Fin de semana, prólogo

Una propuesta prometedora

Fin de semana


Título original: The Weekend

Autor: sardonicus (BDSM Library)

Traducido por GGG, junio de 2005

Prólogo


El fin de semana que cambiaría mi vida empezó con una inocente carrerita de mañana de sábado por los bosques de la finca de mi jefe.

Era junio, el año pasado. Me acababa de graduar en la Facultad de Derecho y estaba haciendo prácticas en el bufete más prestigioso de Atlanta mientras esperaba la hora de hacer el examen en agosto. ¡La vida era maravillosa! Cuando pasara el examen me convertiría en asociado a la empresa, con el camino a la plena asociación casi asegurado. Mi jefe, el socio mayoritario de la firma, George Whistler, vivía en una finca en el extrarradio norte de Atlanta. Era una finca enorme, con espesos bosques que ocupaban la mayor parte de su mitad oeste. George sabía que había practicado el 'cross' en mis días de estudiante y me había ofrecido generosamente utilizar los muchos senderos de su bosque en cualquier momento que me apeteciera echar una buena carrerita.

Este sábado en particular, a comienzos de julio, había decidido aprovechar su oferta. Se había ido unos días a Nueva York, pero me había dicho 'en cualquier momento', así que recorrí las cinco millas que había desde mi apartamento de soltero hasta su finca, aparqué en el borde del bosque y empecé a correr.

El día era cálido y solo llevaba unos calzones de nailon y unas zapatillas de 'cross'. Decidí tomar un sendero que llevaba hacia el centro del bosque, luego daría la vuelta cuando llegara a la valla del límite norte de sus posesiones. Calculaba que serían unas seis millas y eso era lo que me imaginaba que podría aguantar, al no haber corrido en un par de meses.

A los cinco minutos de haber empezado a correr llevaba un ritmo cómodo. Sudaba ligeramente y ya estaba metido en la carrera y en el día. El bosque era una agradable y espesa mezcla de pinos de Georgia y otros árboles, con senderos con manchas de luz solar y cubiertos con las suaves agujas de los pinos. Cuando escuché los gritos pensé, al principio, que estaba imaginando cosas.

Oía lo que parecían chillidos agudos que venían de mi parte derecha. Reduje la marcha, preparado para seguir corriendo en cuanto comprobara que se trataba de simples sonidos del bosque, cuando los volví a oír de nuevo, ahora con claridad "¡Ouuu! ¡No, por favor! ¡Ouuu! ¡Para!" Decididamente era una voz femenina y, quienquiera que fuera, estaba indudablemente en apuros. Me dirigí silenciosamente hacia la voz, queriendo evitar anunciar mi presencia hasta que pudiera ver lo que estaba pasando.

Ahora estaba fuera del sendero, atravesando una maleza bastante espesa. La voz sonó de nuevo, y esta vez escuché otra. "Esto es solo el principio, cariño. ¡Espera a ver lo siguiente que hemos planeado para ti!"

Esta voz era también femenina, pero claramente disfrutaba con lo que estaba ocurriendo.

Me puse en cuclillas mientras me acercaba. Finalmente pude atisbar entre unos arbustos para localizar el origen de las voces. ¡No podía creer lo que veían mis ojos!

Ante mí se presentaba una escena asombrosa. Había un claro de buen tamaño, cercano a un arroyo que serpenteaba por el bosque. Era, o había sido, una especie de zona de acampada y picnic, porque había un par de robustas mesas de picnic cerca del arroyo, y había un círculo de piedras para hacer fuego en el que había un pequeño fuego. Lo que me asombró, sin embargo, eran los ocupantes del claro. Había tres mujeres jóvenes, de mi misma edad aproximadamente, a la vista. Una de ellas, obviamente el origen de los gritos de súplica, estaba colgando de las muñecas de una rama de un árbol ¡y las otras dos le estaban pegando! Había sido atada de manera que los dedos de sus pies estirados apenas alcanzaban el suelo, estirando su cuerpo a merced de los látigos que usaban sus atacantes. Ella, y las chicas que la flagelaban, eran muy atractivas, con cuerpos firmes y bien proporcionados. Esto era fácil de determinar porque la víctima estaba completamente desnuda, y sus flageladoras estaban vestidas solo con lo que parecían ser las partes de abajo de los tangas más minúsculos que había visto nunca.

