Finalmente la convencí

La diosa vuelve a despertar

El ascensor era de aquellos que has de poner la tarjeta para poder picar el botón del piso de la habitación.

Estaba nervioso, podía oír y notar los latidos de mi corazón como si fuese un tambor dentro de mi pecho.

Hice la maniobra en silencio, mi cerebro iba muy rápido y no venía a mi cabeza nada coherente que pudiese decir. Ya había hecho uso de toda mi capacidad de conversación trivial y elocuencia en el bar de abajo cuando estuvimos tomando una copa con Carlos.

Me había llevado años animar a Ana a este juego. Siempre me decía que no lo haría ni loca pero era evidente que le excitaba por lo húmeda que se llegaba a poner cuando le explicaba, durante los preliminares, que me gustaría invitar a un tercero para verla empoderada con dos pollas sólo para ella.

Me pillo por sorpresa el día que me dijo:

  • De acuerdo, hagamos-lo

  • ¿Quieres que hagamos un trío con otro tío?

  • Tú eres el que quieres y llevas años dándome la lata. Evidentemente a mi me gusta la idea pero siempre me ha preocupado como lo llevarías cuando me vieras con otro. Igual ves cosas que no te imaginas.

Llevábamos 15 años casados, con dos hijos y nuestras relaciones sexuales se habían ido volviendo claramente rutinarias. Seguramente es por ello que en mis fantasías buscaba la manera de romper con la monotonía y inconscientemente pensé que yo no podría pero otra polla sí.

Tal vez las cosas habían cambiado últimamente, pero Ana era una diosa del sexo cuando la conocí y estaba seguro que lo seguía siendo. Cuando eramos novios follábamos cada día y me encantaba ver como se sonrojaban sus mejillas cunado tenía un orgasmo. Mi polla era foco de toda su atención, le gustaba mirarla y tocarla y ver como después de haber escupido toda la lechada sobre ella, con unos mimos adecuados volvía a ponerse dura y palpitante dispuesta a embestirla de nuevo.

Con los años muchas otras cosas pasaron a ser el foco de su atención (el trabajo, la casa, los deberes de los niños, la comida del gato…) cosas que también eran foco de mi atención pero en mi caso el sexo tuvo la clasificación de asunto prioritario.

  • … ¿y como quieres que lo hagamos?

  • Tu mismo, pero avisame una semana antes para dejar los niños en casa de mi hermana

  • ¿Quieres que lo busquemos juntos?

  • Tú ya sabes mis gustos, o deberías saberlos. Miralo tú.

  • Pero lo hacemos con un tío, no?

  • Tu mismo.

Ana actuó con diligencia cuando le dije que quedábamos el siguiente sábado a las seis. Se las apaño para vestirse sin que yo la viera, pero pude ver en la papelera una etiqueta de La Perla. Era su marca preferida de lencería. Hacía muchos años que no se compraba nada y ahora lo había hecho para un extraño, un escalofrío recorrió mi cuerpo.

Cuando se cerraron las puertas y se puso en marcha el ascensor, Ana se giro y sonriendo dijo a Carlos

  • Haces mucho deporte, ¿no?

Era una sonrisa conocida, acompañada de una mirada que claramente quería decir “me gustas” o por lo menos “me caes bien”. Una mirada desinhibida, seguramente ayudada por las dos caipirinhas que Ana se acababa de tomar en el bar del hotel donde habíamos quedado con Carlos.

  • Si, hago kick boxing y juego a futbol.

Esto no se lo había preguntado cuando contacté con él, pensé por dentro mio.

  • ¿Y tú haces deporte? Tienes un cuerpo precioso

Ana sonrió, le sentó bien el comentario.

  • Juego a basket con un grupo de amigas

Con sus dos manos, Carlos le agarró una mano a Ana, se la llevo a los labios y le dio un húmedo beso.

  • Me gustas mucho, Ana

A Ana se le erizó la piel, pasó a una tímida sonrisa, Carlos le gustaba más de lo que me había imaginado.

Llegamos al octavo, se abrieron las puertas y empece a caminar hacia la habitación 811, seguido por Ana y Carlos. Me dio la sensación de que iban de la mano pero no me atreví a darme la vuelta.

Mi corazón latía con furia, tenía un nudo en la garganta y seguía sin ser capaz de decir nada.

Abrí la puerta de la habitación con facilidad, he ido a muchos hoteles por viajes de trabajo y es un sub-mundo que me conozco muy bien.

En cuanto me dí la vuelta para que pasasen, pude confirmar que iban cogidos de la mano. Se me pasó por la cabeza que pensaría alguien que nos viese entrar. Y que pensaría si encima fuese alguien que nos conociese.

Entraron, cerré la puerta y Carlos cogió por la cintura a Ana, se la acercó hacia él y le besa el cuello.

La piel de Ana volvió a erizarse, no dijo nada. Sólo torció la cabeza para que pudiese besarle el cuello con más facilidad y dejo que su cuerpo se aprisione sobre el de Carlos, pudiendo notar la gran polla por la que escogí a Carlos. En ese momento Ana abrió la boca con expresión de sorpresa y sin decir nada, pasó la mano por la polla de Carlos para comprobar si era realmente carne todo aquello.

Poco a poco fueron entrando a la habitación, había pensado en ducharnos los tres pero en ese momento pensé que no era necesario, Ana y yo nos habíamos duchado antes de salir de casa y Carlos se notaba que también por el olor a colonia que hacía.

Me acerque por detrás a Ana, cogiéndola por los pechos y presionando también mi polla sobre su culo brasileño.

Por fin Ana podía notar dos pollas sobre su cuerpo y sin duda le gusto porque tiro el cuerpo para atrás, giró la cabeza y me dio un beso con lengua como los que no me daba desde que eramos novios. Me miró a los ojos y pude notar como me pedía permiso a lo que yo asentí moviendo la cabeza.

Volvió la cabeza hacia Carlos y lo beso con lengua, exactamente igual como lo hizo conmigo, pero claramente más rato. Que le iba a hacer, era la novedad!

Ana empezó a desabrocharle la camisa, botón por botón, y cuando estuvo toda desabrochada le paso la mano por el vientre y pecho. Mientras le besaba el pecho empezó a desabrocharle los pantalones. Para mi sorpresa Ana estaba tomando la iniciativa, yo pensaba que estaría algo más pasiva.

Con los pantalones desabrochados pero sin bajarlos, Ana introdujo la mano para tocarle la polla y sonriendo a Carlos, lo volvió a besar mientras lo empezaba a pajear poco a poco.

Enseguida se fue agachando hasta quedar a la altura de la polla, le bajo los pantalones y calzoncillos y la polla de Carlos apareció como un resorte.

Era una polla enorme que Ana empezó a trabajar con las dos manos. A mi hacia tiempo que Ana sólo me la chupaba con condón, decía que sino le daba asco. No lo habíamos hablado, pero yo me imaginaba que le pondría un condón tal y como me hacía a mi. Estaba equivocado, Ana no respondía a los esquemas que yo conocía desde hacía años, no se acordaba de los deberes ni de si la casa estaba recogida, o que tendría que hacer cuando saliésemos. Sólo pensaba en follarse a Carlos. Sólo pensaba en disfrutar de aquella polla. Y se la metió en la boca, llenándola toda de babas que le goteaban de los huevos. Se estaba entregando a tope en hacer que esa polla disfrutase y lo estaba consiguiendo porque se fue haciendo aún más grande y dura hasta que Carlos se la apartó y Ana puso la cara contrariada de un niño al que le han quitado el juguete de golpe.

Carlos levantó a Ana y literalmente le arrancó el vestido, quedando a la vista la lencería negra que se había comprado. Medias, tanga y sostenes. Otra vez me rompió los esquemas, hacía muchos años que no se ponía tanga porque decía que era incomodísimo.

Carlos sonrió a modo de piropo, Ana estaba preciosa.

La levantó y la llevó a la cama. Le empezó a besar el cuello, bajo a los pechos y el vientre mientras iba subiendo la mano por la entrepierna empezando desde la rodilla. Ana poco a poco abría las piernas para facilitarle el acceso, tenía la respiración entrecortada, estaba excitadísima.

Poco a poco, le empezó a masajear la vulva y el clitoris apartando el tanga hacia un lado lo que me supuso ver una sorpresa más. Se había ido a depilar las ingles! Sólo lo había hecho dos veces antes para ir a playas nudistas, pero nunca lo hizo como regalo para mi.

Ana empezó a gemir con las manos expertas de Carlos y le empujó la cabeza hacia abajo para que le hiciese un cunilingüis. Nunca! Nunca me había dejado hacerle un cunilingüis. Ni de novios. Siempre dijo que le daba angustia!

Yo ya estaba muy excitado y llevaba mucho rato como espectador y mi polla estaba a punto de reventar. Me desnudé y me acerque a Ana para que me agarrase la polla mientras Carlos le chupaba.

Lo hizo con ganas, giró la cabeza y como estaba en un lado de la cama, me empezó a chupar la polla tal y como había hecho a Carlos, si bien de vez en cuando tenía que parar gemir del placer que Carlos le estaba provocando.

Claramete Ana se corrió dos o tres veces con los trabajos orales de Carlos y estos pequeños momentos de descanso mientras tenía los orgasmos me ayudaron a que no me corriese todavía.

Ana se dio la vuelta, se puso de cuatro patas y dijo a Carlos:

  • Metémela entera, cabrón!

Nunca le había oído decir nada parecido, ¡la diosa ya estaba totalmente empoderada!

Carlos le agarró del culo y se la trajo para el y empezó a meterle la polla poco a poco. Por los ruidos que hacía Ana, parecía que esa polla le estaba llegando al cuello. Estaba seria y concentrada. Consciente de que en ese momento era una pura zorra y tenía que aprovecharlo.

Cuando estaba ya más de la mitad dentro, la volvió a sacar poco a poco toda. El vientre de Ana hacía movimientos nerviosos pendiente de que se la volviese a meter. Tardó unos segundos y volvió a embestirla, esta vez con más gemidos por parte de Ana.

Me puse delante de Ana para que volviese a chupármela, cosa que gustosamente hizo pero a medida que la velocidad iba aumentando, los intensos orgasmos que tenía no le dejaban hacer nada, ni siquiera aguantar con los brazos rectos estando de cuatro patas.

Pasado un rato, Ana se aparto y dijo a Carlos que se estirase en la cama. Ana se montó encima de él y poco a poco fue introduciéndose la polla. Parecía que le dolía casi tanto como le gustaba. Cuando ya estaba toda dentro, empezó a moverse arriba y abajo cada vez más rápido. Así es como le vino otro orgasmo más, quedando tendida sobre Carlos al que dio un largo beso con lengua, todavía con la polla de el dentro. En esa postura empezó a moverse poco a poco mientras Carlos le empezó a manosear el trasero. Ana estaba completamente entregada, Carlos se chupo un dedo y empezó a masajearle el ano. Parecía que a Ana le gustaba, se movía y gemía sin decir nada. Estaba exhausta estirada sobre el pecho de Carlos. Carlos me miró y me hizo un gesto como:

-”A que esperas”

Fui al baño rápido y cogí un sobre de champú, con el dedo se lo puse en el ano y Carlos lo fue masajeando hasta meterle un dedo. Ana se limitó a gemir más, parecía una señal de aprobación.

No teníamos palabra clave, no habíamos establecido ningún código que avisase al otro que parase si el juego se iba de las manos. Ana era así, si vas a por algo, vas a tope y no con palabritas para parar.

Me puse encima de ellos dos y poco a poco empecé a penetrar a Ana por el culo. Nunca me había dejado hacerlo, seguramente no había sabido trabajarlo como había hecho Carlos.

Al principio parecía que no entraba, me puse un poco más de gel para que hiciese de lubricante y poco a poco, fue entrando toda.

A Ana le gustaba, entre gemidos me animaba a que se la metiese.

Cuando ya estuve dentro, empecé a moverme poco a poco. Podía notar como también se movía Carlos y especialmente como le gustaba a Ana. Ana tuvo varios orgasmos en esta posición, y en uno de ellos, con las fuertes contracciones del esfinter, me corrí yo también.

Ana se giró y me besó.

Me retiré y Carlos empezó a follar a Ana con fuerza en posturas increíbles hasta que se corrió encima del cuerpo desnudo y sudado de Ana.

Nos duchamos los tres, Carlos se vistió y se marchó dando un largo beso a Ana.

Esto fue ayer. Seguimos en el hotel y Ana me ha despertado haciéndome una mamada. Este es mi despertador preferido. Follamos como cerdos hasta que nos quedamos tirados en la cama y abrazados.

  • Sabes, creo que me has despertado la zorra que llevo dentro.