Fin del mundo III
Previo a la cita con Pedro y Eva, Lorena tiene una experiencia inolvidable con el dependiente de un sex shop.
El fin del mundo III
De: Mario y Lorena
Para: Pedro y Eva
Asunto: Quedada sábado
Fecha: Miércoles, 30 de enero de 2013 12:37:41
Hola pareja, soy Lorena.
¿Cómo va la semana? Espero que muy bien.
Aprovecho que tengo un hueco en el trabajo para poder escribiros sobre la quedada del próximo sábado.
Tanto Mario como yo nos gustaría volver a quedar con vosotros pero tenemos miedo a que penséis algo equivocado. Lo que ocurrió la otra vez fue algo extraordinario que no volverá a pasar. Y mucho menos otras cosas.
Entendemos si preferís cancelar la cita y aprovechar de otra manera vuestro fin de semana sin niños.
Besos…
De: Pedro y Eva
Para: Mario y Lorena
Asunto: RE: Quedada sábado
Fecha: Miércoles, 30 de enero de 2013 22:25:41
Eva, soy Lorena.
Qué te parece si quedamos tú y yo el sábado para ir de compras y comer algo? Espero poder quitarte tus “miedos”, jeje.
Qué dices?
Bss
Eva insistió mucho en que quedáramos el sábado a comer y al final accedí entre curiosa y nerviosa.
En realidad lo que me preocupaba era lo que podría pasar esa noche. Tenía miedo a mi reacción si la cosa se caldeaba más de la cuenta. Tenía miedo por si Mario se lanzaba y hacía alguna estupidez. Tenía miedo a que pasara algo que lo estropeara todo.
Quedamos a mediodía en el centro y recorrimos varias tiendas por todos conocidas. Entre trapito y trapito la conversación fue pasando de los niños a nuestros gustos por los complementos y finalmente a hablar de nuestras parejas. Y así llegó el momento de ir a comer algo.
Eva me propuso ir a un canario de la Cava Baja a picar algo. En un rincón del local, entre papas, mojo y ropa vieja, fue cayendo poco a poco una botella de vino tinto de Tenerife.
Eva me habló de su relación con Pedro y de cómo empezaron a ver el sexo de forma diferente tras unas mini vacaciones sin los niños en Almería hace dos veranos. Su aburrida relación de pareja pasó a ser una muy activa vida liberal. Desde entonces, me dijo, han tenido encuentros con otras parejas con y sin intercambio, pero también cada uno en solitario.
-Y por qué insistes en que quedemos con vosotros si sabes que no va a haber intercambio? – pregunté.
-Después de lo bien que te lo pasaste el otro día en mi casa creo que necesitas un pequeño empujón para liberarte.
-Un empujón de tu marido – la dije entre risas.
Eva intentó tranquilizarme. Me animó a que quedáramos los cuatro esa noche con la única pretensión de pasarlo bien cenando y charlando. Nada más. No iban a proponernos ninguna cosa que no quisiéramos hacer.
Animada por el vino me atreví a preguntar cómo fue la primera vez que estuvieron con otras parejas. Eva me fue contando una historia tras otra llena de detalles morbosos que hicieron que me excitara y dejara volar mi imaginación. Recordando algunas situaciones verdaderamente calientes Eva me cogió de la mano. Me sorprendió pero la dejé estar. En seguida me di cuenta que me gustaba sentir el contacto de su piel.
Mi escasa participación en la conversación fue para reconocer que yo únicamente había estado con un hombre en toda mi vida y que lo más extraordinario que habíamos hecho en nuestra vida sexual, con mucha diferencia, fue lo que vivimos en su casa unas semanas atrás.
-Si quieres, a partir de ahora puede ser todo diferente – me aseguró.
Me estremecí.
-No puedo dejar de recordar lo vivido aquella noche en tu casa. Desde ese momento siento que no soy la misma. Es como si algo estuviera despertando dentro de mi.
-Déjate llevar… - me susurró - poco a poco…
Al salir a la calle sentí el fresco aire del invierno. Respiré profundamente intentando apagar el fuego interno producido por la conversación y el exceso de vino. Curiosamente estaba muy a gusto paseando con Eva. En verdad, una desconocida.
-¿Qué te parece si nos compramos algo sexy para esta noche?
-Claro – acepté entre risas.
-Aquí cerca está mi tienda erótica favorita – dijo mientras me cogía de la mano.
El local no era muy grande y estaba casi vacío. Una dependienta con varios kilos de más nos saludó al entrar y nos ignoró a continuación. Eva me enseñó rápidamente los diferentes estantes llenos de juguetes eróticos de todo tipo. Aquel ambiente hizo que aumentara más mi excitación.
-Ven, arriba está la lencería erótica… y Bob.
Subimos a la planta de arriba donde había una gran variedad de disfraces eróticos, artículos típicos de despedidas de soltero y soltera y conjuntos picantes.
De una puerta que ponía “almacén” salió un joven musculado lleno de tatuajes.
