Flores

Condenada a la soledad en un mundo donde sólo lo físico importa.

"Otra mujer ha aparecido muerta esta mañana. Su cuerpo ha sido encontrado por un anciano que paseaba..."

El gato ronronea mientras le acaricia detrás de las orejas. Apura los restos del consomé caliente sin dejar de hacer caricias al animal.

"… con ésta se eleva a 15 el número de víctimas del conocido como asesino de las flores...".

Apaga la televisión y se queda a oscuras en el sillón. Permance en silencio hasta que sus ojos se acostumbran a la poca luz que entra por la persiana. Escucha unas risas filtradas desde algún piso vecino. Los ojos del gato brillan como esferas de fuego. Transcurren los minutos. Escucha su respiración y el ronroneo del gato. Una sirena aúlla en la calle, perdiéndose a lo lejos. Cierra los ojos porque la poca luz daña sus ojos como el sol de agosto.

Agarrando al gato cuidadosamente como si fuera un bebe se levanta del sillón y dirige sus pasos hacia el dormitorio, sin encender la luz. Se tumba en la cama con el gato apoyado en su hombro. Vestida, con zapatos puestos.

Llora sin verter ni una lágrima durante horas.

El despertador le sobresalta. Lleva años escuchando el mismo sonido cada mañana, pero no se acostumbra a él. Sigue la rutina diaria de cada mañana. Como cada día. Como siempre.

En el metro coincide con un hombre alto y moreno, muy atractivo. Clava sus ojos en él. Él la mira durante un segundo a los ojos, baja su mirada para recorrer su cuerpo.

No vuelve a mirarla en todo el trayecto. Tiene la vista clavada en un par de adolescentes cuya falda no daría ni para hacer una de sus bragas. Contempla sus cuerpos jóvenes durante unos minutos. Luego baja la vista para ver el suyo. Sus anchas caderas, su poco pecho, sus piernas de elefanta. No tiene nada que hacer.

Se distrae mirando la portada del periódico que lee un anciano.

"15 mujeres de mediana edad han aparecido con el cuello cortado y cubiertas de flores"

En el trabajo se sienta con una nueva compañera para explicarle sus tareas. Es una chica alta y delgada, muy morena y atractiva. Les interrumpen varias veces algunos compañeros de trabajo. Vienen a saludar a la nueva., aunque sospecha que no es sólo por educación. A ella, simplemente la ignoran.

Entra en el cuarto del material de oficina a por un recambio del cartucho de la impresora. Alguien entra en el anexo cuarto de las fotocopias. Puede escuchar la conversación ya que el fino tabique de Pladur no aísla nada.

¿Has visto a la nueva?. Menudo polvo tiene.

Ya te digo, está buenísima.

Sí, encima la sientan con la foca de la Remedios y claro, parece el doble.

¡Ja, ja, ja, ja!. Ya te digo. Es que mira que es fea y gorda y la cabrona.

Cierra cuidadosamente la puerta del cuarto y llora durante media hora.

Sale del trabajo y se dirige al gran hipermercado. En realidad no necesita nada, pero es una manera como otra cualquiera de retrasar la llegada a casa. Deambula entre las estanterías repletas de alimentos, con el carro vacío.

Llega a la zona de artículos de higiene. Ve las compresas y los tampones y recuerda que se está quedando sin ellas. Al coger un paquete de Tampax queda despejada su mirada al otro lado de la estantería. Su mirada se cruza con la de un hombre que elige espuma de afeitar. Él no aparta la mirada y… ¡sonríe!.

Sigue comprando, aunque fuerza el encuentro con el hombre. No es muy guapo. Debe andar por los 40. Es bajito, tiene algo de tripa y empieza a quedarse calvo. No está casado, o al menos no lleva anillo. Se pone nerviosa sin saber por qué.

Tranquila, sólo ha sido una sonrisa de amabilidad. Tranquila. Reme, que luego te ilusionas y es peor.

Sus miradas vuelven a cruzarse. Sus labios vuelven a sonreir. Un calor recorre su cuerpo y nota sus mejillas ardiendo.

