Fin es comenzar otra vez (03)

Mi matrimonio había llegado a su fin, Kike y yo tomamos caminos diferentes, qué nos pasó? cómo puso pasar? Y mientras, cada uno trataba de ahogar su dolor a su manera...

Fin es Comenzar otra Vez 03

Mi vida matrimonial, que había sido tan hermosa y casi perfecta, se había terminado, había llegado a un inesperado y muy doloroso fin. ¿Qué nos habías pasado, por qué fue que terminamos así? Claro, fue la vida disipada que llevábamos, fue cuando confundimos la libertad con el libertinaje, que dejamos atrás los valores con los que crecimos, en aras de un sexo que, supuestamente, no podíamos resistir, nuestro apetito carnal era más fuerte que nosotros.

¡Imbéciles! ¡Si, imbéciles, eso es lo que fuimos! Los valores de una persona, son aquellas cosas que quedan gravadas en nuestro interior a modo de enseñanzas, y que guían nuestro diario caminar en el mundo. Una persona que las pierde, es una persona extraviada, confundida, que no sabe lo que quiere, lo que vale, y precisamente porque los valores también son las medidas con las que calculamos todo eso.

Kike y yo pasamos separados casi más de un mes, tiempo durante el cual cambiamos mucho, cambiamos muchos de nuestros esquemas. Al final, regresamos juntos, por eso titulé esta serie como "Fin es Comenzar otra Vez", porque es una especie de antes y después… pero no me voy a adelantar a los acontecimientos.

Me quedé durante todo ese tiempo con Ángel, viviendo a su lado como una especie de amante, novia y esposa, y el me trataba como tal. Vivía con el, le cocinaba y hacía los quehaceres de su casa. Por su parte, el me daba regalos y me trataba como a una esposa, me sacaba a pasear y a comer, como una pareja normal. Me celaba mucho, por cualquier cosa. Claro, nunca pasó más allá de un reclamo. Recuerdo cierto fin de semana, una semana después de mi separación de Kike, estábamos en su casa de Izabal, un chalet que se compró a orillas del lago solo para poder tenerme allí. Estábamos discutiendo por puras muladas como siempre.

¡Si, cómo se notaba que te gustó ese gringo!

Estaba guapo Ángel, pero no hice más que mirarlo, ni siquiera fue con indiscreción

¡Pero venís conmigo!

¡Vos te le quedás mirando a todos los bikinis que aparecen por allí y no te digo nada!

¡¿Cuándo?!

¿Cuándo?… ¡siempre!… – me di la vuelta y lo dejé alegando solo.

Agarré una toalla y me salí para tenderme en el balcón y tomar el sol. El todavía quiso quedarse refunfuñando adentro, pero como no le puse atención, se calló. Yo no me dejaba, a pesar de mi estado de profunda confusión siempre lo ponía en su lugar. Y eso, creo yo, es una de las razones por las que le gusto tanto, pues el, un hombre dominante y acostumbrado a hacer las cosas cuando se le da la gana, no tiene más que consentirme en mis caprichos. Claro, tampoco soy una mujer caprichosa, al contrario, por lo general soy muy llevadera con el, casi hasta obediente… mientras me trate bien y me de mi lugar, así sabe que puede conseguir lo que quiera de mi.

Laura… ¿querés una limonada? – dijo ofreciéndome un vaso de limonada fría y mordiéndose los huevos, les digo que el siempre quiere tener la razón pero conmigo no puede, je, je, je.

¡Gracias Angelito, qué lindo! – se sentó a mi lado medio molesto, con cara de regañado.

Lo veía de reojo, se notaba tanto que quería seguir discutiendo. pero yo seguía negándole la oportunidad, confieso que aquello me divertía. Pero no crean que soy mala, ya les dije que no, es simplemente que me molestan esas actitudes de niño malcriado que toma. De hecho, soy MUY BUENA con el

Se acercó y me puso una mano sobre la rodilla, comenzó a acariciármela, luego a darme de besitos en el cuello y mejillas, sabe que eso me gusta. Me acariciaba la espalda, tratando de llamar mi atención. Y la consiguió, es cierto que lo traía corto, pero igual necesitaba demasiado de sentirme amada y deseada.

Angelito, ¿qué vamos a cenar hoy? – le pregunté melosa, mientras me arrimaba a el con mirada cálida.

Mmmmm… no sé… ¿tu qué querés?

Mmmmm… no sé… ¿tu qué querés hacer?

Bueeeeenooooo… yo sé qué quiero

¿Y qué es?

Mmmmm… una cosa… ojalá que no te moleste que me la empiece a comer desde ahorita. – me dije besándome suavemente.

