¡Fisteado!

Reviviendo los placeres del fisting...

¡Méteme mano papacito!

Primeramente una breve descripción de mi persona: soy un hombre de 38 años de edad que aparenta bastante menos, moreno claro, alto y de complexión normal, bastante atractivo, a juzgar por el éxito que suelo tener en materia de ligues.

Poseo una polla de considerable tamaño que ha hecho las delicias de muchos tíos, pero últimamente me he sentido más proclive a las sensaciones que me proporciona el ser pasivo, el entregarme a los hombres para que me follen con pollas aún más grandes que la mía e incluso me introduzcan dildos gigantescos y me hagan el fisting expandiéndome cada vez más y aumentando la profundidad de las penetraciones.

La otra noche fui como tantas veces a un bar leather de mi ciudad para ver qué conseguía. Como muchas veces en los últimos meses me había preparado bien haciéndome una lavativa profunda para estar completamente limpio para el caso. ¡Nunca se sabe! Pues habiendo bebido un poco de whiskey me sentía agradablemente dispuesto a todo. Fue así que me dirigí directamente a los baños del bar, donde me senté enfrente de los urinarios que en la semipenumbra permitían ver a los que meaban mostrando sus sabrosos penes.

Al poco tiempo de estar allí veo entrar a un tío alto, delgado, cabeza rapada y con aspecto de macho que empieza a mear frente a mí. Me acerco de rodillas hasta estar a pocos centímetros de su verga. Busco con la mirada su consentimiento y él responde guiándome hasta su grande y delicioso aparato que yo tomo en la boca saboreándolo con placer y a los pocos segundos siento como un chorro de claro líquido empieza a salir de la cabezota de su gruesa polla que yo comienzo a tragar con deleite.

Litros de delicioso y caliente néctar bajan por mi garganta hasta que el torrente disminuye paulatinamente hasta cesar. Me levanto y lo miro a la cara a lo cual el responde con un delicioso beso de lengua que se prolonga por algunos minutos.

En una separación noto que él me hace un gesto inequívoco: rodea el puño de su mano derecha con la izquierda haciendo movimientos de mete y saca mirándome fijamente a los ojos. Yo asiento con evidente entusiasmo y así nos dirigimos a uno de los cubículos. Estando dentro cerramos con llave y él saca un guante de látex de su chaqueta colocándoselo en su mano para después lubricársela con una crema que también tenía consigo.

Me dice de darme la vuelta, a lo que yo accedo con gusto y luego empieza a manipular mi ano con sus dedos enguantados para abrirlo poco a poco, metiendo uno, dos, tres y hasta cuatro dedos con movimientos rotatorios que me van dilatando placenteramente hasta que empieza a presionar ya con todo y el pulgar consiguiendo que mi agujero se relaje cada vez más, ayudado por las inhalaciones de poppers que voy tomando hasta que en un impulso de su gran mano logra traspasar la estrechez de mi esfínter e introducirme todo su puño en el recto causándome un shock de placer/dolor que da paso a una especie de éxtasis erótico al sentir que su mano entera se encuentra ya dentro de mí, proporcionándome sensaciones de una intensidad difícil de describir. Gimo, rujo, grito en clímax erótico mientras él me dice cosas obscenas -te gusta, puta, ¿no es así?, abre ese culo, sí, eso es lo que querías-.

Yo disfruto la sensación de ser poseido totalmente por semejante macho, que, buen conocedor de su oficio, después de perfeccionar su placentero mete y saca en mi ya tan distentido túnel va adentrándose cada vez más en mis intestinos hasta llegar a lo que llaman el "segundo esfínter", que empieza a masajear con delicadeza y destreza hasta provocar, acompañado de una nueva y profunda inhalación de poppers, la increíble y placentera apertura de éste, lo que conlleva la introducción de varios centímetros de su musculoso brazo.

La sensación es indescriptible, de entrega total. Él me anima con palabras sucias, llamándome puta, zorra, preguntando si me gustaba, si quería más, a lo que respondo que sí, que siguiera con su labor transportándome a nuevas esferas de placer.

Luego comienza a efectuar un movimiento de émbolo, cuya velocidad va aumentando paulatinamente hasta conseguir desencadenar en mi culo una serie de fuertes espasmos que mi abotada conciencia logra identificar como ¡mi primer orgasmo anal! que resulta más intenso que cualquier experiencia sexual vivida hasta entonces. Luego de interminables segundos (¿minutos. horas?) termino pidiéndole que acabe con mi suplicio, tras lo cual empieza a retirar su mano/brazo de mis entrañas, despacio, con mucha delicadeza hasta que su mano, con un audible "pop" sale de mi castigado ano, que ostensiblemente abierto necesita varios minutos para irse cerrando poco a poco. Me doy la vuelta para alcanzar a ver como las últimas gotas de su espeso y blanco semen van cayendo al piso de su grueso miembro mientras su musculoso torso se contrae y expande en los últimos estertores del éxtasis.

Nuestros labios se buscan y se encuentran en un final morreo que implícitamente contiene la promesa de una próxima vez.