Termina sus compras y se dirige a las cajas. Abona y andando hasta la salida se detiene en una tienda de ropa femenina. Contempla el vestido del escaparate. El maniquí tiene las medidas de una anoréxica. No se molesta en entrar a preguntar porque sabe que no tendrán su talla. Y si la tienen, no le quedaría bien.

Seguro que estás preciosa con él puesto.

Da un respingo al escuchar la voz detrás suyo. Es el hombre con el que ha cruzado la mirada en el hipermercado. Avergonzada no acierta más que a balbucear un tímido "gracias".

Cinco minutos después y casi sin saber cómo está sentada en una cafetería tomando una Cocacola con el hombre.

Me llamo Arturo.

Yo soy Remedios.

Un placer, Remedios. Un auténtico placer.

Arturo sonríe mucho y es muy divertido. Le pregunta si tiene novio o marido, si vive cerca, si vive sóla, sus películas favoritas, su lugar para las próximas vacaciones, su trabajo… Ella parlotea excitada. Nota que está hablando mucho, como si estuviera borracha. Pero Arturo parece muy interesado en ella. Sale de su trance cuando escucha caer el cierre metálico de las puertas.

Dios mío, qué tarde es.

Sí, es cierto, casi nos cierran el centro comercial.

Reme, me gustaría continuar esta conversación algún día.

Esto, yo, bueno, ¡claro que sí!.

Me gustaría invitarte a cenar.

Me encantaría. Dime que día.

El viernes o... ¡espera!... ¿Por qué no hoy mismo?

Arturo propone ir a su casa. Se ofrece a cocinar para ella. Sabe perfectamente que la invitación no es sólo a cenar. Pero acepta.

Durante el trayecto en el coche de Arturo se pone más y más nerviosa. Al fin llegan a su casa. Es un chalet en una parcela en un pueblecito cercano. Es solitario pero tiene unas vistas espectaculares. Está rodeado de un precioso jardín muy cuidado. Tiene rosas, caléndulas, claveles, amapolas. Mil y una flores de vivos colores. Entran en la casa y Arturo pone la radio mientras sirve dos bebidas.

"… La policía sigue en busca del asesino de las flores que ha degollado ya a 15 mujeres. Los testigos apuntan a un hombre de unos cuarenta años…"

Arturo cambia de emisora para buscar algo de música. Le sirve un cognac y se marchan a la cocina. Observa como Arturo prepara diestramente la cena. Se nota su soltería porque en 10 minutos ha preparado una cena más que digna. Conversan animados por el vino. Ella trata de ser coqueta, aún a sabiendas de que ya gusta a Arturo. Siente un hormigueo en el vientre. Una sensación desconocida, mezcla de nervios y excitación.

Llega la hora del café, que toman en el sofá. Encima de la mesa hay un periódico recortado. Faltan los titulares y el artículo de portada. Arturo se queda mirando en silencio durante unos segundos.

Reme, me gustas mucho.

Toma su mano y se acerca. Su corazón reparte adrenalina a cada rincón de su cuerpo, que tiembla como si tuviera un hormiguero debajo. Sus labios se acercan y se besan. Ella no responde muy efusivamente. Por su mente hay una riada de pensamientos, alborotados, desordenados.

"Bésale como en las películas. No, con lengua no, si quiere lengua que la meta él, no parezcas una furcia".

Pronto se va relajando y comienza a disfrutar del beso. Sus labios le transmiten sensaciones nuevas que se reparten por su cuerpo. Nota las manos de arturo en su muslo. Su primer instinto es apartarlas, pero las deja hacer. Suben por su cintura y exploran sus pechos.

Las diestras manos de Arturo la van desnudando mientras acaricia todo su cuerpo. Cae el vestido, cae la faja que sujeta su cintura y caderas. Queda desnuda y expuesta a Arturo. No está muy excitada, los nervios lo impiden, pero no desea parar.

Arturo se desnuda y contempla a un hombre desnudo y erecto por primera vez en su vida. Arturo la tumba en el sofá y cubre su cuello a besos. Va bajando por sus pechos hasta su ombligo. Alli los besos se transforman en suaves lametones. Le recuerda a su gato cuando la recibe en casa.

