Fin de semana femdom (2ª parte)

Ama Luna Negra continúa con su fin de semana de descanso y placer.

El sábado por la mañana, después de una buena noche de sueño, me encontraba animada y un poco perversa, para que vamos a negarlo. Todavía sentía en la palma de la mano un ligero cosquilleo, de la azotaina que le había regalado a Boby. También me rondaba por la cabeza la imagen del travieso Pablo, espiándonos por la ventana. Aquello merecía un buen castigo.

Miré hacia los pies de la cama, donde dormía mi fiel perro, en una colchoneta en el suelo. Me fijé que había dejado mis zapatos casi a la altura de su cabeza y sonreí pensando en lo que le habría costado dormir.

  • “¡Boby!¡despierta! quiero mi desayuno” - Sobresaltado, pero sin perder ni un segundo, se levantó y salió de la habitación. Sabía que se apresuraría a cumplir mi orden. Mientras, yo, comencé a trazar un plan en mi mente.

Todavía no lo tenía muy perfilado, cuando llegó mi bandeja de desayuno. Zumo de naranja natural, café con leche no muy caliente y tostadas con mantequilla y mermelada de fresa. Mi perrito había recordado perfectamente lo que me gusta y cómo debía prepararlo.

  • “Muy bien Boby, puedes traer tu tazón de cereales, te mereces tu desayuno” - no tardó mucho en volver, con su tazón, pero se quedó parado, en la entrada de la habitación, imagino que sin saber muy bien dónde ponerse.

  • “¡Ahí!, en el suelo. Y no utilices las manos...” - Viendo cómo se arrodillaba, sin emitir la mas mínima protesta, colocaba el tazón en el suelo y se ponía a comer los cereales, sin utilizar ningún cubierto, se me iban ocurriendo más y más ideas... tendría una buena tarde de sábado.

Tuve a Boby ocupado un buen rato mas. Recogiendo, fregando, ayudándo a vestirme... luego lo mandé al pueblo, a comprar algunas cosas. Lo cierto es que quería que se fuera, para tener la excusa perfecta para llamar a Pablo.

Me respondió al tercer timbrazo - “¿Si?” - “Buenos días Pablo, soy Luna, de la casa gris” “¿podrías acercarte un momento?, me quedé sola y necesitaba que me echaras una mano.” - En menos de cinco minutos lo tenía llamando a la puerta.

Había escogido con cuidado la ropa que llevaba puesta y me felicité a mi misma cuando vi su cara y sus ojos casi saliendo de las órbitas. Pantalón de cuero negro, camisa también negra y mis botas favoritas, de caña alta y por supuesto, de tacón.

Empecé con una bombilla que había que cambiar, una estantería que no me gustaba donde estaba... así, pidiendo cosas cada vez más absurdas, con tono cada vez más autoritario, convirtiendo las peticiones en órdenes, cada vez más tajantes.

Me sorprendió bastante lo bien que encajaba Pablo mi actitud y me sentí especialmente satisfecha cuando sus respuestas empezaron a ser - “Si, Señora” -. También me alegró notar el bulto en sus pantalones. Se marcharía con una buena erección, y eso quería decir que yo iba por buen camino.

  • “Muchas gracias Pablo, creo que eso es todo” - con una de mis mejores sonrisas lo despaché y tuve que hacer un serio esfuerzo para no reír cuando vi la cara de desconcierto que puso. Creo que no esperaba que “eso fuera todo”. Aun así, se marchó sin rechistar.

Si quería llevar a cabo mi plan, tal y como lo había pensado, significaba llevar a Boby un paso mas allá de su zona de confort. Probar cosas que aun no había probado y lo que es más, implicarlo en una escena con una tercera persona, algo que hasta ahora no habíamos hecho. Y aunque estaba segura de que lo aceptaría y lo disfrutaría, decidí obsequiarlo con alguna de sus actividades favoritas, para que su estado de ánimo fuera el mejor esa tarde. Por supuesto también era de mis favoritas y pensaba disfrutarla al máximo.

Desde la puerta de la cocina miraba como Boby terminaba de guardar las cosas que había comprado y en cuanto tuvo todo recogido, comencé: - “A cuatro patas ¡sígueme!” -

Ya en la habitación, mientras él se desnudaba y volvía a su posición de cuatro patas, cogí algunos de mis “juguetes” en la bolsa. El primero era un flogger de cuero suave. Esta vez tomé la precaución de cerrar bien las cortinas, no quería dar nuevas oportunidades de espionaje.

Comencé azotando nalgas, piernas, luego la espalda. No estaba dando con demasiada fuerza, eran poco más que caricias de cuero, pero la piel iba entrando en calor y la mente (la suya y la mía) se centraba cada vez más en la situación.

  • “¡Arriba!, de rodillas. Extiende las manos” - coloqué en cada una de sus muñecas unas restricciones de cuero - “Ahora túmbate en la cama, boca arriba”. Coloqué restricciones también en sus tobillos y sujeté cada una de ellas, las de manos y pies, a cada pata de la cama. Por último, puse una venda en sus ojos.

No le agradaba mucho no poder ver, y unido a la incertidumbre de lo que iba a pasar, hizo que su respiración se agitara y que pegara un bote en la cama cuando le llegó la primera “caricia” del flogger. Luego, a medida que fueron lloviendo sobre él más y más golpes, se fue tranquilizando. Eran bastante mas suaves de lo que podía aguantar, pero precisamente, la prueba más dura vendría por la tarde. Ahora me centraría en lo fácil y conocido.

Tanto “juego” y planificación perversa, me pedían una pronta satisfacción y allí estaba, mi juguete favorito, tumbado en la cama a mi total disposición. Así que, sacando los pantalones y las braguitas, me subí a la cama. Arrodillada, con una pierna a cada lado de su cabeza, le recordé - “Ni se te ocurra correrte sin permiso” - dicho esto, me senté sobre su cara.

No necesitaba decirle que quería que utilizara su lengua, lo sabía de sobra, pero el ritmo lo marcaba yo. Me dejaba caer, con todo mi peso sobre su cara, impidiéndole respirar, aguantando ahí hasta que se empezaba a retorcer, buscando aire desesperadamente. Luego me movía, adelante, atrás, movimientos circulares - “¡Tu lengua!¡dale movimiento!” - exigía y volvía a sentarme, a dejar sin respiración.

Ante mí tenía su erección, dura, roja... a punto. Pero sabía que no se atrevería a correrse sin mi permiso y como recordatorio, le dí una fuerte palmada en ella. Tal vez mas tarde... pero en ese momento todo lo que importaba era mi placer.

Continué un poco más, rotando la cadera, frotándome... arriba... abajo, disfrutando de su lengua en mi zona más sensible... hasta que exploté en un poderoso orgasmo que me dejó las piernas temblorosas y su cara llena de mis fluidos.

Cuando conseguí normalizar mi respiración, lo solté e hice que se levantara, para tumbarme yo - “Recoge todo y despiértame en una hora” - fue todo lo que conseguí decir antes de que se me cerraran los ojos...

Continuará...

https://www.facebook.com/Ama-Luna-Negra-172618383119374/