Flor del Paraíso

Este un pequeño relato de la categoría vore. Como no existe esa categoría en este sitio lo pongo en esta sección. Ojalá les guste.

Flor del Paraíso.

Mónica miraba el sendero que bajaba de la montaña hacia la selva impenetrable, extensa hasta donde alcanzaba la vista, de un lujurioso verdor. Junto con sus compañeros de exploración ella avanzaba con dificultad a través de la hierba alta en un lugar de la selva amazónica donde muy pocos hombres blancos habían estado antes. A ella le parecía absurda su presencia ahí. Todo lo que quería era terminar su trabajo y regresar lo antes posible a la civilización, pero tenía una responsabilidad que cumplir y se dijo a si misma que ella nunca había fallado al realizar una investigación y que ahora no sería la primera vez.

Mientras pensaba en esto Mónica recordó el origen y la razón por la que se encontraba en tan insólito lugar: apenas un mes antes se encontraba en su oficina de Los Ángeles, California, donde era la redactora de una revista femenina, ella estaba a cargo de la sección de "Mujeres Destacadas" en donde entrevistaba y hacía reportajes de mujeres desconocidas que destacaban en alguna actividad o profesión. Durante varias semanas no había encontrado material digno de publicarse en su sección, su editor la empezaba a presionar y ella comenzaba a desesperarse. Comenzó a navegar por Internet para distraerse y entonces creyó encontrar lo que buscaba en el lugar más inesperado: era la página web de una universidad australiana. En ella había un reportaje muy interesante que hablaba sobre las investigaciones de la Doctora en botánica Susan Nuzum, sobre las cuales afirmaba que había descubierto una especie totalmente desconocida de planta en un lugar prácticamente inexplorado de la Selva del Amazonas. Ella había investigado diversas leyendas indias que hablaban sobre la existencia de una planta con forma de flor a la que los indios temían y respetaban, algunos la llamaban "la Flor Madre" y otros "la Diosa Flor". Todo respecto a ella era tabú para las diversas tribus de la selva.

El reportaje continuaba con una resumen de la expedición y un detalle sorprendente: Susan Nuzum había desaparecido del campamento de exploradores bajo circunstancias misteriosas. Sus compañeros la habían notado un día antes de su desaparición distraída y ausente, constantemente parecía buscar con la mirada algo en la espesura de la selva. Después de dos semanas de búsqueda los miembros del equipo de rescate encontraron en un claro de la selva la ropa apilada de Susan y, a unos pasos de ahí su cámara digital tirada sobre la hierba. La cámara solo contenía dos fotografías, la primera de ellas era una imagen del equipo de exploración posando a la cámara, estaban rodeados de chiquillos y tenían como fondo una aldea india. La foto mostraba a Susan en el centro de sus compañeros y en la imagen se apreciaba una mujer de unos 27 años, alta y hermosa de complexión atlética, como alguien que acostumbra a ejercitarse con frecuencia. Llevaba una larga cabellera oscura recogida con una cola de caballo. De todo el equipo integrado por siete personas Susan era la única mujer.

La siguiente foto era aún más intrigante: mostraba una imagen de, al parecer, una planta con forma de flor gigante que parecía brotar directamente de la tierra. La foto estaba mal enfocada y movida, como si Susan hubiera estado ebria o mareada en el momento de tomarla. No se apreciaban muchos detalles con claridad pero la planta no se parecía a nada visto antes; incluso varios especialistas tachaban la fotografía como un fraude fotográfico. En ciertos aspectos la imagen recordaba a una gigantesca margarita de color escarlata intenso con ramificaciones similares a tentáculos.

Habían pasado tres años del incidente y el reporte finalizaba con una pregunta que fue como un reto para Mónica: ¿qué sucedió con la Doctora Nuzum?. Mónica pensó que ella era la persona indicada para responder a esa pregunta, o al menos intentarlo.