No puede evitar arquear su cuerpo cuando nota a Arturo manipulando su clítoris con la lengua. La sensación la tiene abrumada. El calor, la excitación que siente es algo totalmente nuevo para ella. Arturo permanece lamiendo 5 interminables minutos, mientras ella sólo es capaz de gemir y agarrar su pelo. La lengua de Arturo recorre su clítoris haciendo círculos. A veces baja y se intenta introducir en su vagina en una deliciosa violación.

No aguanta más y luchando contra su educación y creencias suplica.

Arturo, por favor, házmelo, métemela ya.

Separa sus piernas para que Arturo se acomode entre ellas mientras contempla como él se coloca un preservativo.

Se tumba encima de ella y acomoda el pene a la entrada de su vagina. Abraza a Arturo que suavemente se deja caer sobre ella, introduciendo con algo de dolor su pene en la vagina.

Entre gemidos entrega su virginidad a Arturo. Imposible describir el primer orgasmo de su vida.

Cuando Arturo acaba encima de ella se siente algo avergonzada. Con la excusa de tener que ir al baño se marcha del salón donde él permanece tumbado en el sofá, bebiendo los restos del cognac.

En el baño se mira en el espejo. Sus mejillas están sonrosadas, tiene el pelo enmarañado, alguna marca en el cuello. Pero no es eso lo que centra su mirada. Es su sonrisa. Por primera vez en muchos años sonríe sin tener motivo aparente. Y sus ojos, tienen un brillo especial

"Reme… lo has hecho… le gustas, le gustas a un hombre".

Se lava la cara y se arregla el pelo. Tiene un sabor raro en la boca y abre el armario del baño en busca de la pasta de dientes. La encuentra en un vasito. Junto a ella un cepillo. Y una maquinilla de afeitar. Y una navaja. Durante un segundo le parece extraño que tenga navaja de afeitar si también tiene maquinilla. De regreso al salón sus ojos contemplan el periódico recortado. A su olfato llegan los aromas de las flores del jardín.

Su sonrisa se borra de su cara. Se sienta junto a Arturo.

Arturo, ¿volverías a hacerme el amor?.

Por supuesto. Tenemos hasta que amanezca.

Quiero que me prometas algo.

Lo que tú quieras, Reme.

Prométeme que no me va a doler.

¿Por qué dices eso?. ¿Acaso te he hecho daño antes?

No me refiero al hacerme el amor.

¿Te refieres a nuestra relación?. Mujer, aún es pronto para

No. Me refiero a lo que va a pasar cuando amanezca.

Arturo se sobresalta al escuchar esas palabras. Intenta separarse de ella pero está fuertemente abrazado. Fija su mirada en los ojos de ella. Fríos, vidriosos… y transparentes.

Sí, lo sé. Sé lo que va a pasar. Prométemelo. Júramelo.

Reme

Vamos, prométeme que no me va a doler.

Arturo entiende que ella lo sabe. Sabe todo. Se queda en silencio durante unos segundos incapaz de apartar sus ojos de los de ella. Transcurre una eternidad hasta que Arturo contesta.

Te lo prometo

El inspector observa a los forenses examinar el cadaver en silencio. Otra víctima. Otra mujer asesinada. La culpabilidad le quema el alma como un hierro candente.

"Hijo de puta. Te voy a coger, hijo de puta. Te crees muy listo, pero te voy a coger."

Las flores que cubren el cuerpo no evitan que se huela el olor a muerte.

Lo que nos faltaba. Otro hijo de puta suelto.

La voz de uno de los forenses le devuelve a la realidad alejando sus pensamientos.

¿Cómo?

Sí, que tenemos otro hijo de puta suelto.

¿Por qué lo dices?

Un imitador, el modus operandi es parecido, pero hay algo diferente en ésta.

Martínez, no me jodas, ¿Qué coño dices?.

Que tenemos un imitador. La víctima estaba drogada. Fíjate, no hay signos de lucha. Y mira su expresión. No tiene nada que ver con las otras. Todas las anteriores estaban despiertas. O tenenmos un imitador, o el cerdo tiene remordimientos.