Flavio, mi cuñado

Ya no respondió más, sus mejillas sumamente encendidas me demostraban que las caricias que le daba en el trasero lo estaban poniendo caliente.

Flavio, mi cuñado

Lo verifique una vez más, sí, no me engañaba. Mientras que mi cuñado hacía las tareas domesticas me le quede observando en su ir y venir. Sus movimientos no daban lugar a dudas una y otra vez pasó frente a mí y no le quité la mirada de encima. Ahora era más que evidente debajo de su pantalón de mezclilla traía puesta una tanga de mujer. Su cuerpo es delicado, fino, delgado y por vez primera noté que sus nalgas se abultan bajo la tela del pantalón; no había otra alternativa que comprobarlo. Me levanté mirando de un lado a otro comprobando que nadie estaba por ahí cerca.

Descaradamente puse mi mano sobre su trasero y él bruscamente se volvió mirándome sin comprender que era lo que estaba sucediendo.

Veo que traes puesta una tanga… ¿Te gustan los hombres?

Mi cuñado blanco como la cera no atinaba a responder buscando en los más recónditos rincones de su mente alguna respuesta satisfactoria. Mi mano no se despegó de sus nalgas y muy por el contrario las sobé lentamente.

¿Qué haces?... nos van a ver… - por fin rompió su mutismo.

No has contestado mi pregunta. – dije firmemente.

Bu.. bueno, no… como… ¿Cómo crees?

Vamos no tengas pena… ¿Te gustan los hombres? – volví a insistir.

Este… yo… bueno… yo.

Ya no respondió más, sus mejillas sumamente encendidas me demostraban que las caricias que le daba en el trasero lo estaban poniendo caliente. Se escucharon ruidos de pasos y me tuve que separar inmediatamente de mi cuñado.

¿Qué están haciendo pillines? – preguntó mi mujer.

Nada, estamos platicando cosas de hombres… ¿Verdad Flavio?

Sí… si hermanita… ya sabes

Bueno… pero me avisas si este te habla de mujeres… ¡He, hermanito!

Si, claro… claro.

¿Cómo crees amor? ¿Yo?... Tú me conoces.

Por eso te lo digo… ja, ja, ja… bueno, vamos a ir al súper mamá y yo… ¿Nos acompañan?

No, prefiero checar unas cosas de la casa con tu hermano

Bueno… entonces nos vemos al rato ¿okay?

Bien mi vida… nos vemos luego.

Mi mujer le llamó a su madre que minutos después bajaba, se despidieron y Flavio y yo quedamos solos en la casa.

Esperé unos minutos y después de escuchar como el sonido del auto se perdía fui en busca de mi cuñado. El seguía limpiando y no me vio llegar, me coloque detrás de él poniendo mis manos en sus hombres y pegándolo contra mi cuerpo. Le volví a insistir con la pregunta de si degustaban los hombres, no respondió pero se dejó masajear los hombros desde atrás mientras que mi ya dura tranca se recargaba contra su redondo trasero. Luego de esto me separé y casi corriendo subí las escaleras dejando perplejo a mi cuñadito. Busqué enseguida la habitación que había pertenecido a mi mujer y en la cual aún se conservaban algunas cosas, busqué en su cómoda algunas prendas y poco después salía de la habitación y grité por el pasillo a mi cuñado. Casi en seguida y como esperando mi llamado el apareció escaleras abajo. Lo llamé sin mostrarle las prendas que escondía detrás de mi cuerpo.

Mira… ¡Quiero que te pruebes esto! – dije tendiéndole las prendas.

¿Cómo crees?

Vamos no tienes nada que temer… no diré nada.

No muy convencido mi cuñado tomó la ropa que le ofrecía y que antes había pertenecido a su propia hermana, se introdujo en la habitación de mi suegra mientras que yo me quedaba esperando afuera en el pasillo. Pasaron diez minutos y ya me estaba impacientando cuando la puerta de la habitación se abrió.

No lo creía, ahí en la puerta apareció mi cuñado Flavio, pero vaya cambio que se había presentado. Su cara delicada estaba enmarcada por una larga cabellera rubia, uno senos pequeños debajo de una playera rosa pálido, una minifalda blanca dejaba apreciar las líneas de sus caderas y debajo de la prenda un par de hermosas piernas suaves y depiladas. Me acerqué completamente sorprendido del cambio y noté un delicado maquillaje en el rostro de mi cuñado. Sin pensarlo dos veces me apoderé de su boca introduciéndole profundamente mi lengua, mis manos sin perdida de tiempo acariciaron la espalda y bajaron buscando las nalgas. Mi cuñado no desdeño el beso y se entregó por completo. Metí debajo de la minifalda las manos y pude comprobar que traía puesta la tanga que le había entregado junto con la demás ropa.

