Fin de semana playero con nuestros amigos
Laura confesó que en alguna ocasión se había atrevido a salir por el pueblo sin bragas y que eso ponía a Paco a cien. Después acababan la noche echando unos polvos monumentales. - ¿Ahora las llevarás puestas? - le preguntó Ana y Laura se levantó alzando la parte trasera de su vestido....
El verano estaba siendo tedioso. La puñetera crisis nos había asfixiado. Parecía que nos íbamos librando pero está claro que nadie se escapa y ahora nos había tocado. Ana se había quedado sin trabajo. Parecía que iba a ser cosa sólo para tres meses, eso le habían dicho, pero uno no se puede fiar. Así es que suspendimos nuestro viaje anual y nos quedamos dejando pasar los días de vacaciones sin salir de casa.
Ana estaba de mala hostia todo el día y yo procuraba no darle demasiado la vara. No pasaba un buen momento y aunque, no lo puedo evitar, la mitad del día mi imaginación andaba distraída pensando en echarle un polvo a mi mujer, en la primera semana de vacaciones no me había dejado acercarme mucho. Vamos que no me había estrenado todavía estas vacaciones. Un poco desesperada era mi situación sexual, no lo negaré, aunque confiaba en que la llegada del fin de semana me diera alguna alegría, que estas cosas también ayudan a olvidarse de los problemas.
El viernes por la mañana se levantó muy decidida y me lanzó un - ¡Sorpresa! prepara tus cosas que nos vamos mañana de fin de semana a Portugal con Laura y Paco -. Me sorprendió para que negarlo. No estaba la economía familiar para muchos dispendios, sobre todo por una cuestión preventiva. Tampoco sabía en qué momento había planeado Ana esta excursión. Y la verdad, no encajaba exactamente con mis planes veraniegos.
Iba a ser un poco distinto a lo que me gusta, pero uno se mentaliza y al final lo pasa bien, además, por lo menos la había visto sonreír de verdad por primera vez en toda la semana. Sería un fin de semana de chiringuito, paseos, copas nocturnas, charla y bueno,... poco más. Mi mujer, Ana, había preparado un fin de semana playero con su amiga de alma y su marido, Paco. Me caen bien, pero prefiero hacer otras cosas con ellos. Son muy clásicos para mi gusto y sabía que acabaríamos en una playa con más gente de lo que yo tolero y por supuesto, con los bañadores y bikinis decentemente colocados en su sitio. Me gusta disfrutar de la playa de otra forma.
Y así fue durante toda la mañana del sábado. Sol, baños, un paseo para estudiar el mejor lugar para comer, una cerveza, algún comentario sobre las tetas de una chica que paseaba en topless con Paco y tranquilidad, mucha tranquilidad. A la hora del almuerzo nos fuimos a un restaurante playero, no sin aguantar una espera de más de media hora para encontrar mesa. Un tiempo que aprovechamos tomando unos aperitivos y unas cervecitas. Cuando el camarero, sudoroso pero sonriente, nos avisó de que ya teníamos vía libre para sentarnos, nos habíamos metido en el cuerpo tres cervezas cada uno. Para comer pedimos vinho verde y eso que por entonces todos andábamos un pelín achispados. Sobre todo Ana y Laura, poco acostumbradas a los excesos alcohólicos.
Cuando abrimos la segunda botella de vinho la conversación empezó a calentarse. Primero con varios cotilleos sobre infidelidades de algunos conocidos. Yo no me suelo enterar de estas cosas y descubrí que el personal anda muy calentorro, sobre todo cuando el calorcillo aprieta. Laura nos contó que el dueño de un restaurante al que solemos ir con cierta frecuencia había pillado a su mujer chupándole la polla al cocinero. Por lo visto, la señora se había ido temprano al restaurante con no sé qué excusa y aprovechando que el marido hacía gestiones en Hacienda, se estaba desayunando la salchicha del cocinero mientras éste comenzaba a disponer los platos del mediodía. Por lo que contaba Laura, el marido terminó mucho antes de lo previsto y cuando llegó al local se encontró a su querida mujercita con la boca llena, de rodillas delante del cocinero. Lo bueno del caso es que el “cornudo”, ante la visión del espectáculo, se sacó la polla tranquilamente y le dijo a su mujer “chupa también de aquí que con esa no vas a tener bastante”. La historia tenía su gracia, aunque la verdad me extrañaba que alguno de los tres se hubiera ido de la lengua con tanto lujo de detalles como para que Laura nos lo contase a todos. Leyendas urbanas.