Vos querés pasar comiendo "eso" todo el día

Es que está riquísimo

Mi actitud era la de alguien que se esforzaba en tratar de seguir enojado… o de una persona enojada que no sabía cómo mantener su enojo, no sé. Pero no importaba, ya lo estaba besando, rozando mis labios suavemente con los suyos, retirándolos cuando el los quería capturar, eso lo desesperaba y calentaba mucho. Poco a poco fui cediendo y subiendo sobre sus piernas, el estaba sentado en el suelo, recostado contra la baranda de madera.

Veía sus ojos ir y venir por todo mi cuerpo, el que cubría con un diminuto traje de baño de una sola pieza, color violeta claro, que realzaba la turgencia de mis senos morenos, el cabello suelto. El mismo me lo había comprado, como el resto de ropa que llevaba en ese viaje, no me dio ni tiempo de sacar ropa de mi casa. El vestía unas bermudas amarillas, con el torso desnudo, dejándome ver su estilizada figura, cuidadosamente cuidada en el gimnasio.

Por fin me tuvo sentada sobre sus piernas, el me abrazó por la cintura y me besaba con pasión, nuestras lenguas jugaban entre ellas y sentía como sus dedos rozaban el inicio de mis glúteos, redonditos y duritos.

Poco a poco fue bajando la cara para besarme el cuello y mis senos. Suavemente bajó los tirantes de mi traje y los desnudó, aferrándose de inmediato a mis pezones. Ángel es un maestro con la lengua y los labios, me excitaba mucho solo de sentirlos en esas delicadas y sensibles partes de mi anatomía.

Luego sus manos bajaron más, metiéndose debajo de mi breve vestimenta en franca búsqueda de mis partes íntimas, que ya estaban bastante mojadas para ese momento. Cambié de posición para facilitarle un poco las maniobras, poniéndome de rodillas, con el en medio. Así, sin ningún problema, pudo colar suavemente sus 2 pulgares por las parte de abajo para ponerse a acariciarme los labios mayores y el clítoris mientras no dejaba de amamantarse.

¡Qué rica sensación, literalmente me estaba derritiendo en sus manos! Pero trataba de mantener siempre yo el control, con el no quería dejarme llevar por completo, el se lo tenía que ganar. Y en el lago, veía pasar lanchas y cayucos, con personas metidas en su mundo, ajenos por completo a lo que pasaba en ese chalet a plena luz del día. ¿Nos veían?, seguramente si, pero por aquellos días era una de las muchas cosas que no me importaban.

Me tiró sobre un sillón reclinable y se me fue encima, besándome y lamiéndome cada parte del cuerpo y metiéndome mano donde podía. Yo me aferré a los bordes del asiento y empecé a gemir, sintiendo como el clímax se acercaba despacio pero constante. El lo percibió, así que me sacó el traje de baño y se zambulló de lleno entre mi cálida y empapada gruta, lamiendo, chupando y besando, eso fue suficiente para hacerme berrear como una desesperada, celebrando el tan esperado orgasmo.

¡¡¡ÁNGEL!!!… ¡¡¡ÁNGEL!!!… ¡¡¡ÁNGEL!!! ¡¡¡ÁNGEL!!!… ¡¡¡¡AAAAAAAGGGGGGHHHHH!!!!

¡¡GOZALO LAURITA!!… ¡¡MI PRECIOSA LAURITA!!

¡¡¡¡AAAHHHH!!!! ¡¡¡¡AAAHHHH!!!! ¡¡¡¡AAAHHHH!!!! ¡¡¡¡AAAHHHH!!!! – me quedé tendida sobre el asiento un momento, respirando agitadamente, sudando y satisfecha, el me veía arrodillado entre mis piernas, orgulloso de haberme dejado así.

Se senté viendo directamente a su paquete, el se merecía un premio. Agarré sus bermudas y las jalé hacia abajo, su durísimo pene de 17.5 cm salió disparado afuera, apuntándome directamente en actitud amenazante.

¿Querés que te haga berrear? – pregunté pícara.

¡Por favor! – me respondió.

Comencé dándole besos cortos y tiernos sobre la puntita, pegándole suaves lametones, mirándolo a los ojos, que le brillaban de la calentura. Poco a poco me lo fui metiendo entre la boca, besándolo, chupándolo y lamiéndolo, para luego sacarlo y lamerle la cabeza de hongo como un helado. Repetí lo mismo varias veces, metiéndomela más adentro cada vez. Y cuando ya lo tuve casi en la garganta, Ángel empezó a menear las caderas, agarrándome de la nuca para metérmela el mismo.

Lo empujé y me la saqué, mirándolo con unos divertidos ojos de desaprobación. Y así, volví a hacerlo todo de nuevo, me encantaba la manera como enloquecía al tenerme entre sus manos, pero no poder controlarme, creo que lo calienta más todavía, me fascina.

Así se lo fui chupando más o menos durante media hora, al final me costaba bastante empujarlo para sacarme su miembro, pues cada vez el se excitaba más. No soy una mujer ignorante acerca de la excitación masculina, se que esos juegos tiene un límite y no me gusta pasarlo por alto, así que al final, dejé que me cogiera por la boca.