Estaba solo a unos cuarenta pies (unos 12m) de manera que tenía una excelente visión del evento. Las dos agresoras, una rubia y otra pelirroja, estaban usando lo que parecían ser pesados látigos de cinco colas, con tiras de un pie y medio de longitud (unos 45cm). Se turnaban en azotar las nalgas de su víctima, que también tenía el pelo claro, y era evidente que disfrutaban de sus acciones. La fuerza de los golpes, combinada con el hecho de que las nalgas de su víctima no mostraran cortes, solo un enrojecimiento, me llevó a concluir que las colas de los látigos debían ser de algún tipo de caucho. Estaba seguro de que látigos de cuero de ese tamaño habrían hecho cortes y jirones a la chica, y además rápidamente.

Analizando retrospectivamente supongo que la razón por la que decidí no interferir fue el hecho de que las dos agresoras estuvieran vestidas exactamente igual, del mismo color exactamente, un naranja claro. También aprecié algunas risitas entre los gritos de súplica y las respuestas amenazadoras, que me hicieron ser cauto, de momento al menos.

Había probado con el sado en un par de relaciones con chicas de la facultad, por lo que no me sorprendió descubrir que la observación de esta pequeña escena ¡me estaba haciendo empalmar! La víctima, tan precariamente equilibrada sobre las puntas de los pies, con los brazos bien estirados y en alto, resultaba adorablemente exquisita. Cada vez que un golpe aterrizaba en sus prietas nalgas, su cuerpo se agitaba bruscamente, haciendo que sus firmes pechos se balancearan deliciosamente. Al observarlo mi erección empezó a apretar contra los límites de mis calzones de deportes. De rodillas, espiando entre los arbustos, me bajé los pantalones hasta los muslos y empecé a acariciarme suavemente la polla. La suavidad se convirtió rápidamente en urgencia, a medida que aumentaba mi excitación.

¡No podía aguantarme! Bombeé mi polla intentando no revelar mi presencia haciendo algún ruido. Pronto sentí que mis jugos empezaban a formarse en la entrepierna y me llevaban al orgasmo, eyaculando con grandes chorros en el suelo del bosque.

Mientras me ordeñaba lentamente las últimas gotas de semen de la polla, ¡me asusté al escuchar una voz detrás de mí!

"No está mal. ¿Quieres verlo otra vez?"

Me puse en pie de un salto, preparado para salir corriendo. Sin embargo me quedé donde estaba debido a la identidad de la propietaria de la voz. Era la hija de mi jefe, Margaret ("Llámame Maggie") Whistler. Llevaba puesta únicamente la misma tira naranja pálido que llevaban las agresoras del claro, pero era solo un detalle añadido a las otras dos cosas que llevaba. En la mano derecha una cámara de 8 mm, mantenida delante del ojo y apuntando directamente hacia mí. En la mano izquierda lo que parecía ser un revolver calibre 38. ¡También me apuntaba directamente! Me quedé paralizado sin saber cómo reaccionar. Solo la conocía de haberle dicho "hola". Era un par de años mayor que yo, unos veintiséis, ¡y estaba de muerte! Era una morenita con el tipo de cuerpo atlético con el que me resultaba fácil fantasear. Verla con el bikini tanga confirmaba mis fantasías. Tenía unos preciosos pechos, pequeños pero muy firmes, cintura fina y piernas fantásticas. Para mí definía la palabra "pasmosa", pero su edad y el hecho de que fuera la hija de mi jefe me había prevenido de intentar conocerla. Estar de pie delante de ella, con los pantalones bajados y la polla todavía goteando semen me hacía sentir verdaderamente muy estúpido.

"Pon las manos juntas encima de la cabeza. Sé usar esta pistola y lo haré, si tengo que hacerlo."

Hice lo que me indicaba, enlazando los dedos y descansando las manos encima de la cabeza. En este punto, decidí, mi carrera en la abogacía se había ido realmente al carajo pero, si andaba con cuidado, tal vez no me disparara.

"¿Puedo subirme los pantalones, al menos" le pregunté.

"Creo que no, al menos por el momento. ¡Debería darte vergüenza! En todo caso ¿qué coño estás haciendo aquí?"

"Tu padre me dijo que podía usar los senderos de este bosque para correr siempre que quisiera. Nunca soñé..."

"Tienes bastante aspecto de estar soñando con esa polla tuya en la mano. He conseguido un gran vídeo contigo en acción. ¿Tal vez te gustaría una copia?" Había bajado la cámara, que funcionaba con batería, y ya no estaba filmando, pero estaba seguro de que el daño ya estaba hecho. El 38 todavía apuntaba con firmeza a mi ombligo.

De repente alzó la voz. "Sally," gritó, "tú y las otras chicas subid aquí. Tengo una pequeña sorpresa para vosotras."

"Dame un respiro," supliqué. "Déjame al menos que me suba los pantalones."