Después pasamos a comentar nuestro hábito de acudir a playas nudistas. Ese era un tema recurrente cuando hablábamos de playas. Paco se reía y hacía chufla constantemente pero tenía la sensación de que a Laura le brillaban los ojos de envidia cuando escuchaba a Ana hablar de la sensación de libertad que se goza tomando el sol desnudo. El caso es que ninguno de los dos se mostraba muy atrevido en este sentido. La verdad tampoco era extraño, la mayoría de la gente prefiere las playas masificadas, tipo panal de abeja en primavera.
Apurando la segunda botella de vinho, lo que coincidió con la llegada de los postres, la conversación se hizo más personal y Ana no se cortó un pelo al relatar como unos años atrás follamos en una playa, aparentemente vacía, y cómo descubrimos a un grupo de jóvenes mirones ocultos entre unas rocas observando nuestros movimientos. La verdad es que fue una experiencia muy excitante.
Las mujeres estaban lanzadas. Laura confesó que en alguna ocasión se había atrevido a salir por el pueblo sin bragas y que eso ponía a Paco a cien. Después acababan la noche echando unos polvos monumentales. - ¿Ahora las llevarás puestas? - le preguntó Ana y Laura se levantó alzando la parte trasera de su vestido playero para mostrarnos el culo, cubierto, eso sí, con las bragas del bikini. Los tres lanzamos un oooh de decepción y Paco le soltó un palmada en el culo que hizo que las mesas de alrededor se volvieran hacia nosotros.
Y así continuó la cosa. Parece que el vino, que había desinhibido a Ana y a Laura ahora les empezaba a amodorrar. Decidimos pasar la tarde en la playa y esperar a que se nos pasaran los efectos de la comida y la bebida. Nos subimos al coche y buscamos otra playa a pocos kilómetros. Ésta ya la conocíamos y a todos nos apetecía un cambio de aires.
Buscamos una zona cercana a la ciudad, en dirección hacia el Cabo, más tranquila. Preguntamos al salir del restaurante y nos indicaron que a unos kilómetros podíamos acceder a una cala relativamente tranquila. Hacia allá nos dirigimos, la praia do Camilo. El acceso era muy cómodo y la playa estaba bastante concurrida. Nos ubicamos en la parte derecha y yo fui corriendo a darme un baño. Necesitaba un poco de agua fría para bajar los efectos del alcohol y ya se sabe que las aguas portuguesas son especialmente frías. Cerca de una hora estuvimos sentados bajo las sombrillas. Toda la animación que habían mostrado nuestras mujeres durante la comida se había apagado. Era hora de relajarse un poco.
Al cabo de un buen rato Paco se levantó y dijo que se iba a dar un paseo. Yo le dije que me iba con él y nos pusimos a andar. La playa no era muy grande, pero a la izquierda había unas rocas por las que parecía que se podía pasar a otra playa.
Hay que ver como se han puesto las mujeres en la comida. No se les puede dar alcohol - arrancó Paco para romper el hielo. Llevábamos un par de minutos andando los dos en silencio, mirando al mar o hacia la gente que tomaba el sol en la playa.
Ya se sabe que el vinho te desinhibe y más si no tienes hábito - le respondí. Tenía la sensación de que quería seguir con el tema, pero llegamos a las rocas y empezamos a buscar un forma de pasar al otro lado, si es que era posible. Fue fácil. La marea estaba baja y sólo teníamos que andar por la playa, rodeando la formación rocosa, para ubicarnos en otra cala. Esta más pequeña que la anterior y con sólo tres o cuatro grupos de personas tomando el sol. La mayoría de las mujeres andaban en top less y uno no puede evitar que la mirada resbale hacia los cuerpos. Que se le va a hacer.
