Fin de semana inolvidable (1/2)

Este es mi primer relato, espero que os guste, si es así iré subiendo mas

Era viernes, teníamos todo preparado para pasar el fin de semana en la casa de la playa cuando sonó el teléfono de mi mujer, era su hermana, recientemente había cortado con su pareja y le habían fallado los planes para el fin de semana. Como sabíamos que no estaba pasando por el mejor momento, mi mujer le propuso pasar el fin de semana con nosotros, lo cual me fastidió un poco ya que nos iba a cohibir a la hora de tener sexo, aun así me resigné y acepté que viniera con nosotros.

Mi mujer y yo tenemos 38 años, llevamos más de diez años casados pero nos encanta el sexo y lo pasamos muy bien, estamos muy compenetrados y disfrutamos mucho uno del otro, ella es morena con el pelo por debajo de los hombros, de 1,7 m, de complexión delgada y unos pechos que aunque pequeños, a mí me ponen a mil. Yo, en cambio aunque soy de la misma estatura que ella peso un poco más y desde que empecé a perder el pelo de la cabeza, la verdad es que no me siento muy atractivo, por eso desde entonces me rapo, pero como se suele decir, el amor es ciego y aunque físicamente no sea un  “top model”, ella me suele llamar cariñosamente como mi “calvito empotrador”. Mi cuñada es más joven que nosotros, tiene 32 años, morena, pelo más largo que el de mi mujer y con la piel canela, aparenta menos años de los que tiene ya que tiene cara de niña y es más bajita que su hermana pero con un cuerpo espectacular, sus pechos delatan que no es una niña.

Cuando llegamos a la casa les propuse salir a dar una vuelta y cenar en algún chiringuito del paseo marítimo, pero me contestaron que estaban bastante cansadas de la semana y del viaje y que preferían pedir unas pizzas y ver una peli tranquilamente. Yo pensé, “mal empezamos el fin de semana”. Nos duchamos, empezamos a ver la peli pero antes de media hora estábamos todos dormidos en el sofá, así que nos fuimos a la cama y hasta el día siguiente.

Por la mañana después de desayunar cogimos una sobrilla y nos fuimos a la playa, por el camino mi mujer me comentó que tenía intención de hacer topless, siempre lo hace cuando vamos los dos solos, pero nunca se ha atrevido a hacerlo delante de otras personas, supongo que al ir con su hermana no le daría vergüenza quitarse parte del bikini. Una vez en la playa comenzamos con el ritual de la crema para no quemarnos con el sol, cuando fui a untarle crema en la espalda a mi mujer, ella se desabrochó el bikini y lo metió en el bolso, el ver a mi mujer casi desnuda en un sitio público siempre me ha dado mucho morbo y tuve la primera erección del día, pero cuál fue mi sorpresa que al ver mi cuñada a su hermana haciendo topless me preguntó: ¿te importa que yo también haga topless? A lo que yo respondí: No, estamos en familia, hazlo si te apetece. No había terminado de decirlo cuando ya estaba sin la parte superior del bikini, el pulso se me aceleró y por un momento no pude apartar los ojos de sus pechos, eran redondos, perfectos, más grandes que los de mi mujer, obviamente no era la primera vez que hacía topless, pues no tenía marcas de sol, sus pezones oscuros estaban totalmente erectos, al igual que mi polla. Notaba como el bañador me oprimía, así que decidí ir a bañarme. Al salir del agua allí estaban ellas, boca abajo, dejando ver parte de sus culos con esas braguitas brasileñas, volví a empalmarme al ver esos dos culos redonditos, deseando de morderlos y pasarles la lengua por sus agujeritos. Ellas se dieron cuenta de mi erección y entre risas me decían que si prefería se ponían de nuevo el bikini, a lo que yo contesté que no, pero ya que ellas estaban casi desnudas tomando el sol, yo podría hacer lo mismo, al fin y al cabo todos éramos familia.

-          Si quieres quitarte el bañador, quítatelo, pero vámonos a aquella zona de la playa que es nudista, así no das el cante. Dijo mi mujer.

Hubo un momento de silencio sin saber si lo decía en serio o de broma, hasta que mi cuñada se incorporó se puso su camiseta de tirantes y dijo:

-          Venga vamos, que estáis esperando.

Nos levantamos, recogimos las cosas y nos mudamos de playa. La zona nudista estaba a unos 300 metros de donde estábamos, había poca gente, algunos chicos y varias parejas. Nos volvimos a quitar las camisetas pero esta vez ellas también se quitaron la parte de abajo del bikini y yo me quité el bañador, quedándonos los tres completamente desnudos. Por un momento nuestros ojos se clavaron en nuestros sexos, mi mujer y mi cuñada tenían el pubis completamente depilado, dejando ver los labios, esa escena me puso cachondísimo y de nuevo me empalmé, pero esta vez no podía ocultarlo, las dos miraban como con la erección, mi prepucio había retrocedido dejando ver parte del glande.

-          ¡Anda! Pero si te recortas el vello del pubis, dijo mi cuñada.

-          ¡Oh, si! Lleva tiempo haciéndolo, es mucho más cómodo cuando se la como o follamos. ¡Pero bueno! ¿ya estás así de empalmado? Añadió mi mujer.

-          A ver... ¿qué le hago?, no he podido remediarlo, le respondí.

