Finalmente partió nuestro amigo

Partió nuestro huésped, dos días después partiría ella antes de salir aprovechó para llevarse a su tierra recuerdos bien calientes de nuestro perrito.

FINALMENTE PARTIÓ NUESTRO AMIGO

Ayer llevamos a nuestro amigo al aeropuerto, muy triste la despedida. Hoy tuve que pasar a mi oficina, que aún seguimos en cuarentena. Mis planes era ir a nuestra casita, como terminé pronto con los asuntos pendientes, decidimos tomar camino.

Pasamos  la casa, nos cambiamos a ropa bien calientita, leggins y sweaters, y de ahí nos fuimos a la casita, allá nos recibió el Dino con todas sus monerías, feliz por nuestra presencia. Prendimos la calefacción, mientras se calentaba la casa salimos a caminar por muy poco tiempo, ya que caía una llovizna molesta, regresamos a protegernos y calentarnos, dejamos las chamarras y nos pusimos cómodas. El Dino entró con nosotras, a lo calientito. Nos servimos unos tequilitas para entrar en calor, el Dino ha de haber pensado que era para que nosotras entráramos en calor y no lo fuéramos a ignorar.

Como acostumbramos, nos recostamos sobre la alfombra que tiene calefacción por debajo, con cojines en las espaldas. El Dino se encajó entre las dos, ignorando nuestras piernas, pasó pisoteándonos, tramposamente, unas veces recargaba su cabeza sobre mi regazo y otras sobre el de Gloria.

“¿No crees que éste está insinuándonos algo?” me preguntó Gloria. Desde que salimos de la ciudad yo ya me imaginaba que ella traía al Dino en mente, pero me hice la ignorante.

“¡No creo, no me ha buscado, solo a ti te está molestando, pero sin intención!” le contesté. En eso el Dino, que ha de haber entendido, se enderezó y comenzó a tratar de meter su cabeza entre las piernas de Gloria.

“¿No crees que le podríamos dar chance?” me preguntó.

“¡Solamente si tú se lo das! ¿quieres?” le pregunté.

“¡Ay manita! ¿cómo crees que sería capaz de negármele?”

“A lo mejor ni él quiere.” Le dije

“¡Claro que él quiere, viéndonos a las dos aquí sabe lo que es bueno! Vamos a ver si es verdad.” Y me abrazó, se quitó el sweater, solo quedó en su blusita y el brasier debajo. Me quitó el sweater junto con mi blusa, me dejó en puro brasier. Me abrazó fuerte y me dijo

“Gracias manita, eres a todo dar, tú sabes que siempre te he querido, yo sabía que tú sabias de antemano que me hacía falta estar con el Dino. Me voy y no sé si tendré otra vez la oportunidad de tener a un perro lindo dentro de mí.” Nos besamos y me frotaba mi piel para que no sintiera frío, me echo encima mi sweater y me bajó los leggins, ella también se los bajó, quedó con sus piernas desnudas. El Dino se le metió entre las piernas, ella las encogía, apretándolas contra el cuerpo del Dino, para sentir su calorcito. El Dino estaba embebido en su manjar, le lamía, primero por encimita, sobre su pubis, pero progresó y ya le lamió su cosita. Gloria había olvidado de retirarse los pantis, así que se los llenó de su saliva.

“¡Quítatelos, ya sabemos que es tu costumbre salir a la calle sin chones porque te los mojas o los pierdes!” le dije, trayendo a la memoria el que un día tuvo que hacerlo, y en el hotel, en el congreso, los perdió.

Sin más textil intermedio, Dino se alegró y le daba lengüetazos envidiables, pero su interés se desvió hacia el pecho de Gloria. La comenzó a lamer, el vientre, sus hombros y hasta el brasier, que también iba a quedar mojado de sus babas.

“¡Déjame quitártelo. Sí vas a poder salir sin brasier, pero se te va a notar y tu hermosidad no la podrás lucir con confianza, que a mí me encanta vértela, a Horacio, a Leo y al Dino, a todos nos gusta admirarte! Además, si te lo pones ya babeado vas a tener olor” le dije, ella se rio, ya le desabroché el brasier, el Dino, muy obediente, observó y esperó a que le liberara el pecho. Ya la muchachita se veía rete bien, bien encueradita, de pies a cabeza una belleza, ya no tenía nada puesto que pudiera afear esa hermosura. Gloria subió su cuerpo al sofá que nos sirve de recargadera, quedó de espaldas, dejando desde su cadera hasta sus piernas colgando. “¡Abre las piernas un poco!” le dije

El Dino esperó a que yo me hiciera a un lado, sin avisar subió sus patas delanteras, se las colocó a los lados de su cintura y le lamia hasta la cara, pero se veía que sentía el pubis de Gloria, que ella lo estiraba hacia arriba, para sentir más fuerte el roce de su pelambre. El Dino se dio cuenta y comenzó con sus movimientos, su pene no le tardó en salir, le iba creciendo al sentir el roce de la piel suave del monte de venus de Gloria que levantaba su pubis y abría sus piernas, que ya las levantaba y las tenía ya en el aire. La punta roja del pene de Dino, con su puntita muy sensible que se le forma, bien paradita, ya no la podía olvidar, tenía que buscar cobija inmediata.

Su pene empezaba a estar fuera, listo para que le entrara a esa vagina de Gloria pero en su desesperación no le atinaba. Ella se lo detuvo con la mano y se lo dirigía a su hoyito. Seguía errando meter su pene en el lugar debido, no la lastimaba porque se le resbalaba sobre la barriga de ella que ya aparecía brillante de la cantidad de lubricante que él le estaba dejando. La puntita se le veía cómo se dirigía a ratos hacia entre sus nalgas y el asiento, o encima de su vientre. La rozaba y a ella le gustaba, pero lo quería adentro.

