.
En esa época los cupones iban al nombre del varón, y tres mujeres solas en Varsovia era un suicidio, podían acabar asesinadas, congeladas o vendidas en alguna casa de putas.
-¿Qué quieres de mí Kaspar?
-Un poco de respeto, estaría bien.-Kaspar había comenzado a abrir la bata de mi madre.
-Deja que Ewa se vaya.
-No, quiero que vea lo que su madre es capaz de hacer por ella, eso te lo reconocerá cuando sea mayor.-Kaspar había metido una mano por dentro del camisón de mi madre, podía ver su mano apretando el pecho de esta, unas lágrimas afloraron en mi madre.-Ahora es tarde ya, pero ya encontraremos el momento.-La mano libre se coló entre las piernas de mi madre comprobando el material que tenía a su disposición, mi madre tenía los ojos cerrados, no se atrevía a mirarme por vergüenza.-Además sé que andáis escasos de cupones, no soy tan malo, vosotras me ayudáis y yo os ayudo.-Dijo Kaspar incluyéndome en el trato, mientras una mano había descubierto los pechos de mi madre la otra seguía moviéndose entre sus piernas.
Yo estaba aterrorizada sin saber qué hacer, mis lagrimas mojaban mi bata, tenía la vista clavada en la entrepierna de mi madre, esta se balanceaba por los movimientos de Kaspar, al final sacó su mano he hizo que mi madre oliera esos dedos que habían jugado con su vagina.
-Ahora iros, mañana os quiero a las dos en mi cuarto, sobre la una estará bien.
-Pero mi marido...-Mi madre intento seguir hablando pero un guantazo la cayó de golpe.
- ¿no has entendido lo que he dicho?.-Kaspar le espetó en la cara.
-Si Kaspar, mañana a la una.-Dijo mi madre agarrando mi mano.
Salimos de la cocina las dos abrazadas.
-Por favor Ewa, de esto ni una palabra¿entiendes?.-Me dijo susurrando.
-No madre¿pero qué nos va a hacer?
-Lo que todos los hombres quieren, pero intenta descansar mañana será otro día.
Siempre la misma respuesta"mañana será otro día" era como un canto a la desesperación, eso y rezar al patrón, un pueblo humilde que se había doblegado a la austeridad, pero la pobreza era solo para una parte del pueblo, siempre habían los favorecidos por la dictadura rusa, pero eso es política y no estamos para eso.
Cada noche íbamos las dos a su cuarto, al principio se conformaba con que yo viera como abusaba de mi madre, luego exigía que me masturbara delante de él mientras mi madre le realizaba una felación hasta que comenzó a abusar de las dos, perdí la virginidad en un cuartucho con peste a tabaco, sudor y vodka.
La suerte "o eso creía mi madre" fue que una prima de mi madre nos hizo llegar una carta desde España,en ella nos informó que tenía trabajo para mí madre e incluso para mí, y que estaría bien que no perdiéramos la oportunidad, mi madre se lo dijo a mi padre, este no lo veía claro pues si salíamos de Polonia podíamos ser arrestados por deserción, mi madre le dio a entender que no podían seguir en Polonia, él estaba enfermo y tenían que pensar en nosotras.
Así una noche amparados por la oscuridad partimos de Polonia en un viejo coche que mi madre había conseguido, supongo que lo consiguió de la misma manera que conseguimos los cupones con Kaspar, "¿Pero que no haría una madre por su familia?"después de pasar diez días cruzando Europa llegamos a España, la prima de mi madre nos esperaba en la frontera, al vernos se echó las manos a la cabeza, hacía casi cinco años que no se veían, era un par de años mayor que mi madre, rondaría los cuarenta, ella se fue de Polonia hacía cinco años, se había casado con Jaime un abogado español.
-¡Anna!.-Monike no dejaba de abrazar a mi madre.-Pero que grandes están estas niñas, dijo recorriéndonos con la vista.
-Monike, estas son Ewa y Elzbieta pero la llamamos Elz, y él es Peter.
Después de los saludos nos montamos en un coche y nos llevó hasta un pueblo cerca de la frontera con Francia, un pequeño pueblo de unos trescientos habitantes, pero en el cual estaba el viejo castillo propiedad de los Duques de Irún, precisamente el lugar donde mi madre y yo íbamos a servir.
-Monike, sabes que no tenemos el pasaporte¿habrá algún problema?.-La cara de mi madre denotaba la preocupación, estábamos en un país extraño, no hablábamos la lengua, sin dinero ni pasaporte y lo peor era que no podíamos volver a Polonia sin el peligro de ser detenidos.