Mónica no tenía muchas esperanzas de encontrar a Susan viva después estar tres años desnuda en la selva, pero intentaría saber lo que pasó. Lo que de verdad le interesaba era la foto de la extraña planta, si no era en realidad un truco tal vez podría explicar el misterio que le rodeaba. Después de todo, nunca encontraron nada en el lugar donde localizaron los objetos; esto era otro misterio para ella. Los siguientes días fueron de investigaciones del lugar exacto, permisos, preparativos del viaje, etc. En la noche anterior a su viaje a Brasil Mónica sintió la extraña necesidad de contemplarse desnuda ante el espejo de cuerpo entero de su recámara. Por una extraña razón se sentía ligada de algún modo con Susan, como si compartieran un mismo destino. Ambas era físicamente muy diferentes, mientras Susan era alta y delgada, Mónica era de estatura regular, con complexión un poco robusta, algunos quizá podría llamarla gorda, pero ella adoraba cada gramo de su cuerpo. Tenía en compensación un busto grande y firme, así como un culo exuberante. Se sentía contenta con su cuerpo y ninguno de sus amantes –hombres y mujeres- se habían quejado nunca de ella y de lo apasionada que era al hacer el amor. Si de algo se sentía orgullosa Mónica además de su trabajo y de su cuerpo era de su entrega al placer carnal. Sus amigos sabían que ella siempre buscaba experiencias nuevas, por lo que siempre que podía participaba en cuanta reunión sexual existiera: tríos, gang bangs, orgías, etc. Parecía siempre buscar algo en el placer que no podía encontrar de manera duradera. Pero ahora tenía una investigación por delante y, pasara lo que pasara, trataría de divertirse lo más posible. Todo esto pensaba mientras recogía su cabello largo cabello rubio y brillaba sobre su blanca piel un piercing dorado en forma de estrella que colgaba de una perforación en su ombligo.

Todo esto lo recordaba a medida que se internaba cada vez más en la selva. Tenían una semana explorando en la zona donde tres años atrás Susan y su equipo habían estado sin éxito cuando una noche, Mónica creyó percibir en el aíre la presencia de un aroma delicioso, algo así como un perfume embriagante. A la mañana siguiente sentía la presencia del aroma de manera tenue, ¿Qué era? ¿de donde venía? Preguntó a sus compañeros si percibían ese olor, ninguno parecía oler nada en particular. Creyó comprender el porqué: al igual que el equipo donde estaba Susan, Mónica era la única mujer en el suyo ¡sólo las mujeres podían detectar ese aroma!

Esa noche, en el campamento, cuando todos dormían Mónica era presa de febriles sueños, en ellos ella sentía una pasión avasalladora que no podía controlar. Sentía un furor sexual intenso que sus dedos no podían satisfacer. Despertó sudorosa y con la respiración agitada. A pesar de estar rodeada de hombres, en ningún momento pensó en recurrir a ninguno de ellos para apagar el fuego que la invadía. Sin ser totalmente consciente de sus actos se vistió en silencio y en medio de la noche abandonó el campamento adentrándose en la selva en una dirección definida, nadie, salvo otra mujer sabría que seguía un delicioso aroma que transtornaba su mente.

Caminó durante varias horas sin sentir miedo o cansancio, parecía una autómata cruzando el espesor de la jungla. Amanecía cuando ella llegó a un claro de la selva donde crecían pequeñas flores, las más bellas que hubiera visto nunca. De diversos tipos y colores, Mónica sentía haber llegado a un pedazo del paraíso. No sabía como había llegado hasta ahí, pero el perfume que la atrajo era más fuerte y sin embargo, era también más delicioso que nunca. Se sentía mareada y placenteramente excitada como nunca antes lo había estado. Sintiendo que la ropa le estorbaba se desnudó lentamente, disfrutando de la caricia del aire y el sol de la mañana en toda su piel desnuda. Sus manos acariciaban lentamente cada centímetro de su cuerpo, como el preludio de algo más.

Sin entender realmente porqué se sentía así caminó algunos pasos a través del claro de la selva, se sentía cómoda y libre, como Eva en el paraíso, en ese lugar que parecía un jardín creado por el hombre, en vez de un paraje en medio de la selva. Estaba eufórica y excitada, la poca lucidez de su mente trataba de luchar contra esa situación tan inusual, pero otras fuerzas mayores que ella la impulsaban a entregarse a algo o alguien. Llegó al centro del claro y fue entonces cuando la vio, como una reina en medio de sus súbditos estaba la misma flor que había visto en Internet, solo que ahora la veía claramente. Estaba la planta a flor de tierra, sin un tallo que aparentemente la sostuviese. Parecía una gigantesca margarita de color escarlata intenso con brillos de terciopelo. Sus pétalos eran como de 60 centímetros de largo y rodeaban un centro rojo de talvez 90 centímetros de diámetro; de entre sus pétalos sobresalían media docena de lianas de talvez tres pulgadas de diámetro y tres metros de largo cada una. Al acercarse más, Mónica pudo observar un pequeño agujero, no mayor que una moneda, en medio del centro del centro de la planta. Por alguna extraña razón, se sentía familiarizada con la planta al grado de sentir que ésta la llamaba, no con palabras, sino con aromas sutiles y embriagadores que nublaban sus sentidos.

