Flor de incesto

Obsesionada con su padre, termina en un trío con su madre.

Autor: Salvador

Dirección: demadariaga@hotmail.com

Flor de incesto

Cuando Florencia se encerró en su pieza a masturbarse no pensó en lo que esa tarde terminaría. Y menos que su fantasía más recurrente se haría realidad. Es que de un tiempo a esta parte, con sus 16 años ya cumplidos, el sexo era rey y señor en su vida y todos sus pensamientos estaban puestos en satisfacer esos deseos recién descubiertos, para lo cual su fértil imaginación inventaba situaciones eróticas con todos los hombres que la rodeaban, lo que inevitablemente la llevaban a masturbarse en busca de esas nuevas sensaciones que había descubierto y que tanto le gustaban.

Y entre sus fantasías, la favorita de la muchacha era su padre, desde esa tarde en que durmieron juntos y el la abrazó y le hizo sentir lo dotado que estaba cuando su verga empezó a crecer y a apretarse contra sus nalgas. Al cabo de un rato el se dio vuelta y siguió durmiendo, pero la muchacha no podía apartar de su cabeza la sensación que sintió con el pedazo de carne paterno apretándose a su cuerpo. Y desde ese día el pensamiento de su padre apretándose a ella era suficiente para masturbarse rabiosamente hasta acabar pronunciando callados "papi, papi", mientras sus dedos entraban y salían de su conchita, que los mojaba con abundante líquido, hasta quedar exhausta.

Esa tarde parecía que sería una jornada más de masturbación dedicada a su fantasía predilecta. Pero no contaba con su vecino de departamento. Ni con su cámara fotográfica.

Estaba acabando intensamente, pronunciando "papi, papi", con sus dedos entrando y saliendo de su conchita a un ritmo vertiginoso cuando un fogonazo la hizo mirar instintivamente a la ventana, donde su vecino estaba con una cámara fotográfica que recién había tomado una foto de ella. Era la luz del flash la que inundó de claridad su dormitorio, cortando de paso el orgasmo que estaba gozando con sus dedos en su vulva. Comprendió de inmediato lo que había sucedido y solo atinó a abrirle la ventana a su vecino, que desde afuera le pedía que le dejara entrar para hablarle.

A pesar de sus cortos años, Florencia sabía que estaba en manos de ese hombre maduro, que siempre la rondaba con cara de deseo. Y no bien le abrió la ventana el le hizo saber sus intenciones.

¿Quieres la foto o se la muestro a tus padres?

Por favor, don Andrés, démela

Pero eso tiene un precio, niña

¿Qué quiere?

Quiero tocarte. Después te doy la foto para que la destruyas.

Para Florencia don Andrés era un tipo interesante, aunque bastante mayor, por encima de los 60 años, según suponía. Y siempre le había agradado que la mirara con esos ojos de deseo que ponía cuando ella caminaba delante de el, moviendo su cuerpo de manera insinuante, a pesar de sus 16 años. Y ahora ese hombre que la deseaba estaba ahí, en su dormitorio, pidiéndole dejarlo tocar su cuerpo. Lo que la muchacha ignoraba aún era que el dejarle tocar implicaba otras cosas. Ella creía que el hombre se conformaría con tocar y nada más. Y eso le agradaba. Es más, la excitaba.

Se sentó en la cama y dejó ver sus piernas, cubiertas en parte por una falda que tapaba solamente sus muslos. Don Andrés miraba con ojos desorbitados, mientras la niña se apoyaba en la cama y adelantaba su busto, mostrando sus hermosos senos de mujer en proyecto. Ella deseaba excitarlo al máximo, sin pensar en el peligro que eso implicaba para ella.

Don Andrés se acercó a la cama, puso su mano temblorosa sobre la piel de una de sus piernas y empezó a acariciarla, suavemente, mientras le repetía "eres exquisita, niña, eres exquisita" y unas gotas de sudor perlaban su frente. Ella sintió lo agradable de las

caricias del hombre y sin pensarlo empezó a subir su falda, para que la mano de él subiera más. Y la mano de don Andrés subió por sus muslos, hasta llegar al bikini de la muchacha, que ya mostraba algunas gotas de líquido producto de la excitación que esta situación le producía. Florencia creía que podía manejar la situación a su antojo, sin pensar en que estaba siendo arrastrada a algo que no imaginaba.

"Rica, rica" decía quedamente don Andrés mientras su mano se introducía por debajo del bikini de la muchacha y uno de sus dedos acariciaba la entrada de la vulva juvenil. A estas alturas, Florencia ya no respondía de si misma y cerrando los ojos abrió sus piernas para darle más libertad a las caricias de su vecino, que metió su cabeza entre los muslos de la muchacha y empezó a besarle el paquete por encima de la tela del bikini, logrando que ella soltara una copiosa lluvia de semen en un orgasmo incontrolable, mientras apretaba la cabeza de don Andrés contra su vulva.