-Tranquila Juan conoce a los duques y no hay problemas, esta noche cenareis en casa, mañana por la mañana os acompañará a ver a los duques, Peter se encargará de los caballos y vosotras del servicio, ya veras como estaréis bien. Él es quien le proporciona los empleados, son todos del este;Rusos,Checos,Polacos, gente que viene huyendo del hambre y sin papeles como vosotros, cuando lleguemos a casa Juan os explicara un poco como funcionan las cosas, horarios y responsabilidades, y de paso conoceos, ya sabes, se tiene que asegurar de que la gente que emplea es de fiar, tonterías vosotros sois familia, no habrá problema.
-Gracias Monike.-Mi madre después de lo vivido en Polonia cualquier cosa le parecía bien.-¿Dónde dormiremos?
-En el castillo, tienen una zona solo para el servicio, las niñas y tu estudiaréis la lengua con un profesor que es amigo de Juan, en un principio lo justo para que os podáis desenvolver, luego ya lo iréis cogiendo sobre la marcha, no es difícil créeme.-Monike no paraba de hablar, era como si hubiera estado callada una eternidad y necesitaba contar todo de golpe, mientras nosotras íbamos viendo nuestro nuevo hogar, el castillo reinaba sobre la colina, a los pies de este estaba el pueblo; unas cuantas calles, una vieja iglesia, un ayuntamiento y poco más, no se podía comparar con Varsovia, pero por lo menos no habría que hacer colas para cambiar los cupones y sobretodo no tendríamos que acudir mi madre y yo al cuarto de Kaspar cada noche.
Llegamos a la casa de Monike, se notaba la posición social que tenían, era la mejor casa del pueblo, tres plantas dominaban la plaza, situada al lado del ayuntamiento y con vistas al castillo, nos recibió una chica joven vestida de sirviente, tendría veinte años, su acento me indicó que era del este, no sabría identificar el país tal vez Rumanía, saludó a Monike cogiendo su bolso y chaqueta.
-María ¿dónde está el señor?
-En su despacho señora.-Dijo retirándose.-Le llamamos María porque Juan nunca se acuerda de su nombre Eirina, así que poco a poco se le quedó Maria.-Dijo dejando caer una fina sonrisa.-No os preocupéis Juan entiende un poco nuestro idioma y lo chapurrea, aunque se pierde si se habla rápido, así que mejor habláis poco y despacio.-Dicen que las mujeres tenemos un sexto sentido, en ese momento había algo que me perturbaba, Monike era...no sé cómo explicarlo, solo que me ponía nerviosa.
Al entrar en el despacho vimos a Juan, un hombre de unos sesenta años, vestido de traje negro con un pañuelo blanco en el bolsillo de su americana.
-¡Oh querida!ya estáis aquí, me estaba preocupando.-Dijo besando a su mujer en la mejilla.-Y estos son tus familiares¿verdad?.-Su mirada se clavo en mi madre.
-Si cariño, Anna mi prima, Ewa y Elz sus hijas y Peter su marido.
-Un placer que hayáis venido, supongo que Anna y...Ew.-Se quedó intentando recordar mi nombre.-Ewa cariño.-Le ayudó Monike.-Eso Ewa, disculparme, pero para los nombres soy un inútil.-Se puso a reír, por supuesto que le reímos la gracia, pura cortesía.-Bueno ellas trabajarán en el servicio y Elz...¿qué años tienes?.-Dijo mirando a mi hermana.
-Dieciséis señor.-Mi hermana estaba semi oculta entre mi madre y yo.
-Bueno dieciséis es una buena edad para empezar a trabajar, puedo meterte en cocina, su marido ayudará en las caballerizas¿te parece bien Anna?
-Si señor.
-Por favor llámame Juan, que para eso somos familia.-Dijo con una sonrisa hipócrita.
-Si Juan.-Rectificó mi madre.
-Monike por qué no te llevas a Peter y Elz a la cocina mientras hablo con Anna y Ewa de lo que supondrá su trabajo.
Mi padre y mi hermana salieron del despacho acompañados por Monike.
Al salir Juan hizo que nos sentáramos en las sillas mientras él se sentó detrás de su despacho, se quedó mirándonos y la vida giro por completo para nosotros, habíamos salido del fuego para caer en las brasas.
-Anna, a partir de hoy tienes que saber que servirás a los duques, ¿entiendes esto?.-Su voz ya no era la de hacía dos minutos, era seca y dura, más que hablar escupía las palabras.
-Si Juan.-Mi madre contesto asustada del cambio de tono.
-Ahora no estamos entre familia, esto es laboral, y en los negocios me merezco un respeto, estáis aquí porque sois unos muertos de hambre, ¿entiendes?.-Mi madre se quedó muerta, sin saber qué decir.-He dicho si lo entiendes,¿ no entiendes ni tu idioma?
-Si señor.-La voz de mi madre temblaba, tenía cogida mi mano la cual apretaba con fuerza.
