Fin es comenzar otra vez (01)

Mi matrimonio sigue tambaleándose, pero agora las cosas van peor... vuelve a escena Javier, el antigua amante de mi esposo. (Infidelidad gay).

Fin es Comenzar otra Vez 01

Hola, nuevamente regreso para continuar con mi historia. Como recordarán, la última vez les hablé de cómo fui violada por 4 hombres, durante aquel viaje a Monterrico (lean "Todo por Puta").

Como les conté, luego de esa violación las cosas se pusieron peores entre Kike y yo. El se sentía culpable de lo que me pasó, pensaba que por el haber vuelto con Javier yo me expuse torpemente a esa situación, que desembocó en aquello. La verdad era que mi propia estupidez me hicieron acompañar a ese muchacho sin tomar ni una medida de precaución.

Yo no quería que mi esposo se sintiera así, de verdad, todo aquello había ocurrido por mi culpa únicamente. Pero mi estado tampoco ayudaba a que se sintiera mejor, luego de ser violada quedé mal, tenía pesadillas por las noches, me daba miedo salir a la calle sola y me encerré en mi propio ser, olvidándome no solo de mi esposo, sino hasta de mis hijos. Y ahora, los 2 nos encontrábamos en nuestra casa, deambulando como desconocidos, como personas extrañas.

Hasta mi hermano Juan Carlos llegó preocupado. Cierto día no llegó de visita, cosa extraña, pues el jamás me visitaba. De hecho, nuestra relación nunca había sido buena, como el único hijo varón, de un hombre de mente cerrada en un hogar machista, siempre se le enseñó que nosotras, mis hermanas y yo, debíamos servirle. Por ello, Juanca nunca nos trató bien, una palabra de aliento o una caricia en el hombro eran cosas impensables para esperar de el.

Pues bien, aquel día llegó a verme, se le veía un poco preocupado. Y yo, sin saber porqué, lo abracé y derramé algunas lágrimas sobre sus hombros, ¡qué bien se sintió!, yo jamás había recibido cariño de ese hombre. Claro que no le pude contar nada, solo le dije que estábamos pasando por una crisis, pero que íbamos a salir adelante. El me dijo que me tranquilizara, que fuera lo que fuera, todo iba a salir bien. Luego me preguntó si se podía llevar a mis nenes, que mi mami quería pasar tiempo con sus nietos. Le dije que si, total, yo no estaba para cuidarlos muy bien. Así que ese fin de semana, lo pasé con Kike sola, sin hijos ni nada.

Por su parte, Javier continuaba asediando a mi esposo. Empezó a "coincidir" con Kike en distintos sitios, como el supermercado o alguna ferretería. Poco a poco logró hacer que mi esposo aceptara platicar con el, hasta hacerse amigos. Pero hasta ese punto, Kike nunca aceptó ninguna de sus insinuaciones. Entonces, yo comencé a ser parte de la estrategia.

Buenas tardes, ¿cómo está Laura? – me quedé como estúpida, nunca me imaginé la desvergüenza de ese hombre, ¡llegó al colmo de irme a ver a mi casa!

Javier… ¿y usted qué hace aquí? – no fui muy atenta y amable con el.

Nada, solo quería ver cómo se encontraba

Me mandaba flores y chocolates, cada vez que me veía, me saludaba rebosante de amabilidad y atenciones. ¡Hasta instaló una alarma en mi casa, después de que Kike le contó lo que me había pasado en la playa! La verdad es que no era un tipo tan malo, pero yo estaba muy consciente que lo que quería era mi esposo.

Pero pasó lo que tenía que pasar

Salimos a correr en bicicleta cierto día, tal y como hacíamos antes. Ya habíamos andado un buen rato por lo que me cansé, le dije que me quería recostar sobre la grama un rato para descansar. Ese día llevaba un humor muy bueno, a pesar de que estaba frío y nublado, seguro llovía después.

Recosté la cabeza sobre mi suéter y me quedé dormida. Pero me desperté cuando escuché el sonido de un motor pasar, no le di importancia, y ni siquiera levanté la cara, me quedé como si nada. Luego sentí caer sobre mi rostro algunas gotitas, tan solo me lamenté de la mojada que seguramente me daría, pero tampoco hice nada más. Pero una voz conocida si me hizo incorporarme.

