Fin de semana femdom (3ª parte)
Ama Luna Negra castiga al curioso Pablo, por sus labores de espionaje.
Cuando Boby vino a despertarme estaba como nueva, después de la reparadora siesta. Y era el momento de poner en marcha mi plan.
Busqué dentro de mis bolsas algunas prendas y las coloqué encima de la cama - “¡Boby! Ven aquí” - enseguida apareció por la puerta - “Hoy quiero hacer algo especial por la tarde y tendré un invitado. Esta es la ropa que quiero que te pongas” - señalé hacia la cama, donde había colocado un conjunto de ropa interior de encaje blanco (braguitas, sujetador, liguero y medias), un uniforme de camarera y una peluca rubia. - “Sabes que quiero un comportamiento impecable y si no te ves capaz, puedes marcharte ahora” -
Noté su ligera vacilación, el rubor que le subía desde el cuello, pero aguardé por su respuesta, que fue la que yo esperaba - “Haré lo que Usted me ordene mi Señora” - “Bien, vístete entonces” -
Me crucé de brazos y me quedé mirando cómo se desnudaba y se ponía la ropa que le había elegido. Y la verdad... le sentaba muy bien.
Cogí el teléfono, tenía una llamada por hacer - “Buenas tardes Pablo, soy Luna” “Para agradecerte lo bien que te has portado hoy, quería invitarte a un café, a eso de las cinco y media, para merendar” -
Puntual como un reloj, a las cinco y media estaba en la puerta. Por supuesto mandé a Boby abrir, yo estaba unos pasos más atrás. Quería ver la reacción de Pablo al ver a mi camarera. Lo cierto es que Boby estaba muy favorecido con aquel vestido y la peluca, también me gustaba especialmente el tono rojo grana de su cara. Le estaba costando, pero no se echó atrás ni un momento.
A Pablo la cara de sorpresa no le duró mucho. Igual ya empezaba a acostumbrarse a nuestras rarezas.
“Prepara el café Boby” - acompañé a mi invitado a la salita, y Boby se dirigió a la cocina, a preparar la merienda.
“Has sido muy amable hoy y te estoy muy agradecida” - “No ha sido nada Señora, es parte de mi trabajo” - Sonrojado y con la mirada baja, se sentó en el sofá que yo le indicaba - “Discúlpame un momento Pablo, olvidé darle algunas instrucciones a Boby, vengo ahora” -
Era hora de poner en marcha la siguiente fase de mi plan, así que pasé por mi habitación a coger algo, antes de dirigirme a la cocina, donde Boby estaba atareado, preparando una bandeja.
Me acerqué sin mucho ruido, desde atrás. Con un fuerte azote en el culo, le ordené - “¡Las manos apoyadas en la encimera! y no te muevas, ¡perra!” - Dió un fuerte respingo ante lo inesperado, pero obedeció inmediatamente. Levanté la falda de su vestido y bajé la braguita hasta la parte baja de las nalgas - “¡Separa las piernas!” - Lo miré, doblado sobre la encimera de la cocina, con la falda enroscada en la cintura y las bragas a medio bajar, dejando sus blancas nalgas totalmente expuestas. - “¿Ves?, ordenarte poner esto no fue sólo un capricho. Ahora agradecerás haberlo llevado” - dicho esto, con un brusco giro, quité el tapón anal que llenaba su agujero.
Me dí cuenta de que giró la cabeza ligeramente, pero lo dejé. Quería que viera el arnés que me había puesto y el calibre del dildo que, en un momento, estaría profundamente incrustado en su culo.
No fui nada suave, la verdad, justo como a él le gustaba. De un fuerte golpe de cadera, estaba totalmente enterrada, y ahí comencé un mete-saca cada vez más rápido... más duro... sin piedad. Deleitándome con el sonido de mi cadera golpeando contra sus nalgas. Disfrutando de sus gemidos, cada vez más intensos y alternando mis embestidas con azotes.
Después de un rato martillando su culo con fuerza, arranqué su peluca, lo agarré del pelo y de un tirón acerqué su cabeza a mi boca - “¿Te gusta, perra?¿me sientes dentro de ti?” - Apenas pude escuchar su jadeo... - “Si Señora, soy suyo... soy su perra” - Contenta con su respuesta y sin dejar de tirar de su pelo, alargué la otra mano, buscando su erección - “Buen cachorro... puedes correrte” - no había hecho mas que pronunciar las palabras cuando, con un grito, descargó sobre las alacenas todo lo que llevaba acumulado desde que llegamos... que no era poco.