-¿Alguna de vosotras está embarazada?
-No señor, ninguna.
-Desnudaos, quiero comprobarlo, no me fío de los pulgosos que vienen a vivir del cuento a nuestro país.-Su mirada se había vuelto fría.
-Señor...¿aquí?.-Mi madre sostenía mi mano con tanta fuerza que me hacía daño.
-No mañana, pues claro, te crees que os voy a meter en casa del duque sin estar seguro, no quiero que dentro de un par de meses aparezcáis con barriga, pero tú misma, si la señora no quiere siempre os podéis largar por dónde habéis venido, me importa una mierda que seáis familia de mi mujer, pero decidirlo ya, no tengo tiempo que perder.-Dijo tocando la campanilla que tenía encima de la mesa.
Mi madre me miró sin saber qué hacer, esta vez tome la iniciativa, me levante y empecé a desnudarme;mi chaquetón, mi camisa, la falda fueron a parar a la silla.
Mi madre al verme repitió el mismo proceso, quedamos las dos en ropa interior de pie, intentando que nuestras manos cubrieran nuestras vergüenzas, acudió María al toque de la campanilla.
Hubo una conversación en español que no comprendí, pero María recogió nuestras ropas y se quedó esperando.
-¿Qué no entendéis?quitaos t-o-d-o.-Deletreo las palabras haciendo más honda la humillación.-Maria se llevara vuestras ropas, no quiero que el Duque os vea andrajosos.
Nuestra ropa interior hizo compañía a al resto de nuestras prendas, María salió de la habitación dejándonos desnudas ante Juan.
Este se levanto de la silla y poniéndose a nuestra espalda nos revisó de arriba a bajo, nos hizo separar las manos para comprobar por completo nuestro cuerpo, recuerdo que no llore, no podía explicar el hecho de asumir lo que venía, en cambio mi madre se puso a llora, creo que más por mí que por ella, le cogí la mano intentando darle apoyo, quería decirle que no pasaba nada, que la quería igual o más si cabía, que lo superaríamos siempre que estuviéramos juntas, quiero creer que eso la calmó, pues dejo de llorar, Juan seguía dando vueltas alrededor nuestro como si de un tiburón se tratara.
-¿Eres virgen Ewa?.-Dijo parándose delante mío.
-No estoy embarazada, creo que con eso basta, s-e-ñ-o-r.-Creo que mi juventud hizo que me revelara ante el.
-Creo que tienes muchos humos para ser una pulgosa.-Sus ojos se encendieron ante mi osadía.-Me parece que me vas a tener que demostrar que te mereces el puesto, ¡agáchate!.-Su mano ejercía presión sobre mis hombros.
-No señor, castígueme a mi.-Mi madre se había agachado quedando su cara a la altura de su bragueta.
-No, quiero que se agache ella.-Sus manos volvieron a ejercer fuerza en mis hombros.
Sabía lo que mi familia se jugaba, no podía permitir que mi orgullo los condenará, así que me arrodillé quedando a la altura de mi madre.
-Levanta Anna, quiero que tu hija lo haga solita.-Había cogido a mi madre por los pelos haciendo que se levantará.-Ya sabes lo que tienes que hacer¿verdad?.-Dijo mirándome desde lo alto.
Abrí su bragueta despacio, auto convenciéndome de que era necesario"había que pasar ese día",note su pene endeble, lo saque y sin pensar me lo lleve a la boca, un olor fuerte me llegó a mis papilas, pero no me era desconocido, Kaspar era peor, por lo menos Juan estaba perfumado, comencé a pasar mi lengua sobre aquel pene haciendo que reviviera, mi madre tenía cubierta su entrepierna por la mano de Juan que no dejaba de mirarme, subía y bajaba aquella piel, mientras lo introducía en el fondo de mi garganta esperando que se terminase pronto, podía oír sus gemidos acompañados de los lamentos de mi madre, sujetó mi cabeza haciendo movimientos con sus caderas, sentí un chorro que entraba en mi garganta directamente, mantuvo su pene dentro de mi boca hasta echar la ultima gota de semen.
-Ves, no es tan difícil Anna, un poco de disciplina hace que los modales fluyan por sí solos.-Dijo volviendo a tocar la campanilla.
María volvió a aparecer por la puerta, llevaba una especie de batas.
-Ahora acompañar a María, se os dará de cenar y mañana a las nueve iremos al castillo.
María nos llevó a la cocina para darnos de cenar, supongo que el hambre que traíamos hacía que cualquier cosa supiera a gloria, sobre las Díez de la noche nos llevó a nuestras habitaciones, mi hermana ya estaba dormida, el cansancio de los últimos días había echo mella en nosotros.
"Mañana será otro día" me dije antes de cerrar los ojos.