Fin del verano en la playa (1)

El verano llega a su fin y un poco agobiado me marché a la playa a poner en orden mis ideas, pero...

Fin del verano en la playa

Hola, me llamo David y tengo casi treinta años. No tengo nada especial, vamos que soy un tío corriente. Mido 1,72, hace años que no me peso pero supongo que estaré sobre los 68kg. Soy moreno, pelo corto y lo mismo llevo barba, perilla o estoy lampiño.

El caso es que estoy solo, vivo en una ciudad que no es la mía pero a la que me adapté muy bien. Gracias a ella soy una persona muy independiente, con lo bueno y lo malo que lleva eso consigo.

Este año, tuve vacaciones en julio y la verdad es que fue genial, aparte de beber y salir con los amigos, estuve una semana en Almería, en Cabo de Gata, en el centro de buceo de unos amigos. Fueron las primeras vacaciones en muchos años.

Pero esta historia no va del verano, sino de su final.

Llegó septiembre y yo ya necesitaba otras vacaciones, agosto fue un infierno y no estaba en mi mejor momento. Tenía ganas de mandar todo y a todos a la mierda. Necesitaba otras vacaciones. Y al final del mes encontré un hueco y me escapé. Llamé a mis amigos de Almería y les dije que iba para allá. Me daba igual que hacer, donde dormir, etc… Pero mis amigos no me defraudaron y me dieron cobijo….y algo más.

Mis amigos son una pareja joven, Juan y Sonia. Juan es el típico buzo profesional, tio cachas grandote y simpático. Un poco bruto pero un encanto, sincero hasta la mala educación y un poco cerrado de coco. Sonia, al lado de él parece muy pequeñita, aunque no lo es tanto. Es una morena española, pelo largo, cara de niña mala siempre sonriente y con un cuerpo que pasa desapercibido hasta que lo ves, entonces no podrás dejar de mirarlo. Un culo generoso, caderas de infarto, una barriguita bien sexy, como a mi me gustan,  y unos pechos bien proporcionados, nada exagerados y bien morenitos con pezones justo a la medida.

Cuando llegué al pueblecito, me pasé por su casa y me invitaron a quedarme con ellos, que tenían sitio y era una tontería que durmiera o en el camping o en un hotel, así que acepté encantado, acomodé el petate y salimos a almorzar.

En el almuerzo ellos contaron lo bien que iba este año el negocio y en general todo lo demás. Tenían muchos planes y sobre todo mucho optimismo, justo lo que a mi me faltaba. Les conté un poco la mala racha que llevaba, como lo dejé con mi novia y lo cansado que estaba de todo. Quisieron animarme, invitarme a beber y presentarme unas cuantas chicas de allí, pero decliné, me apetecía más ir a mi bola y tranquilidad para pensar. Ellos lo entendieron y bueno, que estarían allí para lo que hiciera falta. ¡Qué apañaos!

Tenía pensado ir a una calita pequeñita y preciosa que está cerca del pueblo, pero que hay que ir en coche por un camino de tierra algo complicado, por lo que esperaba que no hubiera mucha gente. Después de comer me estaba despidiendo cuando Juan me dijo:

-         Si te aburres, mañana damos una fiesta de fin del verano en el centro, no me vendría mal que nos echaras una mano.

-         Jajaja! Ya decía yo, tanta hospitalidad….y lo que quieres es mano de obra. Desde luego Juan

-         No, hombre, que no es eso…pásate por el centro y te lo explico.

Vi algo en Juan que no supe interpretar. –

-Después me paso, descuida.- le contesté yo.

Dos meses después de haber dejado estas playas, volvía a ellas. Realmente necesitaba estar allí, ahora me daba cuenta. La cala no tendría más de 30m de largo, era muy angosta y estaba totalmente aislada, y encima era toda para mi, no había nadie. El sol no era muy fuerte y la temperatura invitaba a la relajación total. Me desnudé y quedé con mi bañador, pero cuando me disponía a tumbarme pensé, que ya que estaba tan solo, podría desnudarme por completo. Así que lo hice. Hacía por lo menos diez años que no hacía nudismo, desde que estuve con Raquel en aquella playa de Cádiz….ah! qué juventud!

La cuestión era que no entendía cómo no había vuelto a poner mis vergüenzas al aire desde entonces, con lo a gusto que estaba….tanto que me dormí sobre la toalla.

No sé cuanto tiempo estuve dormido pero como en sueños empecé a escuchar a unas chicas reír. Tardé un rato en percatarme en que no era un sueño y poco a poco me desperté, alcé la cabeza e intenté acostumbrarme a la luz, pero cuando lo conseguí, vaya panorama. En mi calita privada, hasta ahora, había dos chicas en sus toallas, diez metros más para allá.

Una era rubia y la otra morena, no paraban de reír y parlotear. Y lo mejor es que también estaban desnudas. ¡Qué cuerpazos!

La rubia tenía el pelo corto, cara simpática, muy delgadita. Con poco pecho pero muy bien puesto, un culito respingón y el chochito totalmente depiladito.

La chica morena era más “neumática”, con un culazo de escándalo, pelo largo y un par de buenas razones. Tenía el coñito recortado pero tupido, como a mi me gustan.

Estaban las dos para comérselas….vaya par de guarrillas, tenían una  buena pinta que hizo que se pusiera morcillona.

Aunque el espectáculo me agradó, yo estaba a mi bola e intenté pasar de ellas, pues la verdad es que no me apetecía babear y pasar mi tranquila tarde pendiente de ellas. Así que me encendí un cigarro y me puse a leer tranquilamente.