Parece que esto va en escala - comentó Paco - En la otra cala sólo unas cuantas mujeres con las tetas al aire, en ésta casi todas. Si pasamos a la siguiente seguro que está todo el mundo en pelotas -.
Si quieres intentamos pasar, a ver que nos encontramos - le respondí.
No había nadie haciendo nudismo en la siguiente cala. Era aún más pequeña y sólo tomaban el sol dos chicas y un chico que ni miraron hacia nosotros al pasar por allí. Nos volvimos hacia las rocas y nos entretuvimos en la zona, subiendo a alguna de ellas, buscando algún bichejo marino. Lo típico. Paco estaba deseando volver al tema y me habló de nuevo de nuestra afición al naturismo. Yo siempre le decía que es algo natural y él se empeñaba en explicarme que se sentía celoso, que le costaba imaginar que su mujer se desnudaba delante de otros tíos. Pero esta vez algo había cambiado en su tono de voz. Parecía menos seguro de sí mismo, más interesado en conocer detalles y menos en lanzar comentarios jocosos. - Sin embargo, Laura nos ha contado que no te disgusta que salga de cuando en cuando sin bragas. Eso es más morboso que ponerse en pelotas en una playa - le recordé.
Entonces se soltó. Me contó que había leído un relato en internet de una mujer que salía sin ropa interior y de cuando en cuando abría las piernas para dejar ver su coño húmedo a su marido que no podía evitar empalmarse y follarla en cuanto tenían la oportunidad. - Me atreví a pedirle a Laura que saliera a la calle sin bragas una noche. La verdad, esperaba un bofetón y me encontré con un “vale”. La verdad es que fue un día raro. Por una parte, estaba cachondo perdido y por otra acojonado. No dejaba de mirar disimuladamente a la entrepierna de Laura cada vez que se sentaba, por si se veía algo. Estaba pendiente de cualquier tío que se nos acercaba por si podía verle el coño a mi mujer. Lo pasé mal, de verdad. Ahora, cuando llegué a casa llevaba un calentón tremendo y nada más cerrar la puerta de la calle le subí la falda y se la metí hasta el fondo. Pero vosotros estáis más habituados a estas cosas ¿no? -.
- No creas. Lo de salir sin bragas tiene un punto de exhibicionismo. El naturismo es otra cosa, al menos así lo veo yo. Ahora, sí te digo que aquella vez en la playa cuando nos pillaron follando en el agua me puse muy cachondo. Yo me había dado cuenta de que había gente mirándonos y creo que Ana no se percató hasta el final. No le dije nada, me daba morbo que nos vieran. Eso fue lo más exhibicionista que hemos hecho y en realidad no es que los chavales vieran mucho porque estábamos dentro del agua, pero sí te digo que fue morboso -.
Me di cuenta de que el bañador de Paco se hinchaba un poco mientras le contaba cómo nos vieron follando a Ana y a mí. Me imaginaba que estaba visualizando la imagen de Ana desnuda o quizás se estaba imaginando a él con Laura en una situación parecida como protagonistas. ¿Quién sabe? El caso es que con tanta conversación subida de tono nos estábamos poniendo cachondos y yo no podía dejar de pensar en el polvo de la noche con Ana. Empezaba a estar impaciente porque que llegará la hora de meternos en la habitación a ver si me quitaba el calentón acumulado de mi abstinencia. De repente se me ocurrió que también Paco y Ana iban a follar como posesos esa noche y las habitaciones estaban pared con pared. Seguramente podríamos escucharnos unos a otros. Eso me calentó aún más. - Vamos a ver cómo andan las mujeres, que las tenemos muy abandonadas - le dije.
Desandamos el camino y en silencio, tranquilamente, fuimos acercándonos hasta el lugar donde habíamos dejado a Ana y a Laura. No estaban en las sombrillas cuando las tuvimos a la vista así es que supusimos que habrían salido también a dar un paseo. Nos sentamos a la sombra, mirando al mar. Había mucha gente bañándose a pesar de que el agua estaba bien fría, pero es que hacía bastante calor. De repente sentí que Paco me agarraba con fuerza del brazo y al mirarlo vi que se había puesto rojo. Con los ojos me indicó el mar, hacia la derecha. Ana y Laura salían del agua. Sonrientes, atusándose el cabello y con las tetas al aire. Se habían quitando la parte de arriba del bikini y ahora venían hacia nosotros tan tranquilas.
