Fin de semana en la sierra

Una pareja acude a una casa en la sierra para evadirse de la monotonia y disfrutar juntos de su intimidad.

Espero comentarios y/o críticas en mi dirección de correo: laurita18@iespana.es indicando el titulo del relato.

(Sólo asuntos relacionados con los relatos, cualquier otra petición será ignorada)

Cuando Fran le comunicó a Sara que le habían dejado las llaves de un chalet en la sierra para pasar el fin de semana ésta empezó a dar botes de alegría. A los dos les hacía mucha ilusión pasar unos días solos, separados de todo lo cotidiano y diario. Todavía no vivían juntos, de modo que si pasar una noche abrazados y dormir en la misma cama era todo un privilegio, pasar el fin de semana sería algo grandioso. Para la ocasión su padre se estiró bastante y le dejó el todoterreno, no era cosa de irse a la sierra con un Renault Clio. Hacía mucho frío, eso sí, pero la cuestión era pasarse todo el fin de semana abrazados el uno al otro dándose calorcito. Cuando estaban ya cerca de la casa en la que pasarían el fin de semana empezó a nevar y hubo que ponerle las cadenas al vehículo, pero llegaron al fin y al cabo.

Nada más entrar a Sara le pareció la casa ideal, un lugar donde le gustaría vivir algún día. Sin llegar al extremo lujo, rebosaba buen gusto por todas partes. El salón era inmenso y la gran chimenea en el centro llamó especialmente la atención de Sara.

Mira, Fran, la chimenea... – Le dijo agarrada a su brazo.

Sí, ya lo sé... Sabía que te gustaría.

A Sara le encantaba hacer el amor a la luz y el calor de una chimenea, quizá influenciada por alguna película que ya no podía recordar, aunque pocas veces habían podido hacerlo. Aquel fin de semana podría. El resto de la casa estaba acorde con la esplendorosidad de la planta baja. En el dormitorio principal, una gran cama presagiaba deliciosos momentos de intimidad. Además, allí perdidos en el monte, algo tendrían que hacer sin internet, teléfono o televisión, qué mejor que profundizar en su relación?

Fran salió durante unos minutos al cobertizo para recoger algo de leña seca. La chimenea era un poco anecdótica, pues de hecho en toda la casa había calefacción central. Sara se dedicó a explorarla mientras su novio estaba en el exterior. Todo se encontraba en orden y con una limpieza sólo rota por una fina capa de polvo que evidenciaba el desuso. La casa era de los padres de un amigo de Fran, el cual no le caía demasiado bien a Sara, aunque tampoco mal. En invierno solían pasar allí los fines de semana, pues los padres de ese amigo adoraban la montaña y esquiar. José, el amigo de Fran, solía ocuparla más a menudo en verano y allí solían celebrar fiestas bastante a menudo.

Cuando Sara entró en el baño se quedó alucinada. Era digno de una suite en el Ritz, por lo menos. Un gran jacuzzi, en el que fácilmente entrarían cinco personas, era sin duda la estrella del cuarto. Se miró en el gran espejo que se alzaba frente al lavabo. Sopesó sus pechos delante del mismo y se miró por delante y por detrás, se arregló el peinado y se mantuvo embobada en sí misma buscando imperfecciones a su cuerpo, cara o aspecto. Estaba ciertamente cansada del viaje y le apetecía darse un baño relajante de burbujas en aquel jacuzzi, dejando que el agua caliente acariciara su cuerpo. Accionó la manilla del agua caliente y puso la mano bajo el chorro. Al principio salía fría como el hielo pero tardó inusualmente poco en volverse templada y, posteriormente, caliente. Reguló la temperatura del agua hasta que estuviera caliente pero no abrasante. Mientras sentía el agua fluir entre sus dedos y caer por su mano, reparó en un bote de champú. Era pequeño y tenía una forma ondulada que incitaba a pensar cosas malas. Su tamaño reducido sin duda le daría una gran manejabilidad, y esas ondulaciones debían resultar enormemente placenteras.