Parados en el marco de la puerta permanecimos besándonos varios minutos hasta que lentamente lo comencé a empujar al interior de la habitación. Nos detuvimos en la orilla de la cama sin dejar de besarnos, luego me separé de mi cuñadito y desabroche mis pantalones dejando que cayeran al suelo.

¡Quiero que me lo mames!

No dije más, el se hincó frente a mi y con sus manos me acarició las nalgas sin quitarme los calzones, su boca se paseó por mi duro tronco, presionando con los labios sobre la tela de mi ropa interior. Luego lentamente me fue despojando de los calzones hasta dejármelos en las rodillas, mi verga le apuntaba directamente al rostro y sin perdida de tiempo su cálida boca se apoderó de ella. Comenzó a mamarlo lentamente, procuraba tragarse todo el tronco completo y luego lo sacaba para lamer desde la base de las bolas hasta el glande, la felación era excelente, pues mientras me lo chupaba de esa manera una de sus manos me masturbaba lentamente.

Luego de varios minutos se puso en pie y nos volvimos a besar ardientemente, pasado un tiempo lo hice volverse y colocándome nuevamente desde atrás le bese el cuello y los oídos mientras le restregaba la dura tranca entre las nalgas aun sobre la tela de la minifalda. Bajé una de mis manos acariciando su bulto por encima de la tanga y al poco se lo saqué para comenzar a masturbarlo lentamente, mis dedos se apoderaron de esa gruesa y larga barra que lentamente se desplazaba de adelante para atrás. Así permanecimos unos minutos pero luego me alejé un poco de su cuerpo y le pedí que de pie se inclinara sobre la cama. Flavio siguiendo mis instrucciones se empino a costado de la cama dejándome expuesto su hermoso trasero, me hinque detrás y sin bajarle la tanga comencé a besarle el culo, mi lengua se paseaba por cada uno de los cachetes arrancando de su garganta gemidos y suspiros de placer; instantes después mis dedos jalaban los costados de la tanga y su hermoso y apretado ano quedaba completamente expuesto a mis ataques. Le metí profundamente la lengua en la cavidad y juguetee con ella varios minutos para luego introducirle un dedo, este entraba y salía del agujero que poco a poco se iba dilatando. Cuando lo creí pertinente me levante y deshaciéndome por completo de mis ropas me acomodé detrás de mi hermoso cuñado, ensalive la punta de mi tranca y se la apunte al agujero.

Lentamente la daga fue perforando las entrañas de Flavio y a cada empujón el gemía levemente entrelazando algunas palabras sueltas, en pocos minutos se la había logrado sepultar completamente y comencé a moverme pausadamente. Inclinándome un poco hacia el frente me apodere con mi mano derecha de la tranca que se balanceaba al ritmo de mis envestidas y adopte sobre ella el mismo ritmo con que me lo cogía.

Su agujero apretaba con fuerza mi tronco y desde mi sitió veía como este apretado hoyo me recibía completamente, los movimientos lentamente iban en aumento haciéndome experimentar las más gratas sensaciones sobre la verga.

¡Que rica la tienes!... ¡Más dame más!... ¡No pares! – decía Flavio.

¡Que rico agujerito tienes cuñadito!... ¡Que delicioso me lo aprietas!

Cógeme rico… ¡Ah, que suertuda mi hermana!... ¿Así te la coges?

Sí… es un perrita igual que su hermanito… Toda se la tragan

Las palabras, los movimientos, la vista, todo se conjuraba para una deliciosa cogida, mis caderas aumentaron sus movimientos y él comenzó también a girar sus caderas levemente, más y más rápido y comenzamos a gemir más fuertemente, la leche estalló fuertemente de la punta de mi verga inundando por completo su ano y al mismo tiempo el soltaba sus fluidos que se estrellaban contra la colcha. La leche salía con abundancia por ambas partes, la mía llenando su culo y la suya mojando la cama y mi mano qué no paraba de moverse; nos movimos sin descanso hasta que perdimos la dureza luego inmediatamente después de que me salí de su ano Flavio se volvió y comenzó a mamármela nuevamente. Me limpió todos los jugos que me escurrían y luego le devolví el favor y poco después nos comenzábamos a vestir.

Regresamos a la planta baja de la casa y nos pusimos de acuerdo para seguirnos viendo, mi cuñado quedó encantado de la cogida que le di y no pensaba en dejar de probarla nuevamente, el culo no se lo limpió pues quería según él disfrutar de mis jugos toda la tarde, así poco después llegaron mi mujer y mi suegra del súper.

¿Terminaron lo que iban a arreglar? – preguntó mi mujer.

Claro mi amor, ya vez que nunca dejo las cosas a medias.

Si mi vida… Eres muy bueno. – Dijo regalándome una sonrisa.

FIN