-Hola guapetona – dijo a Eva antes de darla un pico. Veo que vienes bien acompañada.
-Sí, te presento a mi amiga Lorena. Venimos a por un par de conjuntos sexys para una noche loca.
Bob me recorrió con la mirada y volvió a entrar en el almacén.
-¿Está bueno, eh? – me dijo Eva.
-Sí, ya lo creo que sí – la contesté pensando en el pico que se acababan de dar.
Bob salió con varios conjuntos en la mano, se dirigió a una puerta y dejó dentro la mercancía.
-Quiero ver cómo os quedan – Nos dijo susurrando.
La puerta daba acceso a un único probador lo suficientemente espacioso para que pudiéramos quitarnos la ropa con cierta comodidad. Las dos, en bragas y sujetador, comenzamos a examinar las prendas elegidas por Bob.
Eva cogió un vestido de rejilla negro con un llamativo agujero en la entrepierna. Lo examinó entre risas y comenzó a ponérselo.
A mi me llamó la atención un conjunto compuesto por medias con liguero y corsé de color rosa palo. Me quité el sujetador y me animé a probarme el corsé.
-¿Cómo vais chicas? – Dijo Bob tras abrir la puerta sin ningún miramiento.
Eva y yo dimos un pequeño bote al asustarnos. Bob cerró la puerta tras de sí.
-No tengo mucho tiempo chicas, hay clientes.
Eva se abalanzó sobre la boca de Bob y comenzaron a besarse de forma apasionada. De repente me sentí aturdida. Allí estaba yo casi desnuda, con el corsé a medio poner, encerrada en un pequeño cuarto con dos personas morreándose a menos de medio metro de mí.
El beso pasó a estar acompañado de caricias. Caricias rápidamente más efusivas. Bob disfrutaba de los pechos de Eva mientras ella metía la mano por debajo de la camiseta para acariciarle la espalda.
Sin dejar de besarle Eva le desabrochó el cinturón y de un tirón todos los botones de su pantalón. Se puso de rodillas, sacó el imponente miembro de Bob y comenzó una felación.
Yo estaba en estado de shock y no pude reaccionar cuando Bob me cogió de la cintura y me acercó impetuosamente hacia él y me besó.
Mi primera reacción fue retirarme pero me fue imposible. La fuerza de Bob me impidió alejarme de él, de su boca, de su lengua. Y dejé de querer retirarme. Era la primera vez que besaba a un hombre que no fuera mi marido en muchos muchos años.
No me creía lo que estaba pasando. 3 personas metidas en un probador, con mi recién amiga Eva haciendo una mamada a un tipo 15 años menor que a su vez me estaba besando con un ímpetu que no recordaba.
Bob comenzó a tocarme por encima del corsé. Yo respondí, sin dejar de besarle, metiendo mis manos por debajo de su camiseta para sentir sus fuertes pectorales.
Notaba el placer que le producía la felación de Eva en los movimientos de su lengua. Sus gemidos ahogados en el beso me estremecían. Pero eso no fue nada comparado con el gran escalofrío que sentí cuando noté la mano del joven Bob dentro de mis braguitas. Me quedé petrificada. Esto estaba llegando demasiado lejos.
Bob se puso a masajearme lentamente a la vez que jugueteaba con mi lengua. En eso Eva comenzó a acariciarme una pierna mientras seguía concentrada en la felación. Dos manos recorrían ahora mi cuerpo. Una recorría arriba y abajo mi piernas y la otra decidió hundirse dentro de mi. No pude evitar un pequeño grito de placer. Paré de besar a Bob, miré la mano de Bob que se movía dentro de mis bragas y miré a Eva concentrada en su labor. Bob aceleró el ritmo de sus movimientos. Yo me agarré fuertemente a sus brazos, apoyé mi cabeza en su hombro y me concentré en el gran orgasmo que llegaba.
Bob sacó sus dedos de mi y volvió a centrarse en Eva. Ambos se miraron por un momento. Eva entendió que era el momento, se separó y apuntó a sus pechos el miembro del dependiente en plena erupción.
Rápidamente Bob se recompuso la ropa y salió sin decir nada. Y allí nos quedamos Eva y y yo, cada una apoyada a una de las paredes del probador, extasiadas y empapadas.
Después de unos momentos de extraño silencio me incorporé, me quité el corsé y comencé a vestirme.
-Veo que ya os conocíais, ¿no? – pregunté.
-Es la tercera vez que se la chupo. El muy cabrón sabe cómo ponerme a mil. Pero luego nada más. – Dijo entre contrariada y satisfecha- Creo que es el momento de irse a casa, necesito “hablar” con mi marido.
Me guiñó un ojo y comenzó a vestirse.
Al salir del probador no había ni rastro de Bob. Pagamos a la dependienta nuestras compras y fuimos hasta el metro casi sin hablar. Allí nos despedimos citándonos unas 6 horas más tarde, pero esta vez con nuestros maridos.
Autora: Lorena.