Fin de Semana (II)

Es la segunda parte un relato semi-real. Estando de fin de semana en un hotel, mi amante me sorprende presentándose sin avisar.

Escribimos la primera parte ya hace un tiempo, hemos estado ocupados... Os recomiendo leerla antes de esta: http://www.todorelatos.com/relato/125070/

Esperamos que os guste y nos hagáis vuestros comentarios.


Exprimí mis dotes de artista teatrera y al día siguiente entraba con mi marido en las instalaciones del SPA del hotel  poco antes de las 9:30. El pobre encantado con el regalo que le había hecho. La verdad cuando la noche anterior le comencé a contar que le tenía preparado un regalo, que había adquirido por internet para los dos unos bonos para una sesión completa de hora y media en el SPA me miró extrañado. Yo creo que era mi misma actitud, ni yo misma me lo creía..., pero a medida que le explicaba yo iba cogiendo seguridad y al final acabó dándome las gracias y agradeciéndome el detalle.

Pues eso, estábamos los dos allí puntuales y con el equipamiento oficial del hotel; albornoz blanco, zapatillas,... ya podéis imaginar. Una chica despistada tras el mostrador de recepción nos pidió que esperáramos que en seguida vendrían los técnicos que teníamos asignados.

Pasaban pocos minutos de la hora cuando apareció una morenita joven y simpática preguntando por el nombre de mi marido, Después de una breve charla en la que nos dijo su nombre: Marta y nos explicó brevemente y de forma profesional en que iba a consistir la sesión: peeling inicial, tratamiento con lodos marinos y masaje relajante final. Jaja, yo me reía interiormente, mi marido haciéndose un peeling... jaja jamás se me hubiera ocurrido, pero el iba encantado con una sonrisilla y mirando de reojo a Marta, Sólo me dedicó un fugaz: hasta luego cariño, empiezo yo. jaja, cómo son los hombres, su supiera...

En fin, no bien había desaparecido por el fondo del pasillo apareció mi masajista, un chico guapote, de aspecto fuerte, de unos treinta y pocos. Se presentó como Manuel y me preguntó si yo era Mari, la conocida de José. Le dije que si, y diciéndome que perfecto que pasara que íbamos con un poco de retraso le seguí.

Me condujo a una cabina, típica de un salón de masaje: una camilla en el centro algún mueble y estanterías con toallas y cremas, luz tenue, velas de olor, música zen,... bueno ya sabéis.

Manuel me iba dando conversación. Me dijo que conocía a José y que me había pedido que me tratara muy bien. No le noté en ningún momento doble intención, era todo muy profesional. Yo estaba expectante, buscando algún indicio de la sorpresa que seguro me había preparado José.  Mientras cogía una toalla limpia y la extendía en la camilla, Manuel me dijo que me preparara, haciendo un gesto hacia el rincón en el que había un colgador me indicó que dejara mis cosas y dando un ligero golpe con la mano abierta sobre la toalla extendida en la camilla que cuando estuviera lista me tumbara.

Yo debajo del albornoz llevaba un bikini, hice lo que me pidió, me descalcé y dejé el albornoz en el colgador, me dirigía a la camilla cuando me dijo casi sin mirarme y con un todo suave pero que no daba pie a discutir:

  • No, mejor quitártelo todo, así no te mancharás.

En un principio me quedé parada, pero sonriendo lo hice, volví hacia atrás y comencé un poco cortada a desabrocharme la parte de arriba. Pensé: vaya, ya empezamos,

Manuel sin hacerme mucho caso se giró y cogió una toalla más pequeña y manteniéndola extendida esperó a que yo terminara. Me daba corte, mi sexo recién depilado a la vista de aquel desconocido. Esperó, paciente a que me tumbara en la camilla para a continuación taparme el culo con la toalla y a continuación dirigirse  a la zona en la que tenía las cremas donde cogió un bote, volcó parte de su contenido en la palma de su mano comenzó a preparase.

No se hizo de rogar, enseguida noté sus manos en mis hombros y comenzó un suave masaje. Yo iba pensando... ¿cuándo me atacará? se hacía esperar, la verdad es que estaba un poco confusa, porque diez minutos más tarde continuaba con su masaje relajante, muy delicado y agradable pero yo hecha un nervio porque no sabía eso a donde llevaba ¿y José? ¿Tanto lío para esto? Manuel era un profesional, mi toalla seguía tapando mi culete y él no hacia ningún movimiento que se intuyera siquiera que pretendía llegar más allá de lo decente...