El hombre se paró y abriendo su pantalón sacó a la luz su verga, inmensa, roja de sangre y surcada de venas que llevaban la energía del hombre a todos los rincones de ese trozo de carne que estaba completamente parado. Se acercó a la muchacha que seguía con las piernas completamente abiertas. Su intención era clarísima.

Pero don Andrés, ¿qué pretende?

Quiero metértela niña

No, don Andrés, por favor. Soy virgen

Lo siento muchacha, pero tengo que cogerte

No, por favor. No

La muchacha estaba realmente asustada. Recién ahora comprendía la magnitud de lo que estaba haciendo. Y el hombre estaba decidido a cogérsela. La muchacha se apoderó de la verga y empezó a masturbarlo, intentando con ello calmar a su vecino, que se dejó hacer mientras con los ojos cerrados disfrutaba la paja que la niña le brindaba.

Florencia sintió que la barra de carne se hacía aún más dura mientras sus caricias se hacían más rápidas, hasta que finalmente un chorro de semen fue a dar directamente a su pecho, mientras las piernas del vecino se arqueaban y parecía que el hombre iba a caer mientras su cuerpo se movía espasmódicamente.

Fue en ese momento que sintieron que se abría la puerta de calle.

  • Es mi padre

Alcanzó a decir la muchacha, mientras don Andrés rápidamente hacía abandono del dormitorio, saliendo sigilosamente por la ventana, sin decirle nada a Florencia, la que no alcanzó a recibir la foto prometida. Estaba segura que su vecino volvería por más.

Se vistió y tomando una revista hizo como que estaba leyendo, esperando la llegada de su padre, que al cabo de un rato ingresó a su dormitorio y la saludó, sentándose a su lado en la cama e iniciando una conversación que ella nunca imaginó.

Te ví con el vecino

¿Cómo, papi?

Si, te ví como lo masturbabas


¿Qué puedes decirme?

Papi, yo….

Florencia no sabía qué decir. No tenía ninguna excusa que esgrimir ante su padre. Había sido sorprendida in fraganti y solo quedaba esperar cual sería la reacción de su progenitor y el castigo consiguiente. Pero la actitud de su padre era tranquila, como si no estuviera molesto con lo que su hijita había hecho con el vecino, pues puso una mano en su pierna y la miró intensamente.

¿Así fue como te acariciaba el?

Le dijo con voz ronca, mientras su mano subía lentamente por su pierna, hasta alcanzar su muslo. Florencia comprendió inmediatamente que su padre lo había visto todo y que estaba excitado con lo que vio hacer a su hijita. Y ese pensamiento la envolvió en una nube de erotismo. Su padre la deseaba y ella lo deseaba desde hace mucho tiempo. Ahora era su momento de hacer realidad sus fantasías y decidió jugarse completamente para lograrlo.

Si papi, así

¿Hasta arriba?

Si, hasta llegar a mi cosita

¿Así?

Si, papi, pero no tan rico como lo haces tu

¿Te gusta?

Si, papi, es rico

Su padre metió su mano entre sus muslos y se apoderó del paquete de la niña, apretándolo por sobre la tela del bikini que, a estas alturas, estaba completamente mojado. Su mano se dirigió a la de su padre y la apretó, para que él supiera que ella estaba muy a gusto con sus caricias y que estaba dispuesta a que él siguiera.

¿Y si te beso ahí, como él?

Hazlo, papi, por favor

Mmmmmmm

Rico, papi, rico

Florencia no pudo contenerse y derramó en la boca de su padre una copiosa acabada, mientras sus manos apretaban su cabeza. Su padre se levantó, dejó caer su pantalón y dejó a la vista de su hija su enorme verga, completamente dispuesta para hacer el amor. Se paró frente a la muchacha, sosteniendo la barra de carne entre sus dedos.

Ahora quiero que me hagas lo que le hiciste a el

Mejor que eso, te lo aseguro

Y Florencia tomó la verga de su padre y la acercó a su boca, que abrió todo lo que pudo para poder contenerla. Y empezó a mamarle. No era la mejor mamada que hubiera recibido su padre, pero el entusiasmo que ponía en ello superaba con creces su falta de práctica. Y de pronto un chorro de semen inundó la boca de la muchacha, señal de que su padre había acabado producto de su mamada.

¿Te gustó, papi?

Exquisito, niña, exquisito

¿Ves que fue mucho mejor lo que te hice a ti?

¿Y tienes algo más especial para tu papi?

Si.

¿Qué cosa, mi niña?

Quiero ser tuya

¿Estás segura?

Hace mucho tiempo que te deseo, papi

¿Pero no te irá a doler?

Soy virgen, pero no me importa perder la virginidad si eres tu quien lo hace.