Casi sin darse cuenta, se había ido quitando la ropa, quedando sólo en ropa interior. El agua caliente iba subiendo el nivel de la bañera. Desabrochó su sujetador mojó sus pechos para habituarlos a la temperatura del agua. A pesar del vapor que se iba acumulando en el baño y el evidente calor que hacía allí, sus pezones se mantenían duros como si acabara de pasar un cubito de hielo por ellos. Estiró el brazo y cogió aquel bote de champú. Lo destapó e inhaló una suave fragancia de hierbas que aún la excitó más. Volvió a cerrarlo y con ambas manos lo fue tocando, averiguando sus formas. No tenía picos ni zonas ásperas ni nada que pudiera dañarla. Iba a ser un digno sustituto del vibrador que se había dejado en casa en el cajón de su mesita de noche, oculto debajo de sus braguitas.

Lo pasó por su pubis, todavía sin quitarse la delicada prenda de algodón, y éste respondió satisfactoriamente elevándose unos centímetros en el aire para mejorar el contacto. Sentía su cuerpo húmedo por el vapor que envolvía toda la estancia y su propio coño se humedecía por si solo para equipararse al resto del cuerpo. Sus ojos seguían centrados en aquel objeto de forma fálica mientras su mente se convencía de lo que iba a hacer. Se deshizo de las braguitas y pasó una mano por la zona. El vello recortado en un fino mechón encima de su rajita le hizo cosquillas en la palma de la mano y su corazón pasó al galope cuando rozó tímidamente sus labios vaginales.

Echó un poco de saliva por el bote de champú y la extendió con ambas manos, como si estuviera masturbándolo. En un toque de locura, pasó la lengua por las curvas del bote en una larga lamida. Ya estaba todo listo. Situó el bote a la entrada de su vagina y dejó que la naturaleza obrara por si sola. La base era una de las partes gruesas y se sintió al borde del orgasmo en cuanto entró por completó. Siguió empujando con insistencia y otra ondulación del bote entró. Cada vez se sentía más llena y tras la tercera y última ondulación hubo de hacer una pausa para no terminar antes de empezar. El clítoris asomaba descarado apoyándose en el objeto de plástico. Con dos deditos se lo acarició hasta quedar nuevamente cerca del orgasmo. Ahora comenzaba el vaivén del improvisado consolador. En ocasiones, cuando una ondulación salía y sus labios retornaban lentamente a adaptarse al grosor de las partes intermedias, placenteras oleadas de placer sacudían sus muslos. La mano derecha controlaba el ritmo del bote de champú en su interior mientras los dedos índice y pulgar de la otra mano castigaban su propio clítoris. El orgasmo estaba cerca, se iba a correr como nunca antes. Su respiración se aceleró, sus músculos se tensaron...

Sara! No me oyes, corazón?

Fran abrió la puerta del cuarto de baño y vio a su novia Sara en estado de trance, con la mano izquierda bajo el chorro de agua del jacuzzi.

Tierra llamando a Sara... Tierra llamando a Sara, nos recibe? – Bromeó.

Sara abrió los ojos y se dio la vuelta. Vio a su novio en la puerta, gesticulando como si estuviera llamando por radio. Su ropa se mantenía donde siempre y el bote de champú permanecía en la repisa junto a otros tarros de aromáticas esencias y jabones. Mostró una amplia sonrisa mientras pensaba en la mala jugada que le había gastado su mente. Fran se acercó y la abrazó por detrás propinándole un beso húmedo y sonoro en la mejilla.

Esta casa es genial. Espero que trabajes mucho y me puedas proporcionar una parecida – Dijo Sara.

Más que trabajar tendré que prostituirme.

Estás muy bueno, con un par de clientes seguro que conseguías dinero para la entrada.