“Limpia todo esto y traenos el café a la salita” - Quité el strappon y lo dejé allí encima, como tarea adicional para mi criada. Sabía que él tardaría un poco en recomponerse, limpiar y llevar lo que le había pedido. Pero eso me daría tiempo... porque aunque Boby no se había enterado, yo si había visto al joven espía, medio escondido tras la puerta entrecerrada... justo como yo esperaba. Así que me dirigí a la sala, a encargarme de mi curioso invitado.
“Bien Pablo, creo que te habrás dado cuenta de que la relación que tengo con Boby no es de las más habituales...” “Mis gustos son bastante particulares... y hay algo que quiero de ti...” “Puedes quedarte y averiguarlo o... puedes marcharte y olvidar todo lo que has visto”.
Tardó varios minutos en responder, lo cual era lógico. Si no me equivocaba, hasta ahora no había explorado su lado sumiso. - “Quiero quedarme” -.
- “Ven aquí” “Extiende las manos” - Como suelo ser optimista, había traído para la sala lo que pensaba utilizar. Así que le coloqué las restricciones en las muñecas, lo acerqué a uno de los radiadores y utilizando una pequeña cadena, lo dejé allí atado. - “No te muevas” - a pesar de que estaba agitado como una hoja, aceptó - “No Señora” -
Desabroché el botón de su pantalón y bajé un poco la cremallera, lo justo para poder bajarlo hasta debajo de las nalgas, al igual que su slip. Estaba muy excitado y sonreí porque sabía que tendría que esperar bastante antes de poder aliviar aquello.
- “Apóyate en el radiador y levanta el culo” - El primer azote y el segundo fueron con la mano y no muy duros, pero entonces me paré y lo miré - “¿Nunca te dijeron que espiar por las ventanas está muy mal, Pablo? - me coloqué a su lado, para que pudiera ver la zapatilla que llevaba en la mano. Era una de mis chinelas, de raso negro, con la suela de goma gris, lisa y suave - “Pues ahora vas a repetir conmigo” “no-se-espía-por-las-ventanas” -
Como Pablo parecía estar en shock, totalmente ruborizado y con cara de no entender mucho lo que estaba pasando, le solté el primer zapatillazo... ¡zas! - “¡Repite!” -
Por fin pareció entender y se puso a repetir la frase - “No-se-espía-por-las-ventanas” - por cada palabra iba recibiendo un zapatillazo en sus blancas nalgas... no ¡zas!... se ¡zas!... espía ¡zas!... por ¡zas!... las ¡zas!... ventanas ¡zas!.
Después de repetirlo unas cinco o seis veces, su trasero estaba de un rojo furioso, totalmente marcado de la suela de la zapatilla. Dejé que repitiera la frase un par de veces más y paré - “Ya vale” “Puedes parar” -.
Para ser su primera azotaina la había aguantado muy bien, sin una protesta. Tenía los ojos brillantes, pero ni una lágrima, ni una queja. - “¿Te habían azotado antes?” - “No Señora” - Quité las restricciones, pasé una mano por su pelo y le dije: - “Buen cachorro” -.
Me sorprendió ver que ya estaba Boby con el café y unas pastas, de las que había comprado esa mañana. Tan centrada estaba en el castigo que no lo había escuchado llegar.
Miré a Pablo, terminando de colocarse el pantalón, no parecía preocupado por haber tenido un espectador durante su azotaina. Fijé la mirada en sus ojos - “Siéntate, vamos a tomar el café” - Era una petición, pero también era un reto, sabía que sentarse iba a ser una dura prueba. Para mi satisfacción, una vez mas, obedeció sin rechistar.
Charlamos un rato sobre su trabajo, su familia... era algo más mayor de lo que yo había calculado. Tenía ya los treinta años cumplidos.
Tomamos el café y las pastas y al despedirlo le dí una de mis tarjetas de visita - “Cuando vayas por la ciudad, ven a visitarme, si quieres” - “Si Señora, iré”...
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