"Espero ser digna de ti" le dijo Mónica a la flor y avanzó lentamente hacia ella. Las lianas, a manera de tentáculos, comenzaron a reptar lentamente hacia ella al sentirla dentro de su alcance. Como serpientes, comenzaron a enroscarse lenta, suave, casi amorosamente en su cuerpo, produciéndole caricias como nunca las había sentido. La cubrían en gran parte cuando se paró en el centro de la flor, las plantas de sus pies sintieron la sensual suavidad de la planta, era como caminar en una gruesa alfombra, pero mucho más suave.

Ella estaba totalmente entregada a sus sentidos, recibiendo todo el placer sin importarle nada más, no notó cuando lentamente el agujero en medio de la planta empezó a dilatarse y Mónica empezó a ser tragada por la planta. Parecía una representación de una diosa primitiva, su dorada cabellera brillando al sol, su piel blanca cubierta de lianas con vida propia la acariciaban; parecía una versión del Nacimiento de Venus de Boticelli. Sus gemidos se confundían con los sonidos de la selva, las lianas le dejaron libres las manos con las cuales ella se daba placer, mientras se hundía lentamente en ese agujero estrecho y húmedo, pero suave y cálido. La planta la tragó sin dificultad hasta las piernas, cuando llegó a sus caderas se detuvo; la planta parecía tener problemas para tragarla. El cerebro de Mónica pareció reaccionar en ese instante, su instinto de conservación le indicó que debía tratar de escapar, aunque tuviera medio cuerpo dentro de la planta. Trató de apoyar sus manos en los bordes para impulsarse hacia arriba, pero sus movimientos alertaron a la planta que reaccionó de inmediato: las lianas se tensaron alrededor de sus brazos, manteniéndolos pegados a su cuerpo, inmovilizándola. Incrementó el flujo de su aroma, embriagando nuevamente a Mónica de placer e incrementando el líquido viscoso y transparente que lubricaba la entrada y las paredes internas del agujero que servía de boca a la planta. Lentamente, Mónica empezó a hundirse nuevamente dentro de ese agujero mientras del líquido viscoso se desprendían pequeñas burbujas por entre su culo y su vagina, como la espuma de la saliva en la boca de un bebé.

Los pétalos de la planta comenzaron a cerrarse conforme ella se hundía más y más. Pronto ella estaba dentro de la planta casi hasta sus pechos y el aroma que desprendía había disminuido bastante, lo que le permitió estar un poco más consciente de su situación. Aunque el olor era menos intenso, las contracciones que la arrastraban hacia abajo en el tubo digestivo de la planta la enloquecían. Sus jugos vaginales se mezclaron en varias ocasiones con el líquido de la planta. Sabía que este era su final, era el mismo final que el de Susan Nuzum y, al igual que ella, nadie volvería a saber nunca de su existencia. Pero esos pensamientos fueron cortados por las contracciones que la arrastraron hacia abajo una vez más, sus senos desaparecieron dentro del agujero y pronto la planta la tragó hasta los hombros. En menos de un minuto, el borde del agujero se estrechó en su cuello y después comenzó a tragar su cabeza. Ella miró hacia arriba, mirando al cielo, con el sol y sus nubes, viendo por última vez el mundo que dejaba atrás. Pronto, su cabeza desapareció en el agujero y éste se cerró tras de sí.

Dentro del tubo digestivo de la planta Mónica sintió las contracciones sobre todo su cuerpo jalándola hacia abajo, siempre hacia abajo. Nunca supo con exactitud a que profundidad estaba, tal vez quince o veinte metros, le parecía interminable. Finalmente, llegó a un lugar que parecía en la oscuridad un costal de piel donde apenas cabía ella. El agujero se cerró tras expulsarla tan firmemente que no podía caber un dedo. Trató de ponerse de pie, pero una secreción constante de un líquido pegajoso como la miel le impedía mantener el equilibrio. En el pequeño lugar donde se encontraba, que era el estómago de la planta, comenzó a inundarse con este extraño líquido. Mónica no tardó en se cubierta por el y tampoco pudo evitar tragar algo. Su sabor no era desagradable y ella tragó un poco más, de pronto sintió un profundo sueño, un sueño del cual no despertaría y que le evitaría darse cuenta que su piel estaba comenzando a desprenderse de su cuerpo.

Dos semanas más tarde, un equipo de búsqueda y rescate encontraba la ropa de Mónica apilada en un claro de la selva. Buscando huellas uno de los guías observó brillar algo en medio de la hierba alta: semienterrado en el fango encontró un pequeño objeto, al limpiarlo lo mostró a sus compañeros, era un pequeño prendedor dorado con forma de estrella. El guía lo encontró en un terreno pantanoso donde, salvo la hierba y algunos arbustos, ningún otro tipo de planta podía crecer.