"Ah, ah. Obviamente tú has disfrutado mirando a mis amigas. Creo que simplemente es justo que, a cambio, te echen un buen vistazo. Por supuesto que ellas siempre podrán recurrir al vídeo." Se rió entre dientes y señaló la cámara de su mano derecha.

Mi esperanza se esfumó. Estaba en verdaderos apuros, ¡y lo sabía!

Solo pasaron unos minutos antes de que llegaran las otras chicas. Maggie y yo habíamos pasado ese tiempo en silencio. El hecho de que no me hubiera disparado, o no hubiera hablado de la policía, me animaba un poco. Sin embargo el corazón me latía a una milla por minuto.

La pelirroja fue la primera en llegar. Fue seguida rápidamente por las otras dos rubias. La rubia que había sido la víctima se había puesto su propia tira naranja y fue la primera en hablar. "¿Quién es éste? ¿Qué está haciendo aquí?"

"Tómatelo con calma, Sally. Es Bill Parker. Trabaja para mi padre. Realmente disfrutó observando tu iniciación. Tengo la prueba justo aquí." De nuevo señaló la cámara. "Te oyó, supongo, se deslizó furtivamente hasta donde pudiera ver. Le gustó tanto que se la meneó, aquí mismo, ante la cámara. Volvía con la cámara y le descubrí." Una vez más ondeó la cámara.

La rubia que había sido azotada se acercó más a mí. Me miró lentamente, de arriba abajo, se volvió a las otras y dijo: "tiene una bonita picha, ¿eh? También un bonito cuerpo. También es bastante mono."

A pesar de mi miedo, observar a estas cuatro adorables mujeres a mi alrededor, llevando como única ropa unos tangas, estaba haciendo que mi pene se despertara un poco. Intenté desesperadamente pensar en suaves lluvias de verano, olas rompiendo en el acantilado... cualquier cosa menos los firmes, jóvenes cuerpos exhibidos ante mí.

"Creo que a él también le gustamos," dijo la pelirroja, con suficiencia. "¿Qué vamos a hacer con él?"

"He estado pensando en eso," dijo Maggie. "¿Os gustaría divertiros un rato, chicas?"

Enseguida corearon su aprobación.

"Vale," dijo Maggie. "Volved al campamento. Voy a explicarle las cosas de la vida antes de dejarle ir. Te pondré al corriente enseguida. Sally, lleva tú la cámara." Le dio la cámara a la rubia y se fueron, dejándome solo con Maggie.

"¿Puedo bajar las manos y subirme los pantalones?" pregunté. "Todavía tienes la pistola."

"Adelante."

No podía creer lo cómodo que resultaba volver a tener los pantalones sobre los genitales. "¿Qué pasa ahora?" pregunté.

"Lo que pasa es que vas a tener que elegir." Seguía apuntándome con la pistola directamente a mi vientre.

"¿Qué quieres decir?"

"Quiero decir que puedes elegir entre que me asegure de que la cinta que acabo de grabar de tu persona meneándosela en los bosques, encuentre la forma de llegar 'accidentalmente' a las manos de mi padre o, aceptar nuestro castigo por tu mal comportamiento y que te devuelva la cinta."

¡George Whistler encontrando una cinta mía meneándomela en su bosque era impensable! Mi brillante carrera se iría al retrete; probablemente no me recobraría nunca. Podía fácilmente ponerme en la lista negra para las empresas más importantes de abogacía. No tenía opción, y ella lo sabía.

"¿De qué clase de castigo estás hablando?"

"Primero déjame que te explique que estamos haciendo aquí. Te has tropezado con una ceremonia de iniciación de un club muy exclusivo de chicas. La atractiva rubia que has visto que estaba siendo azotada es nuestro miembro más reciente. Nuestro club no tiene nombre y lo formamos solamente nosotras cuatro. El club existe para permitirnos explorar nuestro interés común en el dolor y el placer. Básicamente somos sádicas, pero los nuevos miembros, como has visto, deben demostrar que pueden soportarlo antes de que les demos la oportunidad de servirse. Normalmente jugamos y experimentamos con cada una de nosotras. Soy el único miembro que tiene experiencia en jugar con hombres. Usamos este 'campamento' para nuestras iniciaciones y otros juegos, porque es propiedad privada. Nunca me imaginé que mi padre te invitaría a correr por aquí. ¡Mala cosa para ti, pero maravillosa para nosotras!"

"¿Qué quieres decir?" pregunté, sabiéndolo demasiado bien.

"Quiero decir que vas a dejar que juguemos contigo, si no quieres que esa cinta caiga en manos de mi padre."