Sólo? Esto podría considerarse maltrato psicológico! Serás bruja!

Después de juguetear un poco regresaron al piso de abajo, donde se encontraba la cocina, para preparar la cena, de la cual quiso encargarse Fran en solitario en un principio pero al final Sara tuvo que acabar echándole un cable porque era bastante patoso.

Comieron a la luz de las velas oyendo una dulce melodía de fondo, sólo alterada por el tintineo de los cubiertos en los platos, el crepitar del fuego en el hogar y el viento furioso que arremetía los copos de nieve contra las ventanas. La tormenta del exterior era ajena a la tormenta que iba a desatarse dentro de la casa. Entre miraditas y risitas nerviosas transcurrió la velada, con bromitas y dándose de comer el uno al otro, alternando los bocados con pequeños piquitos en los labios y suaves caricias entre sus manos.

Bueno Sarita, qué opinas de mi forma de cocinar?

Cómo? Pero si lo he hecho yo todo!

Pero las ideas eran mías.

Sí, claro...

Bueno, otro poquito de vino?

Me quieres emborrachar?

Claro, para luego hacerte cositas...

Uhmm, pero tú ya sabes que puedes hacerme cositas sin necesidad de emborracharme – Le respondió sensualmente y guiñándole un ojo mientras apuraba la copa.

Y que lo digas... por nosotros! – Dijo elevando la copa proponiendo un brindis.

Por nosotros – Repitió Sara y bebieron.

De postre me habría gustado tener fresas con nata, pero no es la época.

Vaya, con lo bien que lo pasamos aquella vez!

No me lo recuerdes que no respondo de mí. Pero te he traído algo exótico. Importado de Francia! Son como una especie de gominolas pero muy suaves. Me dio una caja Sebas.

Y qué pinta Sebas con una caja de gominolas francesas?

Pues que su madre acoge estudiantes y le suelen llevar algún regalo.

Ya veo. Bueno, pues habrá que catarlas, no?

Se recostaron en el nidito de amor que tenían preparado a base de cojines y almohadas en el suelo del salón en frente de la chimenea, él sentado debajo y ella sobre él, su espalda contra el pecho de su novio. Fran podía de ese modo acceder sin no demasiadas dificultades a cualquier zona de Sara y oler y acariciar su pelo castaño lavado con algún tipo de champú aromático. Esta solía ser una postura muy recurrida en casa de alguno mientras veían la televisión. Ideal para hacer manitas sin que nadie los viera. Fran tomó una gominola amarilla, presumiblemente de sabor limón y la colocó cerca de los labios de Sara. Esta los entreabrió y acercó su boca para darle un pequeño mordisco y finalmente comérsela entera, saboreándola.

Pues sí que están buenas.

Tanto como para chuparse los dedos?

Los dedos que habían sujetado el cuadradito dulce permanecían cerca de los labios de Sara, la cual se acercó y los lamió lentamente, recuperando pequeñas partículas de azúcar que habían quedado adheridas. Fran hizo que los dedos entraran en la boca y Sara no se quejó en ningún momento. Tan sólo se limitó a seguir chupándolos, moviendo su lengua lenta y sensualmente hasta dejarlos sin sabor alguno.

Sí, están muy ricas. Fran, me oyes? – Giró la cabeza y lo vio con los ojos cerrados -. Eeeeh!!! – Le gritó dándole un codazo.

Bufff, me has puesto cachondo.

Dame otra anda – Dijo entre risas.

Pero antes dame un beso.

Uhmm – Puso gesto pensativo -. Bueno, vale, pero sólo uno.

Inicialmente fue sólo un pico, pero luego su lengua se paseó por los labios de Fran, humedeciéndolos con su saliva y poco después se metió en su boca hasta encontrar su lengua, con la que estuvo compartiendo impresiones. Finalmente, sus lenguas y sus labios acabaron por separarse nuevamente.

Me das ya mi gominola?

Eres increíble – Respondió Fran recuperando el aliento mientras rebuscaba en la caja y tomaba otro cuadradito recubierto de azúcar, esta vez de color rojo y se lo acercó a la boca, sujetándolos con los dientes –. Tómala.

Aunque innecesariamente, Sara recorrió con su lengua los bordes de la boca de Fran antes de dar un mordisco al dulce y recogerlo en su boca, donde se limitó a juguetear con él mientras se deshacía el azúcar y la gominola disminuía de tamaño. Entonces se la devolvió a Fran en otro jugoso beso en el que se entremezclaban el dulce y ambas lenguas.

Al rato cambiaron los papeles y fue Sara quien iba cogiendo las chucherías. Tomó una y la introdujo sensualmente en su boca, saboreándola sin masticar hasta disolver el azúcar. Después se dirigió a Fran:

Creo que puedo hacerla más dulce.

Ah, sí? No lo creo.

Quieres que nos apostemos algo?

Vale – Contestó tras pensarlo un poco.

Bien, si consigo que sea más dulce, tendrás que hacerme el amor durante toda la noche.

Vaya! Y si gano yo?

Puedes pedirme lo que quieras.

Incluso hacerte el amor toda la noche?

Qué, aceptas?

Claro, es una apuesta segura.

Dejó entonces la chuchería en la punta de su boca, sujeta con sus labios. La tomó delicadamente con dos dedos y lentamente la bajó hacia su vientre mientras con la otra mano levantaba el pantalón y su ropa interior. Desde arriba Fran pudo atisbar ligeramente el dulcísimo coñito de su novia, ahora ya sabedor de que había perdido la apuesta. Sara se restregó contra su vagina e incluso llegó a introducir la gominola. Unos segundos después, la sacó y se la ofreció a Fran, el cual la saboreó largamente hasta dar su opinión.

Y bien?

Sabe a pescado. A... salmonete fresco – Respondió soltando una carcajada, intentando cabrearla.

Serás cabrón!!

Que no, que no, en serio, está muchísimo mejor, dónde va a parar! Si los franceses supiesen esto te contrataban para endulzar sus vidas.

Bueno, pues entonces tienes una apuesta que cumplir...

Claro. Resignado la cumpliré, no creas.

Ya lo sé. Pero como soy muy mala, muy mala te obligaré a que la cumplas.

Qué mala que es mi niña...

Y dejaron las palabras a un lado para dejar que las lenguas hicieran otra cosa. Sus manos hacía ya tiempo que estaban saciadas de tocar sus pechos, pero aun así no pudieron refrenarse cuando quedaron a la vista cubiertas tan sólo por aquel sujetador de color negro que él mismo le había regalado en su aniversario. Le quitó los pantalones para comprobar que, efectivamente, también llevaba las pequeñas braguitas a juego. Fran permanecía recostado, con Sara sobre su pecho y la cabeza vuelta hacia atrás de forma inverosímil compartiendo sus fluidos. Su mano izquierda la sujetaba del pecho y la derecha masajeaba en círculos el pubis de su novia sobre las braguitas, empapándolas poco a poco de su esencia, aquel fluido tan dulce que había recubierto la última gominola que se había comido.

Los ojos de Sara se mantenían fijos en el fuego que alumbraba y calentaba la estancia mientras Fran toqueteaba sus pechos y su monte de venus. La lentitud y la sensualidad fueron poco a poco dejando paso a la pasión y el desenfreno. Sus besos eran cada vez más apasionados y alocados. Sus manos apretaban las tetas de Sara con inusitado entusiasmo. Ésta, excitada ante tales caricias, comenzó a jadear ligeramente y sus bocas se fueron separando. Fran se dedicó entonces a besar e, incluso a veces, morder el cuello de su novia. El castigo al que le estaba sometiendo hacía a Sara salirse de sus casillas, deseando pasar a mayores.

Los jadeos de Sara se mezclaban con el crepitar del fuego y la tormenta de fuera, espoleando a Fran para que agitara su mano más deprisa en su vagina. Varios dedos en su interior peleaban por arrancarle el primer orgasmo de una larga noche pasional mientras Fran, con la mano izquierda, acariciaba superficialmente su pecho causando un cosquilleo agradable a la par que excitante. La diferencia en el ritmo era escalofriante y Fran pudo sentir pronto las convulsiones de los músculos de la vagina de Sara, apretándole los dedos en su interior. Durante unos segundod se mantuvo rígida mientras su vagina se agitaba enloquecida esparciendo la sensación del orgasmo por todo su cuerpo. Al ratito se derrumbó encima de su novio, con los ojos cerrados y una brillante sonrisa. Fran acercó su mano con los dedos embadurnados del flujo de Sara a los labios de ésta y le susurró:

Esto también está para chuparse los dedos, abre la boquita.

Sara entreabrió sus labios y dio cobijo a los dedos húmedos de su amante. Todavía recuperándose del orgasmo, lamió sin demasiado entusiasmo recogiendo sus propios jugos con su lengua. Fran cambió su posición dejando a Sara acostada sobre los cojines y situándose a las puertas de la cálida cueva de aquella espléndida mujer. Cuando se percató por su cara de que estaba casi recuperada del primer orgasmo, separó con suavidad los labios mayores de la vagina y aplicó una lamida lenta, húmeda y larga de arriba abajo, terminando con un leve toquecito en el clítoris. Sara levantó la cadera instintivamente para no perder tan maravilloso contacto. Aquella lengua volvió a repetir el mismo procedimiento, una chupada lenta hasta casi exasperar a quien la recibía, unas 5 o 6 veces, haciendo vibrar todo el cuerpo de Sara hasta que finalmente, en un momento en que Fran martilleaba el clítoris de su chica, ésta se corrió irremisiblemente, quedando exhausta tras esto.

Fran se acarició la verga de arriba abajo, extendiendo sus fluidos preseminales y mezclándolos con los fluidos vaginales de su novia. Sara permanecía en el suelo tumbada y con las piernas abiertas, esperando expectante al tiempo que recuperaba el aliento. Fran se situó entonces encima de Sara y la llenó de besos mientras con una mano situaba su pene a la altura de la cálida cueva. Apoyó el glande sobre los labios y el clítoris se vio ligeramente presionado. Sara mantenía los ojos cerrados y una mueca de placer alumbraba su rostro. Con empujes suaves y rítmicos fue introduciéndose cada vez más adentro, disfrutando con el pene desnudo los repliegues y vibraciones de aquella vagina, privilegio éste, obtenido con varios años de fidelidad.

En ese momento Sara abrió los ojos y vio a su novio encima suyo, bombeando con parsimonia. Las luces y sombras proyectadas por la chimenea danzaban en su cara, cambiando a cada segundo. También ella empezó a mover su cadera al compás consiguiendo penetraciones más profundas, si cabe. Así se mantuvieron por largo tiempo, con penetraciones lentas y profundas, sensitivas y sensibles, compartiendo besos y caricias, demostrándose el amor el uno al otro mientras el pene de Fran invadía con vigor y firmeza la vagina de Sara con la regularidad de un reloj.

Pero el cuerpo humano tiene un límite y esta sesión inagotable de buen sexo tenía que acabar. Fran no pudo postergar mucho más el final y mientras utilizaba una mano para aumentar el placer de Sara desde el exterior, sus penetraciones se fueron acelerando y endureciendo. Finalmente, cuando tenía la polla completamente fuera, dispuesta a entrar hasta el fondo en un gran colofón, perdió el control y un primer lecherazo impactó sobre el coño abierto y húmedo de Sara. Aun así, la introdujo en su interior para poder terminar de descargar en condiciones.

Descompuestos y agotados por el placer, tumbados uno junto al otro, se dirigieron una mirada cargada de sentimiento que no requería refuerzo verbal pero que Fran acompañó con un "Te quiero" susurrado mientras apartaba el pelo de la cara de Sara para poder verla en todo su esplendor. Permanecieron callados durante unos minutos, tan sólo regocijándose en su placer, mirándose a los ojos y, ya de paso, recuperando el aliento perdido durante la última hora. Compartieron un tímido beso en los labios, un piquito que podía explicar mucho más que un morreo pasional. Mientras se levantaban, Fran reparó en los goterones que adornaban el pubis de Sara, cuya fina capa de vello se mostraba impregnada de espeso semen.

Estás para hacerte una foto.

No seas cerdo – Le replicó pasando la mano por su pubis y limpiándolo en parte.

Lo digo en serio, me parece muy erótico.

Ah, si?

Sara alzó la mano pringosa por el semen de su novio y le acarició la cara dejándole también impregnado por su esencia.

Muy graciosa – Sara no paraba de reírse.

Muy, muy graciosa – Su tono de voz intentaba mostrar enfado, pero le era casi imposible ocultar la carcajada.

Vamos al jacuzzi.

No me cambies de tema – Sara se levantó y salió corriendo -. Ven aquí, ya verás cuando te pillé.

Dejando atrás el salón completamente desordenado, se dirigieron al piso superior. Fran aprovechó la situación para irle tocando el culo a Sara mientras ésta se reía y corría desnuda escaleras arriba hacia el baño.

Mientras Sara regulaba la temperatura del agua, Fran aprovechó para magrearla desde atrás, prestando especial atención a sus senos, cuyos pezones se mantenían erguidos y más sonrojados que de costumbre. El jacuzzi se iba llenando y Sara, para evitar las molestas caricias, mandó a Fran a por algo de beber. Cuando éste regresó con dos copas y una botella de cava, Sara ya estaba dentro de la peculiar bañera disfrutando del agua caliente y burbujeante. Fran sirvió las copas y se introdujo en el baño exhalando un suspiro de placer cuando el agua cubrió sus genitales, notando un cierto alivio después de la tensión mantenida durante el coito.

Esto es de lujo. Nunca pensé que fuera tan gratificante.

Uhmm, ya te digo. Estoy como atontada.

Fran cerró los ojos y se dejó llevar por el relax de la situación. Sara por su parte pensaba en lo maravilloso que estaba resultando todo y en todo lo que quería a su novio. Abrió los ojos y le vio justo enfrente. Sus piernas se entrecruzaban bajo el agua. El vaho inundaba la estancia y sintió su cuerpo más caliente que nunca. Apuró su copa y comenzó a mover sus pies, situándolos en la entrepierna de Fran, a ambos lados de su polla flácida. Comenzó a acariciarla torpemente con su pie derecho y advirtió un rápido cambio. Bajó una mano para acariciarse su chochito, que también pedía atención en esos momentos, aunque tuvo que dejarlo al poco rato porque perdía demasiada estabilidad, así que se dedicó a jugar con sus pies.

Fran permanecía con los ojos cerrados pero su expresión era de un placer total. Su miembro se encontraba ya completamente duro y era acariciado sutilmente por los delicados pies de su amada. La maestría de Sara con sus extremidades inferiores era inaudita y ella misma estaba sorprendida. El pie izquierdo se mantenía bajo los huevos sujetando a estos y proporcionando a la vez un punto de apoyo al pie derecho, que recorría todo el mástil por un lado y por el otro tanto con el anverso como con el reverso. Sin embargo, sería difícil hacerle terminar sólo con eso, por lo que pensó en cómo podría llevarlo más cerca del orgasmo.

Así, juntó los talones y formando una especie de canuto entre ambos pies, comenzó a moverlos como si le estuviera haciendo una paja. El grado de excitación de Fran aumentó, pero no lo suficiente. Ya, por último, optó por un ataque definitivo. Utilizó los dedos de su pie derecho para asirse al glande duro y grande en que acababa el miembro. Y estuvo presionando y moviendo durante un rato. Fran cambió por completo su cara e hizo ademán de abrir los ojos pero Sara le pidió que no lo hiciera hasta que no fuera a terminar. Así estuvo durante unos minutos pero cada vez las ganas de correrse eran mayores. Cuando por fin estuvo listo para hacerlo abrió los ojos y miró a Sara, la cual juntó sus morritos mandándole un beso y le guiñó un ojo. Fran explotó y se corrió bajo el agua. Una extraña sensación le inundó mientras lo hacía. De algún modo, el mismo agua abrazaba su pene entre las burbujas y lo seguía masajeando mientras expulsaba los últimos chorritos de semen. Esbozó una sonrisa y miró a Sara.

Dónde demonios aprendiste eso?

Ahh... no recuerdo – Confesó pícaramente.

Ya, ya... veamos si consigo que recuerdes algo más.

Veamos – Aceptó el reto insinuantemente y con el dedo índice le hizo un gesto para que se acercara.

Fran se movió y se situó a su lado. Ella estaba en tal posición que las piernas habían quedado totalmente abiertas y cuando él se acercó, las cerró entorno a él. Rápidamente, una mano se apoderó de su necesitado chochito y el dedo corazón comenzó a agitarse de forma endiablada. Sara le miraba sensualmente, mordiéndose los labios o relamiéndose, mientras éste la masturbaba. Uno de sus pezones era apretado y pellizcado continuamente por la mano que a él le quedaba libre. Tras cinco minutos de intensa masturbación acabó corriéndose con algunos dedos de su novio en su interior. Pero para su sorpresa, Fran la aupó al borde del jacuzzi y comenzó a comerle el coño ávidamente, manteniendo su excitación en vilo. La lengua alborotaba los pliegues de sus labios y chocaba con el clítoris en rápidos movimientos. Un dedo se escurrió en su interior, acariciando las paredes vaginales con suaves toquecitos. El clítoris fue atrapado entre los labios de Fran y la lengua comenzó otro agitado traqueteo. Lo soltaba en ocasiones y luego volvía a cogerlo tras dar un par de lengüetazos largos por todo el coño. Siguiendo con la misma táctica, consiguió que tuviera tres orgasmos más. Ya casi no podía más pero hizo un último esfuerzo para arrancarle el último de la noche. Ayudándose para esto de la excitación anal. Un dedo en cada orificio y la lengua loca por todas partes y, sobre todo, en la hermosa perla de Sara.

Este último orgasmo la hizo derrumbarse encima de Fran en un grito mudo mientras éste notaba que su mano que había permanecido junto al coño de Sara, se mojaba copiosamente de un líquido caliente y liviano como el agua. La excitación había sido tal que el cansancio se apoderó de ella, no pudo contener su vejiga y se orinó completamente encima de él. Avergonzada y con su cabeza apoyada en su hombro le susurró al oído:

Lo siento.

No te preocupes.

Se me ha escapado, ha sido sin querer.

Ya lo sé.

No debí beber tanto.

No tiene importancia.

Una vez fuera del baño, ya secos, se marcharon a la habitación con la gran cama de matrimonio aunque, al menos por esta noche, no iba a ser testigo de juegos amatorios. Fran se metió desnudo, demasiado cansado como para ni siquiera intentar vestirse. Por su parte, Sara sacó un corto camisón de color rosa que sintió acariciar su piel con agradable frescor cuando se lo puso. Fran observó atentamente todo el proceso y cuando ella se metió en la cama se abrazaron.

Si pudiera te echaba otro.

Si pudiera te echaba de la cama.

Buenas noches cariño.

Te quiero. Buenas noches.