Pero te va a doler

No importa el dolor, papi

Florencia se desnudó completamente y se acostó, con las piernas abiertas, esperando a que su padre la poseyera. Este también terminó de desvestirse y blandiendo su trozo de carne se puso entre las piernas de la niña y poniéndola a la entrada de su vulva, la abrazó y la besó apasionadamente, metiendo su lengua en la boca de ella, que la recibió gozosa, mientras su cuerpo se adelantaba a la copulación, haciendo que la cabeza de la verga se pusiera a la entrada de su cueva de amor. Su padre no pudo resistirlo y de un empujón le hundió su herramienta hasta el fondo, rompiendo a su paso la piel que protegía la virginidad de Florencia, que ahogó un grito ante el dolor de la penetración.

Su padre continuó metiendo y sacando su verga de la adolorida cueva de su hija, la que vertía lagrimas de dolor mientras apretaba los labios esperando que este trance terminara pronto. Al cabo de un momento sintió que el dolor daba paso al gusto y del gusto al gozo, uniéndose a su padre en los movimientos en pos del orgasmo que veía venir como si fuera un tropel desbocado.

¿Te gusta, cielito?

Es rico, papito. Ya no me duele

Tenía tantos deseos de tenerte, mijita

Y yo a ti, papi. Desde que dormimos juntos

Yo también. Ahí supe que te deseaba

Si lo hubieras querido, te habría dejado hacer lo que quisieras

Pero no lo sabia, por eso no me atreví.

Pero ahora estamos haciéndolo, finalmente, papito

Y eres tan rica, mijita.

¿Te gusta como me muevo, papi

Si, mi amor. Te mueves rico

¿Así?

Si, mijita. Así

Ricooooooooo

Toma, mijitaaaaaaa

Aghhhhhhhhhhhh

Fue un orgasmo increíble, sus cuerpos desparramados en la cama, cubiertos de sudor, y con una expresión de felicidad en el rostro, completamente agotados, y abrazados como fundiendo sus cuerpos.

Y la madre de Florencia apoyada en la puerta, con una mano metida entre sus piernas, por las que caían gotas de líquido producto del orgasmo que había tenido viendo a su esposo cogiendo con su hija.

Como si estuviera en una nube que opacaba su razonamiento, dando paso solamente al deseo nacido del espectáculo que había sorprendido en el dormitorio de su hija, se acercó a la cama donde los amantes seguían abrazados. Solamente se percataron de su presencia cuando ella estaba completamente desnuda. La miraron sorprendidos, pero era todo tan evidente que nada podían decir ni hacer, solo esperar a lo que ella hiciera. Y ella se subió a la cama, apoderándose de la verga de su esposo, la que empezó a mamar hasta que logró que volviera a tener las dimensiones que tuviera cuando se la metió a su hija, a la que miró mientras tomaba la verga en sus manos.

  • ¿Te gustaría volver a probarla?

Florencia estaba muda de la sorpresa, sin saber como reaccionar, pero su madre puso una mano en su conchita y metiendo un dedo agregó

¿Te gustaría que se alojara ahí nuevamente?

Y la miraba intensamente mientras su dedo entraba y salía de su cueva de amor, en tanto la otra mano seguía moviéndose arriba y abajo en el tronco de su marido que miraba a la madre y a la hija divertido pues adivinaba las intenciones de su mujer.

Y Florencia, cuyo sexo estaba sensible por toda la actividad anterior, sintió que el deseo se apoderaba nuevamente de ella. Cerró los ojos, se recostó y se dejó hacer, mientras su madre se acercaba a ella, sin soltar la verga de su esposo, y empezó a besar los senos de su hija, cuyos pezones estaban duros como piedra. La pobre muchacha estaba como poseída por el deseo y tomaba a su madre de la cabeza y la apretaba contra su pecho, mientras suspiraba por el gusto que le brindaba esta con sus dedos y sus mamadas. Cuando su madre se dio cuenta del efecto que producía en la muchacha, aumentó las metidas y sacadas de dedo de la vulva de su hija y apretaba más fuerte los pezones de la niña, logrando que esta finalmente tuviera un orgasmo increíble. Florencia levantó sus piernas completamente abiertas mientras gritaba de gusto y se retorcía en la cama, en tanto de su vulva brotaba una fuente de líquido seminal.

¿No crees que ahora me toca a mi gozar?

Su madre se puso de espalda, al lado de Florencia y mirándola a los ojos, la invitó a que le hiciera lo mismo que ella le había hecho, lo que la muchacha aceptó encantada, poniéndose entre las piernas maternas y metiendo su cabeza entre sus muslos, hasta que su lengua se introdujo en el túnel de amor de su madre, la que recogió las piernas para facilitarle la labor.

Su padre miró a su esposa, la que le hizo señas para que se pusiera por detrás de Florencia, lo que este hizo, poniendo su herramienta a la entrada de la vulva juvenil, entre los cachetes de la muchacha, que sintió como era penetrada nuevamente. La niña empezó a mover su cuerpo para facilitarle a su padre la cogida mientras su lengua entraba y salía de la gruta materna.

Finalmente los tres acabaron al mismo tiempo, felices de haber logrado tanta compenetración en la cama y sabedores de que habían iniciado una nueva etapa en sus relaciones.