Aunque Ana y yo éramos habituales del nudismo y ella incondicional del top less, la situación de hoy no la habíamos vivido. Nunca había enseñado las tetas con amigos delante y hoy estaban Laura, pero sobre todo Paco, que, para colmo, llevaba un calentón tremendo como me había demostrado un poco antes. Al principio me sobresalté, incluso sentí un pellizco en el estómago, pero inmediatamente empecé a recrearme en la visión de los pechos de Ana y, por qué no decirlo, especialmente de Laura.
Son dos mujeres en plena madurez, con las carnes aún en su sitio. Ana tiene unas tetas grandes, igual que los pezones, marrón claro cuando están en reposo y bastante más oscuros cuando se excitan, como era el caso, supongo que un poco por el frío y un mucho por el hecho de ver la cara de los dos pánfilos que las mirábamos con los ojos desorbitados. De Laura siempre me habían llamado la atención sus piernas, son bonitas, bien formadas, pero la visión de las tetas me descubrió un secreto bien guardado. Venía empitonada y los pezones eran de chocolate y bastante grandes. El contraste con el blanco inmaculado del resto del pecho casi deslumbraba. Era un espectáculo verlas acercarse, sonrientes, con los pechos bailando al son de sus caderas. Desafiantes. Laura no podía contener una enorme sonrisa nerviosa. Yo creo que estaba cumpliendo un deseo reprimido, pero no sabía cómo iba a reaccionar Paco.
Y Paco se quedó mudo. Yo también, he de decirlo, por unos segundos, hasta que cruce la mirada con Ana y nos sonreímos. Ella sabía que me estaba calentando, que para mí la situación tenía un morbo tremendo. Para ella también. Estaba seguro de que estaba empapada en ese momento y no era sólo porque saliera del mar.
- Bueno, ya podéis cerrar la boca y miradnos bien las tetas para acostumbraos - soltó Ana, mientras se levantaba los pechos con las dos manos para enseñarlos bien. Laura se quedó mirando a Paco, esperando a que éste saliera de su ensoñación. Como no arrancaba me decidí a animarla - Bonitas tetas Laura, la verdad es que ya me lo parecían, pero así al natural no pierden nada. No te quejarás, Paco -.
Mi amigo fue capaz de tartamudear, todavía en estado de shock -no, no , no me quejo, pero tú tampoco puedes quejarte - me dijo mirándole embobado las tetas a mi mujer. Poco a poco, Paco fue relajándose y volviendo a entrar en calor, mejor dicho enfriándose. Las dos mujeres se tendieron al sol a disfrutar de su nueva situación y la tarde fue cayendo lentamente con normalidad. Nos fuimos acostumbrando a ver las tetas de la mujer del prójimo sin más, hasta que llegó la hora de marcharse y volver a taparse.
A pesar de todo, camino del hotel, Paco iba sumergido en sus pensamientos y fueron Ana y Laura las que mantuvieron la conversación. Decidimos darnos una ducha y salir a cenar para después tomar una copa y acostarnos tempranito. El domingo querían aprovechar la mañana en la playa antes de volver a casa.
Nos habían dado dos habitaciones pegadas en el hotel así es que nos despedimos en la puerta hasta dentro de una hora. Ya en la habitación me lancé por detrás sobre Ana y le agarré las tetas con fuerza. - Has disfrutado enseñándole las tetas a Paco, ¿no? lo habéis dejando mudo toda la tarde al pobre - Ana se zafó de mi abrazo y me dijo que la dejara tranquila, que se quería meter en la ducha. Dándose la vuelta y con una mirada llena de picardía me contestó - me parece que tú has disfrutado más que yo -.
Mientras descansábamos un rato, después de la ducha, Ana me comentó que había sido Laura la que le había propuesto quitarse la parte de arriba del bikini. Hacía tiempo que quería hacerlo pero le daba corte porque Paco no estaba muy por la labor y no quería enfrentarse con él. Aprovechó que también estábamos nosotros ese día y dio el paso.
