Finalmente tuya

Dos hombres logran sentirse satisfechos con ellos mismos.

Entras al baño y cierras la puerta. Tal como lo planeamos, me acuesto en la cama y te espero. Bajo las luces, pongo música, me acomodo y empiezo a imaginar como saldrás.

Entramos, escondidos, con ese sentimiento de culpa de ser reconocidos, con el miedo de que nuestras esposas se enteren, de que nuestros amigos nos reconozcan, en fin, ocultando nuestras caras. Pero una vez adentro pudimos sentir como nos relajábamos. Solo nos miramos, y fuiste a arreglarte. Lo teníamos todo conversado, todo planificado. Conversamos varias veces en el chat, y luego por messenger. Nos costó mucho decidirnos a conocernos, pero cuando tomamos la decisión fue sin vuelta atrás.

Cuando chateamos, fantaseamos muchas veces con este momento. Con lo que íbamos a decir, o a poner. Esta vez, me tocaría a mí ser el hombre, y ser el encargado de hacerte sentir mujer.

Cuando abres la puerta y te veo, tu cuerpo varonil y con bellos en todo el cuerpo, tu barba bien afeitada. Tu metro ochenta de estatura contrasta con la delgadez de tu estómago, lo musculoso de tus piernas, pero sobretodo, con el brillo de tu mirada.

Me miras, y nuestros ojos se conectan. Puedo ver tu indecisión, las ganas de liberarte, de dejarte sentir, de cumplir finalmente tu fantasía. Cambias tu postura, y cruzas las piernas. Empiezas a bajar lentamente, hasta quedar de rodillas.

Yo sentado en la orilla de la cama, te llamo silenciosamente, y tú comienzas a avanzar, como una gata, lentamente, graciosamente, femeninamente. La diminuta zunga que escogiste para vestir, se pega a tu piel mientras tu cuerpo se contonea. Avanzas, hasta llegar a mis pies, los que bajas a besar aunque todavía están con zapatos. Luego te das la vuelta, y puedo ver el agujero que hiciste en la zunga, me río, veo la insinuación en tu trasero, y el brillo en los ojos con que me miras. Vuelves a darte vuelta, y esta vez, escalas la cama y mis piernas, hasta llegar con tu rostro hasta mi pecho

Tomo tu rostro entre mis manos, y lo beso. Es mi primera vez besando un hombre, y la barba rosa mi cara, pero la olvido, eres mi mujer ahora, mi lengua se junta con la tuya, y el beso, largo y húmedo, dura hasta que nuestras respiraciones se agitan, nuestros corazones palpitan en sincronía y los golpes de mi sexo, dentro de mi ropa, se hacen insoportables. - Desvísteme, te ordeno. No es una petición, no es un ruego, es una orden, y así lo entiendes, así lo deseas.

Comienzas con los zapatos, mueves tus manos con suavidad, con uno que otro movimiento torpe, producto de tu inexperiencia y nerviosismo. Retiras los zapatos y suavemente las calcetas. Acaricias mis pies, y les pasas la lengua. Pronto recuerdas mi orden, y te dedicas, a la tarea. Sacas mi camisa, soltando cada botón, incluso de las mangas. Luego liberas el cinturón que dejas caer al suelo. Abres el pantalón, y bajas la cremallera. La recompensa de tanta obediencia salta de los boxers a tus manos.

Te detienes. Creo comprender lo que pasa por tu cabeza. Este momento, es el que has deseado hace tanto tiempo. Sostienes el miembro con tus manos, lo analizas, lo observas, puedo sentir tu indecisión, tu deseo, tu nerviosismo, tus ansias.

Me levanto y termino de desvestirme, mientras sigues de rodillas en el suelo. Me acuesto, y enciendo la radio. Levántate - te digo, y obedeces de inmediato, crees que pronto terminará todo, pero vine a completar tu fantasía, a hacerte mujer.

Ahora, bailarás- te digo, con un poco de fuerza en mi voz, y para mi alegría, te comienzas a mover.

Lo que veo me agrada, y mi cuerpo responde a tus movimientos, tu trasero sensual, tus manos acariciando tu cuerpo. Bailas, tus ojos me recorren de vez en cuando, asegurándote que lo que haces esta bien. Te dejo bailar hasta que veo gotas de sudor corriendo por tu espalda. Entonces cambio la música, te sorprendes, pero el brillo en tus ojos me dice que comprendes.

Doy unas palmadas a mi lado, llamándote a recostarte a mi lado. Gateas por la cama, pero te detienes. Al parecer no lo puedes evitar, y tu labios envuelven mi sexo en el beso más apasionado que has dado en tu vida. Veo los movimientos de tu cabeza al moverse rítmicamente. Siento el placer brotar de mis entrañas, por lo que te empujo para evitar el fin.

Ahora, te digo, serás mía, te convertiré en lo que has deseado siempre. Al mismo tiempo te abrazo, y vuelvo a besar, mientras comienzo a cubrirte con mi cuerpo. Nuestros sexos juegan el uno contra el otro, el mío libre de para acariciarte, el tuyo, apretado, dentro de la zunga que aun mantienes.

La presión de nuestras caderas comprimiendo tu sexo sacan gemidos de placer de tu garganta, los que robo con besos apasionados, profundos.

Levanto tus piernas  y las pongo sobre mis hombros. El agujero en tu zunga me sirve de guía para lo que voy a hacer. Pídemelo, te digo. Y comienzas a rogarme, con voz suave y entrecortada, me pides que lo haga, que me deseas dentro de ti. Y cuando tu voz desesperada me urge a hacerlo, comienzo a entrar en tu virgen trasero.

Poco a poco, lenta pero inexorablemente, viendo las muecas de dolor en tu cara, pero sintiendo tus manos en mis nalgas que me dicen que continúe. Finalmente estoy dentro de ti. El sudor en tu pecho se combina el que cae de mi frente mientras entro y salgo cada vez más rápido. Con un gesto rápido aparto tus manos de tu sexo, quiero que termines solo sintiéndome a mí.

Y continúo, sintiendo como te relajas con cada embestida, cada vez menos dolor y más placer. Acaricio tu pelo, beso tus pezones, lamo tu cuello. Y con cada caricia me atraes mas hacia ti, prepárate, te digo, y abres los ojos, esperando el gran momento. Levanto tus caderas, y comienzo a embestir con todas mis fuerzas, tus gemidos pueden escucharse desde todos lados, y cuando finalmente sientes el amor que brota de mi como llena tus entrañas, te dejas llevar, y te liberas, mojando todo tu pecho, y el mío, los que apretamos en un beso final.

Las únicas palabras que brotan de tu garganta son: soy tuya.