-          Pues tienes una polla muy bonita, uhm… muy sonrosada y de un tamaño muy considerable, seguro que mi hermana disfruta mucho con ella, añadió mi cuñada.

Nos metimos en el agua, mi mujer me hizo una ahogadilla y desde el fondo del agua le agarré un pie y la metí hacia dentro, cuando subía hacia la superficie pasé mis dedos por su raja, notando que estaba humedecida por sus jugos, me puse a mil de ver que mi mujer estaba así de caliente. Justo cuando saqué la cabeza del agua, noté los pechos de mi cuñada en mi espalda, eran duros y tenía los pezones propios para morderlos. Volvió a empujarme debajo de agua, yo tenía la intención de al salir pasarle los dedos por su raja, pero ella se adelantó, cuando me proponía a hacerlo noté como una mano me agarraba la polla y dejaba todo mi glande al descubierto, estaba supermojado y a ella le encantó, noté como mi mujer me agarraba el culo y por entre las piernas me tocaba los huevos. “Joder”, estaba en la gloria, dos mujeres metiéndome mano, que más podía pedir. Mi cuñada me agarró la mano y me la llevó hasta su coñito, el tacto era muy suave, tenía el clítoris gordito y ya se había salido de los labios, los cuales estaban impregnados de sus jugos, metí mis dedos en ese coñito estrecho lo cual hizo que mi cuñada se arqueara de placer, mientras tanto mi mujer que se encontraba detrás de mía con su mano entre mis piernas, me estaba pajeando. Con la otra mano empecé a acariciar la raja de mi mujer, a ella también me la folle con mis dedos. Tardamos poco en corrernos, primero fue mi cuñada, la que con un contenido gemido llegó al orgasmo, le seguí yo, la leche salió disparada en el mar, 4, 5 o 6 chorros y por último mi mujer, que se agarró fuertemente a mí y mientras se corría me mordía en el hombro.

-¡Eah, seguro que ya vamos a estar más relajados el resto de día!, dijo mi mujer. Y así fue, el resto de mañana lo pasamos charlando de lo ocurrido, de lo que nos gustaba hacer cuando follábamos y de nuestras fantasías sexuales.

Tras comer en un chiringuito del paseo marítimo nos fuimos a casa a echar una siesta antes de salir de marcha por la noche, pero mi mujer quiso ducharse para quitarse la sal antes de dormirse. Nos habíamos metido en el baño cuando entró mi cuñada completamente desnuda, no me cansaba de ver su cuerpo espectacular con la marca blanca de la parte inferior de su bikini. Se metieron las dos en la ducha y con un gesto me dijeron que no entrara en la ducha.

-          Ahora solo vas a mirar, dijo mi cuñada.

Con el agua cayéndole por la cabeza empezaron a besarse, sus lenguas se perdían en la boca de la otra, yo que aún tenía el bañador puesto me lo quité, baje la tapa del váter y me dispuse a hacerme una paja contemplando aquel espectáculo entre hermanas. Las manos de mi cuñada recorría el culo de mi mujer, le daba palmetazos y le separaba los cachetes tocando su agujerito, mi mujer en cambio estaba enzarzada en sus tetas, las agarraba y pellizcaba sus pezones, dejo de besarla y se agachó un poco para lamer y morder sus pezones, estábamos excitadísimos y nuestros gemidos se escuchaban por encima del ruido del agua de la ducha. Cuando se separaron, mi cuñada se hincó de rodillas, con el coño de mi mujer a la altura de su cara, comenzó con unos suaves besos en su pubis sin pelo, para pasar a darle un lengüetazo desde su vagina hasta el clítoris, momento en el que a mi mujer se le escapó un grito de placer, la lengua de mi cuñada jugaba con el clítoris y los labios de su precioso coño y para que la follada fuera completa le tenía metidos dos dedos en su vagina, que no paraban de entrar y salir chorreando ese maravilloso fluido que a mí me encantaba beberme. Mientras, mi mujer, no dejaba de mirar como mi polla, ya de un tamaño descomunal, no dejaba de chorrear líquido preseminal que iba lubricando todo el glande. Le estaba encantando esa visión, su marido pajeándose mientras otra fémina le comía el coño. Su cara, cada vez más colorada y la respiración en forma de jadeos indicaba que estaba cerca del orgasmo, con las manos le apretaba la cabeza contra su coño hasta no poder casi respirar. El orgasmo fue brutal, mi mujer se retorcía de placer mientras a mi cuñada le chorreaba por el brazo la corrida de la otra.

Se levantó de su posición, saboreó los dedos que habían estado en el interior de su hermana y volvió a besarla para que disfrutara con el sabor más íntimo. En cuanto se pudo recuperar cambiaron las tornas, mi mujer de rodillas, le comía el coño a su hermana, nunca hubiera imaginado a mi mujer hacer esto y por eso estaba muy excitado, mi polla iba a reventar, no se cuanto más podría aguantar antes de correrme. El coñito de mi cuñada se abrió para recibir los dedos que la iban a hacer correrse, la lengua pasaba por sus labios y por su clítoris en movimientos circulares, casi a la velocidad de la luz. No pasó más de dos minutos cuando la respiración de mi cuñada se hizo más agitada, en ese momento que yo también estaba a punto de correrme, me levanté y me acerque hasta ellas, descargando todo mi semen en la espalda de mi mujer, esto hizo que mi cuñada explotase en un brutal orgasmo.

CONTINUARÁ