Le pedí a Ana que se vistiera sexy esa noche, ya que habíamos estado calentándonos todo el día porque no completar la jornada antes de echar un polvo. No tenía mucho donde elegir, habíamos venido para el fin de semana, pero sí había traído un vestido escotado y cortito, más o menos a medio muslo. Le pedí que al menos no se pusiera el sujetador. Estaba guapa, no iba de castigadora, pero si sexy y muy guapa.
Dimos dos golpes en la puerta que separaba las dos habitaciones para avisar a Paco y a Laura de que salíamos y les íbamos a esperar en el hall. A los cinco minutos aparecieron los dos. Venían cogidos de la mano y Paco traía una sonrisa de oreja a oreja. - Estos han echado un polvo en la ducha - le susurré a Ana - si no los habríamos escuchado -.
Laura venía espectacular. Se había puesto una camiseta de tirantes blanca y evidentemente le había cogido el gusto a lo de ir con las tetas sueltas porque no se había puesto sujetador y los pezones se le marcaban nítidamente. Unos tacones altos y una faldita muy corta, con un poco de vuelo dejaban al aire las piernas, que siempre me habían gustado y que esta noche iba a enseñar bien, aunque tuve la impresión de que iba a enseñarnos algo más, porque la falda, que subía por encima del muslo se levantaba con cierta facilidad a cada paso.
Cuando llegaron hasta nosotros, Laura se acercó a mí y me zampó dos besos y un “gracias” muy bajito. Pude sentir en el pecho la dureza de los pezones al besarme. Joder, pensé, veremos como acaba esto. La forma de pegarse a mí al saludarme me llevó a dar el siguiente paso. Ahora me tocaba a mí, había estado todo el día a la expectativa, pero ya no podía más.
- Está claro que a las dos os ha gustado la experiencia de andar con las tetas libres porque juraría que ninguna de las dos os habéis puesto sujetador esta noche -. Mientras decía esto miraba con descaro los pezones bien marcados de Laura que se traslucían levemente a través de su camiseta y hacía botar con la mano uno de los pechos de Ana para que quedara claro a nuestros amigos que ella tampoco llevaba ropa interior.
Las dos sonrieron y nos dijeron que estaban muy cómodas así y que total, ya las habíamos visto en topless todo lo que habíamos querido por la tarde, así es que no había nada nuevo que mirar. Las dos sabían que no era así, pero para qué discutir. Nos fuimos a cenar en un restaurante cercano al hotel y esta vez optamos por regar la comida con vino tinto. Pedimos una ensalada y poco de bacalao y algo de carne. Con la ensalada apuramos la botella de vino, sólo quedaba lo que cada uno tenía en la copa, así es que avisé al camarero para que nos trajera otra.
- Bueno, Paco, que te ha parecido la experiencia de ver a tu mujer con los tetas al aire esta tarde. Yo te diré que a mí me ha gustado y estoy convencido de que a ti también. Cuando salíais de la habitación teníais cara de haber echado un polvete glorioso -.
Laura y él sonrieron mirándose y me confirmaron que no habían podido esperar hasta la noche y en la ducha habían follado como posesos. No habían querido hacerlo en la cama para nos escandalizarnos. Yo les expliqué que Ana había preferido dejarme con el calentón y también les dije que no nos habrían escandalizado y que igual así Ana ya no habría tenido fuerzas para resistirse, - así es que si esta noche escucháis más jaleo de lo normal, ya sabéis... vosotros seguid a lo vuestro -.
Laura, que seguía con los pezones duros, nos contó que hacía mucho tiempo que Paco no la había follado como esta tarde. Parecía que estaba poseído. Paco le había confesado que, en la playa, cuando la vio con las tetas al aire y sabiendo que yo estaba con ellos, había sentido un a presión en las sienes pero que después no había podido dejar de mirar las tetas de Ana y es que son más grandes que las de Laura. Incluso le había dicho que no sólo le gustaría verlas otra vez si no que estaba loco por tocarlas.
