Flor, mi psico

De como inspeccionando mi inconsciente ella comenzó a desearme.

Hace ya unos años que Flor me aconseja. Ella es de pelo castaño, tiene lindos pechos y un cuerpo aceptable para su edad y sus hijos.

En un principio no le di mayor importancia a su aspecto ya que cuando empecé a atenderme estaba enamorado aún de otra chica. Aunque sí me detuve en el detalle de que fuera mujer. Eso en algún punto era importante para mí.

Luego de muchísimas sesiones donde se trataron temas diversos, nuestros saludos comenzaron a ser más amigables, abundantes de besos y abrazos. Obviamente que a medida que estos besos y abrazos aumentaban en duración e intensidad, también en intensidad aumentaba mi deseo sexual hacia ella, porque combinaba una confianza muy grande, un clima muy confortable, y una prohibición muy tentadora.

En cada abrazo deseaba tocarla. Extender mis caricias por la colina de sus piernas y entrar en ese juego en el que poco después se verían involucrados sus senos, que con firmeza recibirían el impulso de la palma de mis manos, el suave tacto de mis pulgares sobre sus pezones, acompañados de un beso de un sólo labio y un suspiro que mucho dice y poco pronuncia.

Así pasaban las semanas. Yo veía todo esto como algo totalmente fuera de lugar, hasta que un día, ví como durante la sesión sus ojos se dirigían frecuentemente hacia mi pene. Tenía un pantalón un poco ajustado debo admitirlo, que hacía que mi discreto bulto se notase a la vista. De todas formas, ella no paraba de mirarlo. Ahí fue donde empecé a creer algo concreto en nuestra relación.

Ahora me faltaba saber como iba a ser mi maniobra. Mucho pensé hasta que llegó la próxima sesión, donde sin más que saludarla le apreté bien fuerte una nalga y subiendola a la altura de mi cintura la beśe en sus labios. Ella tuvo un instinto que la comenzó a separar de mí, pero rápidamente lo corrigió y aceptó mi iniciativa. Todo estaba dicho. Teníamos 40 minutos por delante. La besé aproximadamente un minuto tocando sus senos. Luego procedí a quitarle la blusa y el corpiño, y por consiguiente a comerle sus senos. Sentía muchas ganas de penetrarla pero me contuve, procurando que ella desee lo mismo. A los pocos minutos le bajé el pantalón y comencé a saborear su entrepierna desde atrás y sin distinguir demasiado pero concentrado en mi labor. Unos dos minutos más tarde ella tomó la iniciativa, se dió vuelta y comenzó a desabrocharme el pantalón. Sacó mi miembro y lo comenzó a chupar sin ningún tapujo y con mucho y buen ritmo. Me conseguí acomodar en el escritorio y comenzó a chuparme los testículos y un poco más abajo también. Pasados los dos minutos no pude contener mi deseo. La dí vuelta y comencé a penetrarla. Fueron unos instantes de goce absoluto. Varios minutos de hecho, hasta que ahogada en unos gemidos muy discretos y posiblemente tapados por el ruido del calefactor, acabó.

Yo no lo hice, así que proseguí y le dije que los 40 minutos no habían acabado aún. Esto pareció encenderla nuevamente y sus movimientos se aceleraron una vez más en lo que pareció un segundo orgasmo. Fué poco después que con un escupitajo y un dedo comencé a probar su cola lentamente. Ella sólo gozaba en silencio. Me dejó avanzar hasta que en un momento saqué mi miembro del suyo y comencé a penetrarla por la cola. Estuve unos minutos penetrandola poco y lento. Esto fué en aumento, hasta que en cierto punto ella comenzó a empujar para atrás y a mover su cadera. No resistí demasiado esto y a los pocos minutos acabé. Nosé si ella lo hizo porque simplemente viajé a otro universo.

Luego nos sentamos normalmente, hicimos algunos comentarios formales y dimos por terminada la sesión.

QUIZAS CONTINUE...