Buenos días, ¿paseando por el campo? – era Javier, que pasaba con su pick up y nos vio en la carretera.

Si – le respondió Kike – salimos a hacer un poco de ejercicio… lástima el clima, seguro nos va a llover de regreso.

Si quieren los llevo a su casa… solo tengo que ir a dejar unas vitaminas a mi rancho, para las bestias… no se si gusten acompañarme.

Kike me volteó a ver, sabía que yo no estaría de acuerdo. Pero, no sé porqué, le dije que si, que estaba bien, creo que prefería eso a mojarme, y es que ya estábamos lejos de la casa.

Mi esposo le agradeció y nos subimos a su carro. Los 2 se fueron platicando sobre ganado todo el camino, que no fue muy largo. Yo me limitaba a verlos desde atrás, Kike se sentó en el asiento de copiloto. Me sentía extraña, con una sensación fea en el fondo, ese tipo de nerviosismo que sentimos cuando vamos a hacer algo malo, que en cierta forma nos mortifica, pero que queremos hacer.

Llegamos a su rancho, entramos, un escalofrío recorrió mi espalda cuando crucé por aquella puerta, y recordé la primera vez que los hice… cuando mi esposo le dio el culo a un hombre por vez primera.

Kike y yo tomamos asiento en la sala, estábamos en silencio, mirándonos las caras sin poder decir ni una sola palabra, ambos nerviosos, como esperando la inminente llegada de algo. A lo lejos, Javier llamó a mi esposo.

Kike, venga a ver, nació un becerrito

Mi marido se puso de pié inmediatamente, le encantan los animales recién nacidos, lo apasionan, y por alguna razón, Javier sabía de ello. Me quedé sola, le nerviosismo y la ansiedad que tenía se hicieron más fuertes, ya no lo podía controlar, toda esa casa estaba llena de recuerdos que, durante mucho tiempo, intenté olvidar.

Me puse de pié y salí corriendo a buscar a mi esposo, me lo quería levar lejos, de regreso a la casa, y nunca volver a ese lugar. Entonces, los vi… estaban parados contra la pared, había sido mentira lo del becerrito, solo una treta para atraerlo a solas. Javier lo abrazaba desde atrás, pegando su cuerpo al de mi esposo, haciéndole sentir la presión que hacía su dura verga contra su redondo y duro culito. Lo veía susurrarle de cosas al oído, Kike estaba nervioso tenso, lo conozco tan bien que supe que trataba de oponerse, pero las ganas, el placer y la necesidad de ser dominado por ese hombre eran muy fuertes. Poco a poco llevó su mano hacia la verga de maduro y la apretó. Emitió un suspiro de placer.

¿Te gusta Kike? – le decía Javier – Yo sé que si, la deseas y la necesitás… ya no te negués, yo también lo deseo y necesito

No… no puedo… Laura

Si, si podés… no te resistás más, te lo suplico

Tomándolo de las caderas le dio la vuelta y lo besó, mi Kike se dejó mansamente, y otra vez sentí la misma sensación de dolor y miedo que sentí la primera vez que los vi juntos, besándose. Lo arrinconó contra la pared y no dejó de besarlo ni de manosearlo por todo el cuerpo, mi esposo cada vez se perdía un poco más.

Javier lo tomó de la mano y se lo llevó hasta su habitación, Kike aun volteó, me vio, allí parada, casi temblando, con las manos tomadas contra mi pecho y a punto de llorar. A el también se le llenaron los ojos de lágrimas, pero sabía (ambos sabíamos) que ya no había punto de retorno, así que cruzó la puerta de aquella habitación, dejándome sola allí

Sabía perfectamente qué hacer, solo rezaba porque aquel árbol aun estuviera en pié. Afortunadamente así fue. El cuarto de Javier está en un segundo piso, pero la entrada en el primero. Después de la puerta hay escaleras en caracol que levan directamente frente a la cama. Frente al ventanal de la habitación, crece un árbol, lo suficientemente alto para poder ver, y lo suficientemente denso para no ser visto. Desde allí vi la primera vez, y allí volví a mirar esta segunda ocasión.