El Paco se había soltado el pelo y le quería sobar las tetas a mi mujer. Ana se cogió las tetas con las dos manos y dejó claro que se ven pero no se tocan. La situación se estaba poniendo favorables para mis planes.
A estas alturas estábamos apurando la segunda botella vino y la cena. Tras pagar la cuenta nos fuimos a un bar de copas, a tomar un digestivo, con la promesa de no pasar de la primera copa. Los cuatro teníamos ganas de encerrarnos en nuestras habitaciones para desfogar el exceso de energía sexual acumulado durante el día.
Una terraza, una noche agradable, un gintónic en su punto. Era hora de lanzar el juego. No le había dicho nada a Ana, pero desde que su amiga me plantó encima los pezones antes de salir a cenar la idea me rondaba la cabeza. Aproveché un silencio en la conversación para tomar las riendas.
- Hoy he aprendido muchas cosas - Los tres se rieron. Estoy seguro de que pensaban que iba a hablar de las tetas de Laura, - algunas muy interesantes. Me he dado cuenta de que no sois tan tradicionales como yo pensaba, sobre todo Laura. Y me he dado cuenta de que nuestras mujeres tienen un puntito exhibicionista y nosotros un puntazo de voyeur. Estoy seguro de que todos nos hemos calentando mucho durante el día, no hay más que ver que las dos estáis encantadas con sentir las tetas libres de la presión del sujetador, y tu Laura me estás enseñando las bragas toda la noche. No disimules, Paco, que te has dado cuenta y no has dicho ni mu. También me he fijado como te embelesabas mirando las tetas de Ana cada vez que se inclinaba.... Así es que,..... os propongo un juego -.
Podía sentir el nerviosismo en los tres rostros que me observaban mientras hablaba. Las sonrisas del inicio se habían congelado y, aunque porfiaban por mantener las relajación, estaban tensos, expectantes ante lo que les iba a proponer.
- No os asustéis, no voy a proponeros nada que vaya mucho allá de lo que hemos hecho todo el día. Sólo seguir jugando a exhibirnos y a mirarnos. Nos vamos a tomar esta copa y nos vamos a ir al hotel. Los cuatro sabemos que esta noche vamos a follar con ganas, la diferencia es que no lo vamos a hacer cada uno en nuestra habitación. Vamos a follar los cuatro en la misma cama. Tú Paco con tu Laura y yo con Ana. Pero mirándonos, exhibiéndonos para los otros. La única norma es que no se puede tocar a la pareja de al lado. Si alguien incumple esta norma tendrá que retirarse de la cama durante cinco minutos y dejar a su pareja con los otros dos. En ese caso sí podrá tocar, si lo desea, claro -.
Me callé esperando la reacción los tres. No tenía claro si me iban a mandar a la mierda o si verdaderamente no me había equivocado y el calentón que llevábamos todos iba a permitirnos vivir una noche especial. Fue Paco el primero que abrió la boca - por mi vale -. Me sorprendió que fuera él precisamente el más lanzado. Ahora todo quedaba en manos de las chicas, que ya se sabe al final son las que deciden en esto del sexo, bueno y en casi todo lo demás.
Laura miraba a su marido y noté que se humedecía los labios. No se había cortado por lo que había dicho antes y seguía enseñándome las bragas con descaro. Ana parecía estar esperando la reacción de los demás. Ella me conoce mejor y sabe de mis fantasías, pero esta vez la había cogido por sorpresa. Lo del nudismo, la exhibición y estas cosas lo tenía asumido y lo disfrutaba, pero esto era un paso más. Creo que estaba más molesta por no haberle consultado antes que otra cosa. Finalmente Laura le preguntó a Ana - ¿Tú qué opinas? -. Mi mujer, con su media sonrisa socarrona, que aparece cuando está excitada abrió la puerta - Si estos quieren vernos follar, adelante. Ahora bien, nada de tocar, eh -.
- Pues adelante -, concluyó Laura, - y vámonos ya que estoy que no puedo más -.