La verdad es que no conseguía concentraba, las niñas no paraban de hablar y a mí se me iba la pinza pensando en mi ex, en mi vida y la mierda de curro que tenía.

El caso es que el curro me gustaba, pero había pasado unas semanas bastante puteado, estaba depre y todo lo veía negro.

Estaba en esas, cuando me llevé un gran susto, algo tocó me pie y al estar bocabajo me levanté como un resorte. Y allí me la encontré sonriente, desnuda y con cara divertida después de ver mi reacción. Era la rubia, que se presentó como Clara y me pidió un cigarro.

Enseguida busqué en mi bolsa y le di uno, ofreciéndome a encenderlo. Ahí fue cuando casi me ahogo en ese par de abismales ojos azules que portaba la chiquilla, siguiendo un silencio que me incomodó y a ella parecía divertirla.

Comenzamos a hablar, ella más tranquila que yo, y en un momento me puso al corriente. Eran dos amigas que pasaban una semana en el pueblo, una especie de ritual de fin del verano y no conocían nada ni nadie por allí. Así que muy gentilmente me les dije que podíamos quedar a tomar unas cervezas esa noche y les enseñaba el pueblo y demás antros.

Fue así como quedamos que ya nos veríamos, me dio las gracias por el cigarro y se fue con su amiga.

Confieso que eso me tranquilizó, pues empecé a sentir una inminente erección y lo que más me urgía, muerto de la vergüenza era volver a mi libro, por supuesto bocabajo en la toalla.

Cuando ya estaba un poco más tranquilo otra vez sentí un toque en el pie. Esta vez  era la amiga que venía a presentarse, Esther se llamaba, y a por otro cigarro. Otra vez estuve charlando, con la diferencia que la niña me ponía cardíaco, con ese par de pitones que no paraban de apuntarme y ese chochito peludito por el que se me hacía la boca agua.

Afortunadamente y haciendo un gran esfuerzo, pude contener a mi amiguito para que no diera el espectáculo, y en cuanto se fue recibí la pulla de remate, ¡Dios que culo! Fue tal el impacto que apenas pude reaccionar saliendo por patas hacia la orilla a darme un baño en la fría agua.

Una vez en el líquido elemento la cosa se tranquilizó y aproveché para nadar y bucear un rato. La verdad es que es una gozada poder sentir el agua en toda tu piel, fría, refrescante y sin la prisión del bañador.

Estaba disfrutando como un niño, cuando ya empezaba a arrugarme y mi amiguito había encogido hasta ser ridículo gracias a frescura del medio, cuando me disponía a salir.

Como nuevo pensaba para mí estando ya casi afuera cuando el par de diosas se acercaron al trote hacia mí, hasta zambullirse a mi lado salpicándome como dos energúmenas.

Yo me reía y seguía avanzando hacia la orilla cuando alguien se tiró sobre mí e hizo caer de bruces. Así comenzó un delicioso forcejeo, un dos contra uno, en el que yo tenía todas las de perder y ¡cómo me dejé perder!

Ahí estaba yo manoseando y siendo igualmente manoseado por dos diosas nacidas para dar placer, a la vista y al tacto, y qué tacto madre mía, jóvenes de piel tersa, con todo muy durito, qué pezones coronando esas tetas que pedían ser comidas, esos culos duros, perfectos, carnosos, delicosos…. Llegó un momento de aturdimiento en el que sólo sabía que estaba hartándome de cogerles culos y tetas, en el que sus risas eran música celestial para mis oídos y su piel la más preciosas de las joyas de la tierra. La verdad es que no paraba reír y ellas tampoco. Poco a poco las olas nos llevaron a la orilla y acabamos los tres entrelazados lujuriosamente en la playa. Fue ahí cuando a mí se me cambió la cara pues me dí cuenta de que mi falo había crecido más que nunca y estaba insultantemente erecto. Fue al verme la cara cuando Clara me miró y con la cara de puta más caliente que había yo visto jamás en mi vida, me sonrió y me dijo:

-Chiquitín, eso es por nosotras, pues habrá que darle las gracias.

Y sin más se lo llevó a la boca y empezó a mamármelo de manera magistral. Poco tardó la morena, Esther, en unirse. Entre las dos me comían todo, mientras una se tragaba mi rabo, la otra me comía los huevos, ¡Dios que rico! Si seguían así pronto acabaría el lance, así que por una vez estuve listo y pensé que tenía que distraerme un poco, apartar mi mente de tanto placer, y así fue como puse a Clara en posición que le permitiera a ella recibir su ración de carne por esa boquita y yo comerme una almejita peladita. Nos fundimos en un delicioso 69 que Esther completaba comiendo y chupando lo que podía.

Clara no tardó mucho en jadear, cosa que debió de darle envidia a su compañera, pues en un movimiento magistral logró ocupar el puesto de su amiga, asfixiándome con un chocho bien lubricado y peludito, como a mí me gustan. Tanto me gustó o tan bien hacían su trabajo las putitas que no pude controlarme y eyaculé en uno de los mejores orgasmos que había disfrutado.

La verdad es que estábamos los tres cuerpos, desnudos, sudosos, desmadejados sobre la arena, recuperándonos del reciente asalto cuando una de ellas soltó:

-         Si follas tan bien como comes chochitos, te vamos a dejar seco, nene.

Los tres explotamos en una gran carcajada y poco a poco nos fuimos a bañar para limpiarnos y relajarnos.

Salimos y nos vestimos, tomando el camino hacia los coches, donde me despedí de ellas saboreando la miel de sus labios y quedando para la noche.