De repente sentí algo raro y un momento después oí a José decirme:

  • ¿que tal? ¿Manuel te trata bien? Estoy seguro de que si, es un buen chico

No sé cómo había entrado sin que me diera cuenta, quise volverme para verle bien pero apoyando su mano en mi espalda me dijo:

  • No, quieta, no quiero molestar. Sigue, que Manuel no ha terminado.

En ese momento Manuel estaba con mis pies, mis tobillos,... De relajada nada, por más que intenté evitarlo estaba tensa esperando su próximo paso. No tardó mucho:

  • Manuel, anda, ocúpate de más arriba, no ves que lo está deseando ¿cómo la haces esperar de esta forma?

Mientras decía esto, retiró él mismo la toalla que me cubría. Quedé completamente desnuda. Parece que fue el disparador, Manuel dejó lo que hacía y sin tanta delicadeza cogiéndome de los tobillos separó mis piernas lo que permitía el ancho de la camilla. Desde su posición seguro debía tener una vista privilegiada de mi sexo. Sin dejarme cerrarlas fue subiendo sus manos, sin entretenerse en un momento estaba en mi culo. Cada mano se ocupaba de un cachete y notaba abrirse y cerrarse mi sexo al ritmo que el marcaba.

José se había situado en el extremo de la camilla, junto a mi cabeza y sus manos apoyadas en mi espada me acariciaban suavemente, pero con una doble intención, no me permitía moverme.

Se habían acabado las tonterías, el masaje de mis glúteos acabó rápido, tan pronto el sonido que hacían los labios de mi sexo al abrirse y cerrarse rítmicamente permitió intuir que estaba húmeda. Una de las manos de Manuel se adentró en mí y enseguida noté uno de sus dedos deslizarse por mi raja y acariciar el clítoris, suspiré, abrí un poco más las piernas, dejándole vía libre. ufff un dedo primero, dos después recorrían mi raja, adelante y atrás, en uno de esos viajes entraron como si nada en mi agujero, para salir rápidamente. Estaba húmeda como nunca, disfrutando sin vergüenza de ese nuevo masaje, me correría pronto si seguía así. Entraban en mí sus dedos para salir y volver a por mí clítoris, y otra vez hacia atrás. Su siguiente movimiento fue definitivo sin dejar ese juego noté que con su otra mano separaba mis glúteos y buscando humedad de mi sexo se embadurnó para buscar el agujero de mi culo y comenzar un suave masaje circular, buscando su centro y por supuesto acabando adentrando en él un dedo que me pareció enorme. Con movimientos sincronizados, sus dos manos entraban y salían mientras notaba a José que continuaba evitando que me moviera y como lo conocía... teniendo la certeza que disfrutando del espectáculo.

Me corrí. No tardé mucho en tener mi primer orgasmo sobre aquella camilla, no pude evitar gritar como la protagonista de una película porno cualquiera y noté como se mojaban mis piernas y se empapaba la toalla.

En cuanto me repuse un poco me senté en la camilla, desnuda, con mis piernas colgando sin llegar a tocar el suelo vi a Manuel desnudo, no me había dado cuenta de que se había quitado la ropa. No estaba mal dotado, José lo había seleccionado bien, quizás igual de larga que la de José pero más gorda, impresionaba. José a un lado sonreía viendo como Manuel me separo las piernas y me acariciaba, con una mano mi sexo, con la otra mis pechos. Yo se la cogí, lo masturbaba lentamente cuando se separó un poco hacia atrás y empujando mi cabeza la dirigió a su miembro duro. Miré de reojo a José y asintió sonriendo, me la metí en la boca, estaba deliciosa, supongo por la calentura que me provocaba la situación. Me dediqué a ello. Se la comí como solo lo hace una mujer súper caliente, disfrutando de su calor, de notar su dureza y sus venas palpitantes. Mientras estaba concentrada en eso noté como José se desnudaba y se ponía detrás de mí. Yo a esas alturas de la película estaba arrodillada, cogiendo el miembro de Manuel con las dos manos y chupándosela con avidez.

Entre los dos me hicieron parar. Me giraron y José sentado en la camilla me ofreció su polla dura.

  • Ahora me toca a mí un poco - me dijo -

Me la metí en la boca y me la tragué todo lo que pude, casi me dan arcadas. La saqué y volví a por ella con más calma.

  • Uf! qué bien lo haces. Manuel ¿te gusta lo que ves?

Por la postura que tenía le estaba dando una visión privilegiada de mi culo y mi sexo depilado.