Vi a Javier sentado a la orilla de la cama, pantalón y calzoncillo bajo sus rodillas, y mi esposo inclinado sobre su enhiesta y poderosa herramienta, dedicado en cuerpo y alma a agasajarla con su lengua. Lo veía cegado de excitación, con el único deseo de sentirlo en mi garganta y después rompiéndole el culito.

Javier Alonzo continuaba siendo el mismo, con el cabello un poco más gris, pero igual de imponente. Espalda ancha y fuerte, trasero redondo y duro, pecho peludo con pectorales anchos y grandes; six pack ya no tan perfectamente formado, pene de 20 cm, grueso y duro no circuncidado; piernas anchas y fuertes, brazos como robles; y 1.85, un auténtico titán de 52 años.

La lengua de mi esposo recorría ese pene por todo lo largo, deteniéndose sobre su punta en forma de hongo, gruesa y roja. Luego abría la boca todo lo que podía y se la metía hasta el fondo, para pajearlo un poco con su misma garganta antes de atragantarse. Javier le acariciaba la nuca y le decía cosas que no alcanza a escuchar. Y cuando mi Kike comenzó a metérsela y sacársela más rápido de la boca, lo separó con una mano para evitar acabar tan rápido, el tenía otros planes.

Javier se irguió, se le quedó viendo a Kike lujuriosamente, que sin necesidad de que se lo pidiera… u ordenara, se puso de pié y se desnudó. Kike también es muy guapo, es de piel blanca y ojos azules, cabello castaño claro y cara aniñada y fina. Es delgado pero con los músculos bien marcados. Mide 1.68, su pene 16 cm, además de tener un impresionante trasero, redondo, muy grande y duro.

Se quedó completamente desnudo, con la mirada perdida en los vapores del deseo. Javier le dio la vuelta y lo puso en 4 contra la cama, parado en el suelo. Empezó a jugar con su culito, acariciándolo e introduciéndole varios dedos en el. Kike no hacía nada, pero pude adivinar que gemía mientras movía su trasero en círculos, acelerando aquella metida de dedos.

Entonces, el viejo decidió ir de una vez por todo. Lo empujó dejándolo acostado sobre la cama boca abajo, se recostó sobre mi marido besándole la boca y la nuca. El mismo Kike le separó las nalgas para permitir libremente el paso de su herramienta, que se comenzó a colar lentamente mientras se sostenía fuertemente de sus espalda. Pronto mi esposo se hallaba gimiendo y moviéndose como una puta en lo que terminaba de ser sodomizado. Entonces vino la estocada final y Javier clavó entera su hermosa barra de carne, Kike gritó como si lo estuviera partiendo en 2.

Se lo cogió duro y largo, como le gusta, lo colocó en todas las poses que quiso, le dio como mejor le parecía. Mi Kike más parecía un maniquí que no dejaba de gritar y gemir, que un ser humano. No dejaba de pedir más, estaba fuera de su completamente, loco de placer, sudando como un cerdo y recibiendo en su interior toda la masculinidad de ese hombre. Mi esposo alcanzó como 3 veces el orgasmo casi sin tocarse la verga.

Estuvieron así como media hora, hasta que, en medio de una oleada de placer, Javier lanzó un largo gemido, inundando el recto de mi esposo con inacabables chorros de su leche. Kike estaba sentado sobre el, de frente, besándolo apasionadamente, en ese instante los gemido de los 2 se fundieron en uno solo. Mi esposo se retiró de su verga y se acostó a su lado.

Se acariciaron un rato, hablando no sé que qué. Yo ya no aguanté más y salí de allí, me fui corriendo lejos, deseaba desaparecer. Terminé en la carretera, afuera de los límites de la finca, un bus extraurbano pasó y me fui en el hasta el pueblo. Ahora si sentía que todo había acabado, que había perdido a Kike para siempre… pero aquello estaba lejos de terminar, pues un carro negro estaba parqueado frente a nuestra casa.

Laura… – me dijo a lo lejos.

¿Ángel? – le respondí yo.

Continuará

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