Llegamos al hotel dando un paseo y nos fuimos directos a las habitaciones. Nos metimos los cuatro en la de Laura y Paco. Durante unos segundos nos miramos indecisos. Una cosa era decirlo y aceptar y otra empezar con la faena. Fue Laura la que se decidió. Se sentó en la cama y le pidió a Paco que se acercara a ella. Le desabrochó el pantalón, le bajó la cremallera y tiró hacia abajo llevándose también los calzoncillos. La polla de Paco se elevó inmediatamente hacia el techo y Laura la agarró por la base con firmeza y se metió más de la mitad en la boca. En ese momento me miró fijamente a los ojos. Paco los tenía cerrados y Ana se sentó al lado de su amiga mientras me sonreía incitándome a acercarme a ella. Parece que quería imitar a Laura.
Me quité los pantalones antes de llegar hasta Ana. Tenía la mirada puesta en la boca de Laura, de la que entraba y salía la polla de Paco, ya no se la estaba chupando, él le estaba follando la boca. Me iba a costar mucho sustraerme a la visión de nuestros amigos, pero tenía que concentrarme en Ana. Mi mujer empezó a pasar la lengua por mis huevos y siguió lentamente subiendo por el tronco hasta regodearse haciendo círculos alrededor del capullo. Sin usar las manos se la tragó de un golpe e inició una mamada pletórica. Mientras, Paco levantó a Laura y casi le arrancó la ropa. Sus tetas blancas y sus pezones oscuros se erguían desafiantes. El tanga que llevaba voló y dejó a la vista un pubis velludo, sin exageraciones pero depilado sólo para salvar la línea de la braga del bikini. La sorpresa que escondía se descubrió cuando su marido la tumbó de espaldas y ella abrió las piernas. El clítoris era enorme, bueno, al menos mucho mayor que el de Laura. Sin más prolegómenos Paco se la clavó profundamente y comenzó un mete y saca frenético. Estaban como locos.
Traté de concentrarme en Ana que seguía con mi polla en la boca y al mirarla descubrí que tenía la mirada fija en Paco y en Laura. Por suerte para mí el rabo de Paco no me dejaba en ridículo, pero estaba claro que mi mujer estaba excitada viéndolos follar a escasos centímetros de nosotros. Eso sí, de momento estábamos cumpliendo a rajatabla el trato de no tocar los cuerpos ajenos. Poníamos mucho cuidado en no rozarnos siquiera.
Era el momento de hacer gozar un rato a Ana. Conseguí liberar mi polla del abrazo de sus labios y la levanté. Era la única que seguía completamente vestida. La abracé por la espalda y me apreté contra su culo acariciando sus pechos y su coño. Deslicé su vestido hacía los pies y me agaché para bajarle las bragas, momento que aproveché para mordisquear su culo y pasar, suavemente, los dedos por su entrepierna. Ana se estremeció y se dio la vuelta, pero la empujé sobre la cama y la incité a abrir las piernas. Quería que Paco viera su coño casi completamente depilado y que, aunque aún seguía cerrado, ya mostraba los brillos de sus jugos. Paco puso la mirada en el coño de Ana y en ese momento comenzó a convulsionarse. Se estaba corriendo el cabrón. Laura apretó las piernas alrededor de su marido y en su rostro se dibujó la decepción. Debía tener un calentón tremendo y Paco se había desfondado. O se lo trabajaba muy bien o se iba a dedicar a mirarnos durante un buen rato.
Era nuestro turno. Metí la cabeza entre las piernas de Ana y pase la lengua por su raja de abajo a arriba. Con la punta de la lengua le abrí el coño para probar el sabor y seguí lamiendo alrededor. Cuando noté que se inquietaba me decidí a rozar con la lengua el clítoris y a masajearlo hasta que lo apreté con los labios y empecé a succionar, con suavidad primero y con más intensidad después. Ana se estremecía de placer y yo me revolvía por dentro porque no podía ver las caras de Paco y de Laura.