"Define 'jugar'." Estaba empezando a recobrar un poco la confianza. Seguramente ella no querría que su padre tuviera noticias de su pequeño club 'raro'.

"Específicamente quiero decir que te entregarás a nosotras, aquí, mañana al mediodía. Estarás de acuerdo en aceptar cualquier castigo que decidamos aplicarte, durante un tiempo de cinco horas. A las 5 de la tarde, en punto, si has cumplido todo lo que dispongamos, serás liberado y se te dará la única copia de la cinta que te he sacado." Le relampagueaban los ojos mientras explicaba las condiciones.

"No puedo aceptar eso," dije. "En cinco horas podríais hacerme algún daño serio."

"No te haremos nada que suponga un daño o te deje marcas permanentes. Siempre jugamos de esa manera, y somos rigurosas en ello. También en cualquier momento durante las cinco horas puedes decirnos que ya has tenido bastante y pararemos inmediatamente. Sin embargo si nos detienes la cinta llegará a mi padre tan pronto como pueda hacerlo."

"¿Sin daño? ¿Estás segura?" No podía creer que estuviera discutiendo tranquilamente esto con ella, pero estaba empezando a creer que podría salvar mi futuro, después de todo.

"Créeme." Se rió. "Si accidentalmente te hiciéramos algún daño, te prometo que recibirás la cinta y mi padre nunca sabrá nada."

"¿Qué me dices de las otras chicas? ¿Cómo puedo saber que no lo contarán?"

"No puedes saberlo, por supuesto. Supongo que la oportunidad que tienes es aceptarlo si quieres triunfar en la empresa de mi padre. Sin embargo es muy probable que no hablen de ello. Estar en este club es una cosa muy agradable y no creo que quieran ponerla en peligro."

"Parece como si no tuviera mucha elección."

"Esperaba que lo vieras así. Pero no será fácil. ¡Serán las cinco horas más largas en tu joven vida!"

"¡No soy TAN joven!"

"Es cierto. A decir verdad me preguntaba por qué no habías intentado al menos conocerme. Te he visto por la oficina y ni me has dedicado una segunda mirada. ¿No me encuentras atractiva?"

"Eres la hija del jefe, y eres, al menos, dos años mayor que yo. No creía que fueras a dedicarme una segunda mirada."

"Bien, nunca se sabe si no se prueba. En todo caso, ¿vas a seguir con esto?"

"Tendré que probar, ¿verdad?" Para mí mismo pensaba que unos pocos azotes con látigos de goma a cargo de cuatro mujeres espléndidas era un pequeño precio por mantener mi carrera en su sitio. ¡Que poco sabía!

"Estaba bastante segura de que lo verías así. Vale, mañana aquí al mediodía, ¡preparado para sufrir!"

"¿Qué tipo de ropa debo llevar?"

"Ponte lo que te dé la gana para el viaje. Sin embargo mañana al medio día quiero que estés de pie en el centro de este claro sin rastro de ropa. ¿Está perfectamente claro?"

El corazón se me hundió un poco. "¿Por qué tengo que estar desnudo delante de vosotras?"

"¡Estar desnudo delante de nosotras es parte de tu castigo y las víctimas de tortura siempre están desnudas! Además estoy un poco recelosa contigo. Creo que incluso puedes disfrutar de lo que pase mañana."

"Debes estar bromeando. Estoy mortalmente asustado. Es solo la posibilidad de salvar mi futuro lo que me hace seguir adelante con esto."

"Ya veremos. Lo bueno de un hombre desnudo es que es imposible para él esconder su excitación. Creo que te espera una tarde muy interesante."

"¿Estás segura de que no podíamos limitarnos a olvidar todo el asunto?" pregunté.

"¡Ni de coña! Si no estás de pie, firme, el culo al aire, en el centro de este claro mañana al mediodía, mi padre 'encontrará' de alguna manera la cinta de vídeo. A partir de aquí ya puedes imaginar lo que seguirá. Ahora lárgate. Tenemos que planear nuestra fiestecilla de mañana."

Me fui, corriendo a marcha lenta hasta el coche. Todavía estaba impresionado. No podía creer que hubiera acordado, con toda la calma, presentarme desnudo en pleno mediodía, para que me torturaran cuatro mujeres jóvenes. Volví a mi apartamento conduciendo con cuidado, intentando pensar en alguna escapatoria para esta situación. Maggie Whistler era una joven adorable y muy excitante, pero la idea de entregarme a ella y sus amigas, desnudo, durante cinco horas, era terrorífica. Mi último pensamiento, mientras caía en un sueño inquieto aquella noche, era para sus ojos verdes relampagueando mientras me proponía mi destino.