Lo noté agacharse y enterrar su cara en mí. En un primer momento buscó con su lengua mi sexo mientras me cogía de las caderas con fuerza. Yo tenía la polla de José en la boca y tuve que parar, salir un momento y respirar mientras suspiraba. A continuación noté como subía y se iba a mi agujerito, separó bien mis cachetes y noté la punta de se lengua acariciar haciendo círculos mi ano para después de unas vueltas deliciosas enterrarla en mi culo todo lo que pudo. Yo cogí fuerte la polla que tenía en la mano y me la volví a meter en la boca y pajearla con furia mientras el otro hacía lo propio con mi culo y con un dedo acariciaba mi clítoris. José me hizo parar, no quería correrse todavía pero no me dejó sacármela de la boca y disfrutó del increíble orgasmo que tuve con su polla dura y palpitante enterrada en mi boca.

Estaba cansada, me temblaban las piernas, se dieron cuenta y José caballeroso se levantó. ME guió y me apoyó en la camilla poniéndose detrás mío. No esperó mucho, Con los dedos de una mano separó los labios de mi vagina y con la otra mano guió su la punta de polla, la encaró y con un golpe de cadera brusco me la metió hasta el fondo de golpe. Alcé la cabeza y abrí la boca como un pez, boqueando, no me lo esperaba.

  • Jaja, que bien entró ¿te gusta?

  • Mucho... - contesté

José estaba burro ya, lo noté, quería dejarse de juegos y correrse ya. Agarrándome fuerte de las caderas me follaba sin compasión. Cambiando de ritmo, unas veces rápido otras lentas, alternando las penetraciones profundas que me llegaban a causar dolor al alcanzar el fondo de mi matriz  con otras más suaves que me hacían notar su glande duro y resbaladizo el la entrada de mi sexo.

Manuel aprovechó, dando la vuelta a la camilla se puso delante de mí y sin pedir permiso cogió mi cabeza y enterró su polla en mi boca. Noté que también estaba desbocado. Estaba siendo follada por dos tíos que me utilizaban para su placer mientras a mi marido le daban un masaje descontraturante en alguna habitación cercana, estaba loca pero en ese momento solo me importaba mi placer, bueno, mi placer y el de José que a mi espalda resoplaba como nunca mientras me decía cosas obscenas.

El primero que se corrió fue José, le noté tensarse, apretarse hasta el fondo de mi, sus testículos apretados contra mis piernas y estremecerse mientras su semen caliente brotaba en mis entrañas llenándome. Al sentirlo fue automático, me empecé a correr yo también

Instantes después, mientras todavía notaba en mi sexo las corrientes eléctricas que me habían provocado el orgasmo y con la polla de José todavía dentro mío Manuel se tensó, cogiendo fuerte mi cabeza para que no me la sacara de la boca, dio un par de movimientos más de cadera y se corrió en mí. Que cabrón, sin pedir permiso, pero lo acepté con gusto. Estaba tan caliente que estaba deseándolo. Estaba lleno el tio, no me daba tiempo a tragarme todo el semen que echaba, se me escapaba y escurría por las comisuras de mis labios.

Llena de semen, tanto en mi sexo cómo en mi boca, escurriendose por mi barbilla y dos hombres suspirando relajándose todavía en mi interior mi después de haber disfrutado de mi. Increíble, la que no lo haya experimentado debería hacerlo, es el sumun del morbo y el placer.

Se acababa el tiempo, no hay mucho más que contar, a partir de ahí, prisas para adecentarse. Manuel muy amablemente mojó una toalla y me la pasó para que me limpiara. Me despedí de José con un morreo largo, profundo, increíble, notando el regusto del semen de Manuel todavía en mi boca... Le dije que era un cabronazo y que me había liado bien, pero no se lo tomó muy en serio, me dio un cachete el culo y dándome de nuevo un beso en la boca se esfumó por la puerta tal y como había venido.

Manuel me acompañó hasta la zona de spa. Se despidió de mi con un "espero que nos volvamos a ver" y un guiño. Me apresuré y me di una buena ducha y me metí rápido en el jacuzzi para intentar relajarme y disimular. Esperé y a los pocos minutos llegó mi marido, sonriendo y entusiasmado. Le había encantado el masaje que le había dado Marta. Le conozco, imagino que venía cachondo por algún roce o sonrisa que había conseguido de ella durante el masaje. Yo sonreía y le dije que a mi también me había ido bien aunque me había parecido un poco corto, que la próxima vez deberíamos cogerlo por mas tiempo. Estuvo de acuerdo conmigo.