“¡Siento bonito me lo esté rozando por ahí, ya está bien grande, pero lo necesito en mi pepita! ¡QUE ME COJA!” dijo

En una de esas, ¡QUE LE ENTRA! Sentí mucha felicidad, pero no duró, se le salió y el volvérselo a meter había que ingeniarse para que no tardara, Gloria optó por voltearse en posición de perrita y así intentamos fuera menos dificultoso que se la metiera. El Dino colaboraba, le cambiaba el lugar de sus patas para evitar la rasguñara, él se dejaba dócilmente. Le acomodé la cadera a Gloria, le abrí un poco las nalgas y le llevé al Dino, que ya mostraba su rojo pene en casi toda su longitud, que después de unas lamidas, probablemente para lubricarla más, o para provocarle más excitación a su perra, inició los nuevos intentos. Esta vez no fueron necesarios muchos, le entró fácilmente todo el pene.

“¡QUÉ BUENO, ME ESTÁ JODIENDO BIEN RICO! ¡TE QUIERO SILVY, LOS QUIERO A LOS DOS! ¡DALE, MÁS FUERTE CARIÑO!”

“¡¡¡¡CABRÓOOOOON!!!!, HAZME SENTIR TAN RICO COMO LE HACES A SILVY! ¡MÁS, MÁS TE DIJE, ¿PUEDES? ¿O LLAMO A KAISER? ¡MMMMAAASSSssss!”

Ya lo tenía adentro, yo la observaba y yo me sonreía de satisfacción y le daba palmaditas al Dino y a ella le acariciaba la cabeza y la frente, detenía su mano y le besaba su brazo apretando mis labios contra su carnita.

Ella ya estaba calmada, pero el Dino seguía forcejeando empujaba repetidas veces, me dí cuenta de que su bola aún se le veía brillante, un poco afuera y lo que trataba de hacer era terminar de meterla, lo que al fin logró.

“¡AYYY, YA ME LA TERMINO DE METER! ¡GUEY, DUELE! ¿PORQUÉ NO TE APURASTE? ¡BUENO YYAAAA YA, YA ESTA BIEN! Ya no duele.” Terminó de decir y parecía que se iba a calmar, pero hacía movimientos, movía su cadera para los lados y para arriba y para abajo.

“¿Te pasa algo?” le pregunté.

“No, es que siento bonito cómo se me acomoda y quiero ayudarle.” Me contestó.

“No ha dejado de estarme bombeando de su lechita, siento sus bombeos constantemente, ¡Que rico, me está dejando su esperma calientito, sí lo siento muy rico!”

El Dino se volteó y se quedó quieto, mientras tanto se le veía en su cola como la apretaba como ayudando a su pene a tener más eyecciones y dejarle hasta la última gota adentro. Gloria estaba con su pecho y su cara contra el sofá, a ratos cerraba los ojos, me veía  a su lado y me sonreía. Me apretaba con su mano la mía y yo se la detenía con mis dos manos. Cerró los ojos manteniéndome detenida. El Dino tomó todo el tiempo que quiso, después de unos minutos en que no se movió inició su desenganche.

“¡DUELE CARIÑO! ¡LA PRÓXIMA VEZ TIENES MÁS CUIDADO, SINO TE VAS A LA FREGADA!” Le gritoneó al pobre de Dino, que estaba muy ufanoso ayudándole a limpiarse, lamiéndole todos sus estragos, limpiaba todos sus restos que le habían quedado embarrados en las nalgas y en las piernas de Gloria.

El Dino se quedó parado frente a nosotras,

“¿Quieres probarle su pene, aprovecha que está ahí, quietecito, meditando y recordando lo sabroso que le supo, todavía lo tiene bien largo, pero muy pronto se le va a retraer, ¡APURATE SI LO VAS A QUERER PROBAR!” Le dije, se enderezó, se colocó debajo de sus patas y le tomó con cariño el pene, el Dino se dejó, ni se movió. Yo me coloqué a su lado, ella se lo chupaba y me lo pasó a mí, yo no tenía la intención de tocar el pene, pero me lo puso en la boca y lo succione, solo por  un rato, me lo jaló y ella se lo succionó, se lo metía lo más adentro de su boca, pero ya el Dino ha de haber pensado que era suficiente, se movió y ya entendimos que quería lo dejáramos en paz.

Gloria bien ensalivada y embarrada del semen, o presemen, estaba feliz, lo repetía y no deseaba darse un baño, que aún no iba a estar caliente el agua, tarda mucho.

Nos abrazamos para soportar el frío del ambiente, nos envolvimos en el cobertor que tenía la cama y las dos desnudas nos restregábamos una contra la otra, para entrar en calor, estábamos aprovechándonos cada una de sentirnos acariciadas por la otra. Yo sí entré en estado lujuriento, creo que ella también, aunque ella acababa de haber disfrutado  de un sexo bien sabroso, pero como yo, ella también es muy caliente y, en cierto modo hasta insaciable, como ninfómana.

Nos metimos a la regadera, medio friona el agua, pero ella me dio una sobada en todo mi cuerpo, una sobada que equivalió a una cogida lesbianica, riquísima e inolvidable. Mañana sale, la voy a extrañar y a necesitar mucho. Los planes de ir a visitarla todavía no eran seguros.