Seguí comiéndole el coño un rato, mientras Laura iba al baño, supuse que a limpiarse los restos de la corrida, hasta que me puse de rodillas junto a su cara para meterle la polla en la boca de nuevo mientras seguía trabajando su coño ahora con la mano. Ana empezaba a encharcarse y decidí aumentar el ritmo. Quería que se corriera para seguir el polvo con más tranquilidad. Los gemidos de Ana crecieron en intensidad y su cuerpo se tensó. Sus fluidos empaparon mi mano y seguro que también la cama de nuestros amigos. Laura nos miraba mientras pajeaba la polla flácida de Paco que no quitaba los ojos de encima a Ana mientras intentaba recuperar las fuerzas. Laura tenía dos dedos metidos en su coño, debía estar quemándose.
Dejé a Ana que se recuperase unos instantes y la coloqué a cuatro patas, con el culo enfilado hacia la posición de nuestros amigos. Esperaba que la visión recuperarse el ánimo de Paco porque a Laura se le empezaba a ver desesperada. Me recliné delante de Ana y le pedí que volviera a chupármela. La visión del culo y el coño rezumante de Ana ante las caras de la pareja debía ser espectacular. Fue entonces cuando a Paco se le fue la cabeza y posó su mano sobre el culo de Ana. No tenía una visión directa de lo que sucedía pero por la forma de estremecerse de mi mujer estoy seguro de que le había metido un dedo en el coño. Yo me callé y Ana, con la boca llena, tampoco dijo nada. Fue Laura la que hizo notar el “delito”.
Has incumplido las normas Paco cariño, le has tocado el culo a mi amiga y eso estaba prohibido bajo pena de expulsión de cinco minutos - dijo. - Es cierto, yo he sentido un dedo que me entraba en el coño - corroboró Ana dejando claro que mi suposición era acertada. Paco, rojo como un tomate se levantó para sentarse en una silla mientras los tres nos quedábamos solos en la cama. Ana seguía chupándome la polla y yo miraba a Laura expectante. ¿Se atrevería a participar con nosotros o el castigo de Paco sería menor?
Ven a ayudarme le dijo Ana -, rompiendo el suspense. Laura adoptó la misma posición que mi mujer y ésta le hizo hueco. Me tomó los huevos con delicadeza y le sacó a Ana la polla de la boca para metérsela ella hasta el fondo e iniciar una mamada frenética. Empezaba a comprender la razón por la que Paco se había corrido tan rápido. Laura chupaba la polla con ansia, apretando la lengua con fuerza contra el tronco de mi rabo.
No quería correrme tan pronto y sobre todo tenía que aprovechar los minutos de libertad. Me liberé de Laura y la levanté para comerle las tetas. La tumbé boca arriba y le abrí las piernas. Quería probar su coño, sobre todo el clítoris que me había impresionado. Reconoceré que me daba cierto reparo pensar en que Paco se había corrido dentro de ella unos minutos antes, pero estaba seguro de que se había limpiado y estaba muy caliente. Me arrodillé frente a ella y me metí el botón en la boca. Era como una pequeña polla que empecé a succionar. Ana se tumbó debajo de mi vientre y me agarró la polla para chupármela. El pobre Paco se pajeaba frente a nosotros contemplando cómo le comía el coño a su mujer.
Se nos acababan los cinco minutos y Laura se había corrido ya en mi boca. Paco se levantó para recuperar a su esposa pero ésta nos sorprendió a todos. - Fóllame -, me increpó. Miré a mi mujer que soltó mi polla y con la mirada me dijo “adelante”. Joder, ahora el que iba a incumplir las normas era yo mismo. Le dije a Laura que no podía o yo también tendría que sentarme en el banquillo. - ¡Qué me folles te he dicho!, repitió Laura.
Fue Ana la que solucionó el conflicto. Se acercó a Paco que ya se había vuelto a sentar en la cama, le agarró el rabo y empezó una mamada a nuestro amigo. Al ver la escena sentí un espasmo en la polla y me lance sobre Laura. su coño era una marea de flujos. Mi rabo se deslizó con facilidad en su interior y empecé a bombearla con fuerza, como si quisiera atravesarla. Laura gritaba descontrolada y Paco había empezado a magrear las tetas de Ana. Mi mujer se sentó encima de Paco y comenzó a cabalgar sobre su polla como una amazona desbocada. En pocos minutos vivimos un orgasmo compartido que nos dejó exhaustos a los cuatro.