Sentía como su duro miembro me taladraba hasta úvula, lo oía jadear roncamente, estaba muy caliente, mucho. Y al final, luego de pegar un largo grito de batalla, explotó adentro de mi, inundando mi cavidad oral con borbotones de leche. Ángel cayó sobre otro sillón, con la verga aun palpitándole y el sudando a chorros.

Me arrodillé frente a el y tomé su enrojecida paloma, ya en camino de ponerse blandita, y me la metí entre la boca otra vez. La chupaba mientras la embadurnaba de semen e iba tragándomelo poco a poco. En realidad no soy gran fanática de esa secreción masculina, pero con Ángel suelo portarme como una puta.

Mi amante cerraba los ojos, feliz y excitado, su respiración de decía lo mucho que lo estaba gozando, y poco a poco se fue poniendo duro nuevamente. Para cuando me había terminado de tomar su esperma, ya había sacado un condón y se lo estaba poniendo con los labios. Nunca tengo relaciones con el sin protección, el me dice que deberíamos practicar métodos naturales de control de embarazos, pero es que el es tan mujeriego, que yo nunca sé en dónde acaba de meter la verga. Además, el se muere por tener un hijo y, obvio, yo soy la primera candidata de su lista. Pero la maternidad es algo que reservo única y exclusivamente para compartirla con mi esposo Kike.

Me separé y caminé contoneándome hasta una mesa pequeña, en donde me incliné sosteniéndome con un brazos. Con el otro separé los pliegues de mi sexo, que se veía perfectamente con mis piernas abiertas y el culo parado, les dije que con el me porto como una mujerzuela. "Dale con confianza" le dije, y el se acercó muy caliente.

Ángel se puso detrás de mi, me comenzó a tocar las tetas y a pellizcarme los pezones. Me besó en la nuca con ternura, suavemente y despacio, mientras me acariciaba la espalda y las nalgas. Me tomó de las caderas y colocó la punta de su pene en mi entrada. Me besó y tocó un poco más hasta que me clavó de un golpe seco, entrando hasta el fondo. De mi garganta salió un hondo gemido, ahogado en un largo suspiro, que precedió al gemir y gemir de la cogido venidera.

Poco a poco me fue dando un poco más duro cada vez, enterrándomela con suavidad primero, pero aumentando la velocidad y la fuerza paulatinamente hasta estar literalmente rebotando contra mis nalgotas. Mis senos se estremecían a cada empellón, me sostenía fuertemente con ambas manos y mi rictus tenso y apretado hablaban del gran esfuerzo que mi cuerpo hacía para soportar tremendo castigo… pero también hablaban de placer, de mucho placer. A cada golpe un fuerte escalofrío recorría mi espalda, prueba inequívoca que un nuevo orgasmo se acercaba.

Me agarró y me puso sobre el sillón, abriéndome de piernas se me dejó ir con todo otra vez. Estaba sudando a chorros, todo mi cuerpo se estremecía y mi respiración sonaba por todo lo ancho, entonces llegó mi segundo clímax. Mugí como una verdadera vaca loca, elevando en las alturas la dulce sensación que el miembro de ese hombre me hacía sentir. Minutos después el también terminaba en medio de un largo y fuerte gruñido.

¡¡¡¡AAARRGGGRRRRRRRRRRRRM MMMMMMMJJJJJJJMMMMPPPPPFFFF!!!!

El quedó tirado sobre mi cuerpo, ambos empapados y cansadísimos, jadeantes. Con los ojos entreabiertos lo veía sonriendo, feliz. Me besó con suavidad, con mucha ternura, susurrándome que me quería, que siempre había sido la mujer de sus sueños. Le sonreí y le devolví el beso.

Estuvimos tendidos en el suelo unos minutos más, yo lo abrazaba del pecho, besándolo y acariciándolo como la más amorosa de las esposas. Luego me puse de pié y entré a la casa, el se quedó descansando unos minutos más, pero lo atrajo el delicioso aroma de la cena. Esa noche le hice una comida deliciosa, se lo merecía. Y a la hora de irnos a la cama me le tiré a sus brazos, feliz y excitada, lista para otra sesión de tórrida pasión, de furia y tranquilidad, de ternura y rudeza. Al final, dormimos profundamente, abrazados… y así despertamos.

Lo malo fue que en esa vez, como en todas las demás, antes de abrir los ojos, sentía su cuerpo tibio junto al mío… y me imaginaba que era Kike. Les voy a seguir contando qué más hice con Ángel, terminé por convertirme para el, además de una esposa, novia y amante, en una especie de puta. Pero eso se los cuenta después… así como les voy a contar cómo le estaba yendo a mi marido… o más bien, a Kike, junto a Javier.

Continuará

Garganta de cuero ( garganta_de_cuero@latinmail.com ).