Floreciendo bajo el cerezo

Un paisaje, un paseo, un deseo....

Ir caminando entre los cerezos, mirando como las nubes se van abriendo a nuestro paso hacía que no notara ya mi ropa mojada. Máxime cuando miraba a mi lado y te veía a ti, con tu sonrisa casi tatuada en tus labios, contenta, feliz, exultante.....

Nuestras manos unidas, muy unidas. Ni un huracán podrían separarlas. Caminando juntos, mirando casi sin ver porque nuestros ojos no paraban de encontrarse con los otros. Tanta belleza a nuestro alrededor y no la veíamos.

Un rayo de Sol, se escabulló entre las nubes y te iluminó. Te miré y no pude nada más que acariciar tu cara y besarte mientras tus brazos me rodeaban, cogiéndome muy fuerte, y mis manos se posaron en tu suave cara besándote.

El rayo de Sol no quería marcharse, no quería dejarnos, sólo quería reconfortarnos y darnos ese calor que necesitábamos después de habernos mojado mientras corríamos para refugiarnos de la lluvia.

Y por fin consiguió que nos reconfortáramos, que nos calentáramos.

Mis manos empezaron a bajar suavemente desde tu cara, acariciándote tiernamente tu cuello, tus hombros, tus brazos, tu cintura, hasta llegar a tus caderas. Te agarré más fuerte hacia mi, pegando aún más nuestros cuerpos, sintiéndonos muy juntos.

Te sentía la respiración en mi cuello agitada, entrecortada mientras mis labios se posaban en tu cuello, dándote pequeños besos y mordiéndote suavemente. Tú emitías pequeños gemidos y tu cuerpo era un mar de pequeños espasmos, escalofríos.

Te removías entre mis brazos. Mis manos ya habían alcanzado tu precioso culo, sintiendo tu ropa mojada.

Tu cuerpo pegado al mio, lo sentía como si no llevaras nada de ropa. Tus pezones pugnaban por traspasar la ropa y clavarse en mi pecho.

Mi mano empezó a subir sin parar de acariciarte, recorriendo cada mínima parte de tu cuerpo hasta encontrarse con el primer botón de tu blusa que rápidamente salió de su ojal, seguido del segundo y de hasta un tercer botón. Mi mano ya podía acariciar tu pecho, tocar tu pezón, pellizcarlo, escuchando tus gemidos callados en mi oído.

Creció en mi mano. Estaba duro y frío. Mi boca se encargó de calentarlo, obrando el milagro y haciendo que creciera aún más, mientras con tus manos hacías que mi cabeza se apretara todavía más sobre tu pecho.

Te volví a coger de la mano y te llevé hasta un cerezo, sentándonos a sus pies. Tú te pusiste sobre mi y comenzaste a besarme despacio, recorriendo para parte de mi cara y de mi cuello. Mis manos recorrían toda tu espalda hasta llegar a ese culo que me hace volverme loco.

Poco a poco me fuiste desabotonando las camisa y pasando tus manos por mi pecho, tomando mi cara con tus manos de nuevo, y volviéndome a besar.

Todo seguía creciendo, y tú notabas como creía, rozándote, pidiéndote permiso para estar en ti. Tus manos bajaron y soltaron mi cinturón y después el botón de mi pantalón, dejando que por fin pudiera respirar y sentir la calidez de tus manos sobre él.

Yo acariciaba tu culo, y poco a poco iba subiendo tu falda para poder tocar esa piel tan suave de tu tus piernas y de tu culo. Por fin te tengo agarrado el culo con mis manos. Lo aprieto, lo muevo, lo magreo, pero sobre todo lo disfruto.

Mis pantalones por fin se deslizan fuera, y tu te vuelves a sentar sobre mi, sintiéndolo en tu braguitas como lucha por evitarlas, por abrirse paso y por poseerte. Te mueves, recorriéndolo muy despacio, haciendo que todavía crezca un poco más.

Con una de tus mandos, apartaste las braguitas, dejándolo llegar hasta ti, guiándole y facilitándole el camino hasta poder quedar enterrado completamente dentro de ti.

Iniciaste tu movimiento hacia arriba y a hacia abajo. Tus pechos se mueven acompasadamente con ese ritmo, moviéndose entre tu blusa abierta, subiendo y bajando.

Me fascina esa visión tuya, disfrutando de mi, con tus ojos cerrados gimiendo cada vez un poco más alto, y todo esto aderezado con tus pechos libres que dejaron de estarlo cuando empecé a lamerlos, chuparlos, comerlos y a morderlos.

Sentí como te movías cada vez más rápido, como tu cuerpo se iba tensando, como tu cabeza caía hacia atrás disfrutando del momento, de tenerme dentro de ti, de mis caricias, de mis besos....

Y de repente caíste sobre mi, como agotada, como derrotada por el placer que acababas de sentir, y que me habías provocado a mi.

Así abrazados y vencidos estuvimos un buen rato. Sin decirnos nada. Sin movernos. Sin vernos. Sólo nos sentíamos el uno al otro.

El rayo de Sol volvió a aparecer entre las nubes, y volvió a encontrarnos, y volvió a reconfortarnos, y volvió a hacernos sentir.

Nos levantamos, nos volvimos a tomar de mano y seguimos paseando uno al lado del otro........


Se agradecen todo tipo de comentarios, o si quieres que te escriba alguno según tus